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⋆03⋆

April caminaba junto a mí sin soltar mi mano desde que habíamos salido de casa. Aún vivíamos con mis padres, pero eso sería solo hasta que finalizáramos nuestro entrenamiento intensivo de dos semanas.

Con su fina blusa blanca y sus pantalones de tiro alto de cuadros, April irradiaba elegancia, y la expresión en su rostro, seguridad y determinación, aunque yo sabía que estaba nerviosa.

—¿Lista para nuestro primer día? —pregunté estrechando ligeramente su mano.

—Sí, eso creo —contestó simplemente tras asentir.

—¿No estás nerviosa? —insistí con una pequeña sonrisa.

—Puede —April se mordió ligeramente el labio inferior y, tras una pequeña pausa, añadió—: Es que, es la primera vez que voy a hablarle a alguien de mis poderes y...

Esperé unos segundos, pero no acabó la frase.

—Y vas a impresionar a todo el mundo —concluí yo, dándole un pequeño beso en la mejilla.

Llegamos a unos baños públicos siguiendo las indicaciones que nos habían dado en la carta que habíamos recibido días atrás, y nos separamos para entrar en los que nos correspondían por género. Tras introducir, no sin cierto escepticismo y reticencia por mi parte, los pies en el retrete, tiramos de la cadena y fuimos transportados al interior del Ministerio.

Nos recibió un hombre enfundado en una túnica, cuyas costuras parecían estar a punto de ceder por el tamaño de su barriga. Nos saludó con una gran sonrisa y se presentó como Steve Bletchley, antes de guiarnos hasta el segundo nivel, en el que se encontraba el Departamento de Seguridad Mágica y, por tanto, la Oficina de los Aurores.

Avanzamos, esquivando a magos ocupados que iban de un lugar a otro sin prestar mucha atención, hasta una de las paredes de la oficina, en la que una puerta de metal muy reforzada permanecía cerrada.

—Este será vuestro lugar de entrenamiento y yo me encargaré de supervisarlo —dijo frotándose las palmas de las manos—. Como aurores, os enfrentaréis a todo tipo de situaciones. En ocasiones tendréis que vencer poderosos encantamientos que protegen a los magos oscuros para lograr capturarlos. Así que, para empezar con vuestro entrenamiento, deberéis ser capaces de acceder al lugar en el que se llevará a cabo.

Pensé en emplear el conjuro aberto, que April y yo habíamos usado el curso anterior en Hogwarts para acceder a la Sección Prohibida; sin embargo, la puerta estaba desprovista de pomo que destruir.

—¿Podemos hacer lo que queramos con tal de abrir la puerta? —preguntó enarcando una ceja.

Bletchley asintió y se cruzó de brazos, a la espera de vernos actuar. Yo, por mi parte, miré a April un instante y supe lo que tenía en mente.

La chica miró a nuestro supervisor durante un instante, cuyo rostro se contrajo en una mueca de sorpresa y confusión, mientras ella exploraba con rapidez su mente, en busca de la forma de abrir la puerta.

No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, iba a tener que dar muchas explicaciones después de aquello.

En cuanto Steve Bletchley estuvo al tanto de los poderes de April como legeremaga, alteró nuestro entrenamiento como aurores de modo que aprendiéramos a aprovechar al máximo la ventaja que nos aportaban.

Una tarde, subí al desván en busca de April, pues siempre se encerraba allí tras llegar del Ministerio para seguir practicando.

—¿Te apetece un café? —pregunté ofreciéndole una taza.

Ella esbozó una pequeña sonrisa y se acercó hacia mí, retirándose algunos mechones de la cara.

—Aún queda mucho por hacer hasta que sea capaz de sacar partido de todas las posibilidades que me ofrecen mis poderes, pero no pienso dejar de esforzarme —dijo, antes de que pudiera siquiera abrir la boca para repetirle lo que llevaba ya varios días diciéndole: "deberías descansar, trabajamos muy duro en los entrenamientos".

—¿Y cuáles son esas posibilidades? —pregunté tomando asiento en un viejo sofá.

—Imagina estar combatiendo y que, de pronto, tu enemigo desaparezca y deje de estar frente a ti. Imagina que en cuanto te das la vuelta para encararlo vuelve a desaparecer y que, mientras tratas de alcanzarle con un hechizo, otro enemigo aprovecha que has centrado tu atención en una sola persona para atacarte.

Asentí y permanecí a la espera de que prosiguiera.

—Pues bien, si estoy en la mente de un mortífago, puedo crear la ilusión de que estoy apareciendo y desapareciendo constantemente a su alrededor cuando en realidad permanezco alejada y a salvo —concluyó, antes de darle un largo trago a su bebida—. Es lo último en lo que he estado trabajando, aunque aún me falta mucho para que sea creíble.

—Me gustaría ver eso —dije tras un breve silencio.

—¿De veras? Me vendría muy bien tu opinión.

Ambos nos pusimos en pie, dejando a un lado las tazas de café.

—Está bien, dame un momento —pidió antes de cerrar los ojos.

Extraje mi varita y me preparé para lanzar un hechizo en cuanto la ilusión comenzara. Sentí, entonces, una brusca intrusión en mi mente que me hizo tambalearme. Apenas unos segundos más tarde, April sonreía con picardía frente a mí antes de esfumarse.

Apareció a mi derecha y traté de lanzarle un hechizo que la aturdiera, solo que, al tratarse de una ilusión, no le hizo ningún efecto. Desapareció y volvió a aparecer en dos ocasiones más, antes de detenerse, extenuada por el esfuerzo.

—No está nada mal —dije acercándome a ella.

April enarcó una ceja y se dirigió de nuevo al sofá, para coger su taza de café.

—Deberías introducirte en la mente de tus enemigos con más sutileza —le recomendé con cierta sorna, a lo que ella se rió con fuerza.

—Lo sé, es solo que hace apenas un par de días que empecé con esto. Si no lo hago con más cuidado sospecharán.

Asentí antes de volver a hablar:

—El hecho de que los hechizos no te afecten, te delata. Debes tener cuidado con eso.

—Trato de hacer que se muevan con más rapidez para que no les alcance ninguno, pero es agotador.

—Te acostumbrarás, estás trabajando muy duro y con más tiempo seguro que lo perfeccionas —dije estrechando un poco su mano.

April sonrió ampliamente.

—¿Algo más?

—Sí, debes saber que las imágenes que creas no son del todo nítidas y están muy poco detalladas, en ocasiones tu rostro se veía borroso.

—Es por esto que me viene bien tu opinión, no me había dado cuenta de eso que dices —April me miró a los ojos durante un instante—. ¿Me ayudarás a seguir mejorando?

—Por supuesto —respondí antes de acercarme un poco más para besar sus labios.

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