CAP 20 - Perdidos.
Rodeados y sin ninguna escapatoria, el grupo de Kenny se desespera aún más. Aun teniendo a su favor el factor distancia y la altura, esta última no es suficiente para mantenerlos a salvo por mucho tiempo. Así mismo, los contagiados empiezan a correr en simultáneo hacia el supermercado, iniciando así el ataque.
—¡Abran fuego! —ordena Kenny, siendo él el primero en disparar— El escuadrón número ocho no va a caer esta noche. ¡NO LO HARÁ!
Los jóvenes, en un último aliento de esperanza y coraje inician el contraataque disparándole a los contagiados que no cesan su ataque, al contrario, actúan muy diferente a como realmente deberían actuar, se mueven de manera coordinada y su manera de atacar es precisa. Muchos de ellos caen muertos ante la ráfaga de disparos, sin embargo, su agilidad, es algo que destaca demasiado en estas criaturas, que logran subir al techo con suma facilidad. Los jóvenes entonces retroceden, corriendo hacia el lado contrario. René tropieza estúpidamente y entre tres contagiados lo sujetan.
El grito de agonía retumba en todo el lugar, puesto que uno de ellos le muerde en el cuello mientras el otro le rasga la pierna con las uñas, y así, también otro lo atrapa por la pierna y entre ellos halan con fuerza, desmembrando la pierna del muchacho.
—¡No! —exclama Kenny, quien dispara varias veces, pero sigue corriendo—. ¡Corran, corran!
—¡Nos van a matar!
—¡¡Ayudaaaaaaa!!
En medio de aquel disturbio, mientras corren hacia la parte trasera del supermercado, encuentran unas escaleras que llevan a un callejón, bajan las mismas. Corren hasta el final del callejón y es entonces cuando Camile se detiene, no puede continuar corriendo, está débil debido a la lesión del hombro. Manfred se percata y voltea, sin entender aún la acción de la chica.
—Váyanse, haré tiempo por ustedes... ¡Huyan de aquí! —exclama sin voltear a ver a sus compañeros. Creyendo que todos se detuvieron, siendo Manfred el único que realmente se detuvo por ella—. ¡Les daré tiempo!
—¿¡Camile qué demonios haces!? —exclama el joven, unos metros detrás de ella, tratando de hacer que ella entre en razón—. ¡No puedes quedarte, estás lesionada y son muchos! ¡Nadie puede contra esas cosas!
—¡Váyanse, no pierdan el tiempo —exclama, tratando de aguantar el dolor proveniente de su brazo dislocado—. ¡Que se vayan, carajo!
—¡Maldita sea! —exclama Manfred, abandonando a su compañera en el callejón, corriendo detrás de sus compañeros que no se percatan de lo sucedido, puesto que ellos continuaron corriendo.
Camile entonces voltea, y nota que en realidad el único detrás de ella era Manfred, empezando a llorar. Se ha quedado sola en ese oscuro lugar, ya que ni la luz de la luna ilumina aquel callejón.
En el fondo, ella no quiere morir realmente, no es justo para ella morir así, tiene una hija de ocho años, y es la única persona que le queda en este mundo tan caótico. Se arrepiente de su asquerosa decisión, pidiéndole perdón a su hija por no poder regresar de esta misión como la vez anterior. Ser devorada es algo que no quiere.
—Nérida... Mi querida Nérida, lo siento mucho, pero mami no va a regresar esta vez...Lo siento...
El miedo crece al momento en el que se da cuenta de que los contagiados se acercan rápidamente hacia ella, aprieta con fuerzas el cuchillo al mismo tiempo que aquellos pasos y gruñidos se escuchan cada vez más cerca, la desesperación en ella crece y crece, el miedo no la deja moverse, el llanto no cesa y entonces grita... grita con tanta fuerza que drena todas sus emociones, llenando su cuerpo de adrenalina; tanta es la misma, que le permite actuar por impulso una última vez...
Camile entierra el cuchillo en su cuello, ahogando ese último grito que sale de su garganta.
—¡¡Livia, Livia!! ¡¡Corre!! —exclama Gabriel, agitado, metiéndose dentro de lo que puede ser una casa.
Ya dentro, ambos terminan entrando en un cuarto, Gabriel ilumina con la linterna el lugar y se da cuenta que están dentro de un baño, por lo que se refugian allí. Inmediatamente, apaga la linterna y ambos quedan en la penumbra, cerrando la puerta tras de sí. La casa es también invadida por algunos contagiados. Los dos jóvenes mantienen el silencio, recostados en la puerta. Escuchan varios pasos al otro lado de la puerta, y luego varios golpeteos y empujones en la misma. Gabriel, apoya el pie en el retrete para oponer resistencia en la puerta y así evitar que esta sea abierta o derrumbada por los otros.
Livia por su parte lo ayuda también. A pesar de tener lágrimas corriendo por sus mejillas, mantiene el silencio lo más que puede, mordiéndose el labio inferior hasta sangrar. Finalmente, el golpeteo cesa. Se escuchan muchos disparos afuera y luego de un buen rato de disturbios, todo queda en completo silencio.
—Gabriel, ¿se habrán ido? —susurra Livia, tratando de contener el llanto, mientras se limpia la sangre que brota de su labio inferior.
—No lo sé —susurra aquel, relajándose un poco, dejándose caer suavemente en el suelo sin despegarse de la puerta. No puede ver nada, ni siquiera se da cuenta de que Livia está sangrando del labio o siquiera que está llorando—. Pasaremos la noche acá, esperaremos al día siguiente.
—Pero...
—Si salimos ahora, no sabremos con qué nos encontraremos.
—Tengo mucho miedo, Gabriel, no quiero morir.
—No te desesperes —susurra el joven, buscando con su mano lograr tocar la mano de la chica, y al conseguirla, la agarra en señal de apoyo—. Saldremos de esta, todo va a estar bien.
Livia baja la mirada, ambos se quedan en silencio por un largo rato, sin percatarse de que el agotamiento físico y mental haría de las suyas, quedándose profundamente dormidos.
Domingo, 24 de enero.
7:35 hrs
Gabriel abre los ojos, observa que una luz ingresa por la ventana superior del baño. Gira el rostro a su costado derecho y nota a Livia dormida aún, le despierta tocando suavemente su mejilla y hablándole. Esta abre los ojos y al verlo, se sorprende un poco, ¿se ha quedado dormida?, ¿en qué momento? Se levanta del suelo rápidamente. Gabriel ya preparado, abre la puerta del baño y observa con cautela que todo esté bien, notando que afuera hay un completo desastre.
Salen del baño, caminan con lentitud, el joven mantiene su arma preparada. Ambos chicos se mantienen alerta ante cualquier movimiento. Salen de la casa, observan que no hay nada más que varios cuerpos inertes de contagiados.
Caminan por un buen rato buscando llegar al supermercado. Todo está silencioso, más allá de ver algunos perros callejeros y el sonido de las aves revoloteando por el cielo, no escuchan ni observan nada más. Cabe recordar que Gabriel y Livia se desviaron del camino durante la persecusión de la noche anterior, por lo que están prácticamente perdidos. Doblan en una esquina llegando a una calle y notando varios cuerpos en el suelo, algunos de contagiados, pero inmediatamente después, Gabriel reconoce el cuerpo sin vida de Darla, la cual fue desmembrada junto con sus entrañas devoradas.
Livia emite un pequeño grito, horrorizada ante la escena. Ambos deciden alejarse de allí y caminar calle arriba.
Si hay algo frustrante para cualquier persona, es el hecho de estar perdido en un lugar y no saber exáctamente a dónde ir. En este caso, para ambos jóvenes era aún más desesperante por el hecho de estar en esa ciudad a plena luz del día, no obstante, no detienen el paso.
Se sienten observados.
Cruzan y vuelven a doblar en una esquina, observan rastros de sangre que llevan adentro de lo que parece ser un restaurant o algo, y ambos siguen de largo. A media calle, Gabriel nota que hay un arma tirada en el suelo, así que corre a recogerla. La revisa y tras ver que aún tiene balas, decide dársela a Livia.
—Livia...
—¿Si? —responde ella, alzando la mirada.
Ambos escuchan pasos acercarse hacia ellos. Gabriel prepara su arma y se acuesta en el suelo, se prepara y apunta al lugar de dónde viene el sonido. De pronto, un hombre se sitúa varios metros delante de ellos, camina como si estuviera mareado, ante esto, Gabriel dispara, en señal de advertencia.
—No puede ser, está contagiado... ¡Alto ahí! —exclama con autoridad.
—¡Woh, woh! —exclama Elinyer al verse tomado por sorpresa, alzando los brazos—. ¿Gabriel? ¡Querido, me asustaste!
—Serás idiota, ¡casi te vuelo la cabeza! —exclama Gabriel.
—¡Elinyer! Gracias al cielo —exclama Livia, saltando de alegría y corriendo hacia él.
Ambos se abrazan, Gabriel se levanta del suelo y suspira aliviado. Camina hacia él y se estrechan la mano. Elinyer observa todo a su alrededor: —Tenemos que irnos de aquí, no estamos para nada seguros, y van a volver.
—¿Cómo? ¿Quiénes, los contagiados? —pregunta Gabriel.
—Sí, tengo el presentimiento de que nos observan.
—Desde hace rato he sentido lo mismo, llevamos rato caminando y no hemos visto a ninguno —acota Livia.
—Sí... sólo que, durante el escape anoche, no sé con qué me tropecé y caí al suelo. No recuerdo más nada. Cuando desperté, me dolía mucho la cabeza y tenía todo el rostro lleno de sangre. Seguro me golpeé con algo.
—Aún tienes sangre en la cara, al parecer tienes una herida abierta en la frente, lo que me intriga es cómo no te comieron.
—¿Crees que me dieron por muerto?
—Puede ser... pero no estoy seguro. Tenemos que volver a la base ojalá algunos de nuestros compañeros sigan con vida.
—¿Chicos?
Todos voltean y observan a Kendall, quién al verlos corre hacia ellos y empieza a llorar. Elinyer se acerca a ella y la abraza, acariciando su cabello, mientras ella se aferra a él, aliviada, puesto que, como ellos, pasó una terrible noche.
—¡Fue una horrible noche, santo cielo, están vivos!
—¿Hay alguien más con vida? —pregunta Gabriel.
—Ariangel está con Noel, que fue herido con una bala en el muslo —comenta la chica, levantando la mirada—. Como pudimos le hicimos un torniquete en la pierna para que no perdiera más sangre.
—¿Y de Manfred sabes algo? —pregunta Elinyer.
—Escuchamos que gritó que se quedó sin balas, luego de ahí, no supimos más. Hemos estado activas toda la noche debido a Noel —comenta Kendall.
Inmediatamente, se dirigen al lugar dónde están refugiadas y auxilian a Kendall, tras salir de aquella casa, Ariangel pregunta por su hermana. A lo que Gabriel, apenado le comenta que el cuerpo de Darla está desmembrado. Sin poder creerlo, como si hubiera recibido un golpe tan fuerte en el pecho, o peor aún, como si le atravesaran el alma, y le exige, no, le implora al joven que la lleve. Este se niega, sin embargo, Livia le dice que lo mejor es que ella lo vea.
Ambos acompañan a Ariangel hasta el lugar donde encontraron a Darla y la joven corre hasta el cadaver, sin poder creerlo aún. Se arrodilla, sosteniendo la cara de su adorada hermana y rompe en llanto. Gabriel se acerca a ella, abrazándola.
—Debemos irnos, no es seguro aquí —sugiere Gabriel, acariciando el cabello de Ariangel que no deja de llorar.
—No quiero dejarla —responde Ariangel, aferrándose al cuerpo de su hermana—, quiero sepultarla, es mi hermana...
—Pero... Ariangel —habla Livia.
—Debemos dejar que lo haga, después de todo, es su hermana —dice Gabriel, levantándose del suelo—. Todos nuestros compañeros merecen ser sepultados.
—Sólo que no sabemos dónde están los demás, sería imposible —refuta Livia.
—No podremos llevarla hasta la base ¿cierto? —pregunta Ariangel, acariciando el rostro de su gemela.
—No. Ni siquiera sabemos si el vehículo funciona o siquiera si estamos cerca —responde el moreno.
Ariangel siente mucha impotencia, vuelve a llorar mientras quita del cuello de su hermana el collar que compartía con ella. De pronto, un grito gutural se escucha a lo lejos, lo que alerta a los tres jóvenes. Ante esto, y sin querer hacerlo, Ariangel se despide por última vez de su hermana y se retira del lugar con Gabriel y Livia, corriendo de vuelta a dónde están los demás. Así mismo, todos se alejan lo más rápido posible, avanzando calle arriba.
Domingo, 24 de enero.
09:24 hrs
Guiados por Noel, llegan al lugar dónde se supone está el transporte, justo frente al supermercado, pero no está allí. Esto llena de frustración a los jóvenes que de cierto modo se desesperan.
—Esto es un asco, maldita sea —exclama Noel, sentandose en la acera con ayuda de Kendall.
—Hemos caminado por mucho rato ya, y no hemos visto el transporte —dice Livia, exhausta—. Ya tengo sed.
—Seguramente Kenny se retiró del lugar, nos dio por muertos a todos y se fue —comenta Kendall, cruzada de brazos.
Ariangel aún está en shock, no habla, no observa a nadie, sólo avanza con ellos en silencio. Gabriel trata de mantener la calma, piensa en algo, posiblemente alguno de los autos allí funcione, de pronto escuchan una voz que los llama a lo lejos, todos voltean y ven a Manfred quien se acerca corriendo.
—¡Manfred! —exclama Elinyer.
Este se acerca a ellos, todos se sienten muy alegres de verlo con vida. Este igual muestra su lado sensible, abrazando a todos mientras lágrimas corren por sus mejillas. Está tranquilo ya que no está solo en ese lugar.
Entablan una conversación resumiendo lo que ha pasado, luego piensan en qué forma pueden salir de ese lugar, en lo que Gabriel sugiere probar cualquiera de esos autos hasta que alguno funcione, Manfred opina que no es una idea tan loca y que probablemente cruzando algunos cables, alguno logre funcionar. Noel sugiere un Toyota Corolla 2005 frente a ellos que, de buenas a primeras, a pesar de verse en mal estado debido a los rasguños y vidrios rotos, parece estar en condiciones para moverse. Así, con los consejos de Noel y tras un largo rato, logran encender aquel carrito cruzando los cables. Livia al escuchar que el motor enciende, sonríe emocionada. La esperanza de volver también se puede ver en la sonrisa que Gabriel le devuelve a la dama.
—¡Gracias a dios esta cosa encendió! —exclama Gabriel, limpiándose el sudor de la cara—. Ahora nos iremos de acá.
—Oigan ustedes —habla Kendall que se acerca a ellos y saca de su pequeña mochilla algunos bocadillos que comparte con todos—. ¿Creen que en ese carrito podamos salir? ¿Creen que quepamos todos?
—Iremos incómodos, pero sí, creo que sí... Espero que este carrito nos lleve lo más lejos posible de aquí. La idea es salir de este abandonado pueblo y llegar a la base ¿no? —responde Gabriel.
Manfred sonríe y le da una palmada al pequeño Gabriel, quién tras sentir el golpe se tambalea un poco. Todos empiezan a reír carcajeándose del momento. Necesitaban eso, aliviar la tensión, ya tenían mucho estrés y mal rato encima.
—Gabriel conduce, lastimosamente yo no puedo conducir por mi pierna herida .
—Yo no sé, nunca saqué la licencia ni tuve auto.
Nuevamente todos empiezan a reírse, o casi todos. Ariangel está muy callada y Manfred entiende que la joven no se encuentra con el humor para estar de chistes, por lo que les hace señas a todos de que se calmen, por respeto a ella. Livia se acerca a la joven para intentar consolarla, pero esta la rechaza, sólo quiere estar sola.
La joven entiende y se separa. Posteriormente, Elinyer les dice a todos que él va a conducir, por lo que todos empiezan a subirse al auto, acomodándose lo más que pueden. Justo es el momento en el que Manfred va a subir cuándo escuchan gruñidos cerca de la posición de ellos, y entonces, notan que un grupo de contagiados se dirige hacia ellos desde el sur.
—¡No puede ser, no puede ser! —exclama Livia aterrada.
Manfred toma su arma y cierra la puerta del auto.
—Los distraeré, váyanse de aquí...
—¡No espera! —exclama Gabriel, intentando bajar del auto pero es detenido por Elinyer.
—Ni lo intentes... Es mejor retirarnos ahora.
—Pero...
—Elinyer tiene razón, retírense. Si pierden las ganas de luchar, entonces ahí estaremos perdidos. ¡Luego los alcanzo en el puente, conozco el camino desde aquí! —se separa del auto y empieza a correr hacia el cruce, disparando al aire.
—¡No, Manfred! —grita Kendall.
Elinyer baja la mirada y luego voltea a verlos a todos.
—¡No se preocupen!, después de Deiler y Kenny, Manfred es quizá uno de los hombres más fuertes y habilidosos de la resistencia, estará bien. Lo esperaremos en el puente.
Acelera el auto y se retiran del lugar, observando por la ventana cómo los contagiados corren hacia dónde está Manfred, ignorándo por completo al auto.
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