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CAP 26 - Negociación.

 —Antes de asesinarnos ¿podríamos enterrar a nuestro compañero? —pregunta Moisés, observando fijamente a Oscar—. Tuvimos que matarlo para que descansara en paz.

Todas se extrañan ante las palabras de Moisés, y es que entonces se percatan de que Dylan no está entre ellos. Mayreth se sorprende, sus ojos se llenan de lágrimas. Seguramente hablan de él. Por otro lado, Micneya se siente consternada, trata de mantener el control y no sucumbir ante sus emociones, pero no puede, escuchar que acaba de perder a su mejor amigo le duele demasiado.

—Tenía una herida en la espalda, y la sangre de algún contagiado lo infectó —prosigue Moisés hablando—, Gabriel lo sabía, por lo que mintió en su intento de poder llegar hasta el camión, no podía decirle a nadie que uno de nosotros estaba contagiado, nos matarían.

—Matamos a Dylan durante la madrugada, fue su petición, por lo que quisiéramos enterrarlo, por lo menos eso queremos antes de que nos mandes allá afuera a morir —dice Kevin, cabizbajo.

Oscar los ve a todos y se ríe.

—¿Luego de que me insultan, me piden que les permita enterrar a su amiguito? Ustedes no van a morir allá afuera, los mataremos aquí. ¡Deberían aprender a hablar con los demás antes de pedir algo! Espero que sufran en su lecho de muerte... Y a ti...

Le da una bofetada a Gabriel, para después apuntarle con el arma en el cráneo. El miedo en la mirada de Gabriel es ahora más grande. Deiler, a pesar de estar calmado, siente mucha frustración y mucho más cuándo aquel hombre quita el seguro del arma.

—A ti te mataré por abusar de una de mis mujeres...




Justo al momento en el que todos se retiran, Dylan exhala con alivio. Estuvo aguantando la respiración por casi dos minutos, desde el momento en el que aquel hombre se acercó a él, también en parte porque tuvieron usar un método asqueroso para poder conseguir un olor lo suficientemente convincente para que lo declararan muerto. Procede a levantarse, y se acerca hasta la reja, nota que todos los encarcelados están cabizbajos, deprimidos, además de que se percata de que no hay nadie vigilando.

—Tranquilo niño —le habla un hombre desde la celda del frente—, ellos normalmente nunca vigilan, sólo lo hacen cuándo vienen mujeres acá.

—¡Gracias! —exclama el joven, sonriéndole.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunta el hombre.

—Sobrevivientes, así como ustedes. Les prometo que volveré para liberarlos, nadie merece estar prisionero —responde el muchacho, saliendo de la celda y acercándose a la reja desde dónde aquel hombre le habla—. Tengo una pregunta: si tuviera que ir a buscar un camión y un auto deportivo ¿dónde los encontraría?

—"El Garaje", un lugar dónde ellos van a desarmar y decorar los coches para adaptarlos al "Lowrider". Está a unas cuatro calles abajo, pero si te ven los hombres del Oscar, te matarán —habla otro hombre, desde otra celda.

—Que así sea —exclama el muchacho, retirándose del lugar, ignorando así los consejos de ellos.

Cruza todo, según lo que recuerda y llega finalmente a la salida del lugar, sorprendido por lo poco concurrido que está toda la zona.
Dylan empieza a correr calle abajo, buscando con la vista, se encuentra con pocas personas, y aunque siente nervios de que alguno lo intente capturar, o que lo delate, sigue avanzando. Logra cruzar cuatro calles y se encuentra con una calle que tiene dos desvíos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

—Hacia dónde, hacia dónde...

El desespero lo hace buscar rápido con la vista, de pronto ubica al camión y sonríe, dirigiéndose hacia allá. Aquel garaje está justo cerca de una muralla de escombros. Alrededor del mismo garaje, hay un montón de autos, al parecer están trabajando con ellos para poder decorarlos, algunos están desarmados, otros están más pintados y aparentemente listos.
El joven se acerca al camión y entonces escucha los pasos de alguien acercarse, por lo que se agacha, dentro de sí, ruega no tener que pelear si no que espera que aquella persona, se de la vuelta.

—No es necesario que te escondas —se escucha la voz de un anciano—. Era obvio que en algún momento uno ustedes vendría hasta acá.

Dylan se sorprende, a lo que se pone de pie lentamente y observa a la persona que le habla, llevándose una sorpresa tras ver al anciano con apariencia hippie, el cuál está encendiendo un porro mientras camina. Su manera de hablar es muy relajada, no obstante, lo más característico en él, además de su vestimenta colorida, su cabello largo y canoso al igual que su barba, es su forma de hablar el español. Tal parece que lleva tiempo practicándolo.

—¿Usted es el anciano...?

Weedsucker, si, aunque mi nombre es Greg —dice el viejo.

—¿También eres parte de los pandilleros? —pregunta Dylan, moviéndose con cautela.

—No, nada con los chicanos, soy americano, hijo de americanos. La situación me hizo terminar en este lugar.

—¿Cómo es que hablas tan bien el español? —pregunta Dylan, notando que el anciano no hace contacto visual con él.

—Tengo sesenta y siete años hijo, llevo más de diez años practicando el español ya que me gustaba mucho viajar a Latinoamérica, los latinos son alegres, muchísimo. Y puedo notar que tú eres latino. ¿Colombia?

—Venezuela —responde el muchacho, sonriendo con nostalgia.

—Estuve allá en el noventa y siete. Muy bonito país, y su gente muy amable. Eres muy valiente para haber venido tan al norte sólo para sobrevivir, aunque es una lástima que todo el sistema se cayera de tal manera y termináramos así.

—¿Sabe usted de algo? —pregunta Dylan curioso.

—Oh, no chico, sólo sé que los podridos traen consigo un misterio. Los políticos, los científicos, todos sabían que algo así pasaría, y no se prepararon para esto. Tarde o temprano vendrán y acabarán con todos aquí —da una calada al porro, posteriormente exhala el humo—. La humanidad tarde o temprano llegará a su extinción, sólo unos pocos nos salvaremos, lo sé.

—Nosotros sospechamos lo mismo, los hemos visto de cerca, incluso los hemos enfrentado varias veces. Sin embargo, día a día, en la base nos quedamos sin recursos por lo que decidimos capturar uno para buscar alguna cura. Acá dentro del camión lo tenemos.

Ante las palabras del joven, el anciano abre los ojos, más por sorpresa que por curiosidad. Voltea a ver la cara del joven por primera vez, y señala al camión.

—¿Tienen uno allí? —pregunta.

—Sí, y es la única forma de hacer que todos entren en razón, mostrándoselos... Muchos aquí son ignorantes, no saben lo que hay allá afuera y lo peligrosos que son.

—¿¡Acaso están locos!? —exclama—, esa cosa puede llamar a los demás. ¡Adelantarías la muerte de todos! No sabes si tienen algún agente patógeno en sus cuerpos que sea altamente contagioso y nos contagie a todos.

—No, no lo tienen, si fuera así, ya yo me hubiese contagiado cuándo atrapé a este —Dylan se acerca a la puerta trasera, seguido del hombre, la abre y ven al contagiado.

El anciano sube al camión con cautela y se acerca al contagiado. Lo analiza con la mirada, notando que es una mujer, la cabellera larga, los senos y la forma de su cintura la delatan. No obstante, puede darse cuenta de que, a pesar de la suciedad tanto en la ropa, como en el cuerpo, sus venas se marcan demasiado.
Aquella contagiada hace contacto visual con el anciano, sus pupilas están dilatadas, sin embargo, su esclerótica es de color rojo. En todo el rostro también se marcan las venas. Su respiración es acelerada, y aunque intenta atacarlo, no puede hacerlo debido a lo bien atada que está, impidiendo sus movimientos.

—Es asombroso, es como un zombi, un no muerto pe...

—Si se mueren, están con vida, todos —responde el muchacho—. Es como si fueran mutantes.

—Chico, no sabría decirlo, pero está llena de mucha rabia. Sus ojos no dejan de mirarme con odio, y mira, dirige su atención al lugar al que yo me mueva —explica mientras hace el amague de moverse a cualquier lado.

—¿Tú qué piensas? —pregunta el joven.

—Lo que yo piense o crea, en estos momentos no importa nada. Tenemos que llevarlo los chicanos. Por cierto hijo, ¿por qué hueles tan horrible?

—Usted no quiere saberlo...

Ambos ríen, así mismo, cierran la puerta, y se dirigen hacia los asientos de conductor y piloto. Es así como ambos se dirigen hacia la hacienda, no obstante, en el camino, se percatan de que hay un alboroto a lo lejos, por lo que se dirigen hacia ese lugar.




—¡Espera no! —exclama Deiler.

En ese preciso momento, quizá por suerte para Gabriel, o por los azares del destino, el claxon del camión suena muy fuerte, tan fuerte que saca de onda a Oscar y todos voltean, dirigiendo la mirada hacia dónde provenía el sonido. Todo el mundo se ve sorprendido ante lo que sucede. Así mismo, y notando que el camión sólo baja la velocidad, la multitud de personas van abriendo paso al mismo, que avanza entre la gente hasta que se detiene unos cuántos metros del pie de la plaza.

Oscar no entiende nada, de hecho, casi nadie, sólo los muchachos de la resistencia, saben lo que sucede. Ni siquiera las chicas saben lo que pasa, de pronto, el anciano y Dylan bajan del camión, para sorpresa de todos, especialmente de Micneya y Mayreth.

—¡Ese es el que estaba muerto en la celda! —exclama uno de los pandilleros, levantando el arma hacia Dylan.

Ante eso, y aprovechando la distracción, Deiler, en un movimiento rápido, atrapa al pandillero, le quita el arma y lo toma como rehén, colocándole el arma en la sien. Por otra parte,

—El viejo "Weedsucker", sabía que tus ideales norteamericanos te harían traicionarnos. ¡Debí acabar contigo hace tiempo! —exclama Oscar.

—Oscar, tenemos que decirte algo, realmente necesito que me escuches —exclama Dylan—. Admito que mi imprudencia nos ha metido en muchos problemas, pero esta vez, por un momento sé que algo bueno saldrá de esto.

—¿Qué estás queriendo decir? —pregunta Oscar.

—Los contagiados, o podridos como ustedes los llaman, no están más que cazando. Sé que han logrado apaciguar el peligro que rodea a este lugar, pero, ellos no cesarán, y cuándo acaben con los que tienen cerca, no les quedará de otra más que moverse, y así como los conseguimos nosotros, ellos lo harán.

Oscar se queda en silencio ante las palabras del muchacho.

—Muchos de ustedes nunca han visto a un contagiado, pues hoy les mostraré a uno que yo capturé hace ya varias noches.

Junto con el anciano, ambos se dirigen hacia la puerta trasera y la abren, todos se aglomeran por la curiosidad, y gracias a una genial idea del anciano, cubren a la contagiada con un saco para dormir. Posteriormente la bajan, y la llevan hasta el pie de la plaza, dónde todos pueden ver claramente. Dylan le hace señas a uno de los pandilleros para que se acerque, Oscar le ordena que vaya y entre los tres la descubren. Inmediatamente, la contagiada, que logró romper la atadura de su boca, gruñe y grita con fuerza, ante las personas, asustando no solo a la multitud, si no que a los pandilleros también.

—Si no hacemos algo, este será el destino de cada una de las personas que está aquí Oscar, incluyéndote. No hay ley que valga para sobrevivir ante los contagiados, sólo una, sobrevivir y matarlos —exclama, mirándolo fijamente.

—¿Y qué propones? —exclaman varias personas de la multitud.

—Una alianza. Oscar, a unos kilómetros hacia el sur, tenemos una base militar, sin embargo, es mucho más pequeña que todo esto, y tenemos muy pocos recursos para la cantidad de personas que hay... Si nos unimos, podríamos lograr algo, a parte, el señor Greg, me ha comentado que hay una parte de acá que tiene una gran extensión para sembrar. Por favor, ayudaremos y los entrenaremos en lo que sea.

—Dylan tiene razón —habla Deiler, caminando hacia Oscar, parándose justo frente a él—, los hemos enfrentado muchas veces, uno solo es lo suficientemente peligroso para poder acabar con toda una población. Estamos buscando una cura, si tienen un hospital aquí, seguramente tienen un laboratorio biológico.

—El laboratorio biológico más cercano está a dos horas de este pueblo —suspira, retira el arma del rostro de Gabriel y observa a la criatura—. Este pueblo se siente algo vacío, traer a esas personas tal vez si sea una buena idea.

—Lograr una alianza ha sido un paso muy inteligente para tu pueblo y para ti, Oscar, traeremos las suficientes armas y materiales, a cambio de comida y un lugar dónde quedarnos. Quizá haya que limpiar mucho este lugar, pero trabajando juntos, todos lograremos equilibrar las cosas, la cura es lo que más importa.

—Sí, probablemente tengan razón, será una alianza hasta que se consiga la cura, luego, ustedes se irán de mi pueblo, de "Los Santos".

—Es un trato, así mismo cerramos esta negociación.

Tanto Deiler como Oscar estrechan las manos.

Más tarde, ese día.

Los miembros de la resistencia, como los miembros de la pandilla, se reúnen en la sala de la hacienda de Oscar. Les devuelven sus armas, también el jefe de la pandilla accede a ir con ellos hasta la base militar, para conocer a los demás y convencer a Harold de abandonar ese lugar y repoblar el pueblo.
Para la resistencia, esta era la oportunidad perfecta de reforzar sus filas con nuevas personas que quizá estén dispuestas a luchar por la supervivencia de sus familias y de la humanidad.

—Creo que también tu grupo serían muy buenos soldados para proteger a la humanidad también —comenta Deiler—, mientras más personas que sepan usar armas estén en el frente, más fácil será proteger a todos.

—Puede ser, lo pensaré cuándo hable con su comandante, por los momentos, enfoquémonos en traer a su gente para acá —finaliza Oscar.

—Perfecto, partiremos en una hora entonces —informa Deiler.

Así mismo, todos recogen sus armas y se retiran del lugar. Apenas cierran las puertas, Oscar sonríe de medio lado y nota al cangrejo acercarse con cara de preocupación.

—Jefe, ¿realmente nos uniremos con ellos? —pregunta el cangrejo.

—Parcialmente, cangrejo, parcialmente... Lo que ellos hicieron aquí no tiene el perdón de nosotros, así que, causaremos un alboroto allá, y los mataremos a todos sin excepción.

—¿Qué hay de las mujeres?

—A ellas también, me ha quedado claro que son capaces de matar si tocan a uno de sus compañeros... especialmente una de ellas.

Todos suben al camión, ya listos para volver a la base. El plan funcionó después de todo, evitando el derramamiento innecesario de sangre, y una pelea que simplemente podría haber causado más pérdida de tiempo.

Pasado un buen rato, Dylan llega al lugar dentro de su bólido amarillo, seguido de una flota de catorce autos que usan para el movimiento de su cultura, por último, llega Oscar dentro de su Cádilac del 71', de color negro decorado con flamas amarillas y rojas, descapotado.

Deiler, por primera vez sonríe, valió la pena esa negociación. Probablemente, este sea un paso muy grande para contrarrestar a los contagiados, y poder conseguir una cura.

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