XVIII
Me aferré a esa pequeña esperanza, una
que me prometía felicidad temporal.
Me obligue a mantenerme, y
caminar lejos de lo que nos
conectaba.
Aunque, a cada paso que daba,
mi corazón
dolía más y más.
¿Me incomodaba ir a la casa de un extraño, o me incomodaba el ecos de tu voz en mi cabeza?
Creo que era el ver tu imagen
cada que cerraba mis ojos.
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