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01

      

EL PITILLO DE LA CAFETERA colando dentro de la pequeña cocina capturó la atención de la joven castaña. Al notar que su bebida estaba lista dejó a un lado la revista que inspeccionaba y procedió a servir el café sobre una taza. Un poco de vapor hizo presencia dando evidencia de lo caliente que estaba, y aquello no fue impedimento para que ella sonriera a gusto.

Motivada por su no tan perfecta experiencia culinaria, tomó unas tostadas recién preparas y las cubrió con mantequilla de maní. Su favorita.

Estando satisfecha por su desayuno sostuvo el plato y la taza entre sus manos para correr hacia la sala a poca distancia de allí. Puso los objetos sobre la pequeña mesita frente al sofá y luego de sentarse optó en encender la TV.

El canal de noticias fue lo primero en aparecer. Se conformó con eso al esbozar una sonrisa casi mueca, y por consiguiente tomó una tostada del plato con su vista pegada en la pantalla.

—En el día de ayer se diagnosticaron 1769 casos de COVID-19 en nuestro país y lamentablemente, se produjeron 650 fallecimientos —comentó la periodista—. Con esto se crean 10 548 812 casos alrededor del mundo. Los hospitales en la ciudad de Seul están casi en su colapso. Se llama la atención a la población para cumplir con las normas sanitarias y...

De repente la muchacha tomó el control remoto y apagó el televisor mientras bebía de su taza de café. Al saborear el líquido amargo torció sus labios y dejó salir un suspiro que poseía en su mayoría algo de agotamiento.

Ella, ya cansada y frustrada por el círculo vicioso de su día a día, pasó la mano por su cabello en el intento de peinarlo un poco para luego observar algún punto fijo en su departamento.

«Necesito limpiar», pensó al ver algunas cosas desordenadas.

Un poco más animada por comenzar un nuevo día, levantó su cuerpo del sofá y volvió a la cocina para lavar los trastes. Ahí cayó en cuenta de que aún estaba en pijama...y que tenía el cabello demasiado alborotado. Con eso en mente caminó hacia su habitación y luego de elegir algún conjunto procedió a darse una ducha.

Al cabo de unos 30 minutos ya se encontraba lista y como nueva para comenzar con su trabajo. Así que sin perder más tiempo, corrió hacia su laptop y preparó todo para empezar a diseñar.

Samantha Lee, o Sam como muchos solían denominarla, no era más que otra joven en este mundo. A sus 24 años de edad había logrado poco, pero sí lo necesario para vivir una vida tranquila. Estudiaba diseño gráfico en una prestigiosa universidad de Seul, y hasta el momento se encontraba satisfecha con su carrera. Con sus ahorros tuvo posesión de un apartamento en el edificio "Sweet Life"; lugar extenso en el distrito de Yongsan-gu que poseía variedades de pisos y unos vecinos algo raros, pero agradables a su vez.

Todo era perfecto para ella, sin embargo, la vida decidió ser cruel con la humanidad y entonces la golpeó con una situación muy complicada de superar.

Una pandemia.

Iniciada en 2019 y que aún, en noviembre de 2020 no había cesado; por el contrario, los casos aumentaban de forma diaria.

Con todo esto, el mundo se vio envuelto en la llamada cuarentena donde muchas cosas comenzaron a prohibirse y por supuesto, otras a decaer, siendo un claro ejemplo la economía.

Para Sam todo era frustrante. Apenas era una joven que deseaba vivir su vida con tranquilidad, pero entonces la situación inesperada llegó, y con ello se vio entrometida en un largo túnel sin luz en la profunda oscuridad.


—¿Segura que no necesitas ayuda?

—Si mamá, estoy bien aquí —sonrió en un acto tranquilizador.

—¿Terminaste el proyecto para la universidad? —cuestionó esa voz masculina a través de la pantalla.

—Ajá, hace unas horas lo envíe a mi profesor.

—Eso es perfecto cariño, mantente así para que despejes la mente.

Sam asintió con su cabecita repetidas veces ante la sugerencia de su progenitora. La joven se encontraba teniendo una videollamada con su familia luego de hace una semana. No podía negar que de vez en cuando extrañaba la presencia de sus padres.

—¿Están todos bien por allá? —quiso saber mientras apoyaba su mentón en la palma de su mano.

Oh, todo está...

Horrible, Samantha —interrumpió su papá—. Los préstamos en la cafetería están bajando notablemente...

—¡Minho! Prometimos no contarle al respecto —reprendió la señora.

—Oigan, no...

La voz de Sam pasó a segundo plano cuando sus padres comenzaron a pelear del otro lado de la pantalla. Ella suspiró con agotamiento mientras posaba la palma de su mano contra su frente en el vago intento de calmarse.

Desde que toda esta situación comenzó su familia pasó a tener problemas económicos. Por tal motivo, las peleas comenzaron a ser algo normal para Sam, quién simplemente deseaba conocer sobre el estado de sus padres y terminaba presenciando una no muy agradable discusión.

No contenta por eso decidió cerrar la laptop cortando de forma automática la comunicación. Cuando se vió sola y en silencio dentro de aquella sala de estar, lanzó un suspiro de cansancio. Sin tener mucho que hacer tomó el celular entre sus manos para observar la hora.

11:45 PM

Miró hacia el exterior de su apartamento encontrándose con una completa oscuridad. Algo aburrida y abrumada se levantó del sofá y abrió la puerta del balcón sintiendo una ráfaga congelada infiltrarse en su delgado cuerpo.

Con eso se estremeció débilmente y abrazo sus brazos desnudos mientras se acercaba al barandal. Desde ahí admiro la hermosa vista de la ciudad iluminada haciendo contraste con la imagen lejana del río Han.

Sin duda algo hermoso.

Inhaló el aire fresco y puro de la noche sintiendo como su cuerpo comenzaba a relajarse. La tensión ya no estaba presente, y por el contrario, reinaba la paz.

Teniendo frío debido al clima decidió que ya era momento de entrar o cogería un resfriado. Estaba a punto de atravesar la puerta del balcón cuando repentinamente, un papel cayó encima de su hombro.

O más bien, un avión de papel.

Sam frunció su ceño con notable evidencia mientras observaba al balcón vecino en el intento de captar al portador de tal objeto, sin embargo, no logró ver a nadie.

Solo notaba la luz prendida de su sala.

Hasta el momento no había interactuado con el chico del apartamento vecino. Lamentablemente ambos nunca habían coincidido, y para empeorar la situación, él no parecía demasiado sociable.

Y aquello creaba más interés en Sam.

Dudosa tomó el pequeño avión entre sus manos notando un pequeño dulce en el interior. Esbozó una sonrisa enternecida ante eso. Lentamente abrió el papel por completo, y cuando leyó el contenido escrito con tinta negra no pudo evitar soltar una risita nasal.

┌───────────────────┐

Debería abrigarse o tomará algún resfriado ;).

└───────────────────┘

«¿Es en serio?», se cuestionó a si misma mientras negaba con su cabecita divertida. Lentamente y esperanzada porque el chico saliera, se acercó al barandales cercano al otro balcón, pero para su desgracia no hubo más indicios.

«¿Quién eres verdaderamente, jovencito?»


Vendré como la lluvia...

—...Vendré a tí como la primera nevada —completó la castaña a la par del personaje.

Una amplia sonrisa se formó en sus labios al presenciar las escenas románticas de aquel par. Sentía su corazón hacerse pequeñito y sus mejillas tomar una tonalidad rojiza, producto del drama que se encontraba viendo.

Goblin, sin duda su serie favorita.

Revivirla era como caer en un abismo sin fin, pero en el buen sentido. De solo ver los momentos entre Eun-Tak y el ser inmortal, sus expectativas en el amor crecían gradualmente.

—Agh, necesito ser la protagonista de un K-drama —abultó sus labios en un puchero mientras apagaba la televisión con el control remoto.

Aún era temprano, por lo que dormir no sería un opción, pero entonces, ¿qué podrá hacer?

Uno de los grandes problemas de la cuarentena era ese: el total aburrimiento. Sam había hecho muchas cosas últimamente y ahora no veía algo productivo para quitar tal sentimiento. Sus proyectos de la Universidad estaban completados, había visto la mayor parte de las series y películas, las tareas del hogar se encontraban realizadas, los libros que poseía ya los había leído más de dos veces, e incluso, sentía que estar en su celular era aburrido.

En conclusión: estaba agobiada.

Luego de soltar un profundo suspiro decidió que sería relajante estar en su balcón justo como el día de ayer, dónde pudo encontrar paz por al menos unos segundos. Abriendo la puerta corrediza de cristal dejó entrar unas ráfagas de aire congelado que sin duda lograron provocarle un escalofrío. Ante eso acomodó un poco más su sudadera amarilla y salió al exterior.

La noche se sentía apagada y fría. No sabía si era por la etapa de invierno que azotaba al país o porque en las calles no parecía haber algún ciudadano.

Tal vez era el complemento de ambas.

Samantha no podía pensar con claridad últimamente, y eso se debía a los problemas que en los anteriores días afrontaba. Miles y miles de pensamientos pasaron por su mente, la mayoría relacionados con la enfermedad viral y las cosas que ésta trajo.

«¿En qué momento las cosas tuvieron que cambiar?», se preguntó a sí misma con un toque de frustración. Sabía que era una incógnita sin respuesta absoluta, y aquello la abrumaba el doble, especialmente porque no sabía que hacer para ayudar a su familia.

De forma principal a sus papás.

En la mañana había hablado con una de sus primas conociendo que la pelea del día anterior terminó en buenos términos, pero estaba segura de que no duraría así por mucho más tiempo.

Por el contrario, estaba consciente de que el matrimonio de sus progenitores llegaría a su fin lo antes posible.

Y debido a estas razones, Sam no podía evitar sentirse mal. Quería ayudar, era una necesidad, pero...¿era capaz de hacerlo luego de obtener malas vibras de su propia familia?

“Es una inútil” “El diseño no te llevará a ningún lado” “Eres el hazmerreír de tu familia, sin duda perdiste el rumbo” “Ni el trabajo más fácil querría a alguien como tú” más otras cosas que en este instante no deseaba enumerar.

Aquellas voces resonaban en su cabeza como ecos, provocando que la castaña no pudiera obtener la paz deseada.

Pero todo eso se desvaneció cuando sintió algo caer encima de su cabeza. Su ceño se frunció con confusión al mismo tiempo que observaba bajo sus pies para divisar tal objeto.

Un avión de papel.

Entrecerró sus ojos con diversión para luego mirar hacia el balcón vecino, notando que nuevamente estaba solitario. Con rapidez tomó la hoja entre sus manos pequeñas, dejando a un lado el caramelo y procediendo a abrir dicho papel para leer su contenido.

┌───────────────────┐

¿Te han dicho lo adorable que te ves mientras piensas?

└───────────────────┘

Ella soltó una risita nasal mientras acariciaba un poco su sien. Alzó los ojos hacia el balcón a pocos metros y sin pensarlos dos veces se acercó hasta el barandal.

—¡Yah~! —gritó para llamar la atención, al mismo tiempo en que se inclinaba un poco hacia adelante—. Da la cara, ¿por qué no hablas?

Pero entonces no hubo respuesta. Ella frunció el ceño nuevamente.

—Se que estás ahí, puedo ver tu sombra reflejarse en el suelo.

Y no mentía, realmente podía ver su figura sobre el suelo del balcón debido a la luz que provenía del interior. Sin embargo, al obtener nuevamente un silencio dejó salir un suspiro.

—Puedo estar aquí toda la noche esperando a que salgas —anunció mientras colocaba su mentón encima de la palma de su mano.

Al principio volvió a recibir el silencio, pero fue al cabo de los segundos cuando la figura se movió y corrió la puerta del balcón para aparecer en el campo de visión de Sam.

«Oh my...» pensó de forma abrupta cuando analizó la musculatura y fisonomía del muchacho. Ya que verdaderamente, parecía un ángel caído del mismísimo cielo.

Era un joven alto, de hombros anchos y cuerpo delgado. Se encontraba usando unos pantalones de chándal azul marino y una sudadera blanca. Tenía el cabello negro, largo y desordenado por el viento, dándole un aspecto tranquilo y hermoso. Los rasgos de su cara eran finos y dignos de admirar. Tenía los ojos medianos y rasgados, una nariz pequeña que complementaba con el tono rojizo de sus mejillas, y unos labios rosados y voluptuosos que, para la parte loca en la cabeza de Sam, eran demasiado apetitosos.

«Llevamos un año siendo vecinos, ¿por qué no le presté atención antes?».

—Hola Samantha —habló en un tono sereno.

«Hasta mi nombre saliendo con sus labios me revolvía el corazón.»

La aludida sacudió un poco su cabeza en el intento de sacar esos pensamientos y procedió a poner una expresión seria al cruzar sus brazos y alzar una ceja.

—Hola, ¿cómo...?

—Eres conocida en este edificio —interrumpió mirándola a los ojos por primera vez.

Y si Sam no tuviera un poco de autocontrol, hubiera caído al suelo.

—¿Cómo te llamas tú? —cuestionó con notable interés.

—Kim SeokJin, es un gusto —guiñó un ojo en su dirección.

Abrió su boca algo sorprendida por tal acto, pero de manera automática la cerró sin saber que hacer o decir. El muchacho pelinegro se acercó hasta el barandal del costado y ahí apoyó su codo para descansar su mejilla en la palma de su mano.

Ahora si estaban uno frente al otro, algo que Sam casi no podía soportar.

—¿Cuántos años tienes? —inquirió dudosa.

—Veinticinco.

—Oh, eres un año mayor... —susurró evitando mirar sus orbes brillosos.

—¿Qué haces aquí fuera con semejante frialdad? —la curiosidad no faltó en sus palabras, cosa que atrajo la mirada de la chica.

—No tenía nada que hacer...

—¿Y Goblin?

—Bueno, eso.... espera, ¿cómo lo sabes? —preguntó confundida.

SeokJin soltó una carcajada. —El volumen estaba muy alto, simplemente escuchar "la primera nevada" me da indicios del drama.

La cara de Samantha era un completo poema. Sus ojos estaban abiertos en su totalidad, tenía las mejillas sonrojadas y sus labios estaban curvados en una débil sonrisa avergonzada. Ella no pudo sostener la mirada burlona del pelinegro, razón por la que observó al cielo mientras pasaba un mechón de su cabello tras la oreja.

—Perdón por eso.

—No te preocupes, solo te deseo buena suerte en tu vida como protagonista de K-drama.

—¡Yah~! —vociferó con un ligero enojo combinado a diversión, eso hizo reír al muchacho—. No puedo creer que lo escuchaste.

—Las paredes son muy finas, vamos a dar una queja con el dueño —bromeó.

Sam dejó salir una carcajada. De forma inesperada toda esa molestia que hace un rato poseía había desaparecido, y por el contrario, en su pecho predominaba una opresión agradable y cálida.

Los dos se mantuvieron en silencio unos segundos, pero no dejaron de observarse. En el rostro del pelinegro había una pequeña sonrisa combinada a esa mirada cariñosa. Lo mismo pasaba en la cara de Sam, siendo la única diferencia el tono rojizo de sus cachetes. Algo avergonzada miró el papel entre sus manos ideando así un nuevo tema para discutir.

—¿Te gustan los aviones de papel? —preguntó con diversión.

Ante eso Jin lanzó una risa nasal para luego pasar una mano por su cabello. Esta vez era su rostro el colorado y probablemente, penoso por sus últimos actos.

«Que tierno», pensó la joven.

Él suspiró con tranquilidad y antes de hablar lamió sus labios. —Es una inusual forma de conversación.

—Ya veo... —aceptó en un murmullo. Sam leyó nuevamente el contenido del papel sintiendo como los latidos de su corazón entraban en frenesí, y cuando alzó su vista para encarar al muchacho, este procedió a sacar su celular con rapidez.

—Oh, el tiempo pasó muy rápido. Ya debo irme a dormir, mañana trabajo —dijo rascando un poco la parte trasera de su cabeza mientras se alejaba de a poco.

—Bien —rió la chica—. Vaya a dormir. Buenas noches, chico penoso.

Jin rió levemente, sin embargo, no se quedó atrás.

—Usted también descanse, señorita de K-drama.

Sam rodó los ojos provocándole otra gran risotada al muchacho. Y sin más, lo vio entrar a su apartamento. Ella se quedó un instante ahí tratando de procesar lo sucedido en los últimos minutos, pero sus pensamientos fueron interrumpidos al notar que las luces del apartamento vecino estaban completamente apagadas, concluyendo que ya estaba dormido.

Sacudió un poco su cabeza para dejar de visualizarlo a él y sin pensarlo tanto entró a su apartamento. Al momento de cerrar la puerta, no pudo evitar demostrar una gran y sincera sonrisa.

Aquella que solo él era capaz de formar.


Una maldición salió de los labios del pelinegro debido a lo que sus ojos eran capaces de presenciar. Algo molesto y frustrado posó ambas manos en su frente y cerró los ojos.

«Necesito calmarme», pensó. Dejó salir un suspiro y por consiguiente cerró el ordenador frente a él. Apoyó sus manos en la mesa para levantarse y dirigirse a la cocina próxima, dónde abrió el refrigerador y tomó una manzana. Cogiendo impulso con una mano logró sentarse sobre la encimera, y estando ahí comenzó a saborear la fruta.

SeokJin llevaba cinco horas con la vista en su ordenador. Debía planificar unos papeles para enviarlos a su consultorio, pero por circunstancias ajenas a su conocimiento todo se desmoronó y ahora debía detener su trabajo. Le frustraba que la situación en el último año haya cambiado tanto, aquello era completamente inaceptable para Jin.

Observó la fruta entre sus manos notando que se encontraba casi incompleta, producto de los mordiscos. De repente frunció su ceño debido a los rayos de Sol que impactaron contra su rostro. Dejando la manzana a un lado y cubriendo sus ojos con una mano, se acercó hasta la puerta de su balcón. El atardecer había llegado y como todas las tardes, era su apartamento el que obtenía los molestos rayos solares.

Estando ahí decidió que sería buena idea tomar un poco de aire fresco, sin duda lo necesitaba. Movió la puerta de cristal hacia un lado y salió al exterior, sintiendo automáticamente la brisa fresca combinada con el calor del Sol.

Un clima perfecto.

El invierno estaba a punto de gobernar el país, eso era seguro, solo era necesaria una nevada para que esa estación tomara el control.

Con una sonrisita en sus labios descansó los brazos sobre el barandal para apreciar la hermosa ciudad de Seul a lo lejos. Amaba las vistas del edificio; propiciaban calma y paz para todo aquel que las apreciara.

En su completo estado de trance decidió observar al balcón vecino, y su sonrisa se volvió más grande cuando divisó a la castaña de los dos últimos días sentada en un pequeño mueble con un libro en sus manos. Una idea pasó por su mente, por lo que sin pensarlo dos veces entró a su hogar y tomó una hoja de su escritorio junto a un bolígrafo.

Ahí escribió el mensaje que deseaba dejar:

┌───────────────────┐

Estoy aburrido. ¿Qué es lo que lees?

└───────────────────┘

Esto era muy cursi, lo sabía, pero le parecía una interesante forma de hablar. Rápidamente se dirigió a la cocina y ahí tomó un caramelo de limón para ponerlo entre el papel, y cuando todo estaba listo, volvió a salir.

Calculó la distancia y la fuerza que debía medir, y al cabo de unos segundos lanzó el avión. Ni siquiera observó su reacción, simplemente —y como las demás veces— se escondió al costado de la puerta esperando a que la fémina dijera algo. En sus labios había una pequeña y tonta sonrisa que al principio no supo conocer su motivo, sin embargo, estaba justo frente a sus ojos y él no era consciente de ello.

Al notar ninguna respuesta por parte de Sam pensó que tal vez el avión de papel no llegó, pero entonces, antes de que pudiera actuar, escuchó su melodiosa voz.

—Y yo tengo hambre, ¿sabes cocinar?

Una risotada inevitable salió de la garganta de SeokJin luego de tal comentario. Se había delatado a sí mismo, por lo que ya no era necesario ocultarse. Sonriendo y algo entusiasmado, sacó su cabeza a través de la puerta para que Sam lo notara, y al hacerlo ella simplemente rió enternecida.

—¿Qué te gustaría comer, jovencita? —preguntó el chico luego de salir completamente al balcón.

—Mh.... —posó sus dedos índice y pulgar en su barbilla como gesto de meditación—, el japchae sería delicioso.

—Pues a sus órdenes, prepararé un japchae para ambos —declaró Jin de forma sincera, impresionando notablemente a la joven.

—¿Va enserio? —inquirió con sus ojos y boca bien abiertos. Y ante el asentimiento del chico alzó un poco sus comisuras—. Vaya...¿cómo debo considerar esto? —el tono de su voz cambio a uno más burlón instantáneamente.

—No sé.... —decidió continuar el juego de la castaña— tal vez como una cita.

Samantha entró en un completo estado de frenesí al escuchar esas palabras. Su corazón golpeó fuertemente su pecho, sus mejillas obtuvieron un calor imposible de disipar y toda su columna vertebral recibió fuertes escalofríos. Estaba emocionada, demasiado.

Jin sonrió al ver su timidez. Le parecía muy tierno ver a la joven de esa forma. Quiso disipar esos nervios en ella, por lo que llamó su atención con un chasquido de dedos y señaló el libro que sostenía entre sus manos.

—Oh, esto —rió—. Es algo sobre el diseño gráfico.

—Vaya, ¿te gusta ese ámbito?

—No solo me gusta; es la carrera que estudio en la universidad.

Sus palabras hicieron que Jin abriera sus ojos sorprendido. Esbozó otra ligera sonrisa para luego mirar a sus ojos con calidez.

—Wao, eso es realmente interesante. Fue una de las carreras que pensé durante la etapa de preparatoria —comentó para entrar confianza.

—Es muy hermosa, si soy sincera —delineó la portada del libro para luego observar al pelinegro—. ¿Y tú? ¿Qué me cuentas de ti?

—Terminé la universidad el año anterior y ahora estoy trabajando como dentista en una clínica —contó con tranquilidad—. Así que ya sabes, si necesitas una ojeada a esos colmillos, me tienes aquí.

Sam rió fuertemente ante eso sintiendo la necesidad de cubrir su boca. Eso solo hizo que Jin riera el doble de fuerte, y así lograron provocarse unas carcajadas más grandes.

Producto de tener una risa contagiosa.

Ambos estuvieron así por unos segundos más, y luego de calmarse volvieron a conectar miradas.

Para los ojos de Sam, Jin se veía agotado y probablemente estresado, razón por la que decidió cuestionar al respecto. —¿Te va bien con el trabajo?

Se mantuvo varios segundos en silencio como si estuviera meditando una respuesta clara. No había hablado con nadie sobre sus problemas desde...¿unos dos años? No estaba seguro, pero si confiaba en que ella jamás lo juzgaría.

—La pandemia ha estado trayendo problemas a la clínica. Muchos trabajadores han tenido que renunciar, y por tales motivos el trabajo que me asignan es el doble de mayor —suspiró profundamente—. Simplemente... quisiera que todo volviera a la normalidad.

—No eres el único, Jin —habló ella con serenidad—. Mis padres están teniendo problemas económicos, y probablemente se divorcien debido a las peleas diarias. Mientras eso yo estoy aquí....sin poder hacer nada....

>> Pero no es culpa nuestra. La situación llegó repentinamente sin ni siquiera un aviso, eso fue algo realmente horrible. A todos nos ha afectado de alguna forma, sin embargo...podremos hacerlo —sonrió—. Confío en que....nosotros podemos salir adelante sin depender de las circunstancias.

Con todas esas palabras Jin no pudo quitar su atención de ella. En ese momento, era Sam su principal campo de atención. Sus ojos eran color miel combinado con un sutil tono oscuro; las facciones de su rostro eran delicadas, sin embargo, no asiáticas en su totalidad dando a comprender que ella no era cien por ciento coreana; tenía el cabello castaño y largo hasta la mitad de su espalda, cayendo lacio y moviéndose hacia todos lados con la brisa; su cuerpo era delgado y levemente proporcionado, un poco alta también.

En conclusión: un completo ángel.

Cuando cayó en cuenta de que ya había terminado con sus palabras, dejó salir una sincera sonrisa. —Eso es.... completamente cierto Sam. Muchísimas gracias por tu apoyo.

—No es nada, para eso estamos, amigo mío.

Él negó divertido escuchando la tierna risa de Sam. Para ese entonces todo tipo de incomodidad había desaparecido, solo eran ellos dos dentro de su propia burbuja. Ambos se metieron en su cómodo silencio mientras admiraban la hermosa vista. Ninguno dijo nada, solo se mantuvieron así unos cuantos minutos, hasta que ella optó por  comentar algo.

—¿A veces no te parece que.....todos están tristes? —quiso saber capturando la mirada leve de Jin—. Digo, no hay nadie en las calles y todo se siente oscuro.

—Lo comprendo... —murmuró—. He sentido eso desde que todo inició. La vida monótona no es fácil, siendo sincero, sin embargo.... llega un momento en que lográs manejarla a tu gusto.

>> Puede verse triste todo a mi alrededor, pero....hay algo que me crea luz entre toda esta oscuridad.

Sam hizo un gesto con su rostro esperando a más información.

—¿Y qué es eso que te crea luz?

La mirada de SeokJin se relajó por completo ante eso y luego de esbozar una sonrisa, dijo:

Tú, solamente tú....

Esas palabras calaron hondo en el corazón de Sam. Sintió que si no estuviera agarrada al barandal hubiera caído completamente al suelo. Su boca quedó entre abierta por la impresión, pero al no saber que decir la cerró. Los latidos de su corazón llegaron al límite en que podían escucharse y sus mejillas sufrieron de un calor que parecía expandirse por todo su frágil cuerpo.

Jin volvió a sonreír con tranquilidad antes de despeinar su cabello.

—Ahora iré a preparar ese delicioso Japchae, la “cita” —hizo énfasis a la palabra— no se realizará sola.


Una semana.

Ese tiempo fue el que pasó luego de esa casual cena entre Sam y Seokjin. Sin embargo y para la buena suerte de ambos, esto no impidió que dejaran de verse; ya que todos los días entablaban una conversación en sus balcones, y si el ánimo era bueno, comían y pasaban toda la noche juntos.

Los dos comenzaron a sentirse cómodos el uno con el otro, tanto que por instantes dependían mutuamente para poder salir adelante. La castaña y el pelinegro en estos días se habían conocido más en cuanto a gustos, etapas como la infancia, familia, entre otras cosas más. Ahora podían considerarse un dúo completamente decidido y con los mismos ideales.

Todo entre ellos parecía ir bien, ya que los encuentros y momentos juntos ayudaban a romper esa tensión que últimamente los sofocaba tanto.

Pero entonces, algo tuvo que pasar para quebrar la estabilidad de Sam.

—¿¡Cómo que se divorcian mañana!? —gritó abruptamente y con un tono demasiado enojado—. ¿Cómo pasó? ¿Qué...?

Ayer su pelea terminó muy mal, Sam. Incluso tu padre reveló que le era infiel a tu mamá...

—¿Qué...? —de repente sintió la respiración quebrada y como el alma salía de su cuerpo. Su corazón latió desbocado y con fuerza, justo como se sentía ese nudo en su garganta.

—Yo igual me impactédijo su prima a través de la línea—. Ellos....no estaban bien Sam, era algo predecible.

—Si, lo sé, pero.... —se detuvo para tragar saliva con fuerza en el intento de evitar su voz quebrada— no estaba preparada para afrontarlo.

Lo siento mucho prima, en serio....

—No te preocupes Yuna, estoy bien —mintió mientras acomodaba el celular en su oreja—. Sólo... necesito estar sola el día de hoy...y así pensar con claridad.

Lo comprendo. Tómate tu tiempo, eres la más afectada con esta situación —intentó relajar.

—Gracias. Tal vez mañana me dirija a casa... —dudó un poco—. Nos veremos ahí...

De acuerdo unnie, nos vemos. Descansa hoy, por favor.

—Lo haré, lo prometo. Te adoro mucho, bye bye~.

Yo más, adiós.

Sin más dió fin a la llamada deseando que también pudiera darle un fin a sus problemas. No pudo resistir más el peso de la situación, razón por la que —sin nada de sutileza— se dejó caer en el sofá de su sala mientras cubría su rostro empapado de lágrimas con sus manos. El nudo en su garganta estaba impidiéndole respirar con facilidad, y mucho más ahora cuando se ahogaba con sus propios sollozos.

Samantha era consciente de que todo esto sucedería, pero como mencionó antes: no estaba lista para encarar al problema. Comenzó a cuestionarse a si misma porqué no hizo nada para ayudar. Sin embargo, al no tener respuesta, el cansancio y frustración la reinó.

Todo la estaba consumiendo.

Durante varios minutos se dedicó únicamente a sacar todo eso que le hacía doler su pecho, y a pesar de que no funcionó del todo, algo en su interior se estaba disipando. Pasó sus dedos finos con ligereza sobre su rostro en el intento de limpiarlo y acto seguido se encogió en el mueble poniendo sus rodillas a la altura de su pecho y escondiendo su cara en estas para luego abrazarse a si misma.

Su respiración era entrecortada. La espalda de la fémina subía y bajaba con lentitud demostrando el hecho. Había una fuerte y para nada agradable opresión en su pecho, misma que le provocaban ganas de desaparecer por siempre.

Pero entonces, lo único que podría animarla.... sucedió.

A través de la puerta del balcón se adentró un avión de papel que gratamente conocía. Por inercia observó el reloj sobre la pared notando que apenas eran las 5:00 PM: un horario en el que jamás habían conversado.

Un poco curiosa se levantó del sofá y caminó hasta llegar al objeto. Lo tomó entre sus manos luego de agacharse y procedió a desenvolver la hoja dispuesta a leer su contenido, y en cuanto lo hizo las ganas de llorar se hicieron presentes por segunda vez.

┌───────────────────┐

¿Estás bien? ♡

└───────────────────┘

Tragó saliva con dificultad y sorbió por su nariz visiblemente afectada. Dejó la hoja de papel en una mesita y titubeante salió hacia el exterior del balcón, notando automáticamente la expresión de un Jin confundido.

Él, al verla con los ojos llorosos y la nariz rojiza, supo que todo lo escuchado era cierto. Su rostro decayó por el estado de la joven, quién para animarlo alzó sus comisuras en una media sonrisa.

—Sam...

—No te preocupes, estoy bien —dijo en un hilo de voz inentendible.

Era obvio que mentía.

—Claro, haré como que creo eso —acusó el pelinegro sin una pizca de diversión.

Y con eso el ambiente se tornó incómodo. Entre ambos jóvenes reinó el silencio, uno interminable y dónde todo parecía detenerse. Jin presenció el momento en que ella se encogió en su lugar y mantuvo la cabeza gacha, solamente así; sin hacer o decir nada. Hasta que tomó el valor para alzar su rostro.

—Jin...mis papás van a divorciarse mañana.

Aquella declaración hizo que el aludido tensara su cuerpo y entrara en un leve trance. A pesar de que lo supuso, la impresión seguía siendo notable. Algo en su pecho se removió, y en cuanto vio los ojos de Sam soltar lágrimas, sintió que fallecía.

—Yo sabía que sucedería pronto, pero no estoy preparada para verlos en lugares diferentes —sollozó débilmente—. Odio estoz SeokJin.

Verla tan vulnerable era como estar sometiéndose a un castigo. No le gustaba que estuviera así, por eso, en su mente pasó una idea que a pesar de ser loca, era lo más ideal en ese momento.

—Espera un segundo —avisó antes de entrar a su apartamento.

Sam quedó confundida ante eso. Frunció el entrecejo y abrió ligeramente su boca en busca de alguna explicación. Se quedó ahí esperando a Jin, pero entonces, los sonidos de unos toques sobre su puerta la hicieron cambiar el punto de su atención.

«No puede ser», pensó abruptamente al imaginar algo que muchas veces deseó. Con rapidez sé dirigió a la puerta de su apartamento, pero antes de abrirla se posicionó frente a un pequeño espejo para acomodar su cabellera y limpiar un poco sus lágrimas. No quedó satisfecha, pero eso no era lo importante.

Y entonces todo pasó a segundo plano cuando lo vio ahí: tan reluciente y hermoso como la primera vez.

Ella no dijo nada. Él tampoco lo hizo, ya que las palabras estaban de más en un momento así. Jin dejó a un lado la confusión de Sam y acto seguido la estrechó entre la calidez de su cuerpo en forma de consuelo.

La fémina quedó helada ante la acción, tanto que un iceberg a su lado ni siquiera podría considerarse helado. Su cuerpo estaba tenso y sorprendido, pero cuando sintió esa calidez y dulzura provenir del acto de Jinnie, correspondió al abrazo. El joven puso una mano en el cabello castaño de Sam y la otra en su espalda, ambos lugares siendo acariciados dulcemente. Mientras que ella solo dejaba descansar sus manos en la espalda baja del muchacho aún tímida por la situación.

Al cabo de varios minutos los dos se separaron un poco para poder observarse, y ante la estrecha distancia de sus rostros ambos se sonrojados.

—¿Por qué no usas mascarilla? —cuestionó Sam para aliviar el momento.

—¿Es en serio? —alzó sus cejas con evidente incredulidad, cosa que provocó la risotada de Sam.

Se alejó un poco de él, sin embargo, sus manos quedaron unidas en un roce dulce y acogedor. Samantha sonrió por eso antes de observar fijamente los orbes de Jin. —¿Por qué vienes? ¿Eh?

—Porque necesito que estés bien —declaró con sinceridad—. No me gusta verte triste.

Sus palabras calaron hondo en ella, quien no era capaz de ocultar las reacciones de su cuerpo ante tales cosas.

—Se me pasará rápido —hizo un movimiento desdeñoso con una de las manos que alejó de SeokJin.

—Tus ojos dicen lo contrario, bonita.

El apodo utilizado para nombrarla hizo que su corazón comenzara a latir desbocado contra su pecho. La cara de Sam era extremadamente graciosa, y Jin realmente hizo todo su esfuerzo para no reír.

Mh....entra por favor, ponte cómodo —intentó cambiar el tema para evitar la tensión. Jin sonrió complacido aceptando la petición de la castaña, quien ahora mismo cerraba la puerta a sus espaldas.

—Lindo apartamento.

—Gracias, apuesto a que es mejor que el tuyo.

Jin soltó una risa nasal para luego tomar asiento en el sofá junto a la castaña. —No lo negaré: si es cierto.

Samantha rió estruendosamente junto al muchacho. Este último se acercó más a la fémina para así sentir su esencia. Hizo que ella recostara su cabeza en su pecho mientras le propiciaban ligeras caricias en el pelo. Tal acto enterneció a la castaña, así que no perdió tiempo para acurrucarse sobre él.

Los minutos silenciosos pasaron, pero a diferencia de hace un rato, no se sentía incómodo. Ambos se sentían bien en este instante; simplemente relajados y despreocupados.

—Sam... —llamó él para capturar la atención de la chica— todo estará bien, lo prometo.

Su voz sonó demasiado tranquila. Aquello le propició una paz indescriptible a la castaña, misma que se proyectó a través de sus palabras. Sus comisuras se alzaron un poco en una sonrisa tranquila para luego girar un poco su cabeza en busca de la mirada de Jin.

—Gracias....

—No es nada, dulzura —sonrió con sinceridad para luego acariciar un poco el pómulo derecho de ella.

—Solo espero que todo pase rápido —rió débil, ganándose una mirada cálida del chico.

—Y así será, porque prometo estar contigo todo el tiempo para superar estos problemas juntos....

Ante esas palabras, sus ojos se conectaron en una sincronía perfecta. Sam apreció la belleza de SeokJin a poca distancia, lo mismo que hizo el pelinegro con ella. Ambos se adentraron en su propio mundo de paz y mayoritariamente, amor, sin saber que en ese mismo instante los dos estarían uniendo un lazo.

El muchacho observó hacia el exterior por inercia, y ahí notó como pequeños copos de nieve comenzaban a caer.

La primera nevada.

Ella igualmente presenció ese instante, y en cuanto sus ojos dieron con los de él no pudo evitar sonreír abiertamente. La cercanía de sus rostros les estaba provocando unos desenfrenados latidos, mismos que poco a poco se unieron para conformar una agradable melodía.

SeokJin tomó la iniciativa para comenzar a acercar su rostro al de ella, y para su sorpresa, Samantha hizo lo mismo solo que con más timidez. Él continuó las delicadas caricias sobre la mejilla de ella, y con cada segundo podía oler el aroma fresco como la menta de los labios de Sam. Aquello se convirtió en otro atrayente para SeokJin.

El órgano en sus pechos estaba a punto de explotar, eso era lo que sentían. Sus bocas estaban demasiado cerca, llegando hasta el punto en que sus alientos chocaban. Jin dudaba entre actuar o no, pero en cuanto vio la mirada de Sam sobre sus labios supo que ya no era necesario contenerlo. Así que utilizando toda su valentía acercó por completo sus rostros, cerrando así la brecha de sus labios en un tierno y dulce beso.

Y aquello no fue más que otra obra divina del destino.

Ambos jóvenes desde el comienzo estaban destinados a pasar por momentos complicados, sin embargo, su unión iba a ser tan poderosa que al final los dos podrían salir adelante con el apoyo mutuo. Fue un reto que el destino estaba dispuesto a intentar, y que sin duda lo logró.

SeokJin y Sam eran lo único bueno entre toda la desgracia.

Eran aquello perfecto entre lo imperfecto. Y que a pesar del poco tiempo, lograron complementar para conformar un empate sincero y genuino.

Porque no fue con las palabras que ambos se enamoraron, sino, con un inusual mensaje a través de aviones de papel.

Fin.

Feliz cumpleaños Seokjinnie ^^
Te esperaremos todo lo necesario, aquí estaremos hasta el 2024.
We Purple U💜

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