CAP 30 - Hacia el Sur.
—¡No lo creo! No puedo creerlo —exclama Dylan.
—Pues créelo, porque fue así —responde Moisés—, inclusive discutimos de camino hasta acá porque el capitán no quiso devolverse, sus palabras exactas fueron decirle a Kevin "volvamos a casa, estamos los que necesito que estén presentes".
Dylan ante esas palabras, voltea a ver a Deiler quién fulmina con la mirada a Moisés y se descruza de los brazos, acto seguido, se dispone a caminar hacia el pelicastaño. Daniela se percata de esto y toma a Deiler del brazo, este se detiene un poco.
—Señores cálmense —ordena el comandante Harold.
— Espero que reconsideres bien quiénes son tus amigos, Dylan, quiénes realmente confían en ti —dice Moisés.
—¡No seas imbécil, tú dejaste morir a su madre! —exclama Deiler.
—Yo no dejé morir a nadie, ella me exigió salvarle la vida, tú en cambio siempre has usado la amistad de Dylan para tu beneficio, saliendo de Venezuela, llegando acá, y ¿Cómo le pagas? ¡Abandonandolo en una ciudad repleta de zombis!
—¡Jamás lo hice! —exclama Deiler.
—Deiler —habla Micneya—, ¿sabes cuántas veces disparamos la señal? Muchas, y no recibimos respuesta alguna. Corrimos desesperadamente por las calles sin saber de qué esquina podría salir una horda y acabar con nuestra vida.
Deiler se queda en silencio nuevamente, y aprieta los labios. Daniela se acerca a Micneya haciéndole leves señas de que se calme, no obstante, la mexicana ignora los gestos de la mujer, y continúa hablando.
—Esperamos por mucho tiempo, e incluso volvimos a ponernos en peligro para ver si ustedes seguían ahí...
—Dylan ha confiado en cada uno de nosotros, y mucho más en ti, te ha seguido sin negarse, sin esperar solamente tu apoyo a cambio y siempre tienes algún pretexto para detenerlo —acota Moisés.
—Porque sé que por su impulsividad e imprudencia, podría poner en peligro a cualquiera.
—Soy un peligro entonces... ¿no? Entiendo. ¡Yo quiero ir al rescate de nuestros compañeros! —se ofrece Dylan, alzando la voz con decisión—. Señor, mi equipo y yo... Sé que podríamos encontrar perfectamente a cualquiera.
—¿Podríamos? —pregunta el comandante.
Karla de inmediato dirige la mirada hacia Micneya, quién sorprendida por las palabras de su amigo, esboza una leve sonrisa. También nota a Moisés acercarse a Dylan y mirar fijamente a Deiler, quién se nota extrañado con aquella acción por parte del pelicastaño. Moisés, entonces voltea a ver al comandante y hace un saludo militar.
—Yo también quiero ir, pero sugiero no mandar muchos escuadrones, con dos estaría bien, en las dos direcciones que fueron enviados esos equipos, necesitan la mayor cantidad de vehículos para el traslado —coloca una mano en el hombro izquierdo de Dylan—, yo puedo liderar un grupo pequeño de motorizados.
—Lo siento pero no lo harán —refuta Deiler—, no saldremos ya estoy contando con ustedes para el traslado. Así que, si yo no estoy con ustedes, no irán. No puedo confiar en que...
—¿En que no regresaremos? —vuelve a interrumpir Dylan, sintiéndose ofendido—. Claro que lo haremos, siempre lo hacemos.
—Quizá es porque nuestra especialidad es esa, capitán—acota Mayreth, cuya suave voz y manera de hablar tan tranquila hace contraste con lo sugestivas que son sus palabras—, creo que ya tenemos los equipos listos para irnos.
Deiler los mira con mucha seriedad, especialmente a Dylan y luego exhala pesadamente.
—Los quiero aquí más tardar el jueves en la tarde, a todos y cada uno. Sin bajas, no quiero sorpresas —ordena el pelinegro.
—El escuadrón de rescate motorizado será liderado por Moisés, mientras que Micneya, tú liderarás al otro escuadrón, no confío mucho en que Dylan lo haga bien, por lo que te asigno a ti el liderazgo. Cada escuadrón tendrá diez personas. ¡Así que prepárense, partirán a las catorce horas! —exclama Karla con autoridad—. ¡Muévanse! ¡Tienen poco tiempo!
—Los demás soldados, vayan preparándose y preparando a los cadetes. A los capitanes, los veo en mi oficina luego de que los escuadrones de rescate se retiren —exclama Harold, caminando hasta el jeep, seguido de Karla.
Inmediatamente y acatando las órdenes, todos se retiran para cumplir órdenes.
Moisés de inmediato organiza a diez militares motorizados y se disponen a preparar todo en sus mochilas, posteriormente preparan las motos, revisan que estén bien tanto en mecánica como en combustible. Por otro lado, Micneya escoge a los miembros según los que Karla le había indicado, llevándose consigo un buen escuadrón. Es así como empiezan a preparar sus tácticas y todo lo que deben hacer, llevándose un Jeep Gladiator XMT para poder desplazarse rápido, aparte de que el mismo tiene capacidad para llevar a seis personas.
Una hora más tarde, ambos escuadrones se encuentran en la entrada principal. Moisés se acerca a Dylan y a Micneya para indicarles a dónde deben ir, el pelo castaño hace énfasis en que ellos deben ir hacia al sureste, 16 horas de allí, mientras que los motorizados irán a la más pequeña, unas 12 horas al sur. Ambas ciudades son los objetivos a explorar y ver si sus compañeros siguen con vida.
—Bien, estoy ansioso muy ansioso realmente —comenta Gabriel, guardando la mochila de primeros auxilios en el maletero del Camaro.
—Espero que nuestros compañeros estén y que no nos encontremos con más contagiados —dice Dylan, acercándose a Moisés.
—Se llaman zombis, tonto —corrige Moisés—, bueno cuídense mucho. Confío en tus habilidades y en las de May, me preocupa es Dylan, a veces tiende a ser muy impulsivo y no pensar bien las cosas.
—¡Oye! —exclama el muchacho.
—Pero si es la verdad —acota Mayreth, riendo.
—Claro que sí, nos cuidaremos mucho —responde Micneya, estrechando la mano con Moisés.
Posteriormente, Dylan y Moisés se estrechan las manos y cada quién se va a sus respectivos vehículos. El portón es abierto, y ambos escuadrones salen con dirección al sur. Ya a unos 4 km de la base, ambos grupos se separan, yendo así por los objetivos asignados.
—¿Ya se fueron?
—Sí, jefe...
—Excelente... Es hora de actuar.
Lunes, 08 de Febrero
18:45 hrs
—Capitán...
—¿Si? —responde el pelinegro, volteando a verla.
Él pelinegro voltea y le sonríe por educación, para después terminar de cerrar una caja. Junto con sus demás compañeros y algunos enfermeros militares, está empaquetando un montón de cajas en las que guardan todo lo que tiene que ver con el área médica. Estas cajas las llevan hasta un camión que está a unos metros de los centros médicos.
—Capitán, tengo una pequeña pregunta que hacerle.
—¿Es muy urgente que deba responderla? —pregunta el pelinegro, sin voltear a la verla.
—No —responde, acercándose a una caja que está abierta y empezando a empaquetar junto con los demás—. Pero si me encantaría saber algunas cosas, referente a los "zombis". Más que todo porque ustedes, bueno, su escuadrón han estado muchas veces frente a ellos, entonces...
—Después.
Finaliza tajante el pelinegro. Y así continúan empaquetando, al cabo de un rato, cierran la puerta del camión, puesto que ya está lleno, y se preparan para cargar el otro. Uno de los enfermeros hace el comentario que ese es el tercer camión al que van a llenar, y espera que sea el último.
El atardecer en la base ha transcurrido bastante tranquilo, más allá de todo lo que tienen que ir preparándose para partir lo más rápido posible.
Sin embargo, a un kilómetro al oeste de la base, se encuentra un pequeño campamento de chicanos quienes con binoculares observando la base.
Oscar da una calada a su tabaco y procede a seguir planificando con sus compañeros el siguiente movimiento.
—Bien, si el bólido amarillo ha salido de la base junto con un grupo de motorizados y aquel todoterreno, muy probablemente no se encuentre ni mi dulce Micneya, ni el capitancito allí. Lo que nos deja con un grupo de militares bien armados —comenta el líder de los chicanos, especulando.
—¿Y cuál será el siguiente paso de la misión? —pregunta otro chicano.
A diferencia de muchos de sus compañeros, este tiene una característica física que lo distingue de los demás: su ojo izquierdo está completamente blanca, esto es producto de una opacidad en la córnea. Dicha condición en el ojo le da ese aspecto característico y extraño, aparte de tener toda la cara tatuada.
—Deje que todo fluya Serpiente —responde Oscar, observando al chicano con el ojo peculiar—, deje que todo fluya. Estamos todos listos para iniciar con el siguiente paso. ¡Los llevaremos a nuestros amigos, claro que sí!
Los chicanos gritan con entusiasmo alzando sus armas, para luego reírse. Acto seguido, se suben a sus "lowriders" y se dirigen hacia la base militar. Una flota de al menos 30 autos, todos con 5/6 chicanos dentro de ellos bien armados, dispuestos a iniciar con su plan.
Ya bien cerca de la base, Oscar suena el claxon de su auto varias veces. Uno de los militares que custodia la puerta hace la señal e informa que los chicanos ya han llegado. Esto llena de emoción a los demás, puesto que significa que ya podrán irse a los Santos.
—Cangrejo —dice Oscar, observando cómo abren las puertas—, usted será el encargado del paso más importante para que así pueda iniciar toda la misión con éxito.
—Jefe... pero...
—Pase lo que pase cangrejo, usted siempre ha sido mi mejor aliado, por ende le confío esta misión a usted porque nadie tiene los cojones de hacerlo.
—Está bien.
Ambos estrechan la mano y cuándo por fin las puertas están abiertas, entran a la base.
Uno de los militares se percata de que han venido muchos autos y que todos están repletos de chicanos. Inmediatamente le comenta a uno de sus compañeros. No obstante, debido a los términos y lo que está pasando, afirman, no, mejor dicho, aseguran que vienen a prestar su apoyo para el traslado.
Unos cuántos bajan de los vehículos, mientras que los demás avanzan en los lowriders ingresando por completo en la base. Nadie presta mucha atención a los chicanos. Oscar y unos cuántos se dirigen hacia la oficina de Harold, no sin antes dejar al cangrejo unos a 500 metros de la torre 1.
Llegan a la torre, y Oscar baja del vehículo. Le hace una señal a sus compañeros de que esperen allí, y entra. Sube con lentitud las escaleras, está un poco ansioso de hablar con Harold al respecto. Finalmente llega hasta la oficina de Harold, cuya puerta está abierta y nota a Linares salir de allí.
—¡Oscar! —exclama con sorpresa.
—Señor.... ¿cuál es su nombre?
—Linares, soy Linares. ¡No esperaba verlo tan pronto!
—¿Y el comandante?
—Está allá adentro, terminando de arreglar sus cosas.
Oscar lo deja con la palabra en la boca, típico de él y su mala educación. Entra a la oficina, seguido de Linares quién se queda en silencio, observa a Harold terminar cerrar un portafolio. No dice nada, y no pensaba hacerlo. De pronto nota la presencia de Linares justo a su lado, y exhala con fastidio, justo se dispone a hablar cuándo...
—¡Comandante! —exclama Linares.
Harold voltea y nota a ambos allí, esboza una pequeña sonrisa que refleja cierto alivio y sorpresa, para luego mostrar su semblante serio. Coloca el portafolio en el escritorio y camina hacia Oscar, ambos estrechan las manos. El chicano inmediatamente empieza a observar toda la oficina y nota la ventana, se acerca a la misma y observa la base, y luego el atardecer.
—Comandante, me moría de ganas por entrar en estas oficinas, se ve bien el atardecer, se siente en la cima del mundo ¿no?.
—No lo diría de esa manera, pero de cierto modo, si siento que desde aquí puedo observar toda la base. No obstante, cambiando el tema. No esperaba que regresaran tan pronto, los esperábamos para el viernes, más o menos.
—Algunas cosas es mejor adelantarlas, pensé que sería buena idea traer refuerzos para poder echarles una mano. Es parte de mi plan para poder hacer crecer a "Los Santos". Me agrada mucho la idea de tenerlos allá con nosotros.
Linares también se acerca a ellos, observando por la ventana. Cabe destacar que la misma es amplia, puesto que se trata de una ventana panorámica. Los tres observan tranquilamente el lugar, de pronto Linares se percata del cangrejo quién se dirige sigilosamente hacia la zona dónde custodian el camión que contiene a la zombi.
—¿Qué ese no es uno de sus hombres? ¿Por qué va hacia la contagiada? —pregunta Linares, observando con detenimiento.
—¡Maldita sea, es el cangrejo! —exclama Oscar—. Comandante, tengo que retirarme para detener a ese imbécil tiene mucha curiosidad de ver a la criatura de frente, no ha parado de comentarlo.
—Iré con usted, la zona fue desalojada por órdenes del comandante para poder aprovechar la mayor cantidad de personas y así poder apresurar todo para el traslado, tengo que asegurarme de que no cometa algo estúpido.
—¡Perfecto! Encárgate de eso Linares, tengo varios asuntos que organizar aquí.
Linares y Oscar se retiran. Ambos bajan las escaleras apresurados.
Salen de la torre y Linares observa a todos los chicanos dentro de los vehículos, Oscar se sube a su Lowrider y le grita al subalterno del comandante que se apresure. Este se sube al vehículo y va con Oscar y dos autos más. Oscar conduce lo más prudente posible para no atropellar a nadie, puesto que la movilidad de las personas en ciertas partes es masiva. Linares empieza a desesperarse un poco, intuye lo peor, y se lo hace saber a Oscar repitiéndole cada que puede las consecuencias que pueden pasar si su compañero abre la puerta del camión.
Lunes, 08 de Febrero
18:50 hrs
Por otra parte.
Mayreth observa por la ventana del auto, sintiendo la brisa en su rostro. El atardecer se muestra tranquilo, también observa una gran bandada de aves volar por los cielos dirigiéndose hacia el oeste y finalmente, fija la mirada en Dylan, quién conduce. El joven voltea levemente la cara para mirar a la chica, sonríe feliz no sólo por estar con ella, sino que también está con Micneya y Gabriel en una nueva misión. Vuelve a mirar al frente, mentalizándose en lo que viene, no sabe lo que les esperan más adelante, pero si está seguro de que encontrarán a sus compañeros con vida.
—Par de tórtolos, ¿cuándo por fin se van a decir lo que sienten? —habla Micneya, sentada atrás mientras lee un libro.
—Es verdad, ya fastidian con sus miraditas y sonrisitas —acota Gabriel—. Ya deberían estar hasta pensando en casarse.
—¡Claro que no! —exclama Dylan.
—¿No? —pregunta Mayreth de repente, sintiéndose rechazada.
—¡May! —exclama Dylan.
—¡Dylan! —responde ella, mirándolo seriamente.
—¡Oigan, no es momento para hablar de este tema! —exclama el joven.
—¿Y cuándo será buen momento? —pregunta Gabriel.
—Será después de que terminemos con esta misión, además, Mayreth y yo no tenemos nada.
—Porque nunca me lo has pedido, idiota —exclama ella, volteando la cara hacia el frente.
Micneya alza la mirada, fijándola en Dylan quién se queda el silencio. El joven exhala pesadamente y sin voltear a verlos, entonces, su semblante se torna más serio. La velocidad del auto disminuye. Es entonces que los jóvenes se percatan de que ya está anocheciendo y que frente a ellos el camino los lleva a tener que ingresar sí o sí en la localidad, puesto que las vías de la autopista están obstaculizadas por la cantidad de autos abandonado mal atravesados. Escuchan entonces el sonido del claxon proveniente del jeep que viene tras ellos. Todos se bajan del auto, Dylan hace señas al conductor para que baje la velocidad.
—¿Qué pasa? —pregunta el mismo, deteniendo el jeep junto al otro auto.
—Vamos a continuar, pero tenemos que ingresar en esa localidad —habla Micneya.
—Debemos ir con cierto cuidado, pero sin bajar la velocidad. No sabemos qué nos encontremos allí dentro, y por la experiencia que todos tenemos, es en zonas así, repletas de casas y edificios, dónde más se encuentran los contagiados —acota Dylan.
—Sigan nuestro paso, y manténganse alerta —ordena Micneya, subiendo al vehículo nuevamente, seguido de sus compañeros.
Todos acatan las órdenes y proceden a continuar.
Ya bien cerca de aquella localidad, ven un letrero en muy mal estado, que dice "Bienvenidos a Coahuila de Zaragoza". Ha perdido color debido al óxido y la falta de mantenimiento, y algunas letras ya no se distinguen, sin embargo, aún se entiende lo que dice.
Bien adentrados en Coahuila, notan que las calles están completamente vacías. No hay rastros de nada en todo lo que han avanzado. Tanto dentro del Jeep, como en el Camaro, todos se mantienen alertas ante cualquier cosa que se mueva de manera sospechosa. Finalmente, llegan hasta una plaza, donde hay una fuente en el centro. Allí bajan de los vehículos.
Lunes, 08 de Febrero
18:53 hrs
De vuelta en la base.
El chicano suena el claxon de su auto luego de haber llegado al lugar y notan al cangrejo observando con detenimiento mientras piensa cómo abrir la puerta del camión. Cabe destacar que a dicha puerta la cierran con dos candados, a parte de la cerradura por defecto que tiene el camión que, de cierto modo, no es tan fácil de abrir.
—¡Hey, tú! —exclama Linares, bajando del vehículo. Inmediatamente apunta con su arma al cangrejo, quién se voltea y alza los brazos—. ¿¡Qué chingados haces, pendejo!? ¿¡No sabes que si abres esa puerta, no sólo te pones en peligro a ti, sino que también a todos aquí dentro!?
Linares se acerca con cautela sin dejar de apuntarle. Es entonces que Cangrejo observa a Oscar bajar del "lowrider" y baja la mirada, lleno avergonzado, suponiendo lo peor.
—Cangrejo, ¿En qué pensabas? ¡Eres un completo descuidado! —exclama Oscar, furioso.
El Cangrejo no dice palabra alguna. Por otra parte, Linares pasa por un lado de él, sin dejar de apuntarle y luego lo empuja, alejándolo del camión para así poder revisar la puerta. Primero echa una ojeada rápida.
—Afortunadamente, no logró abrir la puerta –expresa Linares con alivio, guardando su arma y revisando con más precisión los candados—. Efectivamente, sin novedad alguna.
—¿Seguro Linares? —pregunta Oscar.
—Sí, completamente seguro —responde, revisando los seguros de la puerta—. Los candados están intactos.
—Jefe... ¡Perdóneme, lo arruiné todo! —exclama el cangrejo bajando la mirada, mostrando mucha pena y decepción al verse en esa situación.
—Está todo bien, Cangrejo, lo hiciste excelente.
—No entiendo Jefe, he echado todo a perder, me han atrapado —habla el Cangrejo, ignorando al militar que aún está tras él.
—Al contrario, todo ha salido mucho mejor de lo que pensé. Ninguno de nosotros siquiera imaginó que la contagiada estaría sin custodia, estuvimos tan cerca de liberarla.
—¿Liberarla? —pregunta Linares, volteando a ver a Oscar sin entender nada.
—Jefe...
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