Capítulo 24 - Final.
Axel no sabía cuánto tiempo le darían de penalización a Martina, o si la llevarían a un manicomio, pero lo que sí sabía —y estaba de acuerdo— fue que le pusieron una orden de restricción para que no se acercara ni él ni a Elizabeth. Eso lo aliviaba de cierta forma, aunque todavía faltaban algunas cosas como tener que ir a hacer su declaración, pero eso lo vería en los siguientes días. También ayudó el hecho de que, como el joven fue el que acusó a Martina con las autoridades, la chica perdió el interés romántico en él. Ahora le caía mal y en su mente lo llamaba «traidor».
Mientras tanto, el resto del tiempo en que se quedó como supervisor, fue sacando el trabajo de Elizabeth. Los compañeros la odiaban, pero se dieron cuenta de que el cargo ameritaba ser duro, pues Axel era peor llevándolo a cabo, ya que no tenía tacto a la hora de decir las cosas.
—Federico —le dijo un día de esos a su amigo—, eres muy flojo. —Lo señaló con su pluma—. No eres de los mejores elementos, tienes que cuidar tu trabajo, estás en la lista negra de la señora Carvajal. Además eres un pervertido, te recomiendo que dejes de andar viendo las fotos de tus tipas encueradas en tu celular, no creas que no nos damos cuenta de que ves esa clase de cosas en tus ratos libres.
El hombre frunció el entrecejo.
—¿Cuándo regresa Elizabeth? Ya hasta la extraño, por lo menos ella no era tan metida.
—Regresa en menos de un mes.
—Dile que la esperamos con ansias.
—Se lo diré. —Se cruzó de brazos.
Incluso hizo molestar un poco a Amanda.
—Amanda, te recomiendo que dejes tus pasatiempos personales fuera de aquí. Algunos compañeros se han quejado de que hablas cosas de tu religión, puede resultar molesto para algunos, así que ya no lo hagas —lo dijo como «sugerencia» aunque más bien era una orden. La chica lo miró atónita. Elizabeth nunca se atrevió a decirle nada, ya que también era muy creyente y no le gustaba decir algo en contra de su religión, pero Axel sí lo hizo.
—Axel, estás insufrible —se quejó—. Y no soy la única que lo piensa. Todos se están quejando de ti.
—No es fácil ejercer este puesto pero tengo que hacer mi trabajo. Lo lamento como amigo tuyo, pero es mi obligación.
Amanda bajó la mirada.
—Lo sé.
Al verla triste, agregó.
—En verdad, Amanda, no es mi intención, sabes que tú puedes hablar conmigo de lo que quieras, solo que aquí no. Incluso podemos ir a algún café saliendo de aquí.
Ella negó con la cabeza.
—No es eso, es que... Tú eres uno de mis mejores amigos y de las mejores personas que conozco, al verte de esta manera siento que todos fuimos muy injustos con Elizabeth —aceptó—. Ella solo hace su trabajo, no lo hace por molestarnos a todos.
Axel le sonrió.
—Ella es muy buena persona.
—Sí, ya me di cuenta. —Lo volteó a ver y entrecerró los ojos—. Al menos ella es educada, tú eres un sinvergüenza a la hora de decir las cosas. Creo que Eduardo te odia.
—Lástima. —Se encogió de hombros—. No voy a dejar de comer.
—Ayyy, ya, por favor, Diosito, que venga Elizabeth pronto. —Juntó sus dos manos y Axel soltó una risotada.
Incluso la señora Carvajal, al oír las quejas que tenía los trabajadores hacia Axel, se arrepintió —un poquito— de no haberle dado el ascenso. «Pero si él los enoja más, lo hubiera dejado en el puesto». Llegó a pensar. «Sin embargo no puedo, Elizabeth ya firmó el contrato y Edgar dice que no puedo quitarla así de repente».
Al ver que sus compañeros empezaron a simpatizar un poco más con Elizabeth y la extrañaban, Axel se puso de acuerdo con ellos para darle la bienvenida el día que regresara y por ahí festejar el hecho de que ella se llevara el ascenso. En otro momento, esa idea les habría parecido absurda a los demás y no hubieran aceptado, pero como ya les urgía que regresara, hasta se pusieron contentos con la noticia; también sabían del accidente que había pasado y, en el fondo, todavía le tenían estima a Axel, y él se veía muy ilusionado por hacer ese pequeño festejo para la joven.
***
Cuando Elizabeth regresó se quedó extrañada de que, antes de llegar a su oficina, Axel le pidiera que lo acompañara a la cocina. Después de saludarla y darle un abrazo, dijo su petición.
—Eli, ¿podrías venir a la cocina un momento? Por cierto —la miró con atención—, me alegra de que estés mejor, veo que ya no llevas el collarín.
—Sí, ya estoy mejor, gracias a Dios no fue nada grave.
—¿Y de tus costillas?
—Estoy perfectamente bien —le sonrió—. ¿Pero para qué quieres que vaya? —Preguntó regresando al tema original, alzando una ceja.
—Tú ven.
—Pero tengo que ir a la oficina, tengo trabajo pendiente.
—No te preocupes por eso, yo saqué todo.
—¿Ah, sí?
—Sí... Bueno, quedaron cosas pendientes —aceptó—, pero poquitas —se excusó.
—Mmm, me imaginé —rio. Se quedaron unos segundos callados.
—¿Vienes o no?
—Sí, pero nada más un ratito.
Elizabeth se sonrojó un poco cuando Axel la tomó de la mano para llevarla pero no comentó nada. Recordó que todo el tiempo que estuvo incapacitada, él siempre la llamaba o le mandaba mensajes preguntándole cómo estaba, a lo que le respondía que mucho mejor. Una vez que llegaron al área del comedor, la chica se sorprendió de buena manera al ver a todos sus compañeros reunidos, con algunos globos, un cartel de bienvenida lleno de muchos colores y un pastel de coco en la mesa. Como sus compañeros estaban platicando cuando llegaron, no notaron su presencia hasta que Axel carraspeó con fuerza para que los vieran.
—¡Sorpresa! —Exclamaron todos de manera torpe y tardía.
—¡Vaya! —Expresó Elizabeth—. ¡Muchas gracias!
—Queríamos darte la enhorabuena por tu regreso, y además felicitarte por tu ascenso, aunque sea un poco atrasado —le dijo Amanda.
La chica supo que no lo hacían por ella, incluso algunos, como Eduardo, no lucían muy cómodos estando ahí, pero aun así les sonrió y les agradeció de corazón a todos. Federico le sugirió que empezara a partir el pastel, pues sabía que la señora Carvajal les autorizó unos pocos minutos. Cuando Elizabeth terminó de partir la primera rebanada, la señora Carvajal entró al comedor.
—Bien, ya se pasaron más minutos permitidos, regresen todos a su trabajo —les exigió.
—Pero queremos festejarle más a Elizabeth —dijo Federico.
—Pues le festejan en su tiempo libre —murmuró de mala manera—. Ahora a trabajar.
Varios se fueron refunfuñando un poco.
—No es nuestra culpa que esté amargada —susurró Federico a Amanda cuando Diamantina todavía no salía, así que su amiga le dio un codazo. Para buena suerte de él, su jefa no escuchó.
Una vez que salió la señora Carvajal, sin dedicarle ni una mirada de apreciación a Elizabeth, los que faltaban de irse salieron tras ella de mala gana. Elizabeth decidió cortar pedazos de pastel para todos y llevárselos. Axel le ayudó con la tarea.
Elizabeth cortaba las rebanadas y las ponía en los platos desechables y Axel les colocaba una cucharita de plástico encima y se los iba llevando a sus compañeros. Decidió llevarle a la señora Carvajal, pero vio que solo quedaba el último pedazo de pastel en la charola. Elizabeth ya había concluido y estaba lavándose las manos.
—¿Ya no hay ninguna otra rebanada?
—No, ¿faltó alguno por entregar? —Puso una expresión de preocupación.
—Faltamos nosotros y la señora Carvajal.
—Ah, bueno —dijo más aliviada—. Llévaselo a ella.
—Mejor come tú.
—No. —Negó con la cabeza—. Puede aparentar que no le interesa, pero si no le llevamos una rebanada se va a indignar.
—Tienes razón... —Se quedó pensativo—. Pero el pastel era para ti y no comiste nada. Hubiera comprado uno más grande —suspiró.
—No te preocupes. —Se secó las manos con una servilleta y se acercó a él—. Llévaselo.
—Está bien.
Axel se dirigió a la oficina de la señora Carvajal y tocó. Un minuto después escuchó la autorización para entrar. Una vez dentro, la mujer lo ignoró otro medio minuto.
—Ah, sí —comentaba con el teléfono en mano—, ¿puedes creerlo, Edgar...? Sí, Rosa ya está mucho mejor, es que el chamaco del demonio le enterró un pico en la panza. La pobrecita fue a parar al hospital, sí te conté, ¿no...? No, qué va... Espérame tantito, Edgar... ¿Qué? —Volteó a ver a Axel de mala manera—. Ya te dije que te fueras a trabajar.
—Solo le traje un pedazo de pastel —dijo él.
—Mmm —hizo una mueca—, déjamelo ahí. —Señaló el escritorio—. No me gusta el pastel pero bueno, te lo paso por el coco —masculló—. Ahora ya vete a trabajar, deja de perder el tiempo...
Axel asintió, un poco molesto por la actitud de Carvajal. «Mmm, si no le gusta mejor se lo hubiera comido Elizabeth». De nuevo fue a la cocina y vio a la joven esperándolo.
—¿Qué te dijo?
—Que no le gusta el pastel —masculló.
—Típico de ella, nada le parece.
—Te lo hubieras comido tú.
—Ya, no te preocupes. Después iremos nosotros a comer algo.
—¿Como una cita?
Ella rio con timidez.
—Algo así —susurró.
—Por cierto —dijo él—, Martina ya fue detenida. Faltan algunas cosas por ver, pero la buena noticia es que ya podremos estar juntos sin ningún inconveniente.
Elizabeth alzó una ceja y lo miró con picardía.
—¿Y quién dice que yo quiero estar contigo? —Preguntó con tono burlón.
Axel se ruborizó y eso le pareció adorable a la chica.
—Bu-bueno, yo... e-es que... creí que... —Comenzó a tartamudear.
La chica le puso el dedo índice en los labios para callarlo.
—Shhh, la buena noticia es que sí quiero estar contigo. —Sin decir más, se acercó a él y le robó un beso. Fue corto y simple, pero aun así Axel sintió un cosquilleo en su estómago.
Axel la tomó de la cintura y la acercó a él. La muchacha pasó sus brazos alrededor de su cuello.
—Me hiciste dudar. —Con su mano libre comenzó a acariciar su mejilla y juntó su nariz con la de ella—. Sabes, todo el mundo me decía que tú estabas enamorada de mí, no les quería creer pero veo que es cierto... —Se acercó y sonrió sobre los labios de Elizabeth.
—Agh —prorrumpió un poco avergonzada—, cállate y bésame bien —le exigió.
—Lo que ordene mi princesa —dijo burlón.
—¡Ya, Axel!
En ese momento el joven se acercó y la besó con más ímpetu y profundidad, probando su boca como había querido hacerlo desde hacía algún tiempo. Una vez que se distanciaron, la chica le dio unas palmaditas en el hombro.
—Tenemos que regresar al trabajo, que si nos encuentra así la señora Carvajal, nos va a golpear y después a despedir.
—Sí, lo sé.
En ese momento, tomó un poco de merengue que quedó en el traste del pastel y se lo embarró a Elizabeth en la nariz.
—¡Axel! —Le reclamó.
—Me lo debías, por el día de mi cumpleaños —le recordó.
Ella tomó una servilleta y le sonrió de forma retadora.
—Ya verás. —Se limpió la nariz. Después le dio un ligero empujoncito en el hombro—. Con que así vamos a empezar, ¿eh?
—No aguantas nada.
—Sabes que soy competitiva.
Se miraron desafiantes, pero al final él suavizó la mirada y le dio otro beso, acto que la desarmó, pues le correspondió al instante.
—Debemos dejar de hacer eso aquí —murmuró ella cuando se separaron.
—Lo sé, pero no me puedo controlar —susurró en su oído. La chica sintió que su piel se erizaba. Hizo el intento de besarla una vez más, pero ella se alejó un poco—. Vamos, no seas así, uno más y ya.
—Axel, debemos volver.
—Uno y ya —le insistió.
—No lo sé. —Fingió pensarlo—. No somos pareja ni nada.
—Eso era a lo otro que quería llegar, ¿quieres ser mi novia? —Se animó a preguntar. Al notar que ella lo miraba con atención, sin ninguna expresión, añadió—. Tal vez pienses que es muy pronto, así que no tienes que responder ahorita mismo si no quieres...
—Sí quiero —respondió con velocidad. Antes de que él dijera algo más, ella fue la que lo volvió a besar con más ganas, como si su vida dependiera de ello, como si no hubiera un mañana.
En lo que Axel correspondía su beso, se quedó cavilando en cómo habían cambiado las cosas para bien desde que comenzó a trabajar con Elizabeth.
Una vez que rompieron el beso, la chica recargó la cabeza en el hombro de él y se quedaron abrazados un rato mientras él seguía en sus pensamientos. Descubrió que en realidad ella era una buena persona y que la había etiquetado injustamente, aprendió a perdonar con sinceridad a Virginia y a Héctor y a desearles una vida feliz, y se dio cuenta de que para lograr el éxito había que trabajar duro, dando lo mejor y sin desfallecer. Al final, resultó que trabajar con ella no fue tan malo como lo pensó al principio, sino todo lo contrario, y el hecho de tenerla allí, en sus brazos, le hizo sentir que tenía razón: todo había valido la pena.
FIN.
¿Qué tal? Espero que estén muy bien.
Me alegra haber terminado de compartir este proyecto con ustedes, espero que les haya gustado :) Ver sus comentarios me hace muy feliz, así que espero que comenten mucho. Recuerden que sus votos ayudan a posicionar mejor la historia.
En verdad estoy agradecida con cada uno de ustedes por haber leído hasta acá, por sacarme carcajadas con sus comentarios, por leerme, ¡por todo!
Y pues solo recuerdo que tengo otras historias en mi perfil, si les gustó esta probablemente también les gusten ¿Amor o codicia? o Los mellizos Quintana, son más o menos de este mismo estilo. De hecho LMQ y ALVFDUG fueron escritos el mismo año, en 2018.
Seguiré subiendo más proyectos, ahora que Axel concluyó y El excéntrico Esteban está a punto de terminar de subirse, pienso publicar el último libro de la trilogía Vidas entrelazadas.
No tengo más palabras para expresar mi gratitud. Cualquier cosa pueden contactarme por mis redes sociales y si quieren unirse al grupo de WhatsApp de mis lectores mándenme un mensaje privado para que les envíe el enlace.
¡Saludos! ¡Los amo! :*
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