CAP 3 - Despedida forzada.
—Créeme que te entiendo mucho, pero no tienes derecho a culparme por algo que se escapó de nuestras manos.
—De todas maneras, discúlpame por eso. Siento demasiada impotencia y tristeza y...
—No pasa nada —responde Dylan, que se acerca a él y le sonríe— Todo estará bien.
Pasan el resto del día encerrados, comunicándose por redes sociales e informándose sobre lo que sucede. Es allí cuándo le escribe un mensaje por WhatsApp a Deiler, notando que también está muy activo por redes sociales.
< ¡Hey bro! ¿Cómo estás>
<¿Dylan? ¡Vaya! ¿Estás bien?>
<Muy bien, bueno me he topado con los contagiados, pero nada grave.>
<¿Serio? ¡Mientes! No te creo.>
<Por mi moral que sí. Casi muero de un infarto en varias ocasiones.>
<¿Qué tan cerca los tuviste?>
<Justo frente a mí, estaba en una entrevista de trabajo y la secretaria estaba contagiada y todo se volvió un desastre. Te quería preguntar, ¿estás por la casa? Quiero saber si mi familia está bien.>
<No te lo puedo creer, yo maté a cuatro esta mañana. Y respondiendo tu pregunta, toda esa zona fue tomada por los policías, nadie puede entrar ni salir, así que posiblemente sí. ¿Tú dónde estás?>
<Estoy en casa de un amigo de toda la vida, Moisés. Su padrino es Comisario y le ha ordenado que no salgamos de casa, y te aviso que tampoco salgas, los militares y cuerpos policiales van a controlar esto.>
<Esperemos que sí, pero no lo creo.>
Dylan deja de responder, se queda en silencio observando la nada. Está algo preocupado, pero por los momentos no puede hacer nada. Sólo quiere ver a su familia en esos momentos, y sin esperar ni saber en qué momento, le entran sentimientos de nostalgia preocupación, rompiendo a llorar.
En menos de 24 horas se pierde la ciudad de Caracas, no hay reporte alguno sobre los altos mandos y políticos del país, tampoco una información exacta de lo que sucede. Lo único que se escucha en la radio es una grabación que pide a todos los sobrevivientes refugiarse en sus casas y no salir, acotando que la policía y los militares solucionarán todo. Caracas es un caos y un desastre, al menos el 30% de la población de la capital se ha perdido, ya fuera porque están muertos o contagiados. Caracas pasa de ser una ciudad completamente movida a una zona oscura, llena de terror y sangre.
Los días pasan, y esos días se convierten en semanas.
En todo ese tiempo, Dylan le comenta a Deiler con calma lo que pasó, aparte de insinuarle la idea de salir a México y refugiarse allá, idea que el mismo Deiler aprovecha para comentarle a Daniela y a sus familiares. A parte, Dylan logra contactar con su familia, y tras saber que están bien, les propone lo mismo que a Deiler y ellos aceptan, es mejor salir y escapar de esa situación lo más antes posible.
Por su parte, Moisés sigue sin querer acceder a la petición de su compañero para ir a México, quería quedarse con su padrino y hacer algo más. La relación de Dylan con Moisés era un tanto compleja, puesto que ambos podían estar bien y molestarse el uno con el otro por cualquier pequeñez, llegando incluso a terminar peleando por eso. Se conocen desde el 1° grado de primaria y, siempre, siempre se han llevado de esa manera.
Tal como aquella vez en la que, en el patio de la escuela, jugaban imaginando que eran personajes de un anime por el que ambos comparten un gusto y fanatismo extremo, terminaron peleando de verdad por un golpe que, sin intención, Dylan le había propinado a Moisés en el rostro. Esto hizo que ambos terminaran golpeándose repetidas veces, y que Dylan le mordiera el hombro y el brazo a su compañero, siendo así separado por uno de sus maestros. A pesar de eso, su amistad también los llevó a compartir buenos momentos, como cuándo Moisés se fracturó el pie jugando al fútbol en el mismo equipo donde Dylan jugaba, y este estuvo muy al pendiente de su compañero, visitándolo todo el tiempo y jugando con él a los videojuegos.
Moisés también ha mostrado su hermandad y cariño para con Dylan, estando con él en momentos difíciles y aconsejándolo a pesar de que el muchacho siempre hace todo lo contrario a lo que le aconsejan. De cierto modo, también ha cuidado del joven y le tiene una estima y cariño muy grande, a pesar de que en ocasiones le ha tratado mal, Dylan siempre ha estado con él en las buenas y malas.
Pasan los días, y transcurre otra semana más.
Lunes, 18 de julio.
19:58 hrs.
Moisés se acerca a donde está Dylan sentado y le ofrece una taza de cereal con leche, Dylan voltea y la toma, empezando a comer.
—Piensas ir a México ¿No? —preguntó Moisés, sentándose al lado de él sin voltear a ver a su compañero.
—Sí, y me encantaría que fueras conmigo —respondió Dylan, volteando a verlo. Su mirada mostraba cierta tristeza.
—No iré.
—Ya lo sé, de todas formas, quisiera que fueras, ya no hay nada qué hacer acá. Todo cayó, no podemos seguir esperando para combatir algo que está fuera de nuestro alcance. ¡Ni siquiera tenemos armas! Y... yo no sé usar un arma —replica Dylan, terminando de comer.
—Yo sí sé cómo manejar una pistola Dylan, por eso me quedaré, debo ir a vengar a mi hija. Si en México estás más seguro, mañana temprano te vas con el avión que va a salir para allá. ¿Okay? Ya hice todo el movimiento para que tú, tus amigos y familia se vayan.
—¿Cómo hiciste eso? —pregunta incrédulo.
—Mi padrino tiene contactos, así que bueno. Informales a todos los que te vas a llevar que el vuelo a México sale mañana temprano.
Dylan se queda callado, no encuentra más palabras para convencer a su mejor amigo de irse con él. Por ende, deja el plato vacío de comida en la mesa y se levanta, para subir a la habitación y acostarse. Ya en cama, Dylan toma su celular y empieza a avisarles a todos que mañana era el día en que debían irse, que ya estaba todo listo y que antes de las 9:00 de la mañana debían estar en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, en el estado Vargas, porque a las 9:00 sale el vuelo. Recibe respuestas de todos, confirmando que estarían allá a esa hora.
También logra comunicarle a Micneya que si irá a México, y que aparte irá con algunos familiares y amigos, a lo que ella se emociona de saber que por fin verá a su amigo de bastantes años, y le indica que averiguará el proceso de ingreso al país debido a la situación que se está viviendo en Sudamérica, no obstante, le informa que en México han aparecido los primeros contagiados, dándole a entender que la frontera aún sigue abierta pero de manera limitada.
Finalmente se queda dormido.
Martes, 19 de julio.
06:00 hrs
—Dylan, Dylan —Moisés despertaba a su compañero, moviéndolo de un lado a otro—. Despierta vale.
Dylan despierta reaccionando con un leve movimiento de su cuerpo, volteando a ver a su compañero con sus ojos aún adormilados. Acto seguido, bosteza y se rasca la mejilla derecha.
—¿Ya amaneció? —pregunta Dylan, volviendo a acostarse en la cama, cerrando los ojos—. ¡Qué fastidio! Quiero dormir un poco más.
Moisés ríe y le jala el cabello con cierta fuerza, la suficiente para hacer que su compañero se despierte.
—Anda, levántate. El desayuno está listo, a las nueve sale el vuelo hacia México.
—Si ya sé, ya lo sé —responde Dylan, levantándose con cierto fastidio de la cama.
Pasado el rato, Dylan baja al comedor, se sienta y ve que en el plato habían dos deliciosas arepas asadas, rellenas con queso blanco y mantequilla. A un lado del plato, estaba un vaso con jugo de guayaba, el favorito de ambos jóvenes. Moisés también se sienta en la mesa, su plato tiene lo mismo. Por consiguiente, empiezan a comer tranquilamente. El teléfono de Moisés vibra varias veces en la mesa, este lo coge y revisa los mensajes. Eran dos notas de voz que le habían llegado. Las reproduce:
–"Ahijado, te recuerdo que a las nueve de la mañana sale el vuelo, posiblemente sea el único vuelo para México, cuando lleguen, me buscan en el terminal de pasajeros, ahí les ayudaré a todos ellos abordar el avión" —finaliza la primera nota, luego automáticamente se reproduce la segunda. –"Pero apúrense, ya hay gente esperando subir al vuelo con dirección a México".
Tras escuchar la nota, ambos se apresuran en comer.
Al terminar, Moisés toma los dos platos y los vasos y los lleva al fregadero, mientras tanto, Dylan sube a la habitación para buscar la mochila y el maletín donde tiene algunas cosas personales. Luego baja las escaleras y se prepara para salir. Moisés toma su pistola y le dice a Dylan que haga silencio y que espere hasta que él le haga señas, sale afuera con cautela, sin dejar de apuntar. Se acerca a la moto, la cual estaba al frente de su casa y la enciende, nota que no hay ningún tipo de ruido hasta los momentos, por lo que le hace señas a su compañero de que salga.
Dylan sale y cierra la puerta, dándole las llaves de la casa a Moisés. Se sube en la moto, se coloca el casco y luego Moisés acelera, partiendo de allí en dirección al aeropuerto.
Bajando por todo el sector no tienen ningún incidente, sin embargo, ven muchos cadáveres en el suelo tanto de contagiados como de personas en el suelo, los cuales presentan heridas de bala. Al parecer los cuerpos policiales si hicieron su trabajo esos dos días que estuvieron en esa zona. La tranquilidad del viaje se ve afectada después de que ambos toman camino a la autopista, puesto que varios contagiados corren hacia ellos, Moisés acelera la moto pasando por el lado de uno de ellos y toma una calle alterna para irse hacia la autopista.
—¡Diablos, estuvo cerca! —exclama el muchacho.
—¡Si! ¡Ojalá todos estén en camino o ya en el aeropuerto! —comenta Dylan.
—Seguro que sí, deben ir en camino.
El viaje resulta algo tedioso, durante todo el camino se encuentran con infinidades de alcabalas policiales, a parte, todo el estado Vargas es un cementerio hecho ciudad, la cantidad de cuerpos en estado de putrefacción es inmensa. pero logran llegar a tiempo. Se puede ver una multitud de personas "sanas", haciendo una larga fila, mientras los militares tratan de mantener todo controlado. El aeropuerto está muy lleno, ambos bajan de la moto y divisan a muchas personas discutiendo entre ellos por un lugar en el avión.
—¡Dylan! —A lo lejos se escucha la voz de una mujer—. ¡Dylan estamos acá!
El muchacho voltea, y nota a Daniela y la familia de Dylan. Él corre hacia ellos y abraza primero a su madre, luego a su abuela y por último abraza a Daniela. Moisés también abraza a la familia de Dylan y estrecha la mano con Daniela en señal de respeto.
—Me alegra mucho saber que todos están bien. Abuela, mamá sé que ambas les tienen miedo a los aviones, pero nos iremos de acá y todo saldrá bien, estaremos en nuevas tierras y nos salvaremos de esto.
—Tranquilo, todo sea por salvarnos. De todas maneras, le doy muchas gracias a Deiler que se arriesgó a buscarnos y nos trajo, dijo que tú insististe bastante —comenta la mamá de Dylan.
—Sí, de hecho sí. Por cierto, ¿dónde está él?
—Debe estar ya buscando a Liam y a su familia —comenta Daniela—, capaz llegue antes de las ocho.
Deiler conduce lo más rápido que puede, luego de haber pasado las alcabalas. Llega a Catia y finalmente cuándo va a tomar camino a pro-patria, ocurre una explosión. Un automóvil de policías explota debido a que uno de los oficiales disparó directo hacia el tanque de gasolina, ya que se vieron acorralados por muchos contagiados. Deiler frena por un momento el auto, a unos 20 metros del punto donde ocurrió la explosión. Su auto termina siendo blanco de varias partes humanas, como manos, las cuales caen sobre su parabrisas llenándolo de sangre.
—¿¡Pero qué pasa!? —Su teléfono empieza a sonar, lo agarra y contesta—. Sí, sí, ya voy en camino es sólo que... Se volvió a salir todo de control.
—¿Sucede algo? —pregunta Moisés.
—No lo sé, tengo un mal presentimiento. Tengo, náuseas —responde el muchacho, tratando de tomar aire.
—¿Dylan, estás bien? —se acerca su madre, quién lo nota algo pálido—. Tal vez la multitud de personas lo está agobiando.
—Mamá... Tengo miedo, siento que algo malo va a pasar... Siento que...
—Tiene ansiedad, y yo olvidé las pastillas —comenta la abuela—. ¿Seguro no quieres sentarte?
—No, no. Estoy bien.
—¡Siguiente!—habla la empleada del mostrador, esperando al grupo que continuaba, precisamente ellos—Supongo que tomará un vuelo hacia México ¿no?
—Si —responde Daniela— Todos nosotros.
—¿Todos ustedes? ¡Perfecto! ¿Pasaportes?
Daniela entrega todos los pasaportes, la mujer en el mostrador los revisa, luego alza la mirada para verificar a todos. Luego de ello, saca los boletos y los entrega junto con los documentos, posteriormente, les indica que ingresen por el pasillo a la derecha y que esperen el aviso para abordar el avión. El grupo se dirige hacia la zona indicada cuándo de repente ocurre un alboroto, mucha gente corre hacia afuera de las instalaciones. Al parecer alguien estaba contagiado y empezó a atacar a las personas en el piso inferior. Otras personas suben corriendo al piso superior.
—¿Qué sucede? —pregunta la abuela de Dylan mostrando preocupación.
—No lo sé —responde el joven, separándose de ellos, y caminando hacia el principio del pasillo, cuando de repente ve a los guardias de seguridad corriendo hacia él, siendo perseguidos por una enorme multitud.
—¡¡CORRAN!! —exclama uno de ellos.
Dylan empieza a correr de vuelta y les grita a todos ellos que apresuren el paso directo al túnel. Así mismo, todos también empiezan a correr. Llegan al túnel para ingresar al avión, es ahí cuando son alcanzados por la multitud, que también era perseguida por varios contagiados. Dylan y Moisés ayudan a la abuela a moverse más rápido, pero entonces ella se frena.
—Vayan sin mí, yo ya estoy muy vieja para estos trotes —dice resignada—. Mis cansadas piernas ya no pueden moverse al ritmo de ustedes.
—¡No digas tonterías mamá! —exclama la madre de Dylan— ¡Estamos ya al borde de subir al avión! ¡Ya casi nos vamos!
—Sálvense ustedes, yo les sería un estorbo —dice la señora, bajando la mirada—, tengo ya ochenta años, sólo sería una carga.
—Abuela no, no me hagas esto —dice Dylan, agachándose y tomándola por las piernas, con intención de cargarla—, nos vamos contigo sí o sí.
—¡Dije que no! —exclama con autoridad, mientras se separa de Dylan y luego le da un pellizco en la costilla—, no subiré a ese avión. No me gustan las alturas y no me van a obligar a subir allí.
—Pero, abuela... piensa en... en México, en Puerto Vallarta. ¡Siempre has querido ir allí! —dice Dylan, con lágrimas en los ojos.
Moisés respira profundo, y baja la mirada.
—No insistas Dylan, creo que, ella tiene razón —dice su amigo.
La madre de Dylan con solo observar a su madre, se da cuenta de algo, por lo que tira el bolso al piso. La multitud pasa por alrededor de ellos, tropezándolos un poco. Varias personas exclaman que se muevan, que corran.
—Pase lo que pase, tienes que sobrevivir Dylan —dice ella, mientras se acerca a su madre, abrazándola—, si mi mamá no va, yo no voy a ir.
—Mamá, maldición, abuela ¡No hagan esto más difícil! ¿Qué les sucede? —Dylan las toma a ambas por las manos, y empieza a jalar de ellas.
Daniela observa con lágrimas en los ojos la escena, y se voltea. Dylan se acerca a su madre y tanto ella como su abuela lo abrazan con mucha fuerza.
— Dylan, yo te amo mucho, mucho, con mi vida, eres la luz de mis ojos. No permitas que nada ni nadie te haga sentir menos, eres alguien muy especial ¿oíste mi amor? Yo siempre estaré para ti —lágrimas corren por las mejillas oscuras de la madre de Dylan, cuya voz se quiebra al hablarle—, pase lo que pase, tienes que sobrevivir. Moisés, llévate a Dylan, váyanse y cuídense, los quiero mucho. Dios los bendiga. ¡¡VAYANSE AHORA, ANTES DE QUE EL AVIÓN SE VAYA!!
—Dios te bendiga, te quiero ¡Dios los bendiga! —exclama la abuela.
Moisés asiente con la cabeza, y agarra a Dylan por la cintura, cargándolo. Luego le dice a Daniela que corra también. En un intento desesperado, Dylan intenta zafarse del agarre de Moisés, y empieza a gritar desesperado.
—Moisés, ¡No lo hagas, no las dejes! ¡¡CARGA A MI ABUELA EN VEZ DE A MI!! ¡¡MAMÁ!! ¡¡NO ME DEJES!!
—¡Cállate! —exclama Moisés, quién corre con él sin soltarlo.
Finalmente, cruzan el túnel y abordan el avión.
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