Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAP 1 - Cuándo todo empezó.

                                                      CARACAS, VENEZUELA

                                                                  AÑO 2022

Lunes, 4 de Julio
07:55 hrs

—¡Maldición, maldición! Voy a llegar tarde —se expresa un joven que viaja en tren. La razón de su comentario al aire es debido a que observa su teléfono, viendo la hora. Su rostro muestra mucha impaciencia—. Carajo, es que uno no puede contar con suerte por una vez en la vida en estos trenes. ¡Dios!

El joven procede a guardar su teléfono en el bolsillo del pantalón.

—El retraso en Bellas Artes estuvo fuerte ¿No? —dice una joven muchacha de cabello negro, respondiendo con humor el comentario al aire dicho por aquel.

—Bueno sí, pero....

"Estación: Plaza Venezuela. Transferencia a las líneas dos y tres." –hablan los parlantes dentro del vagón de tren, el cual posteriormente abre sus puertas al detenerse en el andén.

—¡Gracias a Dios! Aquí me bajo. ¡Permiso por favor! ¡Permiso! —exclama el joven, tratando de salir—. ¡Eso, sigan empujando, dejen salir vale!

Empujones por aquí, empujones por allá.

Nadie deja salir o entrar a nadie, y mucho menos al joven, quién sin pensarlo, se agacha un poco para poder abrirse paso a la altura de la cintura/abdomen de las personas, pudiendo así salir con mucho esfuerzo.

—¡Fue como volver a nacer! —grita el joven de forma divertida sin mostrar ni una pizca de pena por el comentario cargado de humor que soltó de forma repentina.

Varias personas que se encuentran en el andén observan con gracia aquella acción del joven y se ríen debido al comentario repentino de aquel, quién se limpia la camisa de vestir negra y revisa sus bolsillos, palpando para tocar si tenía su billetera y su teléfono. Nota que, en su pantalón blanco está todo en orden, se agacha para limpiar los zapatos negros, de vestir que llevaba puestos. Acto seguido, revisa su carpeta, viendo que todo está en orden, así que procede a salir de la estación.

Dylan, que así es el nombre del muchacho, a paso rápido sube las escaleras, sale a la calle y empieza a caminar el bulevar, buscando un lugar en específico. Pregunta por la dirección que anteriormente, durante una llamada le indicaron. Está muy apurado.

Su apuro se debe a que va tarde a una entrevista de trabajo para una empresa de repuestos automovilísticos. La vacante ofrecida es para vendedor de dichos repuestos.

Debido a su situación, para él, no está mal trabajar en ello. La paga que, según el correo, le ofrecen es relativamente buena y puede sustentarse y ayudarse para terminar de pagar sus estudios universitarios.

Finalmente llega al lugar, entra, presenta su cédula de identidad, indica a dónde se dirige y se dirige al ascensor. Entra junto con tres mujeres muy bien vestidas, y un hombre que también viste muy formal, todos mayores que el joven.

Da los buenos días por cortesía y ellas le responden muy educadamente el saludo, luego siguen hablando entre ellas. A criterio del chico, la edad de ellas estaría rondando entre los 35-40 años. Por lo que escucha, al parecer son compañeras de trabajo. La conversación que, al principio fue muy aburrida para el joven, se tornó interesante en el momento en que una de ellas recibe una noticia de WhatsApp, puesto que aquella dama se queda en silencio llamando la atención de todas sus compañeras, e incluso del sujeto que, al parecer, no va con ellas.

—¿Qué sucede Viviana? —dice una de las tres mujeres. Es una mujer muy bonita de cabello negro lacio que le llegaba hasta los hombros. Ojos oscuros y labios pintados de rojo, muy finitos. Su piel era muy blanca y vestía un traje de oficina elegante de color azul celeste—. ¿Por qué tienes la cara así?

—Maite, pensé que eran rumores, pero si es verdad —responde Viviana, rubia de ojos azules, piel bronceada, al parecer había ido a la playa el fin de semana. Vestido rojo, muy llamativo—. Mi esposo me comentó anoche que la semana pasada había escuchado rumores de que en Colombia estaban sucediendo casos extraños de personas que se ponían agresivas de la nada y mataban a otras a puros golpes y mordidas.

—¡Dios qué horrible! —suelta de repente la tercera de las mujeres, cabello negro, corto. Vestía un traje elegante negro—. Pero... ¿Por qué te pones así? Eso está pasando allá, no acá.

—Y en Brasil y aquí también, Ruth —vuelve a responder Viviana, mostrando el teléfono a sus compañeras. El mensaje dice:

<Alerta a todas las autoridades del país: Todos los estados de Venezuela han informado casos de varias personas agresivas que atacan a otros hasta matarlos con mordidas y golpes, como si se tratase de un acto de canibalismo. Pedimos mantener la calma, las autoridades están tomando medidas de prevención para que este caos no afecte a escalas mayores. Por favor, no salir de sus casas.>

Dylan escucha tratando de no mirarlas, si había aprendido algo era a escuchar sin ver para no parecer un maleducado chismoso. Por otra parte, el sujeto que allí está si voltea la cara para escuchar más atento la conversación e incluso, leer el mensaje. El ascensor llega al piso 5, mismo donde el joven se baja tras dar los buenos días, y camina por el pasillo. Saca su teléfono y le escribe inmediatamente por WhatsApp a Moisés, un amigo de él de toda la vida.

Y es que, entrando en detalle, tenemos a un joven muchacho de estatura media (1,70 cm), el cual es el tipo de persona que siempre dice los buenos días, tardes, noches, etc. en el lugar donde llega, da las gracias. No obstante, toda su buena educación se va por la borda cuando se enoja, siendo capaz de decir cuántas palabrotas se crucen por su mente en el momento. Se rasca su cabello, que no, no es para nada liso, es ensortijado, ya que él es el resultado de una mezcla entre una mujer de piel oscura y cabello ensortijado, y un hombre blanco de cabello liso color castaño claro.

El color de piel de Dylan es de tez clara, ojos oscuros, cejas muy bien formadas y cabello negro, como ya se dijo, ensortijado, aunque lo tenía largo debido al corte que llevaba. Le gustaba tener su cabello con cortes al estilo "fade", bien pulido y degradado. Fuera de esto y su rostro juvenil, era un chico completamente normal.

Tras localizar el número de su amigo, le escribe un mensaje.

<Bro, ¿Viste las noticias? ¿Has escuchado algo sobre gente agresiva matando y mordiendo a los demás?>

Envía, luego nota el "✓✓" del mensaje en el chat. Guarda su teléfono.

Moisés es como quién se dice, el hermano de otra madre, su amigo de la infancia, recordó esos tantos momentos donde, en la escuela primaria, ambos se peleaban por juguetes o por tonterías, o las veces que ya, más entrados en la adolescencia se fueron a las pocas reuniones donde, para que Dylan pudiera ir, Moisés tenía que sacarle el permiso a la madre del joven, si no, ni iba. Estos recuerdos hacen que Dylan sonría. Alza la mirada y sigue caminando, llega a la oficina donde debería estar hace ya 15 minutos. Toca la puerta, abre una mujer de mediana edad, bajita, cabello negro. Ella observa detalladamente al joven quién le sonríe amablemente tras decirle "buenos días", y le deja entrar. Le indica que se siente, que espere un poco que el Sr. Roger ya le atiende.

Mientras espera, observa los cuadros de pintura abstracta que decoraban la sala de espera. Dylan recuerda en ese momento varias publicaciones que ha leído en redes sociales sobre cómo la gente paga millones de dólares por pinturas que ni tienen forma, pero dejan de lado algunas que realmente muestran el significado de algo; fuese ya un momento histórico, una representación de las emociones o simplemente una protesta.

Respira profundamente y se da cuenta de que, en cierto momento, su mente viajó a recordar también cuándo tenía 12 años y fue al Museo de Historia del Arte, recordando varias pinturas que realmente, nunca llegó a apreciar, quizá porque no tenía sentido de gusto por la pintura. Su teléfono vibra en su bolsillo, sacándolo de sus pensamientos y volviéndolo a la realidad, mete la mano en el bolsillo, saca el teléfono y lee el mensaje que recibió de respuesta.

<Sí, claro que sí. Pero no pasará nada. Tú sabes que cuando las cosas se salen de control, no meten en cuarentena de nuevo y ven cómo solucionan este asunto. Pero bueno, a ver qué pasa.>

Dylan deja en visto el mensaje de su amigo porque escucha la voz de un hombre decir "adelante". Guarda el teléfono, alza la mirada y sonríe, se levanta de la silla, entra a la oficina cerrando la puerta tras de sí, y se acerca al escritorio donde está un hombre sentado. Extiende el brazo estrechando la mano educadamente con aquel sujeto.

—Buenos días. Un gusto señor, soy Dylan.

—Buenos días, Roger Mendoza —responde aquel. Es un tipo muy alto, cabello canoso, de quizá unos 50 años, por allí iba su edad, barba bien arreglada y ojos oscuros—. Leí el CV que dejaste en mí correo, me parece interesante que quieras trabajar con nosotros y es bueno. Un joven de 22 años pro activo, me parece bien.

Así ellos dos inician la entrevista para con el joven, quién de forma extrovertida conversa con su entrevistador. Así es Dylan, conversador, alegre y carismático. Una cualidad que no muchos tienen. Gestual tanto con las manos como con la cara al hablar, y muy expresivo, sin embargo, él cada día aprende a llevarse con las personas. No es que Dylan sea un muchacho que le agrade a todo el mundo, o que todo el mundo le agrade a él, pero trata de llevarse con todos.

La entrevista se convierte poco a poco en un leve debate deportivo entre ambos, dado a que el Sr. Roger como Dylan son amantes al fútbol. Todo eso por un dato en el CV del joven el cual decía que practicaba dicho deporte.

—Señor Roger —interrumpe la asistente quién se apoya de la pared, estaba pálida y sudaba mucho—. N-no me siento muy bien.

Ambos voltean a verla y Dylan se levanta apurado para auxiliarla, tras él, va el Sr. Roger, quién la toma entre sus brazos y la acuesta en el mueble.

La mujer empieza a expulsar espuma por la boca y a moverse como si convulsionara. Ambos se espantan un poco, pero de inmediato tratan de auxiliarla como pueden; Dylan toma una tablilla y la coloca entre los dientes de la mujer para evitar que se muerda la lengua, y el Sr. Roger la acomoda en el mueble acostándola.

Ambos observan que la mujer deja de moverse, abre los ojos y en un movimiento rápido salta hacia donde estaba el Sr. Roger, buscando morderle el cuello, le clava las uñas en el cuello.

Dylan, sorprendido y asustado, toma la taza de café del Sr. Roger y se la rompe a la mujer en la cabeza. Esta procede a verlo fijamente a los ojos, mientras sangre cae por su rostro, y salta hacia el joven, agarrándolo por la camisa. Ambos caen al suelo y ella busca morderlo. El Sr. Roger se levanta del suelo y se dirige al escritorio, busca algo en las gavetas y posteriormente se escuchan varios disparos.

La camisa de Dylan se mancha de sangre, el cuerpo de la mujer cae sobre él, sin vida y entonces Dylan se levanta. Está asustado, lágrimas caen por sus ojos. El Sr. Roger se sienta en el escritorio mostrando también el terror en sus ojos y el agotamiento en su respiración.

—¿Ta-también estaba contagiada? —pregunta Dylan.

—¿Qué? Yo qué coños voy a saber. ¡Da gracias a Dios que soy un hombre con permiso de portar arma y que en esta oficina hay que prevenir! —responde exaltado aquel hombre.

Dylan observa curioso, sentándose en el sillón donde hace un momento acostaron a la mujer. Levanta la mirada y observa a Roger dejar el arma en el escritorio, tomar el teléfono y realizar una llamada.

Por la mente del chico pasan muchas cosas en ese momento, finalmente una pregunta le hace mucho eco en la cabeza y vuelve a mirar al Sr. Roger, preguntándose ¿Cómo demonios alguien puede tener un arma en la gaveta del escritorio de su oficina? ¿Habrá pasado algo antes? ¿Habrían intentado robar o algo así? Su mirada vuelve al cuerpo de la mujer, y procede entonces a sacar su teléfono, disimuladamente toma una foto del cadáver y se lo envía a su amigo con un mensaje que dice:

<Moisés, no me lo vas a creer, acaban de atacarme en la entrevista, esa mujer estaba contagiada. Nos atacó, es verdad, te lo juro.>

Posteriormente, pasa varias fotos de sus manos, su camisa y su pantalón llenos de sangre. Moisés no responde, lo deja en visto.

—Oiga señor ¿Por qué tiene un arma en su oficina? —pregunta Dylan, asustado, no sabía qué hacer en esta situación.

—Muchacho, soy un hombre que hace entrevistas para el ingreso de personal a la empresa, me tengo que tomar el atrevimiento de sacar tiempo yo mismo y entrevistar a las personas, porque estos ojos saben reconocer quien viene a trabajar y quién no. Años de experiencia con múltiples personas me han enseñado que debo ser precavido. Gente que ha venido antes y ha querido pasarse de listos, fingen querer conseguir trabajo y lo que quieren es estafar o amenazar.

Dylan observa que el Sr. Roger, aun horrorizado, empieza a llamar desde su teléfono personal, sin recibir respuesta alguna.

—Tú, muchacho, tienes agallas. Te agradezco mucho el que le hayas roto la taza en la cabeza a la pobre Ana —en su voz se nota la tristeza, al parecer llevaba mucho tiempo trabajando con ella y le tenía cariño—. Estás contratado hijo, pero empezarás luego de que este asunto con los contagiados se solucione. Vete a tu casa, yo me encargo de ella, si te preguntan en la salida, dices que solicito ayuda.

Dylan sin entender nada, se levanta, toma su carpeta y sale, cerrando la puerta tras de sí. Empieza a correr en dirección al ascensor, queriendo alejarse lo más pronto posible de ese lugar. Quiere quitarse esa ropa, puesto que puede causarle problemas si algún policía o alguien lo ve bañado en sangre.

Su teléfono vibra, lo saca del bolsillo y lee el mensaje de Moisés, que dice:

<Mierda loco. ¿Estás bien? ¿Dónde andas? Yo estoy por Chacao y ando en moto, dónde andas para ir a buscarte.>

<Plaza Venezuela. Te espero afuera de la estación, por favor, ven rápido.>

Responde, el mensaje es enviado y recibido. Llega el ascensor y se abre la puerta, nota que allí están las mujeres que anteriormente subieron con él, sudadas, llorando, con el maquillaje corrido y la ropa llena de sangre. Dylan al ver esto se sorprende y ellas le gritan que se apresure y entre rápido al ascensor, ya que lo pueden atacar. Él entra, dudoso y las puertas se cierran.

—Viviana ¿No? —pregunta Dylan a la chica rubia—. ¿Están bien? ¿Qué les pasó?

—Fue horrible —responde la de cabello negro largo, Maite—. Estábamos trabajando tranquilamente, empezando nuestra jornada, cuando de repente, todos en la sala empezaron a volverse locos, atacándose unos con otros, tal y como comentaba Viviana esta mañana con su mensaje.

—¿Y el señor que estaba con ustedes? —pregunta Dylan.

—No sabemos, se bajó un piso antes de nosotras —dice Viviana y luego añade—. Mi esposo viene en camino, tiene auto y nos puede llevar. ¿Quieres ir con nosotras?

—No, gracias, mi "hermano" vendrá a buscarme, lo esperaré fuera de la estación —responde Dylan, mirándolas a todas.

—Estás lleno de sangre —dice Ruth, la de cabello negro corto—. ¿Estás herido?

—No. Durante mi entrevista, nos atacó una mujer y el señor la mató disparándole cuando ella estaba sobre mí —le responde Dylan mirándola a los ojos.

Finalmente llegan a la planta baja, donde todo está en completo silencio, observan en el suelo un charco de sangre. Salen rápido de allí, Dylan de inmediato dirige la mirada hacia la Previsora, un rascacielos de oficinas ubicado allí en Plaza Venezuela, caracterizado por la presencia de un reloj luminoso digital. Para ese momento eran las 9:15 am.

Dylan se despide de las señoras y se va a donde minutos antes ha pautado con Moisés para encontrarse. Llega al punto específico y espera. No han pasado ni 15 minutos, cuando de pronto observa cómo todo a su alrededor se vuelve un completo caos: varias personas desatadas se lanzan unas sobre otras atacándolas salvajemente.

El joven empieza a correr calle abajo, buscando escapar de allí. Durante su carrera, tropieza con una chica, la cual cae al suelo frente a él, está aterrorizada y sangrando del cuello. Dylan le pide disculpas a la mujer, y esta sin responderle, con la cara aterrorizada, se levanta del suelo, lo mira a los ojos y sigue corriendo.

Su teléfono empieza a vibrar, lo saca del bolsillo y ve que es una llamada, contesta.

"¿Dónde estás, viejo?" —habla Moisés al otro lado del teléfono.

—Estoy una calle más abajo de la estación. Todo se ha vuelto un desastre —contesta Dylan.

"Creo que ya te vi" —finaliza Moisés, cortando la llamada.

Dylan alza la mirada buscando por todos lados a su amigo. Todo es un horrible desastre, la gente está como loca corriendo de un lado a otro, tropezándose, pero lo más horrible de todo es cómo están atacando las personas que se volvieron locas, como si de una película de zombis cualquiera se tratase.

Finalmente llega Moisés, en una moto Skygo Sg200 color naranja con líneas negras. Notando que Dylan está distraído, suena el claxon de la moto y le grita para que reaccione. Ante el llamado, el joven voltea a verle, corre hasta dónde está el otro y se sube en la moto rápidamente.

—Viejo, todo se volvió una locura. Iba al centro comercial para comprar unas cosas y todo se volvió una mierda —expresa Moisés, quién le pasa un casco a Dylan, y luego de que se lo ajusta, acelera la moto.

—Sí, sí. Ha sido horrible, estoy todo lleno de sangre, la gente se ha vuelto loca, no sé qué está pasando —expresa Dylan, sujetándose de la parrilla de la moto mientras Moisés acelera, saliendo de toda la zona en busca de la autopista, en medio de aquel caos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro