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A mis pies, la tierra daba paso a unas aguas oscuras como el tizón. Me subí en una pequeña barca vacía a la que no tardó en acercarse otra chica. Su cabello era tan oscuro que podría confundirse con el agua del lago y sus ojos azules brillaban de emoción.
—¡Hola! —me saludó con una sonrisa—. ¿Puedo ir en esta barca también? La mayoría están llenas ya.
—Claro —respondí devolviéndole la sonrisa.
—Soy Hannah —se presentó mientras tomaba asiento con cautela.
—Yo April.
Dos muchachos más llegaron al poco rato y tomaron asiento tras nosotras. En cuanto las barcas se pusieron en movimiento, Hannah volvió a hablar:
—¿En qué casa quieres estar? Yo espero que el Sombrero me mande a Ravenclaw, toda mi familia lo es.
—Yo... Yo no lo sé. No sé mucho de Hogwarts —admití.
—¿Tus padres son muggles?
—He pasado toda mi vida en un orfanato, no les conozco —respondí, bajando la vista.
Los labios de Hannah se entreabrieron, parecía que iba a contestar algo, pero permaneció en silencio. En su lugar, apretó con suavidad mi mano y contemplamos asombradas como nos aproximábamos al castillo.
—¿Estás nerviosa? —me preguntó poco después.
—Sí, mucho.
—Yo también —admitió—, pero no te preocupes April, nos tenemos la una a la otra, ¿verdad?
Una gran sonrisa iluminó su rostro al pronunciar aquellas palabras y no pude evitar sonreír yo también. Al lado de Hannah, me sentí segura y querida por primera vez en mi vida. Quise darle las gracias, quise responderle, pero unas manos oscuras tiraron de mí hacia el agua y caí.
Las visiones de la Batalla de Hogwarts se sucedían a una velocidad vertiginosa: Neville siendo atacado, Alison viendo morir a su hermana, Bonnie y yo huyendo de las acromántulas... Y, finalmente, todo se detuvo. Ahora solo estaba Hannah.
La joven se defendía de un mortífago en una lucha muy igualada. A pesar de todo, la decisión en sus ojos y su valentía no habían desaparecido. Consiguió desarmarle cuando otro mortífago apareció a sus espaldas.
Quise gritar, quise advertirle, pero las palabras estaban atascadas en mi garganta y sentí que la impotencia y la rabia me quemaban por dentro. Me tapé con las manos el rostro, no podía presenciar aquello. Cuando abrí los ojos, estaba en mi cama.
—¡Hannah! —exclamé, asustada.
Me incorporé, agitada. El sudor había perlado mi frente y mi rostro había sido humedecido por las lágrimas. Sentía mi corazón latir a gran velocidad y una profunda angustia que comprimía mi pecho amenazando con no dejarme respirar.
Sentí unas manos en mis hombros y me asusté. Al alzar la vista vi que se trataba de Neville. Su rostro reflejaba preocupación y tristeza.
—April...
Abrí la boca para explicarle la horrible pesadilla, pero solo fui capaz de sollozar y balbucear palabras que él no alcanzaba a entender. Me abracé a Nev con fuerza y no me separé de él hasta que logré calmarme pasados varios minutos.
—La he visto morir —murmuré sintiendo que las lágrimas volvían a aflorar.
—Tranquila, solo ha sido una pesadilla —dijo acariciando mi cabello con suavidad.
—Lo sé...
—Deberías intentar dormir de nuevo, mañana nos espera un día complicado —su tono de voz era suave y reconfortante.
Yo asentí y traté de sacar el recuerdo de la pesadilla de mi mente. El inicio había sido bonito, se trataba de nuestro primer encuentro y era tal y como lo recordaba. En aquel instante, lo último que alcancé a pensar antes de caer rendida, era lo mucho que habría dado por un último adiós.
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