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Capítulo 17.


El siguiente día, Axel se encontraba nervioso por la presentación. No solo porque estaría la señora la Carvajal, sino que también su superior, el señor Cado, un hombre de mediana edad, alto, con porte y elegancia, de cabello ligeramente canoso.

—Estará todo bien, relájate —le dijo Elizabeth.

—Eso intento, pero no puedo.

—Tú tranquilo. —Se acercó a él y le tomó las manos—. Respira profundamente.

Él lo hizo y se tranquilizó un poco. Después le sonrió.

—Gracias.

En ese momento lo soltó y volvió tomar los folders.

—Vamos a la sala de juntas.

En cuanto llegaron, vieron a Perla acomodando todo a la perfección.

—Buenos días, Perla —saludaron los dos.

—Buenos días —respondió la chica.

Elizabeth comenzó a acomodar todo mientras Axel la ayudaba. Para tratar de disminuir la tensión, el chico inició una conversación con Perla, pero de inmediato se arrepintió.

—Perla, ¿tú conoces al señor Cado?

—Sí, lo conozco. Les deseo mucha suerte, el señor Cado es igual de estricto, o incluso un poco más, que la señora Carvajal.

Axel tragó grueso.

—¿En serio?

—Sí. La verdad es que se ve amable y todo eso, pero a la hora de evaluar trabajos es exigente, lo he visto.

Elizabeth miró a Axel con expresión seria, como diciéndole «deja de preguntar acerca de ese hombre, no estás ayudando a disminuir tus nervios». Axel entendió a la perfección y prefirió cambiar de tema.

—Perla, cuéntanos, ¿qué hiciste el fin de semana?

—No mucho, fui al cine con unos amigos.

Elizabeth le iba a preguntar qué película habían visto pero en ese momento entró la señora Carvajal junto con el señor Cado. Ambos estaban conversando y riendo, ignorando a los jóvenes. Perla terminó de preparar el café y acomodar las galletas; se despidió con voz suave.

—Si me necesitan, estaré afuera. —Sin decir más, salió.

Elizabeth fue la que empezó a hablar.

—Buenos días —dijo con tono seguro—. Mi compañero, Axel Silva, y su servidora les hablaremos acerca de los beneficios que tiene nuestra empresa y que la competencia no. —Se acercó al señor Cado y le extendió el trabajo escrito.

La chica comenzó a explicar toda la información que encontraron, las diapositivas solo tenían imágenes, así que todo el contenido se lo tuvieron que aprender de memoria. Cuando calló, le hizo una pequeña señal a Axel para que empezara a hablar. A pesar de que estaba nervioso, su tono se oía convincente. La señora Carvajal los miraba con indiferencia, casi dando la impresión de estar aburrida con su presentación, pero el señor Cado los veía con profundo interés.

Al finalizar, ambos jóvenes salieron, dejando solos a sus jefes.

—¿Qué opinas, Diamantina?

—Sinceramente me esperaba algo mejor, Edgar —comentó la mujer con tono desinteresado.

—Vamos, no seas así, fue un trabajo muy bueno. —Empezó a hojear el trabajo escrito.

—Pero quedé conforme —agregó la mujer—. Comprendo que no todo el mundo es tan excelente como yo.

Edgar echó una risotada.

—No te rías, no era broma —lo reprimió. A pesar de que era su jefe, ya tenía confianza para hablarle en ese tono de tanto tiempo que se conocían y llevaban trabajando juntos.

—Está bien. ¿Y esos son los dos que compiten por el ascenso? —Le dio un sorbo a su café, en verdad estaba asombrado de ver personas tan jóvenes siendo candidatas para el ascenso en vez de sus empleados más antiguos. Le interesaron mucho desde un principio.

—Sí. En lo personal prefiero a la chica, es más eficiente.

—Vamos, el chico también es bueno.

—Ella es mejor. Trata de averiguarlo por ti mismo.

—No lo niego, pero tengo que ver otras cosas también... —Se quedó pensativo—. ¿Cuál de los dos es mejor persona?

—No lo sé.

—¿En serio? Son tus trabajadores, Diamantina —le reclamó—. Los resultados importan, pero también que ellos se sientan a gusto, para eso debes involucrarte un poco más.

—Lo tomaré en cuenta —murmuró, meneando su café con una cuchara.

—Bueno, mientras tendré que hablar con cada uno, quiero ver el tipo de persona que son.


***


Mientras tanto, Axel y Elizabeth hablaban acerca de la presentación que tuvieron.

—Al principio estaba muy nervioso, pero creo que me controlé.

—Lo hicimos bien, Axel.

Se quedaron un momento callados.

—Oye, cambiando de tema, cuando me fui de tu casa, ¿tus padres no dijeron nada? ¿No te regañaron? ¿Se quejaron de mí?

—No, para nada, les pareciste amable.

—Tu padre al principio me quería ahorcar.

Ella rio. Le iba a responder con una negativa pero en ese momento salió el señor Cado de la sala de juntas y se acercó a ellos.

—Quedé muy impresionado con su trabajo, chicos —les dijo. Pudo ver que ambos se asombraron al oírlo, estaba seguro de que Diamantina nunca los felicitaba de esa manera.

—Gracias —respondió ella.

—Por cierto, joven Axel, necesito que vayas a traerme unos documentos que dejé en mi auto. —Sacó las llaves de su bolsillo y se las aventó. El chico las tomó en el vuelo—. Están en un folder negro, ¿podrías buscarlo y traerlo? —Preguntó con amabilidad.

—Por supuesto.

—Mi auto es el negro de la entrada.

—Sí, ya sé cuál —dijo Axel. «El más lujoso» pensó.

Cuando desapareció de la vista de ambos, Edgar fue el primero en hablar.

—Les quedó muy bien la presentación.

—Gracias.

—Supe por Diamantina que tú eres una de las que quieren el próximo ascenso a supervisor.

—Es cierto.

—Eres una chica muy responsable. A decir verdad, no le vayas a decir a nadie, pero eres la candidata favorita de Diamantina.

—¿Ah, sí? —Sonrió.

Edgar pudo ver la expresión de la chica. Orgullosa, segura de sí misma, sensata. «Vamos a cambiar un poco las cosas, a ver cómo reacciona» pensó.

—Pero para serte sincero, el joven que expuso contigo también es muy bueno. ¿Te molestaría si te digo que a mí, en lo personal, me gustaría que se le diera el ascenso a él? —Se atrevió a preguntar—. Pero no te preocupes, no solo depende de nosotros dos. —Se refirió a él y a la señora Carvajal.

Elizabeth sonrió, aunque en el fondo imaginaba a dónde quería llegar.

—Axel es muy bueno en su trabajo. Si le van a dar a él el ascenso no me molestaría, pues sé que sería por sus méritos.

Edgar se sorprendió al oír eso. Supo que la joven intuyó su finalidad, pero lo que le asombró fue darse cuenta de su sinceridad al responder. Cuando hacía las mismas preguntas a otros trabajadores, había algunos que se molestaban y preferían no decir nada, y los que se daban cuenta de su objetivo, así como ella, contestaban con falsedad e hipocresía, pero Elizabeth se veía muy franca al hablar, como si de verdad sintiera afecto por Axel. «Vaya, hasta puedo afirmar que está enamorada del muchacho» pensó sonriendo un poco. «Por eso responde de esa manera, si le hubiera dicho de otra persona en este momento estaría mentándome la madre».

—Eres una chica muy lista, Elizabeth, y también muy amable. Y para que quedes tranquila, no tengo preferencia por ninguno, aunque creo que tú supiste mis intenciones desde un principio.

—¿Qué intenciones? —Preguntó con inocencia fingida.

Él se carcajeó un poco, luego carraspeó y se puso serio.

—Ya, también eres graciosa. Espero que ese chico Axel se dé cuenta de tus sentimientos hacia él, harían una grandiosa pareja.

La chica se ruborizó por completo.

—¿Tan obvia soy?

—Sí —respondió el hombre—. Es tan obvio que de seguro todos los saben menos él.

—Con él trato de no ser tan obvia.

Antes de responder algo, llegó Axel con el folder negro y se lo extendió.

—Gracias, muchacho. Ven acá, necesito decirte algo.

Antes de desaparecer con Axel, Edgar miró a Elizabeth y le sonrió. La chica le devolvió el gesto y supo que le preguntaría lo mismo al joven. Ella suspiró y se dirigió a su escritorio, tratando de pensar únicamente en la presentación.


***


Cuando el señor Cado se alejó con Axel y estuvo a una distancia prudente de los demás, se atrevió a hablar.

—Axel, les quedó muy bien la presentación.

—Ah, gracias —murmuró.

«Él no es tan confiado» pensó Edgar.

—Supe que la chica que expuso contigo es la que compite por el ascenso.

—Ah, sí, Elizabeth y yo somos candidatos a él.

—Me alegro de que gente tan joven sea dedicada a su trabajo. ¿Cuántos años tienes?

—Veintiséis, pero en unos días cumplo años.

—¿Qué día cumples?

—El dieciocho de mayo.

—Vaya... Y un ascenso sería un buen regalo, ¿no?

Axel lo miró con atención, se veía confuso y a la vez feliz.

—Pero... —Vio su expresión contrariada—. No te vayas a sentir mal, pero Elizabeth es la favorita de Diamantina...

—Oh, sí, no es un secreto para nadie. —A pesar de decir eso, no parecía molesto.

—Y la mía también. —Agregó para echarle más intensidad al asunto.

Axel lo vio confundido. Le sorprendía que el señor Cado se lo dijera así sin más, a la cara; ni siquiera se lo mandó a decir. Curiosamente no se molestó al oír eso, pues ahora que conocía mejor a Elizabeth sabía que la chica no hacía nada para quedar bien con su jefa, sino que solo le gustaba hacer las cosas bien, a la primera; no sobresalía porque deseara hacerlo, sino porque era algo innato en ella. Ahora que lo pensaba, nunca la escuchó diciéndole halagos falsos a la señora Carvajal, ni la vio llevándole algún regalo, lo único que la chica hacía era entregar bien los trabajos y hacer excelentes presentaciones, algo que, si lo pensaba, todos lo debían hacer.

Al ver que no respondía nada, Edgar volvió a hablar.

—¿Y bien? ¿Qué piensas de lo que te dije?

—A decir verdad me sorprende bastante que me lo diga, aunque no debería hacerlo.

—¿Por qué no? —Alzó una ceja.

—Bueno, ella es excelente en todo. Para ser francos, ella se merece el ascenso.

—¿Tú lo crees? —Ahora él miró con sorpresa al joven.

—Vamos, no tiene ni un año acá y ya ha hecho muchas cosas. Mentiría si dijera que no quiero el ascenso, porque en verdad lo quiero y lo necesito. Pero siendo sinceros, ella se ha esforzado más.

Axel, a diferencia de Elizabeth, no se dio cuenta de sus intenciones, pero al verlo hablar con tanta honestidad, hizo sonreír al señor Cado.

—Muchacho, tú también eres muy bueno. La verdad no hay preferencias de mi parte, solo quería ver cómo reaccionabas, pero independientemente de este ascenso, pronto habrá más.

Axel frunció el entrecejo.

—¿O sea que me dijo esto para...?

—Axel —lo interrumpió—, hay cosas más importantes en la vida que un ascenso y, como te dije, lo más probable es que haya más. Y por cierto, esa chica Elizabeth es grandiosa y te quiere bastante, no la dejes ir —le aconsejó.

El joven alzó una ceja.

—¿Me quiere? ¿Se lo dijo? —«¿Pero por qué a él?» agregó con el pensamiento, más confundido que nunca.

—Hay cosas que no se necesitan decir para demostrarlo.

Axel ladeó la cabeza.

—Cierto.

—Bueno, no te molesto más, tengo que regresar con Diamantina.

—Gracias, señor Cado.

—Ah, me das las gracias, ¿entonces sí molestaba? —Se burló.

—No, no. —Agitó las manos—. Nada de eso. Por cierto, me dio mucho en qué pensar.

—Esa era la idea —dijo y se alejó de él.



Axel tiene mucho en qué pensar, que utilice esas neuronas de una buena vez, que mucho uso no les da.

Espero que les haya gustado el capítulo :D

Y bien, ¿qué opinan de la señora Carvajal? A mí me da risa xD

¡Nos vemos pronto! :*




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