CAP 10 - Un Largo Viaje.
Domingo, 24 de julio.
22:40 hrs
Ingresan al pueblo, estacionan la moto y la combi afuera de una casa, misma que se ve en buen estado, como algunas otras del lugar. Los que estaban en la combi, bajan con algunas bolsas de comida en las manos, al ingresar inmediatamente con las linternas iluminan el lugar buscando algún interruptor de luz, Moisés lo ubica y enciende las luces de la casa. Observan que el lugar está conservado, que es acogedora. Los muebles de la sala están en buen estado, son de madera y tienen cojín relleno en el centro de cada uno. Observan al final de la sala un comedor. A la derecha observan un marco en forma de arco, el cual lleva a la cocina y al fondo de la casa, un pasillo que va hacia las habitaciones.
De inmediato, Dylan se dirige a la cocina con algunas bolsas, tras él van Daniela y Deiler quienes se disponen a preparar la cena de todos lo más rápido posible. Verifican el gas, la cocina, todo funciona bien, por lo que se apresuran en la cocina. Daniela, parada en el marco de la cocina, observa a su amado liderar la situación en la cocina con una sonrisa en el rostro. Luego voltea tras escuchar la voz de Liz.
—Solamente hay tres habitaciones —comenta la pelinegra a su compañera, quién inmediatamente camina junto a ella a la sala—, ya se verá qué hacer, sólo pasaremos la noche aquí. Supongo que habrá que montar guardia.
—Sí, por supuesto que si —responde Daniela—, estoy muy cansada. Realmente ha sido un día muy agotador.
—Demasiado, quisiera acostarme a dormir de una vez y no despertar en varios días.
Ambas ríen ante aquel comentario proveniente de Liz, y continúan hablando. Por otro lado, Jesua y Moisés colocan todas las armas en el comedor, y empiezan a revisarlas una por una, junto a Elinyer que posteriormente se une a ellos. Finalmente es Micneya la última en acercarse a la mesa, sólo para observarlos y tratar de aprender sobre ellas.
—¿Te sientes interesada en las armas? —pregunta Jesua, observándola.
—Sí, siempre me han gustado en realidad, quiero aprender a disparar. De hecho, quiero aprender a usarlas todas.
Moisés voltea a verla con cara de sorpresa, no esperaba que la amiga de Dylan tuviera fijación por las armas.
—¿Conoces por lo menos el nombre de la que estoy limpiando? —le pregunta el moreno.
—Sí, es una Beretta noventa y dos. Su calibre es de nueve milímetros y es una pistola semi-automática —responde la joven, sonriendo ampliamente—. Antes de que lo preguntes, el cartucho puede tener entre diez a veinte balas. Esa que limpia Moisés es una Glock diecinueve, de nueve milímetros.
Moisés sonríe, afirmando.
—Y esta —señala la que Elinyer tiene en sus manos—, es una Glock diecisiete, un poco más pequeña que la diecinueve. Todas tienen un alcance máximo de cincuenta metros.
Elinyer empieza a reírse de repente, y luego observa la cara de los otros dos muchachos, quienes observaban a Micneya sorprendidos por su breve reseña.
—Queridos, supongo que la hermosa está tan bien preparada, por lo menos en cuanto a conocimiento en armas.
—Tal vez hay que entrenarla —comenta Jesua, observándola seriamente—, está bien, me comprometo a enseñarte a disparar armas ¿Va? Pero por ahora, sólo observa, este proceso se ve sencillo, pero si no lo haces bien o no aseguras las armas, se puede escapar un disparo y no queremos más malos ratos.
—Sí, está bien —responde ella, sonriendo.
Luego de un buen rato, Mayreth es la primera en salir de la cocina con un plato en cada mano, luego sale Dylan y por último Deiler. Repiten la misma acción otra vez, dejando cada plato en la mesa que ya estaba desocupada. No hay nada más que agua para beber. La mesa es de solo cuatro personas, por lo que todos se sientan en lugares diferentes en la sala, y comen tranquilamente. De pronto, el silencio predomina durante la cena, nadie dice nada o hace intento de iniciar una conversación. Dylan es el primero en levantarse, lleva el plato al fregadero, lo friega y lo deja en su lugar, para salir de la casa sin decirle nada a nadie. Ya afuera, se sube al techo de la combi, y se acuesta allí boca arriba.
Mayreth al verlo salir, termina de comer y realiza la misma acción, para luego seguirlo. Se queda pensativa, duda si subir a hacerle compañía o no al joven, finalmente se da la vuelta para entrar a la casa y escucha la voz de su amigo quebrarse mientras dice algunas palabras, inmediatamente ella sube lentamente a la combi y lo observa allí acostado.
—Juro que los mataré a todos. A todos y cada uno.
—¿Dylan?
—¿Huh? —responde el muchacho, girando levemente el rostro al costado y observando a May, preocupada.
Mayreth nota que tiene el rostro lleno de lágrimas, termina de subirse al techo y se acerca a él. Le limpia las lágrimas con los dedos y levemente acaricia su mejilla.
—Voy a matarlos, May —sentencia Dylan, empezando a llorar—. Voy a matar a todos los contagiados. Mi familia no merecía morir así.
—Lo sé, te entiendo, tienes que calmarte. Yo no sé dónde está mi familia, hace ya varios meses no sé de ellos y.... también estoy preocupada, quizás también se contagiaron y son como los otros. Pero tienes que calmarte, por favor.
—No puedo. No puedo calmarme porque fue mi culpa que murieran, yo tenía que soltarme de Moisés y ayudarlas a correr, quizá estaríamos aquí y estarían descansando.
—Quizá, pero no debes torturarte así. Estás vivo y estás a salvo, con personas que conoces y te conocen. Todos hemos perdido algo estos días, tú mismo lo dijiste esta tarde, ¿recuerdas? No te consumas en la rabia y la impotencia de lo que habría pasado, concéntrate en el ahora.
—Pero May si yo... —May le tapa la boca con la mano.
—Pero nada. Tú mismo has dicho esas palabras en la tarde, tienes que mantenerte firme a lo que dijiste también cuando se encontraron rodeados, luchar por nuestras vidas.
Inmediatamente el muchacho alza la mirada y la observa a los ojos.
—¿Micneya te contó? —pregunta sorprendido.
—Sí —responde ella riendo un poco—, me dijo que te veías muy seguro. Y que peleaste bien.
El muchacho ríe levemente y ella le da un suave golpe en el hombro, para después limpiarle las lágrimas nuevamente.
—¿Ves? Te has reído. Todo está bien, no te aferres a ese dolor, sabes bien que todos aquí estamos mal, pero tenemos que cuidarnos unos a otros y ayudarnos mutuamente a superar lo malo.
—May...
—¿Si?
—Gracias.
Mayreth sonríe.
—Tus hoyuelos, son muy lindos.
—¿Qué? —se sonroja e inmediatamente ella se tapa las mejillas con ambas manos—. Sabes que no me gustan.
—Son hermosos, y cuándo sonríes te ves muy hermosa.
—Gracias, supongo.
Dylan alza la mirada al cielo, May también alza la vista. Debido a la oscuridad casi total alrededor de ellos ya que no hay iluminación artificial en el pueblo, salvo la casa tras ellos, pueden observar el cielo estrellado.
—Son muy bonitas ¿cierto?
—Sí.
—¿Crees que vamos a sobrevivir?
—Dylan —May baja la mirada y lo observa fijamente. Él dirige la mirada hacia ella—. Sí. Todos vamos a sobrevivir.
—Par de tórtolos —ambos escuchan la voz de Micneya tras ellos, y voltean. Observando a la chica que apoya la barbilla en el techo del auto—. Se ven hermosos allí y todo, pero va a haber una reunión, y ustedes son parte del equipo.
Ambos se miran fijamente, sonríen y proceden a bajarse del techo. Los tres jóvenes ingresan a la casa, observan que todos están sentados en el centro de la sala. Deiler hace gesto con la mano, indicándoles que se sienten y procede a hablar.
—Muchachos —todos allí voltean a verlo, entonces Deiler se queda en silencio observando a todos y cada uno. El silencio se prolonga un poco, luego respira profundo y prosigue hablando—. Sé que todos estamos agotados, incluyéndome, sin embargo. Dada las circunstancias y que no sabemos dónde estamos y en qué momento puedan aparecer contagiados por acá, tomaremos turnos de guardia, son las once cuarenta y cinco de la noche, cada guardia será de dos horas.
—Quiere decir que de acá a las cinco de la mañana serían tres grupos ¿no? —pregunta Anderson.
—Exacto —responde Deiler—, el primer grupo lo tomaremos Jesua, Dylan, Daniela y yo.
—May, Elinyer, Liz y yo podríamos ser el segundo grupo —sugiere Micneya.
—¡Perfecto! —exclama Mayreth, sonriendo.
—Bien querida, por mi bien —dice Elinyer.
—Entonces —dice Gabriel—, puedo hacer la última guardia con Moisés y Anderson.
Moisés asiente, Anderson da un aplauso y también asiente. Ambos están de acuerdo con Gabriel.
—Bien —continúa Deiler—, Si no saben usar armas, no las utilicen. Cualquier novedad, alerten a todos. Los demás, descansen hasta que sea su turno.
Ya estando los grupos definidos, el primero inicia la guardia. Durante esas dos horas, el grupo de Deiler no observa nada en absoluto, conversan muy poco sobre lo sucedido y vuelven a tocar teorías sobre por qué de repente todo se ha vuelto un caos en la capital, Deiler vuelve y les cuenta sobre el sujeto que vio en el centro de salud, aquel enfermo. Las horas pasan, termina su turno y entran a la casa, despiertan al siguiente grupo, el de Micneya. Durante esas dos horas lo único que hacen es conversar, y conversar, y... conversar, sin ninguna novedad. Finalmente, el grupo de Gabriel inicia la guardia. Poco a poco va amaneciendo.
—Al parecer no hay ninguna novedad, ya son las cinco de la mañana. Entremos y descansemos, posiblemente nos toque viajar un poco más —sugiere Moisés.
—Me parece bien —dice Anderson—. Siento que no dormí nada.
Ingresan a la casa y se recuestan un rato.
Lunes, 25 de julio.
9:54 hrs
La tranquilidad del lugar, el hecho de que no haya ningún tipo de ruido fuerte permite que todos duerman más de lo que siquiera hubieran podido imaginar. Jesua despierta. Nota que está acostado en el suelo, usando un cojín como almohada. Estira el cuerpo mientras bosteza y observa la hora en su reloj. Se levanta del suelo y camina hasta donde está Deiler, quién duerme en el sofá.
—Viejo —susurra mientras lo mueve suavemente—, viejo despierta, ya casi son las diez.
—¿hmm? —reacciona poco a poco Deiler. Bosteza y ve a su compañero—. ¿Qué hora es?
—Casi son las diez de la mañana.
—¿Novedades? —pregunta Deiler, adormilado aún.
—Ninguna, salvo que todos están dormidos.
—Es de esperarse —vuelve a bostezar y se levanta del sofá—, ayer hicimos demasiadas cosas, la cena estuvo muy buena.
—Sí. Tenemos que enseñarles a esos muchachos a usar pistolas y a defenderse, especialmente a Mine... Micna... ¿Cómo es que se llama?
—Su nombre es Micneya, creo. ¿Por qué especialmente a ella? —pregunta Deiler curioso.
—No lo sé, siento que tiene potencial. Algo de mí lo dice, y no es simplemente porque ella sepa de armas, el calibre y todo, no. Algo en su mirada dice que, tiene las agallas para tirar del gatillo.
Deiler se queda en silencio, se rasca la cabeza. Piensa en cada una de las palabras que dijo Jesua y luego voltea a verlo.
—Bien, enséñala. Pero que conste que tenemos pocas balas y armas, así que por los momentos enséñale lo básico.
—¿Y por qué yo?
—Tú lo sugeriste ¿no?, tú le enseñas.
Daniela sale de la cocina con una taza de café en las manos, sonríe al ver a Deiler y a Jesua despiertos. Deiler voltea al notarla y se sorprende, no esperaba verla despierta después de todo.
—¿Hace cuánto estás despierta?
Jesua voltea y saluda a Daniela con la mano, tampoco se percató de ella.
—Primero se dice: "buenos días mi amor, ¿cómo amaneciste?" —responde de forma burlona, para luego reírse y continuar—. Estoy despierta desde hace un rato, sabes que siempre despierto temprano.
—Ya en serio, buenos días mi amor —dice Deiler riendo, luego respira profundo—. Bueno, hay que esperar que todos despierten, tenemos que continuar. No podemos quedarnos aquí más tiempo.
—Bueno, preparemos el desayuno, seguro todos despertarán con hambre, así adelantamos todo —sugiere Daniela.
No pasa mucho rato para que todos estén despiertos y desayunando. Luego de ello, acomodan todo lo necesario, aparte de llevarse alguna que otra cosa de utilidad de la casa. Posteriormente, se retiran del lugar, saliendo del pueblo y dirigiéndose hacia la autopista. Se sorprenden por notar que hay muy pocos vehículos transitando, sin embargo, más que preocuparse, se emocionan a tal punto que Dylan conduce la combi como si se tratara de un deportivo.
—Esperen un momento, Dylan baja la velocidad —dice Liz quién luego de haberse emocionado porque el camino esté casi despejado en su totalidad, se percata de algo—. ¿No se han dado cuenta de que todo está muy tranquilo? Osea, llevamos ya un buen rato conduciendo y no ha ocurrido nada.
—Posiblemente sea que no hay tráfico ni nada por el estilo —dice Gabriel.
—¡Exacto! ¡Dylan acelera más!
—¡POR SU PUESTO QUE SI! —grita el joven emocionado.
Lunes, 25 de julio.
12:44 hrs
Moisés le indica a Dylan que la moto se está quedando sin gasolina, es entonces cuando el muchacho mira el tablero y nota que también se está quedando sin gasolina. Moisés señala un desvío más adelante y ambos lo toman y se dirigen hacia otro poblado, todo allí es un desastre, muchos cuerpos en el suelo, señal de que los contagiados atacaron y arrasaron el lugar.
—Qué horrible —dice Mayreth.
—No puedo creer que no quede nadie aquí —comenta Anderson.
—Será mejor que se vayan preparando —habla Deiler, tomando un arma—, si vamos a llenar gasolina, tenemos que estar atentos de que no nos ataquen, así que prepárense todos.
—También hay que buscar algo de comida y bebida —dice Jesua—. Iré con Anderson, puedo actuar rápido estando con él.
—Bien, yo me quedaré liderando al grupo, lleven a Gabriel, a Micneya, Elinyer y a Daniela si van a buscar comida. Traigan todo lo que puedan y lo que vean en buen estado.
—¡Si! —exclaman esos tres casi al unísono.
Dylan es guiado por Moisés hasta llegar a una estación de gasolina. Bajan del vehículo y todos se dirigen a los lugares indicados. El grupo de Jesua va a a buscar comida y bebidas en una tienda que está al cruzar la calle. Moisés y Dylan llenan el tanque de gasolina de los vehículos. Elinyer, Liz y Deiler vigilan desde diferentes puntos por si acaso ocurre algo sospechoso. Después de unos minutos, Dylan grita que los tanques están llenos. Luego ven a sus compañeros llegar con algunas bolsas de comida enlatada, galletas y bebida, tanto agua como refrescos.
Vuelven a subir a los vehículos y se dirigen nuevamente a la autopista, haciendo varias paradas en el camino.
Lunes, 25 de julio.
19:04 hrs
—¡Miren, miren! —exclama Micneya—. Allá hay un letrero.
—Dice "Bienvenido a Nuevo León" —comenta Daniela.
—Al parecer hemos llegado lo más al norte posible —dice Mayreth—, entonces Gabriel ¿dices que acá estaremos a salvo?
—Bueno, así fue lo que me dijo la persona que contacté por redes. Dijo que debíamos dirigirnos al norte nada más.
—Bueno, veamos con qué nos encontramos —dice Deiler—. Atentos todos.
Siguen avanzando, y llegan a una ciudad que se llama "San José de Raíces".
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