⋆08⋆
Llegué a casa después de trabajar, había sido un día largo en el Departamento de Seguridad Mágica. Me detuve unos instantes en la entrada, se me hacía raro que April no hubiera llegado ya a abrazarme y preguntarme qué tal me había ido, tal y como había estado haciendo estos últimos días desde que nos habían cambiado los horarios para cubrir una baja. Por suerte aquello sería temporal y pronto estaríamos trabajando juntos de nuevo.
Dejé mi abrigo en el perchero y me dirigí a nuestra habitación.
—¿April? —pregunté entrando en la estancia.
Como respuesta obtuve un gruñido que más bien parecía un quejido.
Me acerqué a la cama, en la que se había metido cubriéndose de mantas.
—¿Te encuentras bien?
—¿No es obvio que no? —sollozó.
Me senté en la cama y aparté un poco las sábanas. Su cabello estaba despeinado, su ceño fruncido y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
—April —dije acariciando su rostro—, ¿qué te sucede? ¿Necesitas ir al médico?
—Odio ser mujer, eso es lo que pasa —masculló.
—¿Andrés de nuevo?
Ella asintió.
—Bueno, iré a por algo de chocolate.
Como respuesta obtuve una especie de quejido que tomé como un "vale". Me disponía a salir de la habitación, pero su voz me detuvo.
—Neville —masculló entre las sábanas.
—¿Sí?
—Trae mucho, mucho chocolate.
—Está bien, no te preocupes —respondí, sonriendo para mí unos instantes.
Me dirigí hacia la cocina y saqué de un cajón las pastillas que siempre tomaba para aliviar el dolor. A continuación, reuní fuerzas para cargar con todo el chocolate que pudiera: Galletas con pepitas de chocolate, chocolatinas, helado de tres chocolates, un muffin de chocolate...
—Deberías destaparte un poco, te vas a asfixiar así cubierta —dije entrando de nuevo en nuestra habitación.
Ella hizo lo que le decía y sus ojos se iluminaron al ver todo lo que traía.
—Espera, aún hay más.
Coloqué el tocadiscos, originalmente situado en el salón, junto a nuestra cama.
—¿Qué te apetece escuchar?
—Pon el primer anthology de The Beatles, quiero escuchar a Paul cantar Bésame mucho y quiero que tú hagas lo que dice el título —contestó rodando por la cama hasta el lado en el que había situado el tocadiscos.
—Tus deseos son órdenes para mí —dije esbozando una sonrisa.
Me senté en la cama, y April apoyó su cabeza en mi pecho mientras devoraba la enorme tarrina de helado y las canciones de The Beatles iban sonando. Mis manos jugaban con su pelo y, de vez en cuando, me inclinaba para besar su mejilla con suavidad.
—Cuando antes te tomes la pastilla, mejor —le recordé pasado un rato.
Ella asintió y se puso en pie para coger un vaso de agua.
—Y, ya que te levantas, tal vez sería una buena idea que te cambiaras de pantalones.
April abrió mucho los ojos y corrió a mirarse en el espejo de pie que había en un lado de la habitación.
—Mierda... —masculló con ceño fruncido, y avanzó de nuevo hacia la cama—. Las sábanas... Lo siento.
—No te disculpes. No pasa nada, April —le aseguré.
Ella dejó escapar un gruñido de fastidio. A lo que me puse en pie y tomé su rostro entre mis manos.
—Haremos una cosa. Tú te tomas ya la pastilla para que se te pase el dolor, te das una ducha, te cambias y pedimos una pizza. Yo mientras limpiaré las sábanas, ¿vale?
—No, es un asco, no quiero que lo limpies tú —musitó desviando la mirada.
—April, es normal —insistí estrujando sus mejillas—. Nada que tenga que ver contigo va a darme asco.
—¿Ni mis mocos? —preguntó sin poder vocalizar bien, por el hecho de que mis manos apretaban sus mofletes.
Yo negué con la cabeza.
—Ve a ducharte —dije con suavidad.
April asintió y, tras darme un abrazo y repetir "gracias" unas veinte veces, se marchó a hacer lo que le decía.
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Sé que no es a lo que os tengo acostumbrados, pero espero que os guste igual. Trataba de mostraros el lado más dulce y comprensivo de Neville y, aunque ya recibí críticas en mi anterior novela por el hecho de mencionar la menstruación, he decidido dedicarle un capítulo entero porque es algo de lo que las mujeres no deberíamos ni avergonzarnos ni disculparnos. Es completamente normal y natural ;)
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