Capítulo 22.
A las ocho en punto de la mañana, Axel llegó con una buena actitud, pensando que sería un día asombroso. Se levantó temprano, tarareó una que otra canción mientras se preparaba algo de comer, e incluso le ayudó a Augusto con los platos sucios. En el trabajo chequeó temprano su entrada y se dirigió a su escritorio, todavía entonando una canción. Empezó a trabajar con mucho ánimo. Notó que Elizabeth no llegó temprano, como acostumbraba. «¡Qué raro!» pensó. «A lo mejor pidió permiso». A mediodía llegó Perla y se puso delante de él.
—Axel, la señora Carvajal te quiere ver.
—¿A mí?
—Sí.
—Está bien —dijo extrañado—. Voy para allá. —En seguida se levantó y se dirigió a la oficina de su jefa. Una vez allí tocó y tuvo que esperar aproximadamente un minuto hasta que escuchó el «adelante». Después de saludarse, la mujer habló.
—Axel, iré al grano porque no tengo mucho tiempo. Te doy el ascenso de supervisor... —El joven se quedó asombrado al escuchar eso—. Temporalmente —agregó—. Ya estuvimos mucho rato sin el puesto, debes comprender que no se pueden atrasar más las cosas, el tiempo es valioso —explicó—; no te emociones, como ya te dije, es temporal hasta que Elizabeth se recupere... Si es que se recupera —agregó.
Axel se preocupó al oír eso último.
—¿Elizabeth? —Preguntó, sintiendo una opresión en el pecho—. ¿Qué le pasó? ¿Cómo está?
—Ah, ¿no sabes...? —Pausó, pero al ver su cara de desconcierto, continuó—. Tuvo un accidente automovilístico.
—¡¿Cómo que un accidente automovilístico?!
—Sí, como oyes. Se accidentó. Era algo de los frenos, creo que se los cortaron o algo así escuché. La policía fue a investigar.
Axel se agarró el pecho y empezó a respirar con mucha dificultad. Para colmo, Diamantina no dejaba de hablar.
—Pobrecita, está en el hospital San Agustín, le llevé un globo... O un ramo de flores. No me acuerdo. Como mi hermana Rosa también está en el hospital no recuerdo qué le di a cada una. Uno de sus hijos le enterró un pico en la panza a la tonta y por eso es que no me gustan los chamacos...
—Creo que voy a vomitar —dijo Axel entre arcadas.
—¡Te despido! —Lo amenazó.
—Discúlpeme. —Salió corriendo al baño. Minutos después, regresó con Diamantina. Ni siquiera tocó la puerta, solo la abrió y le habló con rapidez—. Jefa, ¿me da permiso de ir al hospital a ver a Elizabeth? —Preguntó. Lucía muy pálido y temblaba un poco.
La señora Carvajal lo miró con atención.
—Ve. Te doy una hora, ¡y te la descontarán! —Advirtió.
—Sí, no importa, ¡muchas gracias! —Exclamó. En seguida salió corriendo.
En ese momento entró Perla, un poco preocupada al ver salir corriendo al joven de esa manera.
—Se veía muy mal —dijo la secretaria.
—Sí, qué exagerado.
—¿Le comentó lo de Elizabeth?
—Sí —dijo con tono seco—. Pidió permiso para verla. Asegúrate que se le descuente la hora de ausencia.
—Sí, jefa.
***
Desde que Catalina se enteró que su hija chocó, se dirigió rápidamente al hospital y tuvo un alivio al ver que la chica no sufrió nada grave. Le pusieron un collarín, tenía algunos rasguños y moretones, y se rompió dos costillas, pero no llegó a más.
—Tu padre llegará a verte pronto —le dijo con dulzura.
—Dile que no se preocupe, estaré bien. —Sonrió.
—¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?
—Un poco.
—Iré a traerte algo de comer. Ahora vuelvo.
La chica se quedó sola y cerró los ojos para descansar un poco, pero minutos después escuchó que alguien abría la puerta de la habitación donde estaba.
—¡Elizabeth! —Virginia entró en ese momento a su habitación. Parecía preocupada, pero al verla solo con un collarín y algunos raspones y moretones, se alivió visiblemente. No sabía que su prima también se había roto las costillas, pero ver que al menos estaba consciente y movía sus piernas, hizo que su preocupación se esfumara—. Vaya, casi no te paso nada, mi tía exagera todo... —Elizabeth rodó los ojos—. Por cierto, Héctor también está preocupado, le avisaré que estás bien. —Sacó su celular y le mandó un mensaje a su esposo; después se dirigió a ella—. Ahora que sé que estás bien, te puedo decir que eres una estúpida. O sea, chocaste con un poste, Axel te está pegando su idiotez.
—Virginia, cállate.
—Por cierto, ¿ya cogieron? ¿Te gustó?
—Cállate —dijo con seriedad.
—Responde.
—¡No!
—¿No te gustó? Te dije, Héctor es mejor, no porque quiero que cojas con mi marido sino porque en verdad está mucho mejor mi morenazo sexy, Axel es muy, ¿cómo decirlo? ¿No te satisfizo, verdad...?
—¡Virginia! —Exclamó—. No hemos hecho nada. Ni siquiera somos novios.
—¿Ah, no? Se están tardando.
Elizabeth rodó los ojos.
—Pero bueno, como te decía, Axel te está pegando su idiotez... Qué digo idiotez, su imbecilidad, cómo se te ocurre chocar contra un poste. O sea, sabía que estabas bien mensa, pero no creí que tanto...
—Era eso o atropellar a un cachorro.
—Pues te lo hubieras llevado, total.
—¿Cómo crees? ¿Quién mataría a un inocente perrito?
—Yo lo hubiera hecho —murmuró. Elizabeth la miró con fijeza y no adivinó si lo decía en serio o a modo de broma—. ¿Por qué no frenaste?
—Virginia, cortaron los frenos.
Virginia frunció el entrecejo.
—¡¿Qué?! —Exclamó con preocupación—. Pero tú no tienes enemigos, ¿o sí?
—Creo saber quién fue. —Entrecerró los ojos.
—¿Quién? —Preguntó con los ojos muy abiertos—. ¿La señora de la estética? Pero no fue tu culpa, o sea, le dijiste que era una inútil buena para nada cuando te arruinó el pelo hace unos años, pero ya pasó mucho tiempo, además sí era bien inútil, parecía que cortaba con los pies...
—No, Virginia, no es la señora de la estética.
—¿Entonces?
—Se llama Martina, ¿has oído de ella?
—¿Martina? —Se quedó pensando—. ¿Dónde la he oído?
—Es una acosadora de Axel —masculló.
Virginia abrió los ojos con impresión.
—¿Esa perra...? Sí la recuerdo, es prima del obeso ese. Cuando la conocí, todavía era novia de Axel, ella siempre me veía feo, pero no estaba segura si yo era la novia de él o de Héctor —se burló—, y además soy mucho más guapa, así que nunca me dijo nada. —Sonrió, moviendo sus tirabuzones—. Cuando terminé con Axel, ella se enteró de todo y empezó a molestarme y a amenazarme, diciéndome que si se me ocurría regresar con él, me iría mal... Al final la callé comentándole que yo no tenía nada con Axel porque no cogía tan bien como Héctor... Dejó de fastidiarme. ¡Qué bueno que corneé a Axel!
Elizabeth frunció el entrecejo.
—Esa mujer está loca.
—Dile al imbécil de Axel que haga algo, esto no se puede quedar así, ¡casi te mata! ¿Y entonces a quién iba a fastidiar? —Hizo un gesto exagerado de sufrimiento, aunque en el fondo sí estaba preocupada por su prima.
—Gracias, yo también te quiero a pesar de todo.
—Por cierto, cuando te cases con Axel prometo no arruinar tu boda... A propósito.
—No te voy a invitar —dijo con seriedad, aguantándose la risa.
—Vamos, yo te invité a mi boda.
—Para que organizara todo.
—Pero te invité —le reclamó.
Elizabeth no pudo responderle, pues en ese momento entró Axel. El chico estaba jadeante, y lucía muy preocupado. Él tomó el primer taxi para dirigirse al hospital y le estuvo diciendo al conductor, para molestia del mismo, que fuera más rápido, lamentándose en el camino por lo sucedido con la chica. Las dos mujeres notaron su estado de desasosiego.
—Ugh, ahora vuelvo, Eli. —Virginia hizo una mueca—. Los dejo solos. —Se acercó a la salida—. Dame permiso, imbécil.
Axel, todavía con expresión preocupada, se hizo a un lado sin responderle nada. La pelirroja salió y cerró la puerta tras de sí.
—Axel, ¿qué haces aquí? —Le preguntó cuando estuvieron solos—. Me da gusto que vengas, pero no quiero que tengas problemas, deberías estar en el trabajo...
El chico suspiró con un gran alivio al verla bien. No le respondió, solo se acercó a ella y la abrazó, tratando de ser delicado por su estado.
—¡Me alegra que estés bien! —Exclamó—. Sí te sientes bien, ¿no? —Se separó un poco y acarició su mejilla—. ¿Cómo funcionan tus piernas? ¿Necesitas algo?
—Estoy bien, Axel, tranquilo. Solo me rompí dos costillas, nada más. No es para tanto...
Él la miró con atención y Elizabeth notó, con extrañeza, que la expresión de Axel cambiaba a una de preocupación por otra de furia.
—¡Pinche vieja cabrona! —Exclamó con enojo.
Elizabeth alzó una ceja con impresión.
—¿Disculpa?
—¡No, no! —Tomó su mano—. Discúlpame, Eli, no creas que me refiero a ti, ¡es a la señora Carvajal!
—¿Por qué? —Preguntó, ya más tranquila.
—¡Porque la vieja esa me dijo que habías tenido un accidente automovilístico! ¡Y lo peor es que me dijo que tenía tu puesto temporalmente hasta que te recuperaras, si es que te recuperabas! —Exclamó—. Me espanté muchísimo, creí que te había pasado algo muy grave, me imaginaba que estabas en estado vegetal o que habías quedado paralítica. —Apretó su mano con más fuerza. La chica, que miraba su mano entrelazada con la de él, notó, y sintió, que cayó una gota en su mano, así que levantó la mirada y advirtió que él había derramado una lágrima. Eso la conmovió.
«¡Ay, es tan hermoso, mi vida, mi amor, qué lindo que es!» pensó.
—Tranquilo, estoy bien —dijo con tono tranquilizador; todavía le costaba un poco ser expresiva con el chico, aunque cada vez trataba de serlo un poco más, así que alzó su otra mano para limpiarle el rastro de la lágrima.
—Me alegro que no haya pasado a mayores... Y no me caía mal la señora Carvajal, pero ahora siento que la detesto, es decir, me hubiera dicho que chocaste pero que estabas bien, no que me dice con aquellas palabras, ¡sentí que me moría!
—Yo la odio —murmuró ella.
—¿En serio? —Él alzó una ceja—. ¿No te cae bien?
—Para nada... Pero tú sí me caes bien. —Agregó con tono divertido, para tratar de calmarlo más—. Me asustó cuando llegó con un ramo de flores y un globo.
—¿Qué globo? —Axel volteo y vio un globo de helio que decía «Feliz Cumpleaños»—. ¿Bueno, que está loca o qué?
—La verdad no entendí muy bien lo que dijo, pero trataré de explicártelo; mencionó algo del cumpleaños de su sobrino Esteban, algo de que el palo de la piñata estaba picudo, y que ayer a su hermana le enterraron un pico en la panza. Después mencionó que aprovechó para venir a verla otra vez y dijo: «Las rosas son para Rosa pero te traje el globo a ti. Mi sobrino no se lo merece» —rio un poco—. Pero quédate tranquilo, mi mamá vino a salvarme de su «interesante» plática y estoy bien... Estoy bien... aquí contigo.
Él le sonrió y besó su mejilla. En ese momento entró Catalina con una bandeja de comida.
—Hola, señora. —Se separó de la chica.
—Axel, me da gusto verte —le sonrió—. Y ya te dije que me digas Catalina.
—Está bien, seño... Catalina.
—¿Cómo estás?
—Bien, gracias.
—¡Qué bueno que viniste a ver a mi Eli!
—Sí, tenía que venir a ver cómo estaba.
—Gracias a Dios no pasó a mayores —expresó Catalina, acercándose con la charola y poniéndosela encima a su hija con mucho cuidado. La chica hizo una mueca de dolor al enderezarse pero no soltó ni una exclamación—. Ten, come con cuidado.
—Gracias, mamá.
—Por cierto, tu padre llegará en unos minutos, ya está por llegar.
—Dile que no se apure.
Axel se quedó viendo a ambas y después carraspeó un poco para atraer su atención. Una parte de él quería quedarse más tiempo, pero la otra no quería estar cuando llegara el señor Vidal, pues en su interior se sentía un poco intimidado por el hombre alto de mirada dura, además de que tenía que volver pronto al trabajo.
—Mmm, yo tengo que irme, solo quería cerciorarme de que estuvieras bien. —Se dirigió a Elizabeth—. Tengo que volver a trabajar, pero al rato regresaré a verte.
—Yo creo que en la tarde noche ya estaré en casa, así que puedes llegar allá si quieres.
—Sale, dependiendo de donde estés, yo llego. Me avisas cuando te den de alta, ¿sí?
—Sí, yo te aviso, vete con cuidado.
—Te veo al rato. Hasta luego, seño... Catalina. —Se dirigió a la mujer.
—Hasta luego, hijo, cuídate.
***
Axel salió de la habitación y miró a Virginia sentada en las bancas de espera, viendo su celular con aparente desinterés. Sin saber por qué se acercó a ella, tal vez en el fondo se sentía mal —pero nada más poquito— por lo sucedido en la boda de la chica, así que decidió hacer las cosas bien para que su consciencia quedara tranquila.
—Virginia —murmuró enfrente de ella.
La pelirroja, sin dejar de ver su celular, le respondió.
—¿Qué quieres? —Masculló. Él se sentó junto a ella.
—Lo lamento...
Virginia dejó de ver su celular y lo miró con sorpresa.
—¿Qué?
—Virginia, lo lamento. Lamento haber arruinado tu boda, en serio. Solo que el presentador preguntó quién quería hablar y no pude evitar tomar el micrófono, ya sabes, yo siempre fui muy participativo —le explicó mientras la joven lo veía con atención—. La primera vez fue a propósito, pero en serio que esta vez no, lo hice sin pensarlo. Y en verdad espero que seas muy feliz con Héctor, les deseo lo mejor, lamento haberlos hecho pelear en su boda.
Virginia bajó la mirada, casi sintiéndose culpable.
—Lamento haber arruinado tu amistad con Héctor —suspiró finalmente—. Pero no lamento haberte puesto los cuernos —levantó el rostro—, eres un pendejo.
Axel rio un poco, la conocía bien por el tiempo que había convivido con ella, sabía que era una manera de disculparse.
—Por cierto, no quiero que mi prima salga más lastimada, tienes que hacer algo.
—¿Yo? ¿De qué?
Virginia rodó los ojos.
—Axel, a Elizabeth le cortaron los frenos, no chocó por idiota como tú... comprenderás.
El chico recordó que la señora Carvajal le mencionó lo mismo, pero en ese momento estaba tan preocupado que no le prestó mucha atención.
—¿Quién fue?
—¿En serio no tienes ninguna sospecha?
Axel se quedó pensando.
—No —dijo finalmente.
—De veras que eres pendejo —murmuró. Axel la miró de mala manera—. No me veas así, es la realidad.
—Como sea, dime quién.
—¡Pues Martina!
—¡¿Qué?! ¿En serio?
—No lo digo yo, Eli cree que fue ella, sus razones ha de tener. —Se encogió de hombros—. Aunque no puedo afirmarlo, tiene tiempo que no veo a esa psicópata, pero no lo descarto.
Axel se quedó pensando.
—Ahora que lo pienso, es muy creíble. ¿Qué puedo hacer?
—¿Por qué me preguntas a mí?
—Vamos, tú siempre eras la de las ideas, ayúdame —le pidió.
Virginia, al igual que él, se quedó pensativa.
—¡Ya sé! —Dio un brinco y lo miró con fijeza—. ¡Mándala a madrear!
—¿Qué? —Alzó una ceja.
—Sí, ¡pártele su madre!
—¡No! —Exclamó—. No haré eso.
—¿Por qué no? Ah, pero de Héctor y de mí sí te vengaste. —Se cruzó de brazos.
—Oye, pero no golpeé a nadie, eso no va conmigo —explicó—. Soy más de palabras.
—Palabras idiotas —dijo con ironía.
—Ya... Agh. —Se pasó las manos por el rostro—. No sé qué hacer...
—Pues si eres de palabras, confróntala —comentó Virginia después de pensar un poco más—. Puedes reclamarle por qué lo hizo. Conociéndola, chance y lo acepte. No es tan lista como para negarlo.
—¿Y qué ganaría con eso?
—No declarará, pero puedes sacarle la sopa y grabarla. —Lo miró a los ojos—. Así tendrías pruebas.
Axel la miró con atención durante unos segundos, incluso Virginia sintió curiosidad por saber qué pensaba él de su idea.
—Virginia, eres una genio —dijo finalmente.
La joven sonrió de medio lado.
—Lo sé, todo el tiempo me lo dicen. No es fácil, pero qué se le puede hacer... —Ambos rieron por el comentario—. Axel —suspiró—, me hiciste recordar por qué anduve contigo. —El joven la miró sorprendido, sin saber qué responder—. Y también recordé por qué te puse los cuernos, ¡no me arrepiento! —Rio con cinismo. Axel rodó los ojos.
—Ya, bye. —Se levantó del asiento—. Pero gracias por tu consejo y tus extrañas disculpas, supongo que nos debemos de llevar bien ahora. No me pude librar de ti, ahora eres como una especie de cuñada, ¿a qué sí?
—Ay, ni me lo recuerdes. Pero cuida de Elizabeth, ¿sí? —Le sonrió un poco.
—Sí, lo haré —respondió y se alejó con paso rápido.
Ah, por fin pude actualizar. Lamento haberlos hecho esperar pero me surgieron unos contratiempos familiares :c
En fin, espero que les haya gustado el capítulo :D
Me siento culpable pero Virginia y Carvajal siempre me han caído muy bien xD no sé a ustedes jaja
Ahora falta que Axel confronte a Martina, ya veremos cómo saldrá todo.
¡Nos vemos muy pronto!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro