CAP 15 - Abandonados, Parte 1.
Por otra parte, Deiler y su escuadrón registran de forma rápida varios lugares, matando a varios contagiados que se les cruzan por el camino, hasta que finalmente entran a una estación de policía. Allí Deiler asesina a dos contagiados y escucha voces, susurrando al final, Moisés se queda en la puerta cuidando de que no venga algún contagiado tras ellos, mientras él y Sandra corren hasta el final del pasillo y bajan unas escaleras.
—¿Hay alguien aquí? —pregunta Deiler, alzando la voz. Todo está oscuro, y salvo a la luz limitada de las linternas, no ven nada.
—¿Deiler? —se escucha una voz femenina al fondo.
—¿Liz? —exclama Deiler, y corre hasta allá.
Con la linterna, ilumina una celda, donde están varias personas encerradas allí, algunos descansando mientras otros hacen la guardia. Nota que tienen pocos suministros de comida y agua, voltea y en otra celda está Daniela quién se encuentra dormida.
—Dani...
—Está dormida, no ha podido descansar bien estas noches, esperando que nos rescaten.
—¿Qué hacen aquí? —pregunta Sandra.
—Luego de huir de los contagiados, nos encerramos aquí, vimos como buena idea mantenernos encerrados en varias celdas, son demasiados —dice un soldado—. La capitana Brigitte dio la vida porque lográsemos llegar aquí con estas personas.
—Demonios —dice Deiler.
—Hemos matado bastante contagiados antes de llegar aquí —acota Sandra.
—¿D-deiler? —habla Daniela, despertándose.
—¿Dani? Sí, soy yo.
Daniela al ver la luz de la linterna sonríe emocionada y se levanta del suelo lo más rápido que puede.
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunta el otro soldado.
—Sacar a todas estas personas de aquí, ¿cuántos sobrevivientes hay?
—Somos ocho personas, muchos han muerto por salvarnos a nosotros, y mi esposo no podía caminar y un soldado se quedó con él, mientras... —la mujer rompe a llorar.
—Lo siento mucho, sé que estarán bien —dice Liz, tratando de consolarla.
—Un hombre salió de aquí hace varias horas, no ha regresado, intentaba buscar cobertura con su teléfono para poder enviar una señal de auxilio o algo —dice Liz.
—Los teléfonos tienen tiempo sin funcionar, no hay cobertura ni internet —dice otro hombre allí.
Deiler respira profundo y observa a Daniela, pensando en que por poco la pierde a ella y que si es por eso, no se hubiese enterado de nada. Posteriormente, toma la voz de mando y les dice a todos lo que tienen que hacer, para salir de allí y dirigirse al vehículo que está a las afueras de la localidad.
Cuándo todas las personas salen de las celdas, Deiler los guía hasta la puerta donde Moisés espera, y allí, los soldados de la resistencia hacen una formación de tres adelante, marcando el paso, y tres atrás, cubriendo la retaguardia. Al salir de la policía, Deiler dispara tres veces seguidas al aire, como señal de que la misión fue un éxito. Sus compañeros deberían escucharla y volver al punto inicial.
Unas calles más abajo se encuentran con Anderson y Kevin, que están exhaustos por huir de una horda de contagiados. Al ver que Deiler y los demás están cerca, estos les hacen señales y se unen al grupo.
—¿A ustedes qué les pasó? —pregunta Deiler.
—Escuchamos los disparos, la señal. De igual manera veníamos huyendo porque vimos una gigantesca horda de contagiados venir hacia acá —dice Kevin.
—Esos no son contagiados, son algo peor, nunca había visto algo como eso —menciona Anderson.
Deiler les indica que ya deben irse y continúan trotando calle abajo. Cuándo doblan una esquina para poder tomar la vía más directa hacia las afueras de la localidad, se encuentran con muchos contagiados y empiezan a disparar al momento en el que aquellos se dirigen hacia ellos, matando a unos cuánto en el acto y huyendo entre callejones para perderlos en el camino.
Luego de correr por un rato, doblan en una esquina y salen directamente a una calle despejada, donde se detienen a respirar un poco.
—¿Esa era la horda? —pregunta Deiler, observando a Kevin.
—¡No, para nada! —responde Anderson.
De pronto escuchan un grito gutural completamente desgarrador a lo lejos. Anderson y Kevin abren los ojos de más, mostrando temor en la mirada.
—¡Tenemos que irnos! —exclama Anderson.
—¡Corran, ya, ya! —grita Kevin, empezando a correr.
Daniela observa a Deiler mostrando terror en la mirada, y las personas allí empiezan a correr tras Kevin. Sin entender nada y prefiriendo no detenerse a preguntar, los demás también corren. Luego de un buen rato corriendo, logran llegar al vehículo y se suben en ellos. Liz de los nervios vomita antes de subirse.
Luego de que Liz y Anderson suben al vehículo, estos se van del lugar.
—¿Me pueden explicar qué demonios sucedió allá? —pregunta Moisés.
—Esos no son contagiados, son zombis, son cosas terribles —dice Anderson, temblando de miedo.
Deiler observa que además de ellos dos, tanto Daniela, Liz, el soldado y las personas allí dentro también muestran miedo en el rostro. Por lo que no vuelve a preguntar más y el silencio predomina en el ambiente. Ya cuándo están varios kilómetros lejos de la localidad, Sandra rompe el silencio.
—Esperen, ¡Olvidamos a Dylan y Micneya!
—¡Mierda! —exclama Moisés de repente—. Tenemos que volver.
—Ya están condenados —menciona el soldado—. Si esos zombis los encuentran, ya no tendrán escapatoria.
—Deiler. Hey, Deiler ¡Maldición! —exclama Kevin, frenando el vehículo de repente—. ¿No pensarás abandonarlos o sí? ¡Deiler!
Deiler se queda en silencio, observando a Daniela quién lo observa confundida.
—Estuvieron una semana allí, si esas cosas son como dicen ¿cómo sobrevivieron? —pregunta el pelinegro, con la voz entrecortada. Traga saliva.
—Porque... atacan de noche —responde Daniela, bajando la mirada—. Los conoces mejor que cualquiera de nosotros, sabes que Dylan es impulsivo y Micneya es muy peligrosa, pero no creo que sobrevivan, no contra eso... Tenemos que volver por ellos.
—Deiler, son nuestros compañeros, prácticamente los estamos abandonando —acota Sandra—. Dylan te ha seguido sin quejarse todo este tiempo, incluso para esta misión.
—No podemos volver, no tenemos balas —dice el soldado entre lágrimas—. No quiero morir, no quiero morir así sin ver a mi familia. Así como tú, yo también tengo una esposa y un hijo, por favor, no volvamos, ya ellos están condenados a morir allí.
"Hijo", esa palabra retumba en la mente de Deiler quién recuerda haber perdido a Liam en Venezuela, ante esto, siente empatía por aquel soldado y baja la mirada, ignorando por completo las palabras de Sandra y los demás, Daniela está allí frente a él, sana y salva. No pretende arriesgarla nuevamente.
—Kevin, volvamos a casa, estamos los que necesito que estén presente —dice Deiler.
Kevin maldice y acota la orden, acelerando el vehículo tratando de contener la rabia que siente. Después de todo, son órdenes de su capitán.
—Deiler, no —interrumpe Daniela—. ¿Dejarás morir a tu amigo?
—Dylan nunca hace caso a la misión, tenía que volver. ¿Acaso no escuchó los disparos?
—Exacto —dice uno de los civiles—. Si su compañero no volvió, posiblemente esté muerto.
Moisés observa a esa persona con mucho enojo y se levanta de su asiento.
—No puedo creerlo. Nos sacas a una misión para rescatar a tu noviecita y sacrificas a dos de nuestros compañeros ¡Qué gran líder eres! —dice Moisés.
—¿Disculpa? —pregunta Deiler.
—Estás pasando por alto el código de la resistencia, por una mujer. El comandante Harold siempre lo dijo "Si un soldado comete un error, puede arriesgar la misión y la vida de sus compañeros. Pero, si un soldado prefiere proteger a sus compañeros antes que a sí mismo, entonces es un hombre honorable", y tú no estás siendo honorable, capitán —dice Moisés con tono chocante—. Kevin, detén el auto, yo si volveré por mi amigo.
Ante esas palabras, Deiler toma su arma y se acerca a Moisés, sabe que el peli-castaño tiene razón, el capitán está pasando por alto el código de la resistencia, por lo que voltea a ver a Daniela y luego habla.
—Ya escuchaste a Moisés, Kevin, detén el auto. Volveremos por nuestro amigo —dice Deiler, a lo que Kevin detiene el auto. Ambos bajan del vehículo y Deiler se acerca hasta la cabina del piloto—. Anderson, quedas a cargo, si no volvemos en tres horas, vuelvan a la base.
—Entendido —responde Anderson, cerrando las puertas del vehículo.
Así, ambos muchachos se dirigen hacia la localidad.
Casi al mismo tiempo, Dylan y Micneya observan cómo aquel hombre grita de dolor, mientras ruega que no se lo coman, repitiendo en diversas ocasiones que no quiere morir. De pronto uno de los contagiados lo sujeta del brazo y lo jala con fuerza, mientras otro se acerca directo a su cuello y lo muerde justo en la yugular. El grito de dolor fue desgarrador, finalmente, entre todos empiezan a comérselo vivo.
Ambos jóvenes vuelven a esconderse tras la pared. Esa escena, esa jodida escena les acaba de recordar la realidad: Que viven en un apocalipsis, que esas cosas son asesinas y contagiosas, y que son capaces de matarlos sin piedad, e incluso torturarlos. ¿Torturarlos? Eso sí es algo que por primera vez lo ven, los contagiados muerden y contagian, pero no torturan.
Dylan se percata de que el silencio predomina en la casa y de que sólo se escuchan gruñidos, mordiscos y el cómo mastican. Horrorizado, el joven le indica a Micneya que lo mejor es esconderse, se escuchan tres disparos seguidos a lo lejos, luego muchos más disparos. Entonces todo queda en silencio por un momento, y unos segundos después, ambos jóvenes escuchan a lo lejos un grito gutural desgarrador, ambos sienten cómo el miedo recorre su espalda y, sin entender bien lo que sucede, entran en la habitación gateando y se esconden debajo de una cama.
Ambos se toman de la mano como señal de que se protegerán mutuamente, y se mantienen alerta. Escucha cómo una de las criaturas sube las escaleras, camina por el pasillo, y otra le sigue, luego ambas entran a la habitación, gruñen y salen de allí.
Todo queda en silencio, ya no se escuchan pasos en la casa, ni gruñidos ni nada. Dylan se prepara para salir cuándo de repente, Micneya lo sujeta del brazo impidiéndole salir y le hace un gesto de "no", con la cara, frenándolo y con mucha razón: quizá dentro de la casa había "silencio", pero afuera de esta se podía escuchar un alboroto, gritos de contagiados, los pasos de los mismos corriendo, golpeando y tropezando los objetos de la calle, etc...
Esperan, y esperan, y esperan y... esperan un rato más.
—¿Se habrán ido? —susurra Micneya.
—No lo sé —responde Dylan, cerrando los ojos—, ya tengo sueño.
—Sí, igual yo —dice Micneya.
—Descansemos un poco aquí abajo, posiblemente ya se habrán ido —sugiere Dylan.
—Si quieres descansa tú, yo me mantendré alerta.
—¿Me despiertas cuándo tengas sueño? Así cubrimos turnos.
—Vale —responde ella, sonriendo.
Jueves, 21 de enero.
22:55 hrs
Moisés y Deiler vuelven al vehículo, no habían pasado las tres horas, pero no pudieron avanzar más debido a que los contagiados empezaron a atacarse entre ellos. Ambos sin entender nada, prefirieron volver a los vehículos cabizbajos. Ninguno le dijo nada al otro en todo el trayecto de vuelta y, salvo de haber asesinado a algún contagiado de regreso, no cruzaron mirada alguna.
Cuándo llegan al vehículo, Anderson los observa a ambos y sin decir nada, dan por hecho que ambos chicos están muertos. Deiler y Moisés suben y Kevin acelera el vehículo. Ninguno dice nada.
Viernes, 22 de enero.
06:45 hrs
Micneya abre los ojos y bosteza, de pronto intenta levantarse y se golpea la cabeza con la cama, esto la hace reaccionar por completo y quejarse en voz baja. Observa a su lado y ve que Dylan está dormido aún, así que lo despierta.
—¿Jhmmm? ¿Ya es mi guardia? —habla el muchacho, reaccionando y golpeándose la cabeza también—. ¡Ay!
—Jajajaja, menso, se me olvidó avisarte, me quedé dormida de repente.
—Al parecer ya amaneció, vámonos de aquí —sugiere el muchacho.
Ambos salen de debajo de la cama, estiran un poco y revisan sus cosas antes de irse. Dylan toma la delantera, bajando primero con mucho sigilo. Ambos jóvenes observan la sangre salpicada por el lugar, y partes desmembradas del cuerpo del hombre al que torturaron y devoraron la noche anterior.
Salen de la casa, no hay nada afuera.
—¿Ahora qué hacemos? —pregunta Micneya.
—Vamos al punto de encuentro. Seguramente Deiler y los demás se refugiaron y pasaron la noche en algún lugar
Ambos jóvenes empiezan a trotar de regreso al punto inicial, la calle principal que conecta la salida de la localidad con las demás avenidas. Mientras avanzan, se dan cuenta de que de noche y a bajo la luz de la luna, percibieron la ciudad completamente diferente a como cuándo es de día. Ambos aprecian exactamente lo abandonado y destrozado que está ese lugar.
—Dylan, ¿y si los disparos de anoche eran la señal?
—No lo creo —responde el muchacho, acelerando el paso—. Seguramente esos disparos fueron causados por que se encontraron con contagiados, algo debió haber sucedido.
Micneya no responde y sigue corriendo.
Doblan en una esquina, y salen en la siguiente calle. De pronto se detienen.
Contagiados, al menos unos 20, deambulando sin rumbo alguno. Ambos jóvenes se dan la media vuelta para devolverse por donde vinieron, y entonces....
Un contagiado parado a dos metros de ellos, observándolos fijamente.
—¡Maldición! —exclama Micneya, alzando su arma y apuntándole.
El contagiado gruñe y corre hacia ellos. Sin importarle más nada, Micneya le dispara. El sonido alerta a los demás contagiados que voltean hacia dónde ellos están, acto seguido, corren hacia los jóvenes que no les queda de otra más que correr en la dirección contraria.
—¡Justo esto tenía que pasar! —exclama Dylan, deteniéndose tras un auto abandonado y disparando varias veces, permitiéndole a Micneya seguir corriendo.
Vuelve a correr, alcanzando a su compañera y ambos se meten por varios callejones, donde se topan con algún que otro contagiado al que asesinan. Luego de correr por un buen rato, ambos se esconden detrás de un auto, al notar que los siguen unos pocos, disparan, los matan y luego se sientan en el suelo a reposar un poco.
—Me quedan dos cartuchos, estoy agotada y me duelen las piernas —informa la muchacha, agitada.
—Creo que estamos en las mismas —responde el joven—. Tengo sed.
La joven no responde. Ambos reposan por un momento.
Una localidad, por muy bonita que haya sido en su momento de apogeo, al estar abandonada pasa a ser algo completamente tétrico. Es lo que sucede con ese lugar en el que están ellos, quizá antes del apocalipsis haya sido un sitio demasiado hermoso para poder turistear, pero ahora, sólo están dos personas huyendo entre calles desconocidas para ambos, por contagiados que quieren comérselos.
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