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CAP 18 - Momentos.

          Harold observa fijamente a Deiler y a Daniela entrar detrás de Karla. Esta última se posiciona en una esquina de la sala, mientras Deiler y Daniela se acercan más a Harold.

Sentado, fumándose un tabaco, los mira con severidad.

—Reporte de la misión número dieciséis —exige a Daniela con un tono de voz agresivo pero sereno.

—Señor... Todo pasó muy rápido —titubea Daniela, bajando la mirada—, no sabría por dónde empezar.

—Murieron ocho soldados allá afuera. Una semana, una jodida semana y perdí a ocho soldados, entre ellos a una excelente capitana, no quiero titubeos Daniela. Reporte de la misión número dieciséis —repite nuevamente, observándola a los ojos.

Daniela respira profundo, alza la mirada y procede a hablar.

—Entramos en la ciudad, efectivamente sí habían muchos lugares dónde podríamos conseguir alimentos y recursos. Pero fue un error llegar en la puesta de Sol —aprieta los puños—, esas cosas... Señor, al principio estaba todo tranquilo, y de pronto un ataque repentino. Nos vimos rodeados, huimos y nos escondimos. De pronto, escuchamos gritos desgarradores. Al día siguiente nuestro vehículo estaba destrozado, estábamos atrapados allí. Encontramos personas, ideamos un plan, intentamos salir de día incluso, pero proteger a muchas personas y sin vehículos, nos costó municiones y bajas significativas.

Harold la observa fijamente mientras acaricia su barba. Sin interrumpirla, da otra calada al tabaco.

—La capitana Brigitte ideó un plan de distracción, mientras otro grupo hacía la extracción de los supervivientes pero, no funcionó tampoco. Nuestro escondite fue descubierto, fuimos atacados, varios civiles huyeron en diferentes direcciones y unos pocos nos escondimos en una estación de policía, recurrimos a ocultarnos en las celdas, salir de día, y volver al medio día sólo para pedir auxilio y buscar recursos para comer. Hasta que —voltea a ver a Deiler, sonriendo de medio lado—, llegó Deiler y su escuadrón.

—Señor, yo quiero decir que...

—Cállate —interrumpe Harold, observando al capitán fijamente—. Mereces una penalización por lo que hiciste. Debías reportarme, y en vez de eso, decidiste obviar mi opinión, exigirle una misión de rescate a Karla, cosa que no está permitido, y te fuiste.

—Se trataba de una situación de vida o muerte ¡No podía dejar a Daniela allá afuera, a nadie! —exclama Deiler.

—¡Bájeme la voz, soldado! —ordena el comandante con autoridad, alzando la voz. Se levanta de su asiento y camina hacia Deiler—. Tus soldados no habían descansado, y los arriesgaste para salvar el pellejo de tu novia.

Karla observa detenidamente, y al escuchar eso último, baja la mirada.

—Señor, más allá de ser mi pareja o no, es una compañera, y no estaba sola. Lo hubiera hecho por cualquiera.

—Tus soldados son fieles a ti, te siguen a donde tú vayas. Tienes que pensar bien las cosas, porque si alguno de ellos muere, su sangre quedará en tus manos, por esas acciones desesperadas. Retírense.

Ambos hacen un saludo, y se dan la media vuelta, saliendo del lugar. Ante esto, Karla respira profundo y se acerca a su padre, con una sonrisa de medio lado.

—Lo perdonaste.

—¿Tú crees? —responde el comandante, sentándose en la silla.

—Sí. Te has vuelto algo blando con los años.

—No lo creo, es sólo que... Tal vez yo hubiera hecho lo mismo por tu madre, si fuera esta situación.

—Nunca hablas de mamá...

—Eres idéntica a ella. Con la diferencia de que tus ojos son oscuros, los de ella eran avellana —suspira y extiende la mano a su hija, quién hace lo mismo, estrechándola con un leve apretón—. Tal vez aún yo no me perdono.

Harold sonríe a su hija, quién coloca en la mesa una carpeta con la nueva misión. Misma que se le será asignada al escuadrón N°2. Harold la revisa, la aprueba y finalmente Karla se retira, sonriéndole. Harold se levanta, y se acerca a la ventana, observando todo y a la vez nada. Recordar a la madre de Karla era suficiente para perder el tiempo pensando y recordando al pasado.

Eran una pareja feliz, una abogada y un militar. Se casaron muy jóvenes, a la edad de 19 años. Un año después nace Karla, la única hija de ambos. Los primeros ocho años fueron maravillosos, pero después, con la crisis económica de México en 2009 que afectó mucho a Baja California (de dónde son ellos originarios), acompañada dicha crisis con la aparición de la influenza A(H1n1), misma que mató a muchas personas, incluyendo a la madre de Karla, en momentos en los que Harold estaba de misión fuera del país.
Karla había quedado bajo el cuidado de sus abuelos por dos años.

Para cuándo Harold regresa, lucha por la custodia de la niña, la cual le fue negada en varias ocasiones, pudiendo visitarla de vez en cuando en casa de su familia. Luego Karla cumple la mayoría de edad, y entendiendo bien las circunstancias que sucedieron en el pasado, sin ningún rencor hacia su padre o abuelos, decide unirse a las fuerzas armadas, destacando en muchos ámbitos.
Ambos, tanto padre e hija, empiezan a compartir más, y este, al tomar el rango de comandante, decide asignarle un trabajo que no requiera que ella se arriesgue, por temor a perderla.
Quizá, por eso fue que perdonó la imprudencia de Deiler.




—Capitán Deiler...

—¿Sí? —voltea el pelinegro quién estaba hablando con Anderson sobre algunas cosas, observando a Karla, viéndose sorprendido de que ella los siguiera hasta las tiendas de acampar.

—Lamento mucho lo que ocurrió con mi padre, tuve que pasarle la información sí o sí, porque, me preocupé por ti, digo, por ustedes.

Deiler sonríe, se acerca a ella y acomoda su cabello, con mucho respeto. Ante dicha acción, Karla se sonroja. Anderson da un silbido y se despide de ambos, con la excusa de que tiene algo pendiente. Ambos se despiden del moreno, y luego Deiler voltea a verla fijamente a los ojos, sin dejar de sonreírle con amabilidad.

—Hiciste bien, el que actuó mal fui yo por arriesgar a mis camaradas por un simple capricho mío. Así que todo está bien.

La chica sonríe de medio lado. Entonces, Daniela hace acto de presencia, saliendo de la tienda y acercándose con tranquilidad hacia ambos.

—¡Hola Karla! —exclama Daniela, sonriendo amablemente—. Justo íbamos a cenar algo ¿quieres acompañarnos?

—Ammm... no, no... no quiero ser una molestia, tienen que ahorrar comida —titubea Karla, apenada.

—Anda, quédate a cenar con nosotros —insiste el pelinegro, pícaramente.

Karla al ver a Deiler, sonríe nuevamente y acepta, entrando con ellos.




Mayreth sale de la carpa al escuchar el ruido del motor, boquiabierta, y con algo de incredulidad, se acerca al auto. Dylan y Micneya bajan del mismo, y este se acerca a la pelinegra, abrazándola con fuerza, así, de repente, sin decirle nada.

—¿D-Dylan? Jajaajaja ¿Qué te pasa? —pregunta ella extrañada, correspondiendo el abrazo.

—Desde hace mucho rato quiere verte —responde Micneya.

May nota que el muchacho sigue sin decir nada, sólo la abraza como si de ello dependiera su vida. Acaricia levemente su cabello. Micneya camina hasta el capó del auto y se recuesta de él, observándolos a ambos.

—¿Les pasó algo allá afuera?

—Salvo de que casi nos abandonan, fuimos emboscados por muchos zombis y un tipo medio loco casi nos mata... No, no nos pasó casi nada —responde Micneya, con cierta ironía.

—¿Te sientes bien, May? —pregunta Dylan, separándose un poco de ella y viéndola fijamente a los ojos.

—¿Yo? Sí —le mira sin entender aún—, ¿por qué?

—¿Quieres dar un paseo?

Micneya sonríe, por fin quizá el muchacho de un paso más adelante con su amiga. A lo que, a espaldas del muchacho, le hace señas a May para que diga que sí. May se percata de ello, a lo que se separa de Dylan, y da la media vuelta.

—Déjame ir por un abrigo ¿vale?

Entra a la tienda.

—Ahora tienes que ser hombre y decírselo, campeón —dice Micneya, caminando hacia la tienda y dándole una palmada en el hombro a Dylan.

Posteriormente entra a la tienda. Luego sale May de ella, con el abrigo puesto. Al parecer la lesión en su pierna ya no le molesta mucho, por la manera en que camina.

—Vale, ¿a dónde me vas a llevar? ¿A un restaurant, al cine, a bailar? —bromea ella, mientras se acerca al muchacho.

—Jhmmm... Bailar no puedes, así que vamos al cine —responde el muchacho a sus bromas.

Ambos suben al auto, y el muchacho conduce.

Pasean por el interior de la base militar. Saludan a algunas personas en el camino, y luego al chico se le ocurre llevarla hasta el punto más lejano de la base, dónde casi nadie está. La zona más tranquila del lugar: una pequeña colina que deja ver una gran extensión de la base, y de las afueras de la misma.

—Aquí está bien.

Mayreth asiente, y ambos salen del auto y se sientan en el capó viendo todo a su alrededor. Se quedan en silencio por un buen rato, hasta que ella voltea a verlo, distraído, observando a las estrellas.

—Son hermosas ¿verdad?

—¿Qué cosa? —pregunta May sin entender.

—Las estrellas —responde el muchacho sin voltear a verla.

May eleva la mirada al cielo, se ve hermoso. La poca luminosidad permite que el cielo nocturno pueda ser contemplado de manera casi perfecta. Los ojos de ambos jóvenes se deleitan entonces, con el paso de una estrella fugaz, a lo que ambos la exaltan. Luego de ello, el silencio vuelve a predominar entre ambos.

—¿Por qué eres así? —pregunta May, fijando la mirada en el chico.

—¿Ah? ¿A qué te refieres, May? —Dylan voltea a verla, sin entender.

—Haces cosas extrañas, y las veces que coincidimos, sólo te quedas callado.

—Me gusta tu compañía, siento que no tengo que hablar, sólo disfrutar estar a tu lado.

—Ah, mi compañía... Después de todo, sólo somos amigos ¿verdad?

—Sí —responde Dylan.

—Ya veo—hace una mueca de decepción con los labios, y voltea a ver hacia otro lado.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —pregunta el Dylan sin entenderla aún.

Mayreth se queda en silencio, lo que desespera a Dylan.

—Ash, oye... Sé que sólo somos amigos, pero eso no quiere decir que no me gustes, o que no me guste estar a tu lado. Los pocos momentos que estoy a tu lado, los disfruto, así sea haciendo nada, porque por lo menos tengo paz, me siento en paz a tu lado. Supongo que cualquiera querría estar contigo.

—Pero yo no quiero a cualquiera, eso es lo que me molesta —replica Mayreth, con cierto enojo—, siempre piensan que una quiere estar con otro, cuándo comparte tiempo con el chico que le gusta. Sabes bien como soy, no me gusta andar perdiendo el tiempo, y menos si no me gusta alguien.

—Entonces ¿si te gusta alguien?

—¿No es obvio? —responde ella, mirándolo a los ojos.

—¡Qué suertudo es ese chico!

—Eres un menso —se resigna Mayreth, bajándose del capó—. Ya estoy mejor de la lesión, por cierto, de hecho, ya puedo correr.

—Me alegra mucho eso, la verdad.

—¿Sabes? Me he puesto a pensar en que quizá haya una posible cura.

—¿Lo crees? —pregunta el muchacho, acercándose a ella.

—Sí, la verdad quiero que esto acabe y volver a vivir una vida "tranquila".

—Igual yo, especialmente si puedo vivirla a tu lado.

Al escuchar esas palabras, la chica voltea a ver al joven, quién termina abrazándola. Ella corresponde el abrazo, sin decir palabra alguna.




—Estuvo muy rica la cena Daniela, muchas gracias —dice Karla.

—No es nada, quizá en su momento pudo haber sido una buena comida, pero ahora hay que comer lo que hay —responde cordialmente Daniela.

—Bueno, espero que no haya sido una molestia mi presencia, de verdad.

—Para nada, ven, te acompaño —dice Deiler, terminando de lavar los trastes.

Karla asiente y ambos salen de la tienda, caminando hacia la Torre 1. Ambos conversaban sobre cosas triviales, de pronto se topan con Kenny, quién al verlos les saluda. Karla le recuerda que mañana temprano debe estar con su escuadrón para salir a la misión.

—¿Kenny tiene una misión? —pregunta Deiler.

—Sí, irán hacia el noreste, Kenny comentó que ha viajado hasta allá, mucho antes de que todo esto empezara. Asegura que hay más recursos y que podríamos coincidir con otros supervivientes allá.

—Si es así, me gustaría ir con ellos.

—¿Cómo? Ni siquiera has descansado —le replica Karla.

—Lo sé, pero...

—Si todo sale bien en esta misión, después de que regresen, le pediré al comandante que asigne a tu escuadrón y al de Kenny en una misión a esa zona ¿te parece?

—Vale, está bien.




Sábado, 23 de enero.
08:30 hrs.


Gabriel, junto con sus compañeros, escuchan atentamente las palabras de Kenny quién habla con experiencia del lugar, ya que lo conoce perfectamente. Posteriormente, todos suben al vehículo, y se retiran de la base.

Todos están emocionados, luego de haber culminado con éxito una misión, esperan con ansias que esta sea tan exitosa como la primera, especialmente Gabriel. 

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