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Capítulo 23.


Después del trabajo, Axel fue una vez más a ver a Elizabeth, pero esta vez se dirigió hasta su casa, pues ella le avisó que ya la habían dado de alta. Kimberly, al enterarse de lo sucedido por boca de Augusto, decidió acompañarlo y al final su novio también quiso ir. En cuanto llegaron, fueron recibidos con amabilidad por Macarena, que los condujo hasta el cuarto de la chica.

Al llegar arriba, vieron que la chica, que seguía con el collarín y estaba recostada en su cama, estaba con otra joven de su misma edad. Al notar su presencia, ambas los saludaron.

—¡Eli —exclamó su amiga al ver a Axel—, él es el chico que arruinó la boda de Virginia!

Elizabeth rio un poco. El joven, por su parte, se sintió un poco incómodo. «Nunca me harán olvidar eso» pensó.

—Se llama Axel —lo presentó.

—Mucho gusto.

—Hola, soy Antonia. —Se presentó la joven. Era menudita y delgada.

—Mucho gusto, Antonia —saludaron los tres.

—¡Eli! —Kim se acercó a su nueva amiga. La abrazó con cuidado—. ¡Me alegra que estés bien! Me preocupé mucho cuando me contaron que habías chocado.

—No pasa nada, Kim, estoy bien —le sonrió.

—¿Te duelen mucho tus costillas?

—Lo normal, pero no te preocupes, estoy tomando medicamento.

Minutos después, Macarena les llevó bebidas a todos mientras seguían charlando, pero Axel no se sentía a gusto, seguía pensando en lo que Virginia le comentó. «Mañana hablaré con Martina, ¿pero qué le puedo decir? ¿Y si agarra un cuchillo y me lo entierra...? ¡Mejor que me lo entierre a mí y no a Elizabeth, no puedo permitir que le pase otra cosa!».

—Axel... Axel... —murmuró por segunda vez Augusto—. ¡Axel, despierta!

—¿Qué? —Salió de sus pensamientos para volver a la realidad—. ¿Qué pasa?

—Únete a la conversación —rio Augusto.

—Sí. —Fingió una sonrisa. En el fondo, se sentía un poco mal por Augusto. Pensaba que si delataba a Martina con las autoridades, él se molestaría. «Tengo que hablar con él más adelante». También quería hablar con Elizabeth del tema, pero no podía hacerlo delante de los demás.

Al final, Augusto, Kimberly y Axel decidieron irse temprano para no llegar tan tarde a sus departamentos.

—¿Cuándo regresas, Eli? —Le preguntó Axel.

—Hablé con Perla. Estaré de regreso en un mes y medio, me dieron estas semanas para reponerme por completo.

—¿Ah, sí? Y la vieja esa Carvajal diciéndome que me daba el ascenso cuando te recuperaras, si es que lo hacías —se quejó—. Me hubiera dicho que fue un choque, no que me lo maneja como un accidente automovilístico... Si me hubiera explicado no habría sentido que se me salía el corazón.

—Es una desgraciada, lo hizo a propósito —murmuró Elizabeth.

—Pero bueno, me alegro que no haya pasado a mayores. Trataré de sacar la mayor parte de tu trabajo.

—No te apures.

Después de que se despidieran de Elizabeth y de Antonia, Axel se dirigió con la primera para besar su mejilla. Antes de alejarse de ella, le susurró:

—Tengo que hablar contigo del asunto de los frenos.

—Virginia me comentó que ya sabías —murmuró en el mismo tono—. También quería ver eso, pero no ahora.

—Me encargaré de eso.

—No te arriesgues, ¿sí? Eso lo vemos después.

—Me siento responsable.

—Por favor, no te arriesgues. Está loca. Suficiente con un herido, no tiene por qué haber dos...

Axel le sonrió y se alejó con sus amigos, dejando a Elizabeth un poco preocupada. «Axel...» pensó la chica al verlo irse. «No hagas nada tonto, por favor».


***


Cuando llegaron al departamento, Axel entró con velocidad mientras Augusto y Kimberly se despedían en el pasillo, comiéndose la boca y manoseándose más de la cuenta. En el momento en que Augusto entró al departamento, decidió confrontarlo.

—Augusto, no puedo más, tengo que decírtelo —le dijo en cuanto entró.

—¿Qué? —Lo vio con fijeza—. ¿Me amas?

Axel rodó los ojos.

—Noooo.

—Ah, ¿entonces?

—Tengo la grave sospecha de que la persona que causó el accidente de Elizabeth fue tu prima.

Augusto lo miró con sorpresa.

—¿Estás seguro de...?

—No, pero mañana iré a confrontarla.

—Ah. Pero si dices que ella es la loca, ¿no te hará nada?

—No... —dijo seguro—. Creo... —añadió con duda—. El punto es que no dañe más a Elizabeth.

—¿En serio crees que Martina sea capaz...? —Se interrumpió a sí mismo. Axel lo miró con obviedad—. Bueno, sí, sí es capaz.

—Solo quería comentarte. No quiero que te molestes conmigo.

—Axel, Martina es mi prima y la quiero, pero si es verdad que hizo eso, merece pagar. O tal vez deba estar en un manicomio, siempre ha tenido problemas, desde chiquita.

—Esta vez se pasó.

—Sí, amigo. Por cierto, mañana cuando la confrontes, te llevas mi armadura, esa que usé la otra vez de cosplay en la expo de anime.

—Emm... —Pausó un poco—. No creo que sea necesaria.

—Pero te da sabiduría para enfrentarte a tus adversarios.

—Amm... No, no creo.

—Axel, sígueme la corriente.

—No.

—Ay, ya. Está bien. Pero no te quejes si tu enemigo resulta vencedor.

—Ya, gordo.


***


El siguiente día, después del trabajo, Axel se dirigió a casa de Martina para hablar con ella. Se encontraba sumamente nervioso, sudoroso y perturbado al saber que se encontraría con una psicópata, intento fallido de homicida, pero tenía que hacerlo, por Elizabeth. Tomó un taxi y se dirigió a la casa de la chica. En el trayecto recibió muchas llamadas de Elizabeth, que seguía preocupada por él y quería que tomara la decisión más sabia al no ir con aquella loca, pero prefirió no contestar, pues no quería turbarse más de lo necesario. Una vez frente al domicilio, tocó el timbre y esperó unos minutos hasta que abrieran. Lo recibió la mamá de Martina, que parecía sorprendida por verlo allí.

—Buenas tardes, señora, ¿está Martina?

—¿Qué haces aquí? —Preguntó de mala manera.

—¿Está Martina? Tengo que hablar con ella —dijo con tono serio.

—No eres bienvenido, vete.

—Necesito hablar con Martina. —Subió su tono de voz.

—Que te largues. No está.

Pero antes de que dijera otra cosa, Martina, que se acercó creyendo escuchar la voz de Axel, abrió toda la puerta y se lanzó en los brazos del muchacho.

—¡Axel, recapacitaste y viniste por mí! —Exclamó, alzándose de puntitas y llenándole de besos el rostro. El muchacho, por su parte, hizo una mueca y trató de hacerse hacia atrás al mismo tiempo que la alejaba. La madre de Martina notó eso, pero al parecer ella no.

—Tenemos que hablar, Martina.

—Sí, mi amor, hay mucho de qué hablar, ven. —Le tomó la mano y lo dirigió hacia dentro.

—¡Martina, ¿qué haces?! —Exclamó su madre—. Esta es mi casa y le prohíbo la entrada.

—Ay, madre, también es mi casa y yo lo invito. Puede venir las veces que quiera.

Sin agregar más, llevó al chico hasta su habitación. Su cuarto era muy diferente al de Elizabeth. El de aquella chica era espacioso, blanco, pulcro, con un guardarropa elegante, pocos muebles y todo perfectamente acomodado. El de la castaña, sin embargo, era más pequeño, color rosa pastel y había un relajo en la habitación: ropa sucia tirada y echa bola en la esquina, su cama estaba llena de peluches mal acomodados, tenía muchas cosas desordenadas y se veía que no había limpiado en un tiempo.

—Lamento el desorden, mi amor, no sabía que vendrías —se disculpó, soltándole la mano. Axel se cruzó de brazos—. Le dijiste a mi madre que querías hablar conmigo, pero sé tus verdaderas intenciones.

—¿Ah, sí?

—Sí... Axel —dijo con seriedad—, yo quería esperar hasta el matrimonio, pero sé que a los hombres les cuesta un poco más seguir esto y yo quiero complacerte, así que hazme tuya.

Axel frunció el entrecejo y la miró sin comprender. «¿Qué carajos...?». La chica dio un paso hacia él pero se alejó.

—No entiendes, ¿verdad? Vengo a hablar de Elizabeth.

—¿Esa qué? —La expresión de la joven cambió a una muy molesta.

—¿Por qué lo hiciste? —Sin que ella se diera cuenta, tomó su celular y comenzó a grabar sus voces. Luego lo volvió a dejar en su bolsillo—. ¿Por qué le cortaste los frenos a Elizabeth?

Martina lo miró sin ninguna emoción en el semblante. No parecía molesta o indignada, solo indiferente.

—Dime, ¿por qué? ¿No mides las consecuencias? Le pudo haber pasado algo muy feo.

—¿Por qué te importa ella?

—Yo la quiero, Martina, es importante para mí, pero eso me molesta que te hayas metido con ella.

—¿La quieres como a una novia? —Preguntó con voz seria.

—Sí —respondió.

—¡¿Por qué?! —Alzó la voz.

«Esto no lleva a ningún lado, no confiesa. Piensa, Axel».

—Porque sí. Y tú le hiciste daño —le recriminó—. ¿Qué ibas a hacer si se moría?

—¡Pero no le pasó nada! —La chica explotó finalmente—. ¡Ya sabía que no le pasaría nada! La vi antes, vi que manejaba como viejita, ¡no le pasó nada! Era solo un escarmiento para que se alejara de ti, no pensé en matarla.

«Ahí está».

—Pero tú eres un malagradecido. —Comenzó a llorar—. Me metí a aprender cosas nuevas por ti, estuve practicando horas en la cocina para aprender a nuevas recetas para cuando nos casáramos, te di todo mi amor, pensé en entregarte mi virginidad. —Se limpió las lágrimas—. ¡Te di todo! Y aun así no te importé, ¡te fuiste con la primera que se te cruzó! —Siguió sollozando.

«Vaya, de veras está loca, hasta me siento mal por ella» pensó un poco apenado. «Pero no, no me debe dar lástima, estoy aquí por el bienestar de Eli».

—¿Entonces sí cortaste los frenos de Elizabeth?

—Que sí, ¡pero lo hice por ti! ¡Todo lo hice por ti! —Se acercó a él y tocó sus brazos, pero él se alejó—. ¿Por qué no te das cuenta?

—¿Cómo lo hiciste?

—No fue difícil —se burló—. Esa noche lo único que hice fue seguirla y colarme en su patio para quitarle los frenos, yo sé de mecánica, aprendí por ti, te dije que aprendí muchas cosas por ti, porque sé que te gusta eso... —Quiso volver a tocarlo pero se volvió a alejar.

«Casi me toca». Se hizo hacia atrás. «Ahorita de seguro que saca un cuchillo y me lo entierra». Esa acción fue por miedo, pero Martina creyó que era desdén y comenzó a lloriquear aún más.

—Es todo lo que quería saber —murmuró Axel. Sin decir más, se dirigió a la puerta y salió lo más rápido que pudo.

Martina se recargó en la pared y se sentó, abrazando sus piernas, llorando desconsoladamente, sola, con el corazón roto.


***


Axel salió de la habitación de Martina y la madre, que escuchó los sollozos de su hija, lo miró de la peor manera.

—Lárgate, no eres bienvenido aquí, ya te lo había dicho, ¿a qué viniste?

—Ya, ya me voy —respondió, dirigiéndose a la puerta y cerrándola después de salir.

Al siguiente día, pidió permiso para salir más temprano para ir a la comisaría. La señora Carvajal sospechaba que estaba viendo algo del asunto de Elizabeth, así que se lo concedió pero se arrepintió de haberlo puesto a él a cubrir a la chica. «Bueno, es de los más capaces, pero al parecer tiene cosas que hacer» pensó la mujer.

—Disculpe, pero tengo información acerca de quién cortó los frenos de Elizabeth y quiero que se solucione en cuanto antes, no quiero que le pase nada malo —explicó cuando se le concedió, para que viera que era algo importante y no algo trivial.

—Ah, pues ve —dijo con aparente indiferencia—. La quieres mucho, ¿no es así?

—Sí —respondió él.

—Ya era hora, ella siempre te quiso, era muy obvia.

Él se ruborizó.

—¿Ah, sí? Nunca lo noté.

La mujer rodó los ojos.

—Sigo pensando que ella es mucho para ti, pero bueno, no entiende, el amor la ciega.

—Ah. —Aplanó los labios con molestia.

—Pero espero que dure, porque los hombres siempre son así de que nos quieren mucho y todo, pero a la mera hora ven que somos mejores que ustedes y nos terminan dejando —masculló—. No soportan que una sea más exitosa y gane más.

Axel la miró con impresión. «Ahora entiendo todo... De seguro que se la pasaba restregándole en la cara al hombre que era mejor que él en todo y por eso la dejó» pensó.

En cuanto salió del trabajo, Axel se dirigió a la comisaría de manera inmediata. Ahí, pidió hablar con uno de los policías. Cuando este le pidió explicaciones, Axel habló.

—Tengo pruebas de una mujer que intentó matar a otra.

El policía alzó una ceja. Axel le puso la grabación y el hombre escuchó todo junto con otros compañeros. Parecía fastidiado.

—Vamos, deben hacer algo.

—Está loca, eso se ve con el manicomio, no con nosotros —dijo con tono aburrido.

—Pues deberían hacer algo, digo, ya que no atraparon a aquel político que robó millones, mínimo deben de meter a la cárcel a esta mujer por intento de homicidio. Digo, esa Martina no tiene dinero, no tiene contactos, no es hija de ningún político, es una loca común y corriente, no creo que tengan problema con eso, ¿o sí? Porque si no puedo ir a la prensa y por ahí recordarles acerca del político corrupto...

—Mmm, regresa en una semana —masculló el hombre sin darle mucha importancia.

—Si no hacen nada regreso mañana... y con la prensa —agregó mientras se cruzaba de brazos.

Los policías se miraron entre ellos y se alejaron un poco.

—Este tipo va a sacar un escándalo si no hacemos algo contra la loca que quiso matar a su novia —susurró uno de ellos. El otro se encogió de hombros.

—Vamos por ella.

Días después, los policías agarraron a Martina. Les ayudó mucho el hecho de que no era muy inteligente, ya que terminó quebrándose y aceptando todo. La chica estaba a punto de entrar a su casa, pero antes de hacerlo la atraparon. Axel había dado una foto de ella y por eso la pudieron reconocer. La joven al final se fue gritando que no se la tenían que llevar a ella, que solo era un escarmiento para la zorra que le quitó a su novio y, para furia de los policías, también gritó que eran unos incompetentes, que mejor se hubieran llevado al político corrupto que se robó millones y no a ella, una pobre e inocente mujer enamorada. Para colmo uno de los vecinos la grabó, subió el video a Internet y se hizo viral.



Ja, ja lo último del video que se hizo viral siempre me mata xD

Y bueno, me está dando muchísima nostalgia darme cuenta que este es el penúltimo capítulo de la historia. Y en serio agradezco mucho el apoyo que me han dado, les mando un abrazo muy fuerte, ¡si llegaron hasta aquí tienen todo mi amor! :D <3

Solo me gustaría saber: ¿Cuál es su personaje favorito?

¿Cuál es el que les cae peor?

¿Se han identificado con algún personaje o alguna situación de esta historia?

¿Están preparados para el final? Solo falta darle un cierre :'D

Nos vemos muy pronto :D








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