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CAP 14 - Rescate Desesperado.

          Por otra parte, Moisés camina lo más rápido que puede, buscando calmar su estrés, cuando de repente se tropieza con Gabriel, quién al verlo le saluda sonriendo con amabilidad. Moisés responde el saludo con una sonrisa.

—Te noto algo estresado, ¿pasó algo allá afuera? —pregunta Gabriel con curiosidad.

Hablando de Gabriel, él no pertenece al escuadrón de Deiler, sino que, junto con Elinyer, fue asignado al escuadrón N°8. El grupo de ellos tuvo una misión hacia el noroeste, buscando recursos, sin embargo, regresaron ese mismo día sin éxito y con tres bajas.

Moisés respira profundo.

—Un poco, Dylan es un idiota algunas veces. No entiendo cómo puede ser tan estúpido para querer salvar a alguien que ya estaba muerto.

—No entiendo.

—Dylan quiso salvar a un soldado del equipo moribundo, agonizante. Y lo maté delante de él, porque no era justo que lo siguieran forzando a estar con vida.

—Conozco a Dylan menos que tú, pero si algo he notado en él, es que a pesar de estar algo loco y ser como es, tiene un buen corazón, ¿no crees? —Gabriel, sonríe y coloca la mano en el hombro de Moisés—. Lo que tú hiciste fue un poco cruel, quitar una vida delante de alguien que quizá intentaba darle una despedida digna, no lo sé, da mucho qué pensar.

—¿Qué intentas decir?

—Que quizá el idiota eres tú y no consideras ni un poquito a tu amigo —responde, para seguir caminando.

Moisés se queda en silencio y lo observa irse.

Deiler llega a la carpa que comparte con Daniela, observa que está vacía y que las cosas de Daniela están tal y como ella las había dejado hace una semana que partió con su escuadrón en una misión. Sin pensar en nada, Deiler sale corriendo hacia la Torre 1, necesita información, necesita saber qué demonios ha pasado con Daniela, si hay algún reporte o algo. Llega a la torre, sube las escaleras corriendo y de inmediato entra a la oficina de Karla, abre la puerta bruscamente, asustándola.

—¡C-cápitán! —exclama ella, exaltada por lo sucedido.

—¿D-dónde está Danie-la? —pregunta Deiler agitado.

—¿D-daniela?

—¡Sí, mi pareja! —exclama Deiler con el poco aire que le queda, inhalando profundamente de nuevo, calmándose un poco y volviendo a hablar—. ¿Dónde está? ¿Hay algún reporte de ella? Salió de misión hace una semana.

—Sí, lo sé. No hemos recibido ningún reporte del escuadrón Número diez.

—¿Dónde fueron?

—Seguramente se les presentó algún inconve...

—¿¡Dónde fueron!? —alza la voz Deiler, entrando a la oficina y caminando hacia ella, intimidándola con la mirada.

—D-deiler...

—Daniela no ha regresado, necesito informes, necesito saber qué ha pasado con su escuadrón, necesito saberlo.

Karla al verlo a los ojos, baja la mirada, toma una carpeta marrón y empieza a revisar los papeles allí, ante la mirada de Deiler, nerviosa. Finalmente, encuentra la hoja dónde está asignada la misión del escuadrón N°10 junto con la información de la misión.

—Aquí está —dice ella, entregándole la carpeta sin mirarlo a los ojos.

Deiler toma la carpeta y lee la misión, la cual dice:

- Misión: N°16.
- Nombre Clave: Operación "Alimentos y Medicina".
- Asignación: Escuadrón N° 10
- Capitán de Escuadrón: Brigitte Rawson, 30 años.
- Objetivo de la Misión: Traer en los transportes la mayor cantidad de alimentos, enlatados y medicina posible.
- Razón: Escases de recursos.
- Ubicación: 3000 km al noroeste.

Deiler voltea la hoja, no hay nada más en ella.

—¿Hay algún reporte? —pregunta.

—No hemos recibido ninguno hasta los momentos.

—Karla, no me estás entendiendo. Acepté que no nos colocaran en un mismo escuadrón por ética y profesionalismo, ya que piensan que tendría preferencia con ella, pero no estoy dispuesto a perder a otro ser querido —coloca ambas manos en la mesa, mirándola con frialdad—. ¿Hay algún reporte de la misión?

—No.

—Mírame a los ojos.

Karla se toma un momento para alzar la mirada, cierra los ojos y luego lo mira a los ojos.

—No lo hay —responde en voz baja, casi que susurrando.

Deiler da la media vuelta, se dirige a la salida cuándo entonces, bajo el marco, voltea a verla.

—Mi escuadrón está en perfectas condiciones, ve anotando en la carpeta una misión de rescate realizada por el escuadrón N°1. Nos iremos ya.

—Pero, necesitan descansar...

—No hay peros, Karla. No sabemos si Daniela y su escuadrón están en peligro así que hazlo, por favor.

Sin decir nada más, se retira de allí.

Karla se queda en silencio, se sienta en la silla y se lleva las manos a la cabeza.

—Tenía que decirle la verdad... Ahora por mi culpa, Deiler y su escuadrón... Maldición... ¿Por qué?, ¿Por qué cuándo lo veo no puedo actuar en total control de mi misma? —Karla intenta aguantar las ganas de llorar debido al estrés que siente—. ¿Por qué sentí celos cuándo preguntó por Daniela?, ¿Qué me pasa?... Si tan sólo le hubiera dicho...


Martes, 19 de enero.
22:25 hrs

Deiler convoca una reunión con su escuadrón, y cuándo todos están presentes, les informa que les han asignado una nueva misión de emergencia, ya que tienen que realizar un rescate para prestar el apoyo al escuadrón N°10, ya que no se han recibido reporte de ellos.

—Acabamos de llegar ¿y ya nos vamos? —pregunta Dylan, con cansancio en la mirada. Estaba durmiendo cuándo Deiler convocó la reunión.

—Lo sé, dije lo mismo, pero tenemos que irnos ya —dice Deiler—. Por cierto ¿cómo sigue Mayreth?

—Aún tiene reposo y será por largo rato —responde Micneya, bostezando luego de hablar.

—Deiler, ¿por qué nos asignaron esta misión a nosotros? Estamos agotados —habla Sandra, tratando de entender lo que pasa.

—Chicos es sólo que...

—Es por Daniela, ¿verdad? —pregunta Anderson, observándolo seriamente.

—Daniela pertenece a ese escuadrón, si no mal recuerdo —acota Kevin.

—Sí, Daniela está en ese escuadrón y nos la asignaron a nosotros, porque somos un grupo de ataque rápido y no hemos tenido fallas en el rescate. Regresamos de un rescate exitoso porque volvimos con sobrevivientes, así que sé que vamos a rescatar con éxito a nuestros compañeros.

—¿Nos asignaron la misión o tú la pediste? —pregunta Moisés, mirando fijamente a Deiler.

Deiler se queda en silencio, observándolos a todos, y luego toma la palabra.

—Pónganse en mi lugar: Si su pareja o un ser querido estuviera en esa misión, y al regresar ustedes de la suya se dan cuenta que no hay ningún reporte, ¿no estarían desesperados por ir a buscar a esa persona? Daniela me importa mucho y no pienso perderla, si quieren venir conmigo bien, si no...

—Yo iré —dice Dylan, sonriendo—. Sabes que te voy a seguir.

—Iremos todos —dice Anderson—. Pero, que sepas que estamos agotados y que nos debes un descanso, Deiler.

—Prometido muchachos —responde Deiler—. Salimos en veinte minutos.


Tras los veinte minutos, el escuadrón se reúne en la entrada de la base a la espera de Deiler que es el último en llegar, tras haber pasado por la oficina de Karla y verificar que ella ya le asignó la misión a su escuadrón. Al llegar a la entrada de la Base, presenta el informe al guardia de la puerta, se lo entrega. Este lo lee y ordena que se abra la puerta. Suben a un vehículo y parten de allí hacia el noroeste.



Jueves, 21 de enero.
18:46 hrs

El escuadrón baja del vehículo. Han recorrido más de 3000 kilómetros sin encontrar nada más que desastre, abandono y algún que otro contagiado que, por el sonido del transporte, ha querido atacarlos. Finalmente llegan a una pequeña localidad dónde deciden parar y continuar a pie.

—Ya es de noche, ¿seguros que quieren continuar a pie? —pregunta Anderson.

—Sí, mientras menos ruido hagamos mejor —dice Deiler.

Sin nada más que decir, el grupo se divide en parejas, tomando rutas diferentes; yendo Dylan y Micneya por un lado, Anderson y Kevin por el otro, Moisés, Sandra y Deiler por el frente. La localidad desde lejos se ve pequeña, pero realmente es grande, con edificios de hasta 5 pisos de alto.

Dylan y Micneya se adentran mucho hacia el este de la localidad, observan muchos cadáveres descompuestos. Micneya se percata también de pisadas de sangre que provienen de una casa, al parecer y por cómo se ven, no tienen más de tres días. Ambos jóvenes se miran a la cara y caminan hacia allá. Dylan abre la puerta con mucho cuidado, mientras alumbra el interior de la casa con la linterna de su arma, Micneya se prepara para cualquier cosa.

Abren la puerta de la casa, y sólo ven un cadáver en el suelo. Un civil, sin cabeza y con parte de su estómago devorado, Dylan hace la mirada a un lado, mientras Micneya entra a la casa y se acerca al cuerpo y se arrodilla para ver el estado en que se encuentra.

—Tiene tres días. Este hombre murió hace tres días, aquí solo. No hay señales de forcejeo, sólo unas cuantas pisadas debido a su sangre. Supongo que serían tres contagiados.

—¿Tres? Pero... si vimos nada más un par de huellas...

Escuchan pasos arriba, esto alerta a ambos. Micneya se coloca de pie y apunta su arma hacia la escalera. De pronto, un contagiado sale desde el fondo de la oscura sala, saltando hacia Micneya. Dylan le dispara varias veces, matándola en el acto. Micneya sorprendida ante ello, escucha cómo de las escaleras baja la otra criatura, y ella le dispara varias veces, matándola.

—Es extraño —menciona Dylan—, nunca los había visto comportarse de ese modo, tender una trampa.

—Yo sí —responde Micneya—, cuándo me rescataron hace dos años en el centro comercial, ellos tendieron una trampa y asesinaron a los que salieron tras no escuchar nada en el pasillo, lo que si me extraña es que sólo había un par de huellas afuera, mientras los otros estaban aquí dentro, como si...

—¿Cómo si esperaran a alguien? —pregunta Dylan.

—En efecto, como si esperaran que alguien que viniera a rescatar al hombre —acota Micneya.

—¿Qué te hace pensar en eso? —vuelve a preguntar Dylan.

—Las huellas, el ataque casi simultáneo de los contagiados, y cómo han asesinado al tipo.

—No entiendo.

—¿Qué hacía un hombre a solas en este lugar? Al parecer esta localidad tiene más que sólo semanas de estar abandonada. Los cadáveres afuera muestran signos de hasta hace dos meses de haber muerto esas personas —dice Micneya, dirigiéndose hacia la puerta—, es casi insólito que haya sobrevivido sólo todo este tiempo con esas cosas afuera.

—Ya veo...

—Mira la casa: es probable que haya sido ocupada en estos días, está un poco más ordenada de lo normal, como si se hubieran refugiado aquí.

—Probablemente las luces funcionan —acota Dylan.

—Quizá —dice Micneya, quién mueve la linterna por la pared buscando un interruptor, y al encontrarlo, se acerca y prueba las luces, encendiendo la luz de la casa.

El bombillo parpadea varias veces antes de encender, para luego finalmente iluminar lo que parece ser una sala. Ambos se llevan una sorpresa al notar que había otro cuerpo, de un soldado, allí dentro, el cual tiene casi el mismo tiempo que el hombre.

—No puede ser, es un soldado de la resistencia.

—Y en efecto, mi teoría se confirma con esto, probablemente aquí se refugiaban los soldados con algunos sobrevivientes.

—¿Por qué no huyeron? —pregunta Dylan, acercándose al cuerpo de su compañero.

—Quién sabe, no podemos perder las municiones, toma lo necesario rápido —dice, volteando hacia la puerta y observando hacia afuera—, no sabemos si más contagiados vienen.

Dylan se arrodilla, toma su arma, los cartuchos y empieza a revisar los bolsillos por si acaso tiene algo más.

—Lo siento mucho, compañero —dice Dylan—. Descansen ambos en paz.

—¡Cuidado Dylan! —exclama Micneya.

De pronto, aquel sujeto que se supone está muerto, toma a Dylan por los hombros bruscamente, y ambos forcejean. Aquel compañero, soldado de la resistencia, estaba contagiado. Micneya apunta su arma y dispara varias veces asesinándolo.

Dylan se levanta, limpiándose la cara y gritando debido al susto que se acaba de llevar.

—Calma, calma... No pasa nada —dice Micneya, acercándose a él—. ¿Estás bien? Maldición, me asusté yo también.

—Casi muero, casi muero... —Dylan toma su arma y le dispara varias veces al cuerpo—. Yo pidiendo porque descanses en paz, y tú casi me comes, descarado. ¡Ni se te ocurra levantarte nuevamente!

Después de descargarle un cartucho completo, recoge la otra arma y las municiones. Posteriormente ambos suben al piso de arriba. Todo está oscuro, ambos revisan las habitaciones, asegurándose de que todo está vacío y luego se sientan en el suelo.

—Estoy cansado, no he dormido bien. Se suponía que descansaríamos estos días.

—Sí, también yo. Pero debes entender a tu amigo, tú también harías lo mismo si se tratara de mi o de May, e incluso, por ella, serías capaz de venir tú solo.

—¡O-oye! —exclama Dylan, sonrojándose.

—Lo siento, pero es la verdad. Ambos se quieren y tú darías la vida por May —dice ella, tomando una barra de chocolate de su bolsillo.

Pasan más de veinte minutos allí, cuando de repente, escuchan varios disparos a lo lejos, seguramente alguno de sus compañeros se encontró con contagiados. Dylan cierra los ojos un momento. De repente se escuchan más y más disparos, y luego se escuchan gruñidos fuera de la casa, y pasos en el piso de abajo. Ambos jóvenes se colocan de pie y empiezan a caminar sigilosamente hacia las escaleras. Observan en el piso de abajo varios contagiados, exactamente 6 de ellos.

De pronto, escuchan la voz de un hombre llorando. Ambos se asoman nuevamente, y ven cómo entre dos contagiados lo tiran al suelo, y un tercero le muerde el tobillo, haciendo que este sujeto grite de dolor. 

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