CAP 29 - Tranquilidad.
Ese mismo día, unas cuantas horas más tarde.
—¿Y bien? —pregunta Deiler a Karla.
—La información fue bien recibida por la mayoría de las personas, otra minoría estuvo reacia a aceptar desplazarse del lugar y si bien, la idea es trasladar a todos, cada quién es libre de decidir si quedarse o no.
—Mientras más personas vayan, más posibilidades hay de que sobrevivan —expone Dylan, haciendo un gesto de decepción.
—Karla tiene razón, mucha en realidad. No podemos obligar a nadie a irse si no quiere —comenta Gabriel.
Jesua exhala con frustración y procede a alzar la mirada hacia el cielo. Está oscureciendo ya, a parte, tiene curiosidad de ir a ver a la criatura, tiene muchas ganas de interactuar directamente con ella, más allá de custodiarla.
—¿Cuándo partimos? —pregunta el pelinegro.
—Mi padre ha decidido dar un plazo de dos semanas para que todos nos vayamos preparando. Hay que organizar muchas cosas, revisar todos los vehículos, revisar recursos... Todo. A parte, Oscar ha decidido irse mañana.
—Un mes es tiempo suficiente para prepararnos, y para que ellos preparen todo, además, hay algunas cosas que quiero conversar e investigar. No permitan que el viejo se vaya de aquí.
—Capitán... Sugiero que debido a todo lo sucedido, su escuadrón debería descansar —sugiere Karla.
—Lo harán, tienen que prepararse también para el viaje. Durante la noche planifiqué quienes irán en el primer viaje y apoyarán a los demás escuadrones en la defensa del grupo. Pero ya será después que me siente a conversar con todos ustedes y organicemos todo —finaliza Deiler.
Dicha esas palabras, todos se retiran de la oficina de Karla. Dejándola a ella sola. La joven exhala pesadamente, se quita los lentes y cierra los ojos. La posición que tiene en el ejército no le permite saciar la curiosidad que siente por saber más de los contagiados, o zombis, como les han denominado.
Posteriormente, escucha cómo la puerta se abre y ve al comandante Harold entrar y sentarse justo frente a ella.
—Cualquiera que te ve, pensaría que estás durmiendo.
—Realmente estoy cansada, organizar todo para la presentación, sumándole el hecho de que realmente me tomó por sorpresa que trajeran una de esas cosas a este lugar. Es un riesgo terrible, no sabemos qué tan contagiosos sean.
—La primera vez que escuché la palabra "zombi", fue en una película que vi con tu madre hace ya bastantes años. En ese tiempo pude reírme porque veía insólito que eso sucediera en la vida real. El problema de la gente es que nunca cree que algo puede pasar... hasta que ya pasó.
—Nadie nunca hubiera imaginado que esto pudiera suceder de la nada.
—Quizá estaba previsto, quizá nos daban señales indirectamente y las pasamos por alto. No es estupidez, ni siquiera debilidad. Es la naturaleza humana.
—Nadie nunca puede prever lo que sucederá papá, es imposible.
—Quizá tienes razón Karla —responde el comandante, dirigiendo la mirada hacia la ventana, notando como anochece—. Pero de algo si estoy casi seguro, y es de que seguramente los chicos tienen razón: probablemente si haya una cura para esto, o por lo menos, la manera de sobreponernos ante esto.
—Matándolos...
—Es una opción. Por cierto, ese tal Deiler —dirige la mirada nuevamente hacia su hija, notando que esta se ruboriza y voltea la cara hacia otro lado, jugando con su cabello. Ante esto, y extrañado, Harold se cruza de brazos—, no me digas que tú y él...
—¿Qué? ¿Yo de él? ¡No! ¡Para nada! —responde de inmediato, girando un poco más la cara.
Ante la reacción de la chica, Harold empieza a reírse. Desde hace un tiempo tenía sospechas de que Karla sintiera algo más que sólo respeto por el capitán de la resistencia. Sin embargo, con esto último, acaba de confirmarlo.
—Es un hombre comprometido, fuerte, serio y responsable, no me extrañaría que te sientas atraída por él.
—Sí, sólo que realmente me he fijado en un hombre que ya tiene pareja —comenta. Luego de ello, voltea a verlo sorprendida—. ¿Cómo es que lo sabes?
—No por nada soy tu padre. Te conozco perfectamente. En lo personal, me cae muy bien, realmente siento que él puede tomar mi lugar y hacerlo mucho mejor. Es más joven, vigoroso, honorable y valiente. Realmente confío en que puede hacerlo bien.
Karla observa a su padre fijamente, una parte de ella siente algo de tristeza por las palabras que dice, no obstante, al escuchar cómo se expresa del pelinegro, sonríe levemente con cierto grado de orgullo.
—¿Por eso permitiste que hiciera todo lo que hizo? ¿Para que tome tu lugar?
—Si quiero que comande, tiene que ganarse a todas las personas, y sus acciones hablan bien por él. Un líder que no abandona a sus compañeros, que forja alianzas, que busca el diálogo y que tiene un plan para actuar es lo que necesitan. Aprendió todo lo necesario durante los dos años de entrenamiento, destacando en primer lugar.
—Compartiendo el primer lugar.
—¿Qué? —pregunta el comandante.
—Tanto él como Micneya tienen el primer lugar —responde Karla serenamente—. Ella tiene unas actitudes físicas y mentales sumamente buenas. No por nada incluso yo, con todo mi entrenamiento, decidí no enfrentarla cuándo amenacé de matar a Dylan y ella salió en su defensa.
—¿Es como dices?
—Sí, no quisiera verla enojada.
Por otro lado.
La noche empieza de manera muy tranquila esa noche, o al menos eso creería cualquiera que pasee por la entrada y algunas zonas de la base. Pero detrás de una de las tiendas, miembros de varios escuadrones y los chicanos se encuentran alrededor de varias fogatas, en un lado estaba un grupo comiendo muy tranquilamente observando el alboroto realizado por el grupo que anda con sus apuestas, bebiendo licor y gritando en apoyo a su competidor favorito en una competencia de pulso. En este momento, los que compiten en las "fuercitas" son Moisés y un soldado veterano, ambos se encuentran en el centro, apoyados de los codos sobre una mesa. Ambos contendientes acaparan la atención de los presentes.
—¡¡VAMOS MOISÉS!! ¡¡NO TE DEJES VENCER!! —exclaman Dylan, Gabriel y Jesua al unísono.
—¡¡CAPITÁN ENSÉÑELE A ESE NIÑO QUIÉN MANDA!! —exclaman otros.
Empujones por aquí, gritos por allá. De pronto se escucha el fuerte golpe sobre la mesa. Moisés ha perdido. El viejo "Weedsucker" da una bocanada a su tabaco y observa con decepción cómo le quitan las pocas monedas que le quedan.
Por otro lado, Oscar observa cómo los militares apuestan entre ellos y con los chicanos, disfruta más de lo que pensó en su momento estar viendo esa competencia, mientras planifica cómo serán los juegos cuándo esta gente sea parte del poblado. No puede negarse que en un principio pensó que estos juegos serían aburridos, pero ahora que ve las apuestas masivas, su posición ha cambiado por completo. Los negocios no se han perdido para él, sólo han cambiado.
Durante varios días estuvo pensando cómo cambiarán las cosas si van los militares, ya que no podrán usar más la cárcel como centro de peleas clandestinas debido a los ideales de todos ellos, pero tras ver que sin importar si son militares o civiles, todos disfrutan de las apuestas incluso en juegos tan simples como este, no puede perder la oportunidad de sacarle provecho a todo esto.
—Bien lo decía mi vieja, cangrejo —da una calada a su tabaco—. "Una puerta se cierra, pero otras más se abren".
Cangrejo no entiende nada, y sigue gritando con euforia sus apuestas.
Sentado en un lado un tanto alejado de la mesa donde compiten, junto con Daniela, el pelinegro observa todo con detenimiento, mientras disfrutan de aquella escena. Al notar cómo Moisés es derrotado, hace el amague de levantarse para competir también contra aquel hombre, pero se detiene al notar cómo Micneya es quién toma el lugar de Moisés, adelantándose a él.
—Vaya, esto si será interesante —comenta Oscar, observando a Micneya, apartando el tabaco de su boca.
—¡Yo también quiero competir! —exclama Micneya, captando la atención de todos.
—¡¡ESO MIC!! ¡¡ESO MIC!! —exclama Dylan con euforia, la misma es tanta que parece que se ha vuelto loco por completo—¡¡AHORA SI VAN A VER QUIÉN ES QUIÉN!!
—¿Estás segura chiquilla? —pregunta aquel hombre, observándola.
—Si —responde Micneya haciendo un leve movimiento con los hombros.
—¡DIOS MÍO! ¿¡QUÉ ES ESTO!? UNA DAMA HA DECIDIDO COMPETIR —exclama Anderson ante todos—. ¡HAGAN SUS APUESTAS!, ¡SEÑORES, HAGAN SUS APUESTAS!
Inmediatamente un grupo apuesta a favor del capitán, y sólo cuatro personas apuestan a favor de Micneya. La joven respira profundo y apoya el codo en la mesa, posteriormente, el capitán hace lo mismo y ambos estrechan las manos.
—¡¡TRES!!... ¡¡DOS!!... ¡¡UNO!! —exclaman todos.
El semblante de Micneya cambia por completo, pasando de tener un semblante tranquilo, al de alguien cuya sonrisa muestra cierto grado de sadismo. Sadismo por soltarse en algo que le divierte competitivamente, más allá de asesinar zombis. Por ende, no tarda mucho en ganarle sin tregua alguna al capitán del escuadrón n°7, cuya corpulencia supera a la de Deiler, dejando a todos completamente anonadados y perplejos al contemplar aquella escena.
Apenas Micneya le gana al hombre, Dylan empieza a gritar con más euforia, tanta, que la emoción lo consume, de pronto todos notan cómo aquel hombre vuelve a retar a Micneya, doblando las apuestas siendo nuevamente derrotado. Anderson no hace más que encender el ambiente, retando a más personas a competir con ella.
Liz accede a competir con Micneya, siendo derrotada. Posteriormente, compite Gabriel, quién también es abatido por la joven. Y es así como dos, tres, cuatro y cinco soldados más son derrotados por la chica quién no hace más que divertirse compitiendo con ellos. Las porras de Dylan, Mayreth y Gabriel en apoyo a la joven no hacen más que aumentar y con ello, también aumentan las ganas de seguir compitiendo de la joven, llenándose de muchísimo éxtasis.
Moisés se niega varias veces a las peticiones de Anderson para competir con ella, Jesua también, alegando que estaba pasado de tragos y que simplemente no va a competir en ese estado. Ante tantas negaciones, Anderson se sube en la mesa acaparando la atención de todos.
—¡¿¡ACASO NADIE VA A COMPETIR CON ELLA!?! ¿¡SE HAN ACABADO LAS APUESTAS!? —exclama el moreno a la multitud, queriendo causar más incitación entre los presentes.
—El siguiente en competir seré yo.
Todos voltean, y de pronto se quedan en silencio. Anderson sonríe con orgullo, finalmente ha aparecido el personaje al que todos esperaban. Micneya por un momento se queda en silencio, observándolo fijamente.
De entre todas las personas, nadie jamás esperaría que aquel compitiera con ella, especialmente porque es del tipo de personas que prefiere no hacer mucho escándalo y que, aunque apoya y siempre está con los demás, prefiere no prestarse para este tipo de cosas. Anderson se baja de la mesa, y cuándo el pelinegro se sienta frente a Micneya, nadie dice nada.
—¡¡EL MISMÍSIMO CAPITÁN DEL ESCUADRÓN UNO SE HA DISPUESTO A COMPETIR!! —exclama con demasiada euforia Anderson, haciendo que todos reaccionen.
Las apuestas empiezan, sin embargo, no todos quieren apostar esta vez, prefieren presenciarlo. Las dos personas de las que más se ha hablado en los últimos días ahora están cara a cara en una competencia por ver quién es el soldado más fuerte de la humanidad, nadie quiere perderse ni un segundo de esto. La tensión se siente en el ambiente...
—Este si será un enfrentamiento muy digno de ver —expone Dylan, tenso.
Ambos apoyan los codos en la mesa.
Deiler y Micneya. Se miran fijamente a los ojos.
Estrechan las manos, con fuerza...
Lunes, 08 de febrero.
12:45 hrs
Planes por un lado, organizaciones por el otro. Reuniones por aquí, pruebas por allá. Últimamente, toda la semana ha estado muy ocupada para todos y cada uno de los miembros militares. Pero poco a poco van preparando todo con el pasar de los días para lograr hacer un buen traslado.
Karla se toma el tiempo de organizar la agenda de esa semana para poder ir a ver de cerca a la contagiada. Con días de anticipación le había avisado a los que custodian al zombi. Ya en el lugar, se encuentra con que tanto el anciano "Weedsucker", el Comandante Harold, como varios escuadrones de exploración están reunidos.
—Bien, ya estamos todos —expone Deiler—. Me he pasado varios días observando a esta cosa y junto con el señor Greg y Micneya hemos logrado descubrir dos cosas interesantes de ella. La primera es que puede durar varios días sin beber ni comer agua y estar igual de activa, de hecho, no le hemos dado nada de beber ni comer. Y sigue teniendo la misma fuerza y agresividad, es algo de temer.
—Eso explicaría el por qué a pesar de durar tiempo sin alimentarse, siguen teniendo tanta fuerza —comenta Micneya.
—Realmente estamos luchando contra criaturas que en sí, no necesitan alimentarse para mantenerse activos y con fuerza, pero, entonces ¿qué son esas cosas? —pregunta el comandante Harold.
—Los científicos los crearon —interrumpe el viejo "Weedsucker"—. Nadie me quita eso de la cabeza, quizá haya sido un virus, o alguna alteración genética, pero ellos son los culpables. ¡Siempre queriendo jugar a Dios!
—De una u otra forma, tenemos que conseguir más rápido la cura —sugiere Mayreth—, cada vez que enfrentamos algo como ella, muchos de nuestros compañeros mueren, y no sabemos realmente cuándo o dónde atacarán cada vez que salimos de la base.
—Lo sé, es cierto, tenemos que conseguir la cura, aun así... pasará mucho tiempo para que suceda eso, y quizá muchos más vayamos a morir antes de lograr obtenerla, siendo realistas. No obstante, también me di cuenta que, a pesar de su fuerza, su piel es muy frágil —se acerca a la contagiada, quien lo observa fijamente, y sin tener mucha piedad con ella, le rasga el brazo deslizando la cacha de la pistola.
La contagiada emite un gruñido de dolor y luego de que el joven le da la espalda, esta intenta atacarlo, pero debido a los tirones de cuerda gracias a Moisés y Anderson, no puede alcanzar moverse hasta él, aparte de eso, está atada de manos y pies, lo que limita aún más sus movimientos.
—Kenny y Greg son muy buenos para experimentar, no me enorgullece decirlo, pero incluso hemos usado fuego para saber con qué podemos herirlos.
—¿Y cuáles son los resultados? —pregunta Harold, interesado.
—Todos son efectivos, pero para matarlos —toma un arma y le apunta—. Basta con un balazo en la cabeza o en el pecho, pero no la mataré a ella, aún no. Pienso que de ella, probablemente podamos conseguir la cura.
Deiler le hace una señal a Jesua, quién le cubre la cara a la contagiada, aprovechando que esta observaba fijamente al capitán. Posteriormente, entre los cuatro la suben al camión y la encierran.
—En teoría podríamos acabarlos con cualquier cosa, como a un humano normal, pero ni con todas las personas de aquí estando armadas, podríamos acabar con una ciudad entera como las que hemos visitado —comenta Jesua.
—Todas están repletas, es casi imposible que haya supervivientes, y si los hay... están bien alejados de las grandes ciudades, como hacemos nosotros o los chicanos —comenta Daniela.
—Hace ya diez días que no sabemos nada de los dos escuadrones que fueron al sur, muy probablemente...
—Estén muertos —finaliza Harold, interrumpiendo las palabras de Karla—. Por otro lado, debemos esperar a que los chicanos regresen y confirmen que podemos irnos, por otra parte... Ya deberíamos resignarnos a que nuestros compañeros están muertos.
—Pero... ¿comandante? —exclama Livia—. Perdón, deberíamos dar un plazo más de tiempo para que regresen, recuerden a nuestro escuadrón, casi nos dan por muertos y...
—¡Es cierto! —exclama Dylan—. Hemos salido a rescatar a muchos escuadrones, por lo que no creo que estén muertos todavía.
—Según lo veo, hay dos escenarios, el primero es que sigan con vida, el segundo es que estén muertos. No hay nada que nos asegure que ellos estén en lo uno o en lo otro, tampoco quiero arriesgar más vidas. Si tan sólo tuviéramos la manera de comunicarnos con ellos —responde Harold.
Deiler analiza la situación, es un 50/50 las probabilidades de que sigan con vida aquellos soldados, pero tampoco pueden perder el tiempo. Luego de un rato de pensar y escuchar a todos, se dirige al comandante.
—¿Cuál es su decisión, Harold? —pregunta sin vacilar.
—Seguir con lo que ya tenemos planificado, ambos escuadrones sabían a lo que se enfrentaban y decidieron continuar. Por ende, nosotros tenemos como prioridad asegurar la supervivencia de todos los que estamos aquí. Así que hay que proceder con las preparaciones del traslado lo más pronto posible.
—Bien, entonces es un hecho, a partir de mañananosotros iniciaremos con nuestros preparativos —habla Deiler con suscompañeros, para después voltear a ver a Harold—. Comandante, deberíadescansar, se ve agotado.
—No, nada que ver, ustedes también están agotados y sin embargo tienen laresponsabilidad con esta misión, por lo que me encargaré de que lo demás estéal tanto —responde Harold—. En fin, para culminar con la reunión de hoy, vayanpreparándose. Muchas gracias por haber venido.
—Comandante—interrumpe Dylan—. Deberíamos reconsiderar mandar una misión de rescate, porfavor, usted nos dijo que un equipo nunca deja a sus compañeros atrás, y si nolos rescatamos, estaríamos haciendo eso.
—Dylan, basta —ordena Deiler.
—Deiler, tú jamás abandonarías a un compañero, ¿o sí? —pregunta el joven,mirándolo seriamente.
El pelinegro no responde, lo observa seriamente.
—¿Lo harías? ¿Me abandonarías a mí? —pregunta el joven, esperando una respuesta.
—En teoría, lo hizo —dice Moisés, dando varios pasos al frente, cruzándose de brazos ante un Deiler que clava la mirada en él, de manera fulminante —. Cuándo fuimos a rescatar a Daniela, no lo pensó ni un segundo para dejarte atrás junto a Micneya.
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