CAP 28 - La Presentación
Jueves, 28 de enero.
21:30 hrs.
—Jefe.
Oscar voltea, da una calada a su tabaco y observa a su compañero con atención. El cangrejo se rasca la barbilla, y agacha la mirada. Los chicanos están distribuidos en dos tiendas asignadas para que puedan pasar la noche, dichas tiendas están custodiadas por varios militares puesto que Harold, a pesar de lo dicho durante la previa reunión, no se fía para nada de ellos.
—Jefe, nos hemos metido en la boca del lobo, esta gente tiene militares por todos lados, no podremos proceder.
—Shhh ¡baja la voz cangrejo! —susurra otro de los chicanos, mirándolo con preocupación.
—Es verdad, baja cangrejo, tranquilo —da otra calada a su tabaco, retiene el humo en sus pulmones por un momento para luego exhalar y sonreír—. Todo a su momento, por ahora mantengámonos al tanto, cometieron un gravísimo error.
—¿A qué se refiere, jefe? —pregunta el cangrejo, sin entender aún.
—Pronto seremos testigo, sólo hay que dejar que las cosas pasen —sonríe con malicia.
Todos se dan cuenta de lo mismo y empiezan a reírse.
Por otra Parte.
Deiler y las chicas se acercan con calma al lugar dónde el anciano Weedsucker se encuentra sentado. Está fumando un porro mientras observa las estrellas. Tose, luego da otra calada al porro. Exhala profundamente y voltea. Sus ojos se encuentran con las dos chicas y el pelinegro, al velos, sonríe con ironía, y vuelve a voltearse, dándole otra calada al porro.
—Señor Greg —habla Mayreth.
—Mi hija murió por culpa de unos contagiados, hace al menos un año o dos, no recuerdo bien, y eso que yo recuerdo muy bien las cosas.
—¿Su hija? —pregunta Micneya, con curiosidad, sentándose a unos metros de él junto con los otros dos.
El olor a hierba es fuerte, tanto que por un momento pareciese que solamente se respirara ese olor en el ambiente. Finalmente, el anciano termina su porro, y de la mochila que está a un lado de él, saca algo de comida enlatada y empieza a comer. Se toma su tiempo, posteriormente voltea a verlos.
—Sí, mi hija. Mi querida Melanie. Rubia, coqueta, de ojos verdes, más o menos de la altura de ustedes dos... y muy alegre. Le gustaba fumar hierba conmigo, era divertido, pero a pesar de eso, muy aplicada con sus estudios... hasta que la contagiaron.
—¿Y cómo murió? —pregunta Deiler.
—La asesiné... un disparo entre las cejas. Así es como matan a esas cosas, con un disparo en la cabeza. Seguramente ustedes lo saben —continúa comiendo, y vuelve a tomarse su tiempo.
Los tres jóvenes se miran la cara, mantienen el silencio por sugerencia de Micneya y vuelven a fijar la mirada en el anciano, que no voltea a verlos. Finalmente termina de comer, y guarda la lata en la mochila.
—Hay que cuidar el planeta, es el único hogar que tenemos. ¡Pero estos ambiciosos científicos, astronautas, políticos! ¡Todos con sus benditos problemas de ego queriendo llevar las cosas a tales extremos que todo se termina saliendo de sus manos siempre! No es la primera vez.
Micneya sonríe, al parecer no es la única persona que piensa así, y vuelve a tener el presentimiento de que, en efecto, el señor "Weedsucker", no es ningún tonto, y que sabe mucho más de lo que aparenta y de lo que habla. Acto seguido, se acerca un poco más a él.
—Yo también pienso lo mismo —dice la joven, mirándolo a la cara—. Pero aún me intriga algo que dijiste, ¿por qué todo tiene que ver con la ciencia y la política?
—Muchas enfermedades que han atacado a la humanidad en el último milenio, o mejor dicho, en los últimos cincuenta años han sido por descuido del hombre. El primer caso de VIH/SIDA fue en el ochenta y uno, culparon a los simios de esa enfermedad y estudios posteriores revelaron que el sistema del mono desecha ese virus. En el dos mil tres, encontraron que ese virus fue alterado por el hombre en un laboratorio, y así ha sucedido con otros virus que se volvieron pandemia.
—¿Y por qué razón usted cree que el hombre actuaría así? —pregunta Deiler, así sin más. Captando la atención del anciano, quién sonríe al verlo.
—Miren nada más, el hombre del que se cuentan maravillas por todos lados, el capitán de la resistencia. Me sorprende que por tu cabeza no resuene lo obvio de la situación.
—¿Señor? —pregunta Deiler, a modo de respuesta ante el comentario un tanto sarcástico del hombre.
El viejo empieza a reírse de la nada, los tres jóvenes suponen que es por efectos de lo que hace un instante se fumaba. De pronto el anciano fija la mirada en Deiler y lo señala descaradamente.
—No hay manera más efectiva de acabar una guerra que matando a los habitantes de un lugar. ¿Y qué pasa si no quieres mandar hombres a morir? Asesinas al enemigo con agentes biológicos, tal y como sucedió en el Oriente Medio en el dos mil doce.
—No lo entiendo —interrumpe Mayreth—. ¿Acaso los que ganaron no se contagiarían también al entrar a los territorios contaminados buscando las riquezas o minerales?
—¿Territorios, minerales, riquezas? ¡No! Mientras el hombre tenga poder, lo demás no importa... Los hombres poderosos quieren acabar con otros hombres que perciban como amenaza ante sus ideales, creencias y leyes, o que, en su defecto, pongan en duda su poder. Fíjate en Oscar, tú, ustedes, inocentemente pusieron en duda a un tirano sobreviviente, e inconscientemente han metido al lobo en el rebaño de las ovejas.
—Están en una base militar, dudo que ellos tengan posibilidades de hacer algo, primero mueren —expresa Deiler, con confianza.
—No conocen de lo que es capaz Oscar, —responde el anciano, volteando la cara. Bosteza y se acuesta en el suelo—. Será mejor que se vayan, es tarde, en un rato me iré a dormir.
Los tres soldados se levantan y se alejan del lugar, no obstante, Deiler voltea nuevamente a ver al anciano, algo le hace sentir dudas hacia él, o quizás hacia sus palabras. Finalmente se retira del lugar y alcanza a las dos chicas, quienes conversan sobre lo que el viejo ha dicho. Durante todo el camino de regreso, el pelinegro sólo se limita a escuchar y pensar sobre lo que ambas chicas discuten. Llegan hasta la zona donde están sus tiendas y de pronto, el muchacho interrumpe la conversación.
—Micneya...
—¿Si? —voltea la joven.
—Sinceramente, ¿Crees en eso que dice aquel hombre?.
—No veo por qué no. Muy probablemente, los contagiados son el resultado de una guerra en las que se usó un agente biológico que se salió de control o algo así. No me extrañaría, desde la pandemia por COVID, ya nada me sorprende.
—Te entiendo perfectamente, a mí también me da la corazonada de que algo de razón debe de tener.
—Por cierto, capitán —dice Micneya—. Sobre los chicanos... No me fio de ellos, estuve mucho tiempo con Oscar, y la verdad, no creo que él esté dispuesto a torcer su brazo. Si estamos todos allá, tarde o temprano podríamos ocasionar un conflicto interno, y muchas personas inocentes morirían.
—Vale, lo tendré en cuenta. Es tarde, iré a descansar —expresa Deiler, despidiéndose.
—Hasta luego —le despide May.
Por su parte, Micneya sólo se despide con la mano.
Entran a la tienda, Moisés y Dylan voltean a verlas, las saludan y continúan en lo suyo, puesto que ambos organizan todo para poder afrontar la presentación de aquella contagiada que capturaron. Micneya y May se unen en el tema y entre todos preparan algo para que por fin la gente que está allí dentro y tiene tiempo sin salir de la base, vea por primera vez lo que hay afuera de los muros.
Dylan pide opiniones a sus compañeros sobre si es prudente usar esa exposición para terminar de convencer a las personas a prepararse y trasladarse hacia el nuevo lugar. Y luego de debatir por un buen rato si es factible o no, concluyen en que si sería buena idea, siempre y cuando él tenga algo en mente que justifique el traslado, más allá del amplio territorio.
Viernes, 29 de enero.
10:35 hrs.
—¿¡QUÉ!? —exclaman Gabriel y Daniela casi al unísono.
—¿Por qué quiere hacer una bandera, Capitán? —pregunta Livia, sin entender.
—La idea de la misma es que nos represente, que sea nuestro símbolo. Me he traído estas cosas del área recreacional de los niños, bueno, las pedí prestadas —ríe y luego se pone serio—. Ahí tienen pinceles, pinturas, tijeras así que pueden ponerse creativos.
—Deiler ¿qué te traes ahora en mente? No entiendo por qué necesitas una bandera a estas alturas, no es algo muy... ¿patriótico? —pregunta Daniela.
—En efecto. Pero necesito que nos vean como lo que somos realmente, una resistencia, no un grupo de extranjeros que son militares en un país ajeno. Necesito que hagan eso, necesito que realmente las personas confíen en nosotros, más que algo político, lo hago por un bien social.
—Entiendo, entiendo perfectamente —opina Livia.
—Por cierto, ¿cómo va eso del traslado y lo de la búsqueda del laboratorio? —pregunta Gabriel.
—Esta mañana partieron dos grupos de rescate hacia el sur y Kevin lideró un grupo pequeño de reconocimiento hacia el norte, hacia Los Santos, con la idea de estudiar y calcular cuánto nos tomará sacar a las personas de aquí y que tan seguro será el viaje de aquella o aquellas caravanas.
Gabriel hace un gesto con la boca, y luego toma la palabra.
—Capitán, de ser así, nos tomaría al menos unas dos semanas evacuar y trasladar a todos hasta los Santos.
—Es lo mismo que calculamos en la reunión, e incluso hicimos el estudio con alguna que otra variante no sabemos si nos accidentamos o nos topamos con contagiados o en un caso más extremo, tengamos que tomar un desvío.
—Es un viaje a contrarreloj —comenta Daniela.
—Evidentemente. Bueno, ya saben qué hacer. Daniela, ¿podrías ayudarlos?.
—Sí, me quedaré con ellos.
Deiler se acerca a Daniela y la abraza, dándole un beso en la frente y retirándose del lugar. Gabriel y Livia se quedan un tanto perplejos de ver que el capitán, tan serio y recto, se pone meloso cuándo está con Daniela. La joven voltea, inmediatamente se ríe al ver sus caras y no entender de qué se sorprenden.
—¿Qué?
—No esperábamos que el capitán fuera tan... tierno —comenta Livia.
—¿Verdad? Pero no es tan frío como ustedes piensan, ni un "sin corazón". Realmente los aprecia a todos ustedes y confía en sus capacidades —expresa Daniela, tratando de hacer que se enfoquen nuevamente en el proyecto y no quieran saber sobre la vida privada de ellos.
Gabriel capta la indirecta y empieza a plantearles su idea del diseño de la bandera. Se toman exactamente una hora y un poco más para poder realizar los bocetos. No obstante, no saben qué colores utilizar, lo que los deja pensando por un momento. Es allí cuándo Livia sugiere algunos colores y les explica más o menos el significado de cada uno de los colores. Así mismo, continúan en su tarea. Finalmente, toman una gran manta de color blanco y poco a poco van decorándola según el diseño que dibujaron previamente.
Se toman casi todo el día para terminar el diseño.
Cuándo por fin está completamente listo, Gabriel sugiere esperar que Deiler regrese para que sea él quién presente la bandera ante el comandante.
Y efectivamente, eso sucede.
Dicha acción deja a Harold descolocado, pero su sentido patriótico y su liderazgo e ideales referente a la situación que enfrentan le hace no sentir ofensa alguna, si no aceptarlo. En resumen, se convence de que la bandera si puede motivar a todos allí a querer luchar por sobrevivir.
Sábado, 30 de enero.
18:35 hrs.
Karla, junto con Linares durante todo ese día, lideran a un grupo de cadetes para que se preparen el lugar dónde se hará la presentación pública tan "importante" que Dylan quiere hacer ante todos. Se colocan 200 asientos, un micrófono sobre una pequeña tarima improvisada y posteriormente a eso, llega el Comandante Harold al sitio con dos soldados en el mismo vehículo.
—Comandante —expresa Linares al verlo.
—¿Cuál es la situación? —pregunta el comandante, bajando del auto.
Inmediatamente, Linares empieza a explicar todo, mientras Karla sigue coordinando a los cadetes. Finalmente, Harold hace la seña a uno de los soldados que está aún en el auto. Este se baja y se acerca a ellos con una gran manta en las manos. Inmediatamente, Karla se da cuenta de que ese muchacho es Gabriel. Así mismo, el joven extiende aquella manta y presenta una bandera, dicha bandera es la de la resistencia, la cual, tras ser mostrada ante Karla, Linares y los demás, se iza en un poste ubicado a unos 12 metros de la tarima.
Gabriel explica que han diseñado la bandera por petición del Capitán y que debía representar esperanza.
La bandera es de color blanca, con el dibujo en el centro de un puño humano alzado, cubierto de sangre, atrás del mismo, en el fondo, varias manos alzando sus armas.
—La bandera de la resistencia debe ser una pieza fundamental para todos, ya que la misma simboliza la unión de todos los miembros que conforman a la resistencia, siendo personas de diferentes naciones que lograron llegar hasta esta base militar —explica Harold.
—Es muy hermosa, realmente —comenta Karla.
—¿Qué significa todo lo que está en la bandera, Comandante? —pregunta Linares.
—Lo sabrán durante la presentación —responde Harold—. Aquel joven será quién haga la apertura, presentando nuestra bandera. Y que todo el mundo sepa que esta bandera será el símbolo de la esperanza de la humanidad.
Luego de ello, proceden a arriar la bandera y continuar preparando todo para el día siguiente. Finalmente, y tras dejar todo preparado. Karla se dirige al lugar dónde custodian el vehículo que tiene dentro al contagiado que capturaron durante la pasada misión, y junto con Jesua y Anderson lo trasladan hasta el lugar donde previamente será presentado. Liz no va con ellos, porque ella se ofrece para informarle a Deiler y los demás que ya todo está listo para la presentación.
Luego de llegar al sitio, Anderson y Jesua bajan del transporte y observan cómo todo está organizado. Inmediatamente, en el rostro de Anderson se dibuja una sonrisa llena de emoción.
—Mañana será un gran día, sé que sí.
—Esperemos que todo salga perfecto —responde Jesua.
—¿Nervioso Jesua? —pregunta.
—Para nada, nervioso debería estar Dylan... Él es quien va a presentarse mañana.
Domingo, 31 de enero.
08:30 hrs.
La tarea más complicada para los cadetes es la de organizar a cada una de las personas que ocuparán los asientos. Uno a uno, van ubicando a las personas en su sitio hasta que finalmente, logran ocupar los puestos. La idea es que, entre esas 200 personas, estén aquellos que tienen cierto peso e importancia en la resistencia de la humanidad. Sin embargo, la noticia se ha corrido tan rápido que además de los que ya están sentados, más de 400 personas se han acercado al lugar. Y entre esas personas, están dispersos los chicanos.
Estratégicamente, se colocan dos transportes detrás de la tarima, uno el cual está custodiado por varios soldados, y otro dónde se encuentran Dylan y Gabriel, quienes conversan sobre lo que harán a continuación, mostrándose un poco nerviosos ante el hecho de presentar dos cosas ante una gran multitud de personas.
Pasan un buen rato allí, esperando, escuchando las palabras del comandante. Y luego Karla toca la puerta, y luego abre, indicándole a Gabriel que es su turno, que ya el comandante ha terminado y que es momento de que empiecen a hablar ellos. Gabriel asiente, y baja del vehículo, saluda a todos con el típico saludo militar y luego se acerca al micrófono, respira profundo y luego procede a hablar.
—Antes que nada, realmente agradezco a todos por venir a este lugar y escuchar todo lo que les diremos hoy. No ha sido fácil para ninguno de nosotros sobrevivir todo este tiempo, y es verdad que estamos pasando por un momento muy difícil.
Da una pausa leve, observa a todos y logra ubicar a Livia entre la multitud, sonriéndole con emoción. Gabriel le devuelve la sonrisa y continúa hablando.
—Hoy ante ustedes presento la bandera de la resistencia.
Inmediatamente, entre dos soldados izan la bandera y esta es mostrada ante todo allí, muchos la miraron interesados, maravillados, otros confundidos y unos pocos con disgusto, al no entender lo que la misma expresa. Gabriel continúa hablando.
—Aunque no lo crean, la bandera nos representa a cada uno de nosotros. Hemos logrado llegar a este lugar, asentarnos, prepararnos, entrenarnos y motivarnos a sobrevivir ante el acontecimiento a nivel mundial que está llevando a la humanidad hacia su extinción. Somos personas de diferentes países en un mismo lugar, por ende, esta bandera no representa a ninguna nación, sino a todos los que resistimos hoy día.
—¿Qué significa la bandera? —preguntan varias personas al unísono.
— ¿Por qué tenemos que tener una bandera?
—¡Queremos respuestas!
—Resistencia —responde en seco Gabriel—. El color blanco de la bandera representa honestidad, pureza, libertad, claridad, unidad. El puño de color negro, al igual que las manos alzadas con las armas significa determinación, resistencia, guerra, lucha, revolución. Finalmente, la sangre en el puño representa la sangre de cada uno de nosotros, de cada uno de nuestros compañeros caídos. Todos aquí, sin importar de dónde vengamos, estamos luchando por lo mismo, sobrevivir, por eso esta bandera nos representa. Somos la resistencia. Muchas gracias a Livia y Daniela por ser las diseñadoras de la bandera, y muchas gracias a ustedes por asistir y escucharnos.
Gabriel recibe muchos aplausos de las personas allí presentes y sonríe, agradecido por ello. Más allá de ser bien o mal recibida la interpretación que quiso plasmar. Posteriormente, Dylan baja del autobús, más por ansiedad que porque era su turno y estrecha la mano con Gabriel, para luego observar a todos y tragar saliva. Sigue caminando y se acerca hasta la tarima.
Mantiene el silencio, por un rato y luego sonríe amablemente.
—Buen día a todos, como bien lo saben los hemos traído aquí para darles una gran información que a todos les interesa aunque no lo crean.
El joven voltea a ver a Anderson y Jesua. Asiente con la cabeza en señal para que abran la puerta del vehículo, ambos entienden y proceden a hacerlo. Moisés baja del vehículo jalando de una cadena a la criatura. Todos observan expectantes aquella secuencia y de pronto, notan que del vehículo torpemente se baja alguien que cae al suelo al no ver por dónde camina, puesto que su rostro fue cubierto con una manta. No obstante, todos allí observan atentos cada movimiento del contagiado.
—Afuera hemos capturado a una contagiada. Esto es lo que nos hemos estado enfrentando allá afuera todo este tiempo, de lo que nos hemos estado escondiendo todos estos años, los contagiados.
Fácilmente se puede percibir cómo todos sienten una asquerosa curiosidad por ver el aspecto de la criatura, es entonces cuándo Moisés la posiciona sobre la tarima, a unos metros de Dylan. Jesua se acerca junto con Anderson, y mientras el primero apunta con el arma directo a la cabeza, el otro le quita la manta que cubre su rostro, dejando al descubierto aquella criatura.
Un rostro sucio, mirada agresiva, cabello desaliñado, una gran cantidad de saliva saliendo de su boca y manchas de sangre seca tanto en la ropa que está rota, como en el rostro y en todo el cuerpo. Las uñas están largas, sucias y los dientes amarillos. No obstante, lo que más sorprende son sus ojos, mismos que tienen las pupilas dilatadas y la esclerótica es de color rojo. También se nota cómo se marcan las venas en la frente y el cuello.
Al verla, todos se sorprenden, algunos se espantan, otros sienten tanta curiosidad que se maravillan. De pronto, la contagiada emite un chillido, como si quisiese llorar, y luego grita, y se impulsa hacia adelante. Harold se queda perplejo, realmente nunca había visto a los contagiados tan cerca.
La fuerza de aquella iguala a la de un hombre como Moisés que, incluso sacándole varios centímetros de altura, y siendo tan corpulento como Deiler o Jesua, es jalado por la misma, lo que causa que este tenga que oponer resistencia y halar de la cadena con fuerza para retenerla.
La contagiada entra en desespero al ser frenada y de pronto grita, chilla, trata de zafarse de las ataduras que tiene en las manos y el cuerpo, pero no puede. De pronto, Jesua golpea con la cacha de su arma en la nuca, con tanta fuerza que la contagiada cae al suelo, inconsciente.
—No voy a negarles que es de temer —prosigue Dylan—. Tanto de día como de noche son muy agresivos, trabajan en grupo y no sabes en qué momento te puedes topar con alguno de ellos. Muchos de nuestros camaradas han caído allá afuera siendo devorados o contagiados por estas cosas. A sabiendas de todo esto, es que decidimos mostrarle al mundo, a nuestra gente lo que hay en cada ciudad.
—¡¡Es imposible acabar con esas cosas, son muchísimos!! —exclaman muchas personas.
—Es cierto, son muchos, sin embargo, nuestra próxima misión es buscar una cura, por eso tenemos a esta contagiada como sujeto de prueba. De la mano de nuestro Comandante Harold, y nuestro capitán, sé que conseguiremos la ansiada cura que buscamos. Conseguimos un nuevo territorio a las afueras de aquí, varios de nuestros compañeros deben estar de regreso hoy con los cálculos correctos para realizar el traslado.
—¿¡Cómo!? —preguntan algunos.
—¿¡Trasladarnos, están locos!? —exclaman otros.
Dylan intenta responder a todos, pero al verse interrumpido y que la multitud no le permite hablar. Harold se levanta del asiento y camina hasta la tarima, se sube y se acerca Dylan, quién da varios pasos hacia atrás y dejando a Harold el resto. Inmediatamente todos se quedan en silencio, atentos.
—Sí, vamos a trasladarnos. Vamos a ir a este nuevo territorio que nuestros aliados, los chicanos nos han permitido, ya que el área es más amplia y está bien protegida, y lo estará aún más con nuestros soldados allí. ¿O acaso pretenden quedarse aquí y que nuestros recursos se acaben, nuestros soldados exploradores mueran en manos de los zombis y nosotros muramos de hambre?
—¿Zombis? —se preguntan muchos allí, inclusive, los miembros del escuadrón.
—¿Aceptarán eso ustedes? —pregunta Harold, volviendo a tener la atención de todos.
Todos automáticamente se quedan en silencio. El comandante tiene mucha razón, muchas personas allí se preguntan en voz baja si valdrá la pena, durante los últimos dos años, la base militar ha sido su hogar y su seguridad, salir afuera implica muchas cosas. Harold al percatarse de eso, continúa hablando.
—Yo no lo acepto, y sé que ninguno de ustedes lo aceptará... Pero cada quién es libre de actuar y tomar sus decisiones, mi decisión ha sido que nos vayamos de acá a un lugar mejor y más amplio. Nuestros niños, nuestra gente necesita ser un poco más libre. Más allá de estos muros. ¡Iremos preparando todo para que el traslado sea seguro y rápido! ¿¡QUIÉN ESTÁ CONMIGO!? —exclama el comandante.
Todos alzan la mirada hacia el comandante, se sienten seguros con él, así que muchos empiezan a gritar a favor de las palabras del comandante. Harold repite nuevamente la pregunta de quién está con él, dos veces más, hasta que finalmente tiene el apoyo de todos allí. El comandante ha dado en el clavo y ha convencido a todos.
Deiler cierra los ojos, se cruza de brazos y sonríe. Ahora, la humanidad dará un paso más para sobrevivir, esta vez de manera diferente y agradece en el fondo a Harold por darle ese voto de confianza. Ahora podrán irse de allí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro