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CAP 23 - El Escuadrón N°1

Domingo, 24 de enero.
22:25 hrs.


Elinyer siente una gran impotencia tras quedarse atrás y una gran rabia por haber sido tan bueno y salvar a sus compañeros. Se pregunta si de verdad valdrá la pena su sacrificio, siendo que, muy en el fondo él había perdido ya las esperanzas de volver, aunque no lo demostrara. La criatura lo arrastra y luego lo alza con ambos brazos, para hacerlo impactar entre el capó y el parabrisas de un auto, y luego coloca su pie en el pecho de Elinyer. Acto seguido, grita con fuerza, tanta que a lo lejos se escuchan más y más.

—Son unos malditos —dice Elinyer, riendo, mientras lágrimas corren por sus mejillas.

Siente desespero, quiere huir, quiere escapar, no quiere estar en ese lugar, allí en medio de la nada, a punto de quizá morir devorado por los contagiados. Al contrario, quiere estar en casa, no en la base, ni nada que tenga que ver con la resistencia, no, quiere estar en su casa, en Venezuela, tomando un vaso de chocolate caliente mientras está sentado viendo series, sólo eso quiere, es domingo, después de todo.

Mientras más se acercan los contagiados, más ampliamente sonríe. Tiene los ojos cerrados, está sumido en sus pensamientos, recordando o quizá imaginando momentos dónde no ha sucedido nada, dónde los contagiados no existen. De pronto siente cómo el auto se mueve bruscamente de un lado a otro, y abre los ojos bruscamente, viéndose rodeado por muchos contagiados. Es allí cuándo vuelve a la realidad.

Maldice en su mente.

Maldice entre dientes.

Los contagiados al ver que sigue con vida, proceden a atacarlo, tienen hambre. La sangre los ha activado. Así mismo, entre todos, proceden a comerse a un Elinyer que aún sigue vivo, gritando mientras siente cómo le arrancan pedazos y cómo el dolor poco a poco va apagando su vida. Finalmente, sus gritos cesan.

El contagiado que lo capturó alza la mirada hacia el lado contrario, sabe que hay otros que se fueron en esa dirección, por lo que sonríe macabramente. Más y más contagiados llegan hasta ese punto, quieren comer, pelean entre ellos por un pedazo de carne.




Gabriel y Ariangel logran alcanzar a sus compañeros, quienes detuvieron el paso debido a la intriga de si ellos los seguían o no. Livia siente un alivio enorme al ver a Gabriel, se acerca a él para abrazarlo y entonces nota que tiene una herida en el párpado. Por lo que procede a auxiliarlo, no obstante, él la detiene.

—No, no hay tiempo, tenemos que seguir —dice el joven—. Tenemos que huir, maldición tenemos que seguir corriendo.

—¿Qué ha pasado con Elinyer? —pregunta Kendall, preocupada.

—Seguramente ya está... muerto —le responde Ariangel, mordiéndose el labio.

Se quedan en silencio, Gabriel entonces procede a hacerle señas a Kendall para ayudarla con Noel y seguir avanzando. Así mismo, el grupo avanza caminando lo más rápido que pueden. Pasa un buen rato, quizá unos 30 minutos o más, cuando de pronto escuchan gritos y gruñidos acercándose. Por lo que vuelven a acelerar el paso y empiezan a correr, el joven también escucha otro ruido viniendo desde el sur, se preocupa un poco, pero no piensa detenerse, el escándalo no lo deja percibir bien qué es.

—¡Maldición, maldición! —grita Noel, frustrado—. Si tan solo tuviera mi pierna bien y mi rifle de francotirador, mataría a esos desgraciados.

—¡Sólo sigue moviéndote, idiota! —expresa Kendall, corriendo.

—No puede ser, no otra vez —dice Ariangel, con lágrimas en los ojos—. ¿Acaso estas cosas no pararán hasta matarnos a todos!

—¡Sólo corre! —exclama Gabriel.

Desesperados, corriendo lo más rápido que pueden y ayudando a un Noel que apenas puede moverse con una pierna, son alcanzados por los contagiados que, esta vez superan en número a la cantidad anterior que los seguían, estos corren hacia ellos con mucha prisa, acortando rápidamente la distancia entre ellos, están decididos a matarlos, cuando de pronto...
El sonido de un claxon frena incluso por un momento a los contagiados y hace que los jóvenes levanten la mirada hacia el lugar dónde proviene el sonido. Así mismo observan dos luces acercarse, Gabriel sonríe y alienta a sus compañeros a seguir corriendo, la ayuda ha llegado.

Las luces cada vez están más cerca de ellos, y justo cuando los contagiados finalmente están por alcanzarlos, el bólido amarillo acelera pasando por un lado de los muchachos y atropellando a los contagiados que casi los alcanzan, así mismo, Micneya desde la ventana empieza a disparar frenéticamente mientras exclama con ímpetu un "¡Mueran pinches pendejos!".

El transporte militar se sitúa justo al lado de los muchachos y los miembros de la resistencia bajan del vehículo, empezando a disparar también. Dylan al notar que Deiler lidera el ataque, baja del Camaro y acompaña el ataque.

Matan así a ese grupo de contagiados.

—¡Increíble! —exclama Livia.

—Son dignos de ser llamados el escuadrón número uno de la resistencia —acota Ariangel, anonadada por todo lo sucedido.

—¡Brooo! —exclama Gabriel, soltándose de Noel y corriendo hacia dónde está Dylan. No le costó mucho reconocerlo entre todos ellos.

—¿Gabriel? Pero... ¡Se los dije, Gabriel estaba vivo! —exclama Dylan, saltando, para luego alcanzar a su compañero. Ambos se saludan con un fuerte apretón de manos.

—Sabía que vendrían, algo me lo decía. No exactamente ustedes, pero si sabía que alguien nos rescataría, y la verdad me alegro mucho de que hayan sido ustedes, compañeros —dice Gabriel, sonriendo, para luego volver a limpiarse el ojo, la sangre no para de derramar.

—¿Cuál es la situación? —pregunta Deiler, tras notar que los demás se acercan a ellos.

—Somos perseguidos por una horda de contagiados, en un principio pensamos que eran pocos, pero, son una gran horda —dice Ariangel.

—Probablemente vengan más por allí —advierte Noel.

—¿Y Elinyer? —pregunta de repente Anderson.

Gabriel baja la mirada y aprieta el puño.

—Se ha sacrificado por nosotros, cayó en nuestra defensa —responde Kendall—. De hecho, somos los únicos sobrevivientes, todos han muerto en esta misión.

Deiler respira profundo, su mirada no expresa nada. Por otra parte, Liz y Anderson al escuchar eso se ven claramente afectados, al igual que Micneya que compartió buenos momentos con él, sin embargo, ella comparte algo con Deiler, no muestran sus emociones con facilidad frente a los demás.

Salvo Dylan y Mayreth que la conocen bien, los demás pueden suponer que a ella no le importó la muerte de aquel que fue compañero de todos en su momento.

—Este apocalipsis realmente nos ha apartado de todo lo que conocemos y nos ha quitado a muchos que queremos —dice Liz, con la mirada baja.

—No hay tiempo para lamentos —interrumpe Jesua, captando la atención de todos—. Ahora necesitamos sí o sí, acabar con esas cosas. Si han seguido a nuestros compañeros, debemos entonces, matarlos aquí mismo. No queremos irnos y que nos sigan el paso hacia la base.

—Tienes razón —prosigue Deiler—, esperaremos por un buen rato en este lugar, si vienen más de ellos, debemos acabarlos e inmediatamente irnos.

—¿Cuál es el plan? —pregunta Dylan, quitando el seguro de su arma.

—Atacarlos desde aquí a la distancia, con precisión, no sabrán qué los golpeo... Ganamos y nos vamos —sugiere Anderson, de repente.

—Vaya optimismo Anderson —dice Moisés.

—Oye grandote, me encanta tu plan, excepto... que es un asco —habla Micneya, acercándose al grandulón y colocando la mano en su hombro—, si quieres déjanos a Deiler o a mí el plan y con suerte, lo mejoraremos...

Dylan no puede evitar reírse ante ese comentario, por lo que Anderson voltea a verlo con cara de pocos amigos. Jesua entonces pide la atención de todos, les informa que hay armas en el transporte y que la prioridad es que no los sigan. Ya entonces, Deiler toma la palabra, empieza primero a posicionarlos a todos. Su plan es atacarlos a medida que se acercan, por lo que Micneya sugiere entonces utilizar los autos como puntos estratégicos para tomarlos por sorpresa, atacándolos desde diferentes ángulos y puntos.

Así mismo, ambos empiezan a complementar el plan, de pronto se puede escuchar cómo esas cosas se acercan. Gritando, gruñendo... Se escucha también el capó o el techo de los autos siendo golpeados, quizá ellos tropezándose o saltando y corriendo sobre los autos.

—Ahí vienen —dice Livia, temerosa.

—¡Muchachos, muévanse ya! —exclama Kevin, preparando su arma.

—¡Déjenme a mí con un rifle de francotirador! —exclama Noel—. Puedo ayudar... Sólo tienen que ayudarme a subir al techo del transporte y listo.

—¡Perfecto, ya saben sus posiciones! ¡Prepárense! —Exclama Deiler.

Se van metiendo entre los autos, posicionándose estratégicamente detrás o entre ellos, y entonces esperan... esperan y escuchan cómo se van acercando, y sus gritos. Moisés, que está un poco más adelante que los demás, junto con Anderson, asoma la cabeza por encima del capó de un auto, y entonces observa lo cerca que ya están: calcula unos 10 metros de ellos, por lo que le hace la señal a Anderson y este se levanta lanzando una granada de humo.

La misma explota, y así inicia el ataque frenético de disparos hacia la horda de criaturas. Son muchas, esta vez superan ampliamente el número de los dos pequeños grupos de contagiados que atacaron. A pesar de matar unos cuántos, estos siguen corriendo. Logran atravesar la primera línea en poco tiempo y empiezan a dirigirse hacia dónde están los vehículos con las luces encendidas.

—¡Disparen, sin cesar el fuego! —exclama Deiler.

—¡Son muchísimos capitán! —grita Sandra, sin detenerse.

Mayreth se acuesta en el suelo y con su ametralladora M249 empieza a disparar hacia dónde están los contagiados que atravesaron la primera defensa. Moisés y Anderson se meten dentro de un auto, cierran la puerta y allí dentro empiezan a disparar, sin embargo, ese auto se ve rodeado por contagiados.

Micneya entonces se acerca un poco más, y dispara con mucha precisión al cráneo de cada uno de los contagiados que atacan el auto. Estos al morir gritan de una forma muy horrible. Entonces nota cómo uno se acerca directo hacia Mayreth quién no se percata debido a que está concentrada y por acto de reflejo, le dispara justo en el cuello al momento en que la criatura se lanza hacia la chica, salvándola.

—¡Ay dios mío! —exclama Mayreth espantada, al ver que algo cae justo al lado de ella.

—¡Lo siento! —exclama Micneya.

Los disparos y gritos no cesan, Noel con una precisión perfecta ayuda a la distancia, acabando también con un montón de ellos. Finalmente, todo queda en completo silencio. O casi, de pronto se escucha a Dylan pidiendo ayuda. Moisés y Deiler, inmediatamente van hacia dónde se escucha su voz y notan que el joven está tirado en el suelo, aplicando una perfecta "mata león" a un contagiado, ambos forcejean.

—¡Qué demonios haces Dylan! —exclama Deiler, apuntando a la criatura.

—¡No la mates! —exclama con autoridad—. He logrado capturar a esta que está herida en la pierna, hay que llevárnosla y... ¡Ahh! ¡Tiene mucha fuerza, ayúdenme a noquearla!

Moisés inmediatamente utiliza la cacha de su arma, para golpear una vez en la frente a la criatura, dejándola inconsciente. Todos finalmente llegan hasta donde está el joven, y observan al contagiado, parece ser una mujer por la forma de su cuerpo. Así mismo, proceden a atarla de manos y pies, y le colocan una mordaza improvisada en la boca, hecha con una camisa.

—¿Qué pretendes hacer con esa cosa? ¿Llevarla a la base? —pregunta Jesua con preocupación.

—No lo sé, desde que May comentó la idea de una posible cura, he tenido muchas ideas locas en la cabeza. Entonces, hace un momento pensé en que, quizá si capturamos uno vivo y lo llevamos a la base, y lo estudian los médicos, podríamos tener la cura o al menos pistas para conseguir una —responde Dylan.

—Bro, estás loco —dice Gabriel—. ¿Cómo lo hiciste?

—No lo sé, sólo le disparé. Pero no le di a matar, fallé... Cuándo me di cuenta, me encontré forcejeando con esa cosa buscando dejarla inconsciente, pero tiene mucha fuerza.

—Bueno —habla Daniela—, creo que funcionará. Espero que simplemente esa cosa no se salga de control y nos mate en el camino.

—La custodiaré yo —dice Deiler—. Si se vuelve loca, la mataré.

Así mismo proceden a subirla en el transporte. Dylan y May se abrazan y suben al auto amarillo. Ya todos listos, se preparan para retirarse de allí, siendo el Camaro el primero en arrancar. De pronto, cuándo Deiler va a cerrar la puerta trasera del transporte, observa a lo lejos una enorme criatura. Se ve diferente a la que llevan en el auto, o a las que han matado durante todo este tiempo.

Ambas miradas se cruzan: los ojos azules de la criatura miran fijamente los ojos oscuros de un atónito Deiler. El capitán de la resistencia siente un escalofrío recorrer todo su cuerpo desde los pies hasta la cabeza, en ese momento el pelinegro, se da cuenta de que aquella cosa está sola y que no pretende moverse de donde está si no que, al contrario, decide dar la espalda y retirarse de allí. Esa última acción de la criatura sorprende aún más al moreno, que cierra la puerta y exhala profundamente, tratando de asimilar lo sucedido.

Parten de allí y durante el trayecto, Daniela se percata de que Deiler se ha mantenido en silencio, casi que sin prestarle atención al contagiado que llevan allí, parece que algo lo ha sacado por completo de lugar o que simplemente se ha distraído.

—¿Sucede algo amor?

—No, nada —responde Deiler, con mucha seriedad—. Solamente pensé por un momento en todos nuestros compañeros caídos.

—Deiler, lo siento mucho por Elinyer —habla Moisés, sin dejar de apuntarle a la contagiada.

—No pasa nada.




Lunes, 25 de enero.
23:55 hrs


Mayreth se acomoda aún más en el asiento trasero, acto seguido, observa por el vidrio trasero del auto notando que han dejado un poco atrás a sus compañeros, por lo que le dice a Dylan que espere un poco. El joven baja la velocidad del vehículo, dándole tiempo a que los demás los alcancen. El ambiente dentro del auto no es para nada alegre o relajado, acaban de perder a varios de sus compañeros y en especial a uno que estuvo con ellos desde el inicio de todo. Micneya exhala y entonces, sigue observando por la ventana en silencio, de pronto, se percata de un cúmulo de luces brillando a lo lejos.

—Wey, ¿Soy yo o hay luces allá? —pregunta la joven de repente, señalando a su derecha.

Dylan y Mayreth voltean y observan fijamente.

—Espera, no creo que sean luciérnagas ni nada por el estilo... Si son luces. ¡¡Si son luches!! —exclama el joven con asombro de manera repentina, asustando levemente a Mayreth, quién voltea a verlo con cara de enojo.

El muchacho detiene el auto y se baja del mismo, y unos segundos después, el transporte los alcanza. Dylan les hace señas para que se detengan, Anderson, quién va conduciendo, se extraña de eso y detiene el paso, abre la puerta y se baja.

—¿Qué pasa? —pregunta Deiler, que se ha bajado del auto, junto con los demás.

—Mic ha visto luces en aquel lugar —dice Mayreth, abrazándose a sí misma tras bajar del auto y cerrar la puerta, hace frío.

Todos voltean y se percatan de lo mismo extrañados, sorprendidos e incluso esperanzados de encontrar finalmente a otras personas, luego de dos años del apocalipsis.

—Deberíamos ir a investigar —sugiere Dylan.

—Es una loca idea, pero quizá tiene razón —comenta Moisés, exhalando pesadamente—, capaz y podamos conseguir sobrevivientes y recursos allá, también armamento. Uno no sabe.

—O un laboratorio —dice May en voz baja.

—¡O un laboratorio! —exclama Dylan con optimismo, alzando la voz.

—Está bien, puede que tengan razón —dice Jesua—, de haber sobrevivientes puede que sí, los haya, pero no sabemos qué tan dispuestos estén de recibirnos, o si sólo encontraremos más peligro. Creo que ninguno acá se siente con ánimos luego de perder a varios de nuestros compañeros.

—Si quieren, puedo ir yo sólo a investigar —se ofrece Dylan—, en caso de algún peligro, volveré rápido a la base. ¡Ay!

Se escucha el sonido de un golpe, Micneya le da un zape a Dylan con todas sus fuerzas haciendo que el joven se sobe.

—¿Estás pendejo? No voy a perderme una aventura como esa, yo también iré, y la May irá con nosotros no más...

—Yo también quiero ir —dice Moisés—, y creo que muchos aquí tenemos curiosidad.

—Bueno, yo... —habla Livia.

—¡Todos iremos! —habla Noel—. Ya estamos aquí ¿no? Vayamos de una vez a averiguar qué hay allá.

—¡Estupendo! —exclama Dylan emocionado.

—Bien, en marcha —ordena Deiler, subiendo nuevamente al transporte.

Todos suben a los autos y toman el desvío de la autopista en dirección hacia aquel lugar.
Luego de un buen rato de camino, llegan a un puente, lo cruzan y unos 100 metros más adelante se encuentran con un montón de autos, escombro y demás cosas amontonados, que obstaculizan el paso de los vehículos. Están puestos de tal forma que parecen una muralla, ya que se extienden varios metros tanto a la derecha como a la izquierda.

Deiler, Jesua y Anderson bajan del transporte y se acercan a la muralla, Dylan sale del auto al verlos caminar y se acerca con ellos para observar también.

—¿Y bien? —pregunta Anderson.

—Es extraño, primera vez que tomamos un viaje tan largo y nos topamos con algo como esto —dice Jesua—. Le calculo unos cuatro o cinco metros de alto.

—Es puro escombro, como una muralla, y por la oscuridad no se puede saber por ahora qué tanta extensión tiene.

Dylan escucha las palabras de ellos y se acerca hacia la muralla, respira profundo y empieza a escalarla poco a poco, ignorando por completo a sus compañeros. Finalmente llega hasta lo más alto, tiembla un poco por el frío y observa que a unos 4 kilómetros aproximadamente, se ven mejor las luces.

—¡Oigan! ¡Aún falta algo de camino para llegar! —exclama Dylan emocionado.

—¿Y tú qué haces allá arriba? —exclama Deiler—. ¡Baja de inmediato de allí!

—¡Deiler, sinceramente no veo final en esta muralla de escombros! —dice mientras empieza a bajar.

—Bueno, qué te puedo decir, no creo que haya paso —comenta Jesua.

Justo cuándo va a hablar Anderson, se escucha el eco de un disparo, Dylan se deja caer, rodando por el suelo. Inmediatamente todos los demás bajan del vehículo con sus armas y se preparan para contraatacar, de pronto suenan más y más disparos. El primero en responder es Moisés, disparando hacia el monte.

—¡Bajen sus armas! —exclama alguien desde lo alto—. ¡Alto al fuego y bajen sus armas! ¡Están rodeados!

La voz que habla tiene un acento norteño muy marcado. Es entonces que se ven varias luces de linternas apuntando al grupo de jóvenes. Justo entonces, más personas salen ocultas del matorral y les apuntan a todos, viéndose rodeados. Deiler les ordena a sus hombres bajar sus armas, y todos lo hacen. De pronto Deiler da varios pasos adelante, dirigiendo la mirada hacia dónde había escuchado la voz hace un momento.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunta Deiler.

—Nosotros somos los que preguntamos, carnal —habla aquel—. Al parecer son militares. ¡Quítenles las armas! Los llevaremos allá adentro. El bajo mundo los espera.

—¿El bajo mundo? —preguntan todos al unísono. 

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