CAP 22 - Impotencia.
Luego de recibir la noticia de que Kenny ha llegado a la base y que está gravemente herido, Harold pide que le avisen cuándo despierte, necesita saber qué sucedió allá afuera. Pasadas unas cuantas horas, Karla entra a su oficina, ella sonríe al ver a su padre de pie, imponente como siempre, observando la ventana.
—Papá —habla ella, cerrando la puerta tras de si—, el escuadrón uno ya se ha ido. Pretenden ir a buscar a los demás, a parte, quería informarte que ya el capitán Kenny despertó y está estable, aunque un poco débil, perdió mucha sangre.
—Hablaré con él.
—¿No dirás nada sobre lo otro? —pregunta ella, con curiosidad.
—Deiler y su gente... son muy buenos, tienen una gran taza de éxito en las misiones —voltea y camina hacia su hija, colocando las manos sobre sus hombros tras colocarse frente a ella—. Ese muchacho tiene potencial para ser un gran líder, por ende, si fueron a su rescate, posiblemente es porque puede que los otros sigan con vida.
Karla sonríe de medio lado, ruborizándose un poco. Su padre se da cuenta de esto y ladea la cabeza, sin entender la reacción de ella.
—Karla ¿por qué tu cara se puso roja?
—¿Qué? ¿M-mi cara? —exclama ella apenada, separándose de él y volteándose—. ¡No es nada!
—No será que...
—¡No es nada, papá!
—Si tú lo dices. Iré a hablar con Kenny, nos vemos luego.
—Vale...
¡Toc! ¡Toc!
La enfermera abre la puerta justo después de informarle al comandante que le acaban de colocar un calmante cuyos efectos secundarios pueden causar somnolencia pasado unos minutos, Harold entiende esto y entra a la habitación. Nada que ver con los hospitales normales, el espacio de esa habitación es mucho más pequeño, por las condiciones actuales, no hay aire acondicionado y la luz apenas puede iluminar la habitación.
—C-comandante, saludos —expresa Kenny, mostrando aún signos de mareo.
—Capitán.
—N-no pensé verlo acá, ¿Qué lo trae?
—Necesito información, no puedo creer que alguien como tú haya sido herido de tal manera y mucho menos que todos en tu grupo hayan muerto.
—La verdad —tose—, no sé si murieron, yo tuve que retirarme. No pude hacer nada, eran demasiados.
—¿Te mordieron? —pregunta seriamente.
—No, las heridas que tengo ha sido por otras razones, pero si sucedieron huyendo de esas cosas.
—¿Estás seguro? —pregunta Harold mirándolo seriamente.
—Sí, muy seguro —afirma Kenny sin apartar la mirada del comandante—. Señor, esas cosas...
—¿Qué hay con ellas? ¿Lograste saber algo de esos contagiados?
—Son imparables, muy fuertes, demasiado, salvajes, agresivos y muy contagiosos. Pero también son asesinos. Son muchísimos, muchísimos —cierra los ojos, empezando a llorar de la frustración—. Es verdad cuándo decían que el mundo se fue al carajo, esas cosas simplemente quieren comer todo lo que se mueve, arrasarán con todos, no me quiero imaginar lo que sucedería con todas las personas aquí adentro si llegasen a venir.
—Entiendo, debiste vivir un infierno —dice Harold volteándose y caminando hacia la ventana, sintiendo la tenue brisa en su rostro y observando el horizonte.
—Si mis muchachos siguen con vida ... Dios... sería un milagro. El mundo ya estaba jodido... pero... no estaba preparado para un apocalipsis zombi.
—¿Zombi? —Harold lo mira extrañado, casi que incrédulo por escuchar esa palabra—, ¿por qué los denominas de esa manera?
—Son contagiosos, agresivos... devoran carne humana, creo que es la denominación correcta para esas cosas —responde Kenny entrecerrando los ojos, el medicamento empieza a hacer efecto.
—Nombrar a los contagiados como "zombis" ¿eh? Es curioso que lo digas porque sí, son contagiosos, pero también devoran a las personas, no obstantes, no son "muertos vivientes", o al menos eso parece.
Kenny no responde a lo que dice Harold, apenas y mantiene los ojos abiertos forzosamente, el sueño empieza a ganarle, no obstante, trata de seguir firme ante el comandante, pasado un rato, vuelve a cerrar los ojos y sonríe de medio lado.
—C-comandante... cuándo sane... quiero volver a salir, pero... más al norte. Sé que... hay más sobrevivientes allá y que...
El silencio predomina entonces en la sala, entonces, Harold voltea en ipso facto hacia dónde está ubicado Kenny y un sentimiento de preocupación recorre su cuerpo. No obstante, se percata de que sigue saturando con normalidad, por lo que se relaja, recordando que la enfermera le había advertido de que en cualquier momento podría dormirse.
—Qué cabrón eres, me asustaste de esa manera. Nunca más te quedes dormido a mitad de una oración —dice con una sonrisa de alivio, y sale de la habitación.
Se dirige de inmediato a la Torre 1. Al llegar, se encuentra con uno de sus dos subalternos sentado en una de las sillas frente al escritorio. Este hombre de piel bronceada, cabello rapado y ojos color avellana voltea tras escuchar la puerta abrirse, e inmediatamente baja la mirada.
—¿Qué ha pasado, Linares? —pregunta extrañado.
—Hemos perdido a todos los escuadrones que fueron al sur de México. Salazar ha muerto también.
—¿¡Cómo!? —exclama el comandante, sin poder creerlo aún.
—Lamentablemente sólo pudimos saber eso, sólo uno regresó, y también acaba de morir de un paro cardíaco. No hubo tiempo para nada. Lo siento mucho.
—Salazar... —Harold golpea con fuerza la puerta y luego de un momento se acerca a su escritorio, se sienta y piensa... piensa... piensa... trata de asimilar todo lo que ha pasado. Todo lo que está sucediendo.
Es claramente consciente de que ha estado enfocado tanto en buscar recursos, alimentos y sobrevivientes que no pensó para nada en el riesgo que estas misiones conllevaban. Sí, sus hombres están bien entrenados para todo, pero las criaturas o, zombis como Kenny las ha denominado, superan en número a los pequeños escuadrones que salen y ponen en riesgo sus vidas. Así mismo, también es consciente de que quizá, el mayor error que él ha cometido es no estar en el frente con los suyos, sino detrás de aquel escritorio, resguardándose.
Se cuestiona entonces si realmente ha sido un buen comandante o si simplemente sólo ha estado mandando a puros jóvenes a morir allá afuera. Inmediatamente pasa por su mente lo egoísta que ha sido por mandar a otros a las misiones y prohibirle a su hija salir siquiera de la base, nombrándola secretaria y su mano derecha para que asigne las misiones que se han cobrado la vida de muchos allí.
Linares por otra parte sigue hablando, pero Harold no lo escucha, no le presta atención, está completamente sumido en sus pensamientos. De repente la puerta de la oficina se abre, y Karla entra con la mirada triste. Justo va a informarle a su padre la noticia, pero nota que ha llegado tarde, ya lo sabe. No tiene que decir nada para entender con solo ver el rostro pálido de su padre, que algo en él se ha vuelto a romper, y que no tiene que decir nada, para entender que está triste.
—Karla...
Ella nota que la voz de su padre se quiebra al nombrarla y esto hace que ella sienta un nudo en la garganta. Aún no ha visto a Kenny de cerca, y sabe que su padre lo acaba de visitar por lo que piensa que seguramente le dirá algo sobre lo que ha logrado hablar con Kenny.
—¿Sí? —responde la joven, mirándolo fijamente.
—¿Crees que el escuadrón uno volverá? —pregunta el comandante.
—Tengo fe de que ellos estarán bien. Sé que acabamos de perder una gran cantidad de soldados, pero tengo fe en los que fueron hacia el norte, si volverán y que quizá encuentren a sus amigos, son un excelente equipo y no están solos, reclutaron a ciertos miembros de otros escuadrones.
—¿Confías en ellos? —pregunta Linares, observándola fijamente con sus ojos color avellana.
—Plenamente —responde Karla, sonriendo levemente.
"Now playing... In my Remains by Linkin Park", es lo que dice el reproductor mp3 del automóvil que conduce Dylan siguiendo muy de cerca al transporte militar. Micneya sonríe con emoción ya que está emocionada por probar nuevamente sus armas contra contagiados de hecho, lo conversa con Mayreth quién también se siente emocionada y nerviosa por no saber lo que verán allá.
Por otra parte, Deiler se prepara para enfrentar lo que sea que encuentren en el camino, o en esa ciudad. Está completamente centrado en acabar con cualquier amenaza y al mismo tiempo guiar a su escuadrón en el rescate de sus compañeros, ignorando todos los comentarios a su alrededor, de pronto, Daniela coloca la mano en su hombro, sacándolo de sus pensamientos y ella le regala una sonrisa.
—Amor, todo va a salir bien, regresaremos todos juntos, y luego de eso, buscaremos un laboratorio que realmente esté funcionando, para conseguir una cura ¿sí? Vamos a sobrevivir.
—Lo sé, aunque estaba pensando más es en esta misión, la otra por ahora me tiene sin cuidado. Sólo vamos, rescatamos a los nuestros y nos retiramos.
—Deiler —interrumpe Anderson, obteniendo la atención del pelinegro—, lo que más me extraña del caso es que Kenny haya vuelto solo. Me preocupa mucho Elinyer o el pequeño Gabriel, no quisiera llegar y ver sus cadáveres.
—Tengo certeza de que ellos están bien, o al menos, trato de tener la misma seguridad que Dylan de que ellos están vivos—responde el capitán.
—Tanto que te quejas de él cuándo estamos a solas, y ahora estás liderando un rescate sólo porque él tiene esa corazonada —comenta Daniela, conteniendo la risa.
—Ja-ja, muy graciosa. Simplemente no quería escuchar más su cantaleta frente a Karla, de por sí casi lo matan cuándo nos reclutaron, que Karla lo hubiera hecho ya era por culpa de él, como las otras veces.
—Quizá por eso quisiste dejarlo morir ¿no? —dice Moisés, tajante—. Aun no entiendo cómo él te defiende a pesar de que lo abandonaste.
—Yo no abandoné a nadie.
—Como digas, capitán.
Domingo, 24 de enero.
20:00 hrs
Entre Elinyer y Gabriel se turnan para llevar a Noel cargado, mientras caminan hacia el sur, aprovechando el frío de la noche. Han caminado por dos horas aproximadamente, habiendo recorrido un largo tramo. Para este punto, se encuentran rodeados de algunos autos abandonados, esta parte de la ruta les indica a todos que están cerca de la mitad del camino y que pronto llegarán a un pequeño desvío que lleva al oeste de allí.
Se detienen para reposar un poco, llevar a Noel es una tarea un tanto complicada, puesto que el afroamericano es más alto y más pesado que ambos jóvenes. Sientan a Noel en el capó de un auto, Ariangel se acerca a él para examinar el torniquete que tiene en el muslo, apretándolo un poco.
—Con eso estarás bien, por lo menos el derrame de sangre se ha detenido.
—Si seguimos a este ritmo, muy probablemente lleguemos pronto a la base —comenta Livia tratando de alentar a todos, mientras revisa en su mochila si lleva algo de comer o beber.
—Probablemente sí —dice Gabriel con optimismo.
Kendalll bosteza, está muy agotada. Se sienta en el suelo y recuesta la cabeza en la puerta de uno de los autos y eleva la mirada al cielo, observando las estrellas que se ven brillantes y hermosas debido a lo despejado que está el mismo y dice: —Qué tranquilidad, no sería tan mala idea descansar aquí por un rato.
—Quizá deberíamos parar y descansar, mañana necesitaremos igual muchas energías —sugiere Noel.
—Bueno, pienso lo mismo —prosigue Livia—, no tengo bocadillos ni nada para beber, quizá deberíamos detenernos un rato.
—Ni modo queridos, tocará aguantarnos hasta llegar —dice Elinyer.
Se quedan en silencio y prácticamente se relajan un poco luego de que ya están sentados en el suelo. Gabriel se recuesta por completo, llevándose las manos tras la nuca y observa también el cielo. Pasado ya un buen rato, o quizás unos pocos minutos, no lo sabe, siente cómo sus ojos se van cerrando, el silencio y la tranquilidad le permite escuchar que todos están dormidos, por lo que él también se relaja por completo. Descansando por un rato.
Si hay algo que caracteriza a Gabriel es su buen oído, especialmente cuándo está relajado, puesto que es tan agudo que puede percatarse de sonidos muy bajos o ruidos a lo lejos. Durante su vida ha justificado eso con el hecho de que desde pequeño estuvo inmerso en la música, estudiándola y escuchándola, y quizá sea cierto el hecho de que esto le permitió desarrollar un sentido del oído más agudo que el de otros.
Es por eso que, estando tan relajado, se percata de que algo se acerca, por lo que de inmediato abre los ojos. Se concentra, se concentra tanto en escuchar el sonido para deducir que es lo que se acerca. Finalmente lo escucha más claramente, se levanta del suelo y observa el camino que han recorrido.
—Chicos, chicos... —Gabriel habla en voz baja, despertando a cada uno, tocándole los hombros y moviéndolos— ¡Muchachos, tenemos que irnos!
—¿Uhmm? —Ariangel bosteza y con ambas manos se frota los ojos.
—¿Q-qué pasa precioso? —dice Elinyer, despertándose repentinamente.
—Hay que seguir avanzando...
—¿Seguir? Siento que no he dormido nada —dice Livia, abriendo los ojos lentamente.
Se escuchan muchos gritos cerca de donde ellos están, esto hace que todos se alerten, se levanten y noten que a unos cuántos metros, hay una criatura sobre el techo de un auto, y que otras más se dirigen hacia ellos.
—¡Maldita sea nos han seguido! —exclama Gabriel.
—Gabriel, Kendall, Ariangel, preparen sus armas y disparen ante cualquier amenaza que se acerque, vamos a movernos en zigzag.... —se escuchan más y más gritos, y como estos se mueven salvajemente chocando contra los autos y montándose sobre los mismos— ¡Muévanse entre los autos, agachados, que no los vean! —exclama Elinyer, y proceden a moverse.
Entre Gabriel y Livia ayudan a Noel moverse casi tan rápido como los demás, de igual manera un poco agachados. Elinyer es quién cubre la espalda de todos ellos. Finalmente llegan a una zona que está algo despejada, no tiene muchos vehículos dónde puedan esconderse por lo que se deciden a seguir corriendo. Los contagiados siguen su paso, y es entonces cuándo Elinyer, tras darse cuenta de que por Noel no pueden avanzar más rápido, decide iniciar el ataque contra estos.
Dispara dos veces, matando a uno.
Gabriel voltea, se percata que son seis contagiados que van tras ellos, así que, en ipso facto, se suelta de Noel y va a apoyar a Elinyer.
—¡¡NO!! —ordena el moreno al joven Gabriel—. ¡¡Retírate, retírate ahora!!
Gabriel se queda sin balas, Elinyer lo empuja y le incita a correr, para luego disparar una última vez y seguir al muchacho. Tras ellos, van dos contagiados, son rápidos, tanto que acortan la distancia entre ellos y Elinyer en poco tiempo.
—¡Corran! ¡Ahhhh! —exclama el moreno tras al caer al suelo. Ha sido atrapado por un contagiado que lo sujetó del tobillo, deteniendo su paso. El otro entonces sigue avanzando, y pasa por encima del moreno, pisando su espalda y su cabeza, haciendo que pegue la frente contra el suelo.
—¡¡ELINYEER!! ¡¡NO, NO!! —exclama Ariangel, corriendo hacia él.
—¡¡No, vete, yo lo ayudaré!! —le grita Gabriel, haciendo que la chica se detenga.
— ¡¡Cuidado Gabriel!!
El contagiado que pisó la cabeza de Elinyer, se dirige hacia el joven, quién justo al momento de voltearse es arremetido y cae al suelo. La criatura forcejea con el chico que apenas y puede defenderse ante el salvajismo del contagiado, intenta golpearle con el arma, pero la misma se cae de su mano, golpeándolo justo en el ojo derecho, abriéndole una herida entre la ceja y el párpado. Ariangel aprovecha que la criatura no la observa y le dispara varias veces, matándola. Posteriormente, la joven dispara a la criatura que muerde con tal fuerza la pantorrilla de Elinyer, hiriéndolo en el hombro.
Elinyer se levanta, la criatura que lo atacó en la pierna yace en el suelo, al parecer muerta. Por lo que el joven intenta caminar, pero nota que su pierna tiene el gemelo desgarrado y que tiene un pedazo de piel y músculo colgando. Avanza a paso lento.
—Tenemos que irnos, seguro vendrán más... No me quedan más balas.
El moreno como puede sigue moviéndose, pregunta por los otros tres ya que no los ve, a lo que Ariangel responde que siguieron avanzando, que hay que apresurarse y alcanzarlos. Todo eso mientras ayuda a Gabriel a incorporarse. De pronto, el chico advierte que la criatura se ha puesto de pie, Elinyer voltea y al verlo, empieza a moverse un poco más rápido.
—¡Corran, corran, corran! —exclama Elinyer desesperado, mientras les hace señas a sus amigos de que se alejen—. ¡¡Corran!!
Es entonces cuando el contagiado salta y lo sujeta por el hombro, mordiéndole con fuerza el mismo, haciendo que el moreno grite de dolor, y vuelva a repetirles varias veces que corran. Gabriel trata de coger el arma que Ariangel soltó hace unos momentos, no obstante, el mareo le impide tomar el arma con precisión. Ariangel jala del brazo a Gabriel y lo ayuda a levantarse, mientras Elinyer saca el cuchillo del bolsillo de su pantalón y lo usa para atravesar la mejilla de la criatura y zafarse.
—Corran, corran...
—Elinyer... —dice Gabriel con resignación.
—¡¡Sólo corran, maldita sea!! —exclama Elinyer, mientras avanza cojeando. Su pierna le impide seguir desplazándose como él desea—. ¡Yo no los voy a abandonar queridos! ¡Corran!
Ambos jóvenes empiezan a correr dejando atrás a Elinyer, quién no deja de seguirlos. De pronto, ambos escuchan un grito de dolor. Voltean y ven que su compañero es nuevamente atrapado por el contagiado, quién ha usado el mismo cuchillo para atravesar a Elinyer desde la espalda, justo por debajo del omoplato derecho, y lo jala del brazo, llevándolo de vuelta por dónde vino. Gabriel intuye lo peor, por lo que toma a Ariangel del brazo y como puede la insta a seguir corriendo... sin voltear.
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