II
Kyoya salió de su habitación para dirigirse a su aula de clases. Mukuro se había adelantado a él dado que no se había duchado y debía ir ya mismo a clase. El azabache era más responsable y había madrugado para ello.
Cerró la puerta y se encaminó por el pasillo, su portátil en la bolsa que colgaba de su hombro y bostezando debido a la mala noche por quedarse leyendo "El guardián entre el centeno" de J.D Salinger.
Giró en una esquina, y retrocedió unos pasos al ver a su compañero de cuarto ahí, con otra persona...
—Déjame...
Reconoció la voz como la del castaño de ayer, y vio de reojo su melena castaña cubierta por el cuerpo de Mukuro, quien estaba sospechosamente cerca del acorralado Tsuna contra la pared.
No hacía falta ser un experto para saber lo que sucedía.
Se fijó en que una de las manos del de cabello azulado (aunque parecía más claro) se filtraba por debajo de la camisa del uniforme del castaño y frunció el ceño. Maldito pervertido.
¿De verdad hacía falta mentirle para eso? Como si le importara con quién se enrrollase. Por él, si quería que se acostara con el perro.
Bufó y pasó de la escena. Tsunayoshi no parecía disgustado con el tacto o habría echado a gritar antes de que pasara a más, haciendo que media residencia se alertara.
«Así que a esto se refería entonces. Debí suponerlo»
No dio ni dos pasos cuando notó que, a la distancia, Mukuro corría en su dirección con una expresión de horror total.
Frunció el ceño y giró hacia Tsuna, allí estaba Mukuro.
Enfrente... También.
—¿Qué dem...?
De detrás de su compañero (el que corría como si el diablo le persiguiera) notó una cabellera rubia bastante parecida a la de Sawada y su cabeza empezó a doler.
—¡Maldito pervertido!
Y luego de eso, Rokudo Mukuro fue pateado en su dirección, logrando que los otros dos en el pasillo se separasen para mirar curiosos.
Mukuro cayó sobre él con una cara de espanto y Kyoya, aún confuso por los dobles, no pudo apartarse y cayó al suelo con el italiano encima suya.
—¡Espero que no se te ocurra de nuevo, desgraciado hijo de tu madre!
El doble rubio de Tsunayoshi estaba visiblemente molesto, y dio media vuelta antes de que pudiera admitir réplica, ajustándose la toalla blanca que le cubría más a él.
Mukuro tan solo llevaba los pantalones puestos.
—¡¡¿Qué demonios hacías, imbécil!!?
—¡Nada! ¡Ese tipo está loco!
—D-dobles...
El murmullo de Tsuna logró captar su atención, y a la vista de Hibari, los dos idiotas gemelos se miraron a la vez.
—¿¡Quién cojones eres tú?!
Y Tsuna parecía realmente tan perdido como ellos, Hibari sólo salió debajo del cuerpo de su compañero y decidió huir.
—Ya después me cuenta esto de los gemelitos, adiós.
Y así, dejó a dos problemáticos con el indefenso Tsunayoshi.
El italiano sólo le miró marcharse en silencio, totalmente indignado y confuso.
Era demasiado para sólo dos días.
—Ahora en serio —suspiró—. ¿Qué demonios es esto? Sé que los japoneses tienen mal gusto a la hora de hacer bromas, pero esto...
—Nufufufu~, en primera no tengo nada de Japón en mi sangre —su risa sonó demasiado familiar a oídos de Rokudo—. Y el que debería decir eso soy yo, ¿no te parece?
—¿Honestamente? No.
Sawada sintió la hostilidad crecer y miró el camino por el que se habían ido los otros dos... ¿Debería imitarles?
—Tsunayoshi, ¿podrías explicar qué demonios pasa aquí?
Dos miradas le dejaron en claro que, si aquello había sido siquiera una opción, había pensado demasiado lento en huir.
Tragó en seco.
—¿Cómo lo voy a saber...?
Ambos suspiraron.
—Empieza por presentarte —dijo el más alto, por un par de centímetros.
—Ya, ¿por qué no mejor empiezas tú?
—Así no llegamos a nada. Daemon Spade, no estoy encantado de conocerte.
—Mukuro Rokudo. El sentimiento es mutuo.
Daemon afianzó su agarre a la cintura de Tsunayoshi, ganándose una mirada de reproche con sonrojo por su parte.
El italiano estrechó los ojos con sospecha, recordando vagamente la voz furiosa del día de ayer.
Decidió hacer a un lado todo ese problema y apresurarse para llegar a clases.
«Primero tengo que ducharme, también debo recoger mis cosas y... ¡Es tarde!»
Completamente en pánico se levantó de su cómodo asiento en el suelo y se apresuró en hacer todo lo pendiente.
Para cuando ingresó al aula no se sorprendió de interrumpir la clase de matemáticas, así como tampoco hizo caso alguno al reproche del docente y finalmente se dejó caer junto a su compañero de cuarto.
Por joder y porque el chico había "cuidado el asiento para el Señor Invisible".
—Un poco de tu ayuda no me habría sentado mal.
—Pero a mí sí.
—Qué buen amigo.
—¿Cuándo dije que era tu amigo?
—¿Entonces somos algo más? —rió.
—Somos algo menos, no te hagas ilusiones, piña pervertida.
—¡No soy...!
—¡Rokudo! —llamó la atención el docente.
—¡Pero...! —calló ante su mirada de advertencia y suspiró—. Vale, vale, ya me callo...
Hibari solo sonrió ladinamente, haciendo sus ejercicios.
—Oye, que tú también hablas y a ti no te dice ni pío.
—Ventajas de ser el mejor estudiante de la secundaria y preparatoria.
—Serás cabrón...
—Uno muy inteligente.
—Claro, mi cielito es súper inteligente —ironizó rodando los ojos—. Yo digo que esto es más bien favoritismo. ¿Cómo lo has hecho si recién llegamos ayer?
—No soy irritante como otros.
—¿Me estás llamando irritante?
—No es la primera vez.
El italiano frunció el ceño mirándole mal, sin embargo ni replicó puesto que tenía razón y sentía una mirada furiosa sobre él.
—Oiga, profe, esto es injusto —se quejó Mukuro—. No vale que tenga favoritos.
—Rokudo, a la siguiente te vas fuera de mi clase.
—¿Me va a expulsar el primer día?
—Sí, así que callado.
—Blablabla.
—¡Rokudo, se lo advierto!
—Rikidi si li idvirti —farfulló por lo bajo, escribiendo con mala gana los números.
—Muy mal, en clase no se habla.
Mukuro le dedicó a su compañero su mejor mirada para que se vaya a la mierda.
Hibari sólo río entre dientes, en serio que se estaba divirtiendo con el peculiar fenómeno con el que estaba condenado a convivir.
—Eres todo un niño.
—¡No soy un...!
—¡Rokudo fuera!
—¡Pero...!
—¡Fuera!
Mukuro gruñó irritado y sólo se levantó arrastrando los pies, anotándose mentalmente el hacerle la vida imposible a la alondra.
Podía ser todo lo guapo que quería, pero con Mukuro nadie se...
«Espera, ¿qué?»
¿Acababa de pensar que era... guapo?
Mukuro se detuvo en medio de su andar por el pasillo ante esa expectativa. Por favor, Japón y el jet lag le estaba haciendo demasiado mal, definitivamente...
Sacudió la cabeza y siguió caminando. Pero no se pudo sacar su pensamiento anterior de la mente, pensando en qué demonios andaba mal con él para pensar que... Oh, Dios, él que había conquistado tantos corazones... ¿se sentía atraído por una jodida y tonta alondra? ¿Iba en serio?
Sus admiradoras se morirían si lo supieran.
Bueno, solo era una leve, muy leve, atracción. No iba a pasar a mayores... ¿verdad?
—Oya, oya, Mukuro-kun —aparentemente, tendría otra cosa en qué pensar—. No pensé que nos volveríamos a ver tan pronto.
Daemon parecía haber corrido con su misma suerte y, nuevamente, estaban cara a cara.
—Existe una cosa llamada doppelganger —comentó recordando algunos cuentos de Chikusa—. Aparentemente si te encuentras al tuyo, uno de los dos muere.
—¿Quieres pelea?
—Sabes que sí.
Sonrieron.
Definitivamente, no apreciaban la presencia del otro.
Tsuna suspiraba mientras miraba por la ventana.
Daemon era muy pesado en cuanto a él se refería. Demasiado.
—¡Tunaaaa!
Un rubio se abrazó a su cuello, y el castaño suspiró.
—¿Qué pasa, Giotto?
—¡Tuna! ¡Un maldito pervertido me estaba mirando en el baño mientras me duchaba! ¡Fue horrible!
—Ah, ¿Mukuro, no? —recordó la escena del pasillo.
—¿Qué más da? ¡Me siento ultrajado! ¡Mi bello cuerpo ha sido visto por esos pervertidos ojos!
El castaño sólo negó divertido mientras observaba que un segundo rubio (con complejo de guardaespaldas) asentía en su dirección.
—¿Y dónde estaba Alaude en ese momento? —cuestionó divertido, logrando que su doble se separase con el rostro rojo—. ¿Nuevamente le obligaste a esperar a doscientos metros de distancia?
—Yo... Tal vez.
—Vale, debería dejar de hacer, Giotto —rodó los ojos—. ¿No han estado juntos toda la vida?
—Eso es... Complicado.
—Dile que te gusta, no veo lo difícil —se encogió de hombros y el rubio pareció dispuesto a vomitar—. Por cierto, creo que Mukuro no te veía con morbo. Quizá se preguntaba sobre tu parecido conmigo.
Giotto frunció el ceño, confundido y negó.
—No, todo el que me mira es porque desea algo de este suculento cuerpo que Jesús me dio.
—¿Recuerdas al chico sobre el que cayó cuando le pateaste?
—¿Alaude moreno?
Tsuna lo pensó un poco, supuso que se referiría a Hibari así que asintió.
—Ese, son pareja.
—¿En serio? No lo parecían.
—Pues ya te digo yo que sí. Ayer hacían mucho ruido y cuando entré estaban... ocupados en sus cosas de pareja.
Giotto se carcajeó.
—¡Les arruinaste la fiesta, aguafiestas!
—¡Calla! No era mi mayor deseo ver eso.
—Bien que lo viste, pervertido Tuna.
El castaño se sonrojó y miró mal al rubio.
—¡No soy un...!
—¡Rokudo y Spade, basta!
Ambos fruncieron el ceño confusos y miraron hacia la puerta donde un muy divertido Alaude disfrutaba de ver a dos frutas ser reñidos por un docente.
Honestamente...
—Deberías ir, Tsuna.
—No quiero.
—Tengo entendido que aquí los castigos son para ambos compañeros de cuarto —Giotto se encogió de hombros ante la mirada confusa del chico—. No me mires así, Alaude me lo dejó claro anoche.
—Pero yo no tengo la culpa de... —suspiró. No valía la pena.
Salió a ver si podía arreglar la situación. El profesor estaba muy cabreado, no veía mucha esperanza.
—Perdón, maestro —se disculpó Tsuna—. Mi... mi novio y su amigo tienen un pequeño problema de celos —sonrió, rascándose la nuca.
—¿Celos? ¿Qué celos? —arqueó una ceja el hombre.
Mukuro y Daemon se preguntaban lo mismo.
—Es que verá, son primos y ambos están enamorados de mí y entonces hay uno que no lo acepta y en fin...
Mukuro quiso replicar, pero calló ante la advertencia que llevaba la mirada del castaño.
—Ah, problemas de adolescentes. Está bien, lo pasaré por ahora.
Tsuna no se creía lo fácil que había sido, ¿por qué los adultos eran tan idiotas?
«Bueno, por lo menos estoy libre por ahora»
Suspiró y miró mal a las frutas.
—Y bien —inició—. ¿Qué demonios les pasa a ustedes dos?
Daemon pasó totalmente de lo que dijo y sólo rodeó su cintura en un posesivo abrazo.
—¿Soy tu novio?
—Sonaba más creíble que mi acosador personal —bufó sonrojado—. Ahora, ¿van a decirme en qué demonios pensaban?
Le miraron con obviedad.
—Claramente en sacarnos los ojos el uno al otro.
—¿Razón?
—¡No puede haber otro tan hermoso como yo!
—Por Dios, sonáis a Giotto.
—Me has quitado la frase de la boca, Alaude —rió Tsuna, deshaciendo el abrazo de Daemon.
—Es mucho tiempo conviviendo con la diva que tienes por hermano, niño.
—Lo sé. Al final te acostumbras. Yo soy quien compartió habitación con él y hasta los pañales, asi que te gano.
Después de eso, Mukuro pudo escapar del ambiente repentinamente meloso entre esos tres y el rubio loco de la mañana.
Honestamente, odiaba estar tan lejos de sus hermanos (de Nagi más que de cualquier otro, porque Fran era...).
Nuevamente, se halló a sí mismo pensando en lo mucho que extrañaba Italia.
Recordando sus mil seguidoras, la loca de M.M, los problemas de Ken, el amargado de Chikusa, su ahora desprotegida hermana...
Oh, Dios. En serio quería volver a casa.
La extrañaba demasiado.
Suspiró y volvió a su habitación. Se sentó en su cama y miró la de Kyoya con aburrimiento. Luego le picó la curiosidad de saber qué guardaba alguien como Hibari entre sus cosas y empezó a rebuscar en su armario.
Era malditamente ordenado. Todas las chaquetas y camisas estaban en perchas, los pantalones perfectamente doblados y las prendas más pequeñas en un cajón bien organizado.
Miró su propio armario. Todas las camisas arrugadas y mezcladas con la demás ropa...
—Desgraciada alondra organizada...
Bufó volviendo a su cama, por lo menos ahora tenía en claro que su ropa y la de él jamás se mezclaría.
Miró su celular, comprobando que bien podría asistir a las siguientes clases del día (algo que descartó puesto que no tenía ganas de hacerlo), así como también notó que tenía una llamada perdida de la Señorita Te Mando A Otro País Para Que Dejes De Joder.
Nagi era muy adorable.
Decidió llamarla luego, aprovecharía lo que restaba de mañana para dormir plácidamente.
O, por lo menos, intentarlo.
Hay un dicho que dice que entre el intento y el logro hay una gran brecha.
Lo estaba viviendo en carne propia.
Su móvil empezó a sonar de nuevo, en mitad de su estado semidormido. Lo mandó a volar a la otra cama, pero se chocó con algo que empezó a chillar como si no hubiera mañana.
Cómo le molestaba ese sonido, decidió levantarse a fuerza para ver qué demonios tenía Hibari ahí que chillaba tanto.
Un picotazo en el ojo le recibió con los brazos abiertos.
—¡Cabrón! —puso una mano sobre su ojo color azul, adolorido.
Con el otro distinguió un canario pequeño de color amarillo.
—¿Qué haces aquí? No se permiten animales, joder...
—¿Qué hola ni qué ostias? ¡Eres un irresponsable! Mira que ser expulsado el primer día...
—Yo no quise venir aquí, tú me obligaste.
—¡Por que es lo mejor!
—¿Qué mejor ni que leñe? ¡Estaba bien en Italia!
—No, aquí no. ¡Allí estás mejor! Tienes que dejarnos un poco de lado, nii-sama. ¡Dependes mucho de nosotros!
Mukuro rodó los ojos, suspirando exasperado y acariciando la suave cabeza del animalillo asesino que intentaba ir por su otro ojo.
«Creo que encontré un nuevo mejor amigo»
—¿Desde cuándo dependo de ustedes? —bufó con desdén—. No recuerdo haberme vuelto tan suicida.
—Nii-sama...
—¿Qué? Es la verdad. Te volviste donadora de órganos y sangre por el bien de la humanidad —señaló con disgusto—. Fran quiere ser asesinado cada pocos minutos, Chikusa... Bueno, él no es mi hermano pero es bastante molesto. Si dependiera de ustedes estaría perdido.
—Lo de los órganos será cuando muera, nii-sama.
—Igualmente, ¿quién asegura que no eres inmortal? —Nagi suspiró—. Además, ¿para qué necesitas a la humanidad? No se saca nada bueno de ellos, sólo son...
—Justo de eso te hablo —interrumpió bajando la voz—. Nii-sama, deberías confiar más en el mundo. No todos son malos.
—¿Segura?
—Chikusa y Ken...
—¿Ellos son humanos?
—Nii-sama, por favor...
—¿Si te digo que he hecho amigos...?
—¿¡En serio?!
—Oye, no exageres, mi carisma es...
—¡Chicos! ¡Nii-sama ha hecho amigos!
—¡Nagi! Te he dicho que no exageres. Además, no son tan... amigos.
¿La alondra se podría considerar su amigo? Nah. Bueno...
—¡Me los tienes que presentar, eh!
Una escena de él presentándole a la alondra a su hermana llegó a su mente...
Algo iba mal con la imagen mental, negó.
—No te lo presentaré, eso sería penoso —frunció el ceño alejando a Hibird de sus ojos—. Además, ¿no deberías estar haciendo otra cosa ahora?
—¿Yo?
—Se llama Fran, ¿esa cosa no te suena?
Lo pensó.
Mukuro podía escuchar como rechinaban las tuercas en la cabeza de su hermana, sonrió.
La puerta de la habitación se abrió de golpe entonces y tembló ligeramente cuando unos fríos ojos le fulminaron.
—¿Qué haces en mi cama?
—¿Quién es...? —Nagi pareció sonreír—. ¡Ese es tu amigo! ¡Presentámelo!
—Cariño, hablamos luego —bufó—. Llegó alguien desagradable.
—¡No, nii-sa...!
—Vete a tu maldita cama a hacer tus cochinadas —bufó molesto—. No me importa que sea tu novia o tu madre, no hay razón para que debas hablar con ellas en mi lado de la habitación.
—Pero tu cama es más cómoda que la mía —se quejó dejándose caer de espaldas—. ¡No es justo!
—El mundo es sinónimo de injusticia —se cruzó de brazos frente a él y el ave se plantó en su hombro—. Fuera.
—¡No quiero!
—No me importa lo que quieres.
—Ave-kun, por favor...
—No.
Mukuro hizo un puchero.
—Te cogiste el mejor lado a posta, so tramposo.
—Ya, claro, largo de mi cama.
—Oye, hay espacio suficiente para los dos —guiñó un ojo.
—Los cojones, a tu cama. No pienso dormir contigo en la misma cama ni de coña.
—Bien que te mueres por mí.
—Me muero por decirte que te largues de mi maldita cama.
El italiano le miró con un puchero y se sentó repentinamente interesado, sonrió.
—¿Y si vienés conmigo? —sugirió colocando una de sus manos en la cadera del chico—. Podría irme a mi cama si me acompañas.
Hibari le miró largo rato, mientras Mukuro tiraba de él más cerca.
Hibird volvió al ataque.
—En Italia...
—¿Quieres acompañarme a mi cama en Italia?
Rodó los ojos, Mukuro supo entonces que con el asiático no le estaban sirviendo las cosas.
—En Italia te ganabas la vida como prostituto, ¿no?
—¿¡Qué?! ¡No! Oye, soy guapo pero no me vendo.
—Ya, claro.
—Que sepas que me saqué una beca universitaria.
—No lo parece cuando te echan a la primera clase.
—Por tu culpa.
—Ya, culpa a los demás, que es fácil.
Mukuro le soltó, levantándose repentinamente ofendido.
—¡Es que no es mi culpa!
—¿Seguro?
—Que sí, tú...
—Excusas, puras excusas —rodó los ojos—. Además, la pregunta vino ya que teniendo novia no dejas de molestarme.
—Es que...
—¿Acaso es de esas novias obligatorias? —arqueó una ceja, notando la repentina calma de su compañero—. Eh... ¿Acerté?
—No. Me iré a dormir.
No tenía por qué decirle que realmente tenía algo parecido sólo que... En masculino.
Kyoya suponía que era el momento de preguntar por su repentina seriedad.
—Eh, ¿estás bien, piña?
—Perfectamente.
Se acostó sobre su cama y se puso a mirar el techo.
—Ni creas que te voy a rogar, eh.
—Gracias.
—Pero los compromisos a la fuerza es algo muy antiguo.
El italiano rió ligeramente, imitándole en observar lo más interesante en la habitación.
Hibird revoloteaba indeciso entre ir por las caricias de su dueño o atacar al señor extranjero.
—¿Intentas animarme?
—Nop, sólo señalo un hecho.
Mukuro suspiró girándose para mirarle, sonrió.
Realmente ese chico le resultaba atractivo.
—Sabía que caerías en mis encantos —cuando Hibari le miró no dudó en guiñarle un ojo—. Soy irresistible.
—¿Caer en tus encantos? Tú sueñas.
—Ya, claro. Se te ve en la cara —rió.
—Estás ciego entonces.
Mukuro rió y puso las manos detrás de la cabeza con una socarrona sonrisa.
—No hace falta que lo niegues, alondra-kun.
—Deja de llamarme así, piña.
—No me da muchas ganas.
—No te lo estaba preguntando.
—Pues eso, no estoy obligado a seguir tus normas ni órdenes —miró nuevamente a Hibird—. Por otro lado, él...
—Ella.
El italiano frunció el ceño, confundido.
—¿Qué?
Vio al ave decidirse en ir con su amo, Hibari se sentó sonriéndole a su mascota.
—Hibird es hembra.
«¿Estaría mal pensar en eso como competencia?»
Bufó ante lo absurdo de sus pensamientos y su teléfono volvió a sonar.
Miró la pantalla con el ceño fruncido.
Colgó. Mejor no hablar cuando su compañero estaba presente.
—¿No lo coges?
—No, no es nadie importante.
—Quizá tu novia se puso celosa —acarició la cabeza de Hibird.
—Nah, quiere más a los malvaviscos que a mí.
—¿Le gustan los dulces?
—Le encantan.
—Que mal que seas una fruta —rió.
—Para ti soy lo que quieras —sonrió pícaro.
—Si eres invisible, me haces un favor.
—Honestamente me serviría serlo —comentó con picardía—. Más de lo que crees.
—Pervertido.
—Sólo por ti.
—Me das asco.
—Puedo darte más que eso.
Kyōya dejó un momento al canario y le miró completamente indiferente, Mukuro sonrió complacido con la atención y el insistente teléfono volvió a sonar.
La sonrisa cayó.
Hibari repentinamente se sintió interesado.
—Deberías...
—No hay necesidad —colgó nuevamente—. No es nada importa...
Otra vez.
Miró otra vez y esta vez palideció, no dudó un segundo en contestarle a Chikusa.
—¿Quién mató a Fran?
—¡Mio amore!
El grito que pegaron del otro lado se escuchó por toda la habitación, y a Mukuro casi le saca el tímpano.
Kyoya arqueó una ceja. Era un chico el que hablaba.
—¿Qué? ¿Qué coño haces llamando del móvil de Chikusa?
—No me contestabas.
—Por algo sería.
—Eres muy cruel conmigo, Mukuchin.
—Cállate, malvavisco.
—¡Eres cruel! —comió un malvavisco.
Hibari sumó dos más dos, observó la expresión disgustada de su compañero y sonrió.
«Definitivamente no voy a aburrirme»
—De crueldad está lleno el mundo —bufó notando la mirada atenta del azabache—. Voy a...
—¡Si cuelgas iré a molestar a Nagi!
Tensó la mandíbula molesto, un ave amarilla se acercó a él.
—Bien... ¿Para qué demonios llamas?
—Te fuiste sin decir adiós y no me llamaste ayer —se quejó—. Quería escuchar tu voz, mio amore.
—Pues ya está. ¿Qué más quieres?
—¿Te contesto?
—N...
—Pensé que sería una chica —comentó deliberadamente, más fuerte de lo necesario—. Ahora entiendo por qué me molestas a mí y no a las chicas.
Mukuro le miró confundido, la sonrisa del azabache era...
—¿Con quién estás?
—Con nadie que te importe.
—Vaya, ahora soy yo el que no importo.
Quería joder.
—Muku-chan, ¿quién es ese?
—Es mi ahora muy odioso compañero de habitación —respondió con una mirada asesina al azabache.
—Aquí el odioso eres tú, piña.
—¡Solo yo tengo derecho a llamarte así! —bufó el albino.
—Callaos los dos, joder.
—¡Muku-chan, eres malo!
—¿Crees que te voy a hacer caso? En tus sueños.
Sí, quizás estaba en una nueva versión del infierno.
Suspiró.
—Ave-kun, por favor —le miró casi suplicante, casi—. ¿Podrías callarte? Quiero acabar con esto y ya.
La alondra pareció pensarlo por un momento, tiempo que Byakuran aprovechó para quejarse, y finalmente se levantó de la cama para acercarse a él.
«¿Esto se consideraría como mi buena acción del mes?»
—¡Muku-chan, escucha cuando te...!
En menos de un parpadeó, Mukuro se encontró a sí mismo tumbado, inmovilizado y sin celular.
Entró un poco en pánico.
—Escucha, maldito herbívoro pesado —Kyoya había tomado el teléfono con gran habilidad—. Ahora mismo la piña esta está muy ocupado. Deja de joder y adiós.
Colgó con toda la libertad del mundo Y Mukuro arqueó una ceja.
—Pero bueno, qué atrevido me has salido.
—Agradece, he hecho mi buena acción del año. No va a volver a repetirse —puso el móvil en el velador que estaba tras la cabeza de Mukuro, estirándose para llegar.
En nada sintió unas manos sujetando sus caderas.
—Suéltame, maldito pervertido.
—¿Por qué debería? —ignoró la mirada de obviedad en el rostro del azabache—. Me has ayudado y dijiste que estaba ocupado, lo único que puedo hacer es agradecerte y darte mimos.
—¿Acaso soy tu mascota? —bufó intentando quitarse de encima de él—. Suéltame, si quieres agradecer lo que hice no te acerques a mí y todos seremos fe...
—Chicos, Nezu me ha enviado a buscarlos porque no... —Tsuna observó la escena en silencio, procesando la situación y se sonrojó—. Yo... Debería aprender a tocar antes de entrar.
Ante la distracción Hibari no dudó en alejarse del italiano, quien se sentó con una mueca en el rostro.
—Sí, quizá deberías.
—L-lo siento —se disculpó.
—No estábamos haciendo nada importante —quitó importancia Hibari.
—Ya, claro —Tsuna suspiró—. Pues eso, que os buscan... Adiós.
Y cerró la puerta inmediatamente.
—Bueno, ahora que nos hemos quedado solos... —Mukuro recibió un puñetazo en el estómago a cambio de su acercamiento.
—Vamos.
Y siendo jalado por la oreja, cual niño pequeño, Hibari le sacó de la habitación con intenciones de regresar a clases.
Dejando atrás intencionalmente el teléfono de la piña.
Mentiría si dijera que no se apiadaba un poco del extraño compromiso en que estaba involucrado su extraño compañero, sin embargo no entendía bien la razón de su molestia.
_Como sea._
—¡Ave-kun, eso duele! —lloriqueó intentando escapar de su agarre—. Y es humillante, no quiero que...
—Nufufufu~.
—El idiota me vea así.
Mukuro suspiró cansado, sabiendo que su copia barata estaba posiblemente preparado para burlarse.
Sólo esperaba que Tsunayoshi sirviera de distracción.
—Vaya, vaya, mi copia barata siendo arrastrado cual niño.
—Cállate.
—Nufufu, la agresividad es mala, copia-chan.
—¡Tú eres mi maldita copia!
—Yo nací antes.
Mukuro no supo responder a eso.
—Vamos, piña, llegamos tarde.
—Sí, mamá alondra —rodó los ojos.
—¡Tsunayoshi-kun, espera! —gritó Daemon al ver al castaño pasar.
Este echó a correr.
—Kufufufu, ignorado por el atún~.
Daemon le miró mal antes de ir tras el espantado castaño.
Mukuro les vio partir.
—Te encanta joder a otros, ¿no?
—Puedo joderte a ti si quieres —la fría mirada que le dedicaron le intimidó, pero no lo diría jamás—. O quizá no, no eres mi tipo.
—Díselo a tu subconsciente —bufó soltándole y regresando a caminar—. Porque tus acciones me hacen creer que vas tras de mí.
Por algún motivo, el italiano recordó las veces que pensó en la alondra como alguien "atractivo" y se sonrojó furioso.
—¡No estoy detrás de ti! ¡Y no eres guapo!
Con eso, se fue corriendo, dejando a un perplejo Kyoya.
Llegó a la azotea y se apoyó en el barandal. No, la alondra no le atraía.
No era como si tuviera unos ojazos azul profundo. Tampoco una piel tan suave ni...
—Vale, basta.
Bufó molesto. Odiaba sentirse así, por eso no hacía vida social.
Aunque Nagi decía que aquello eran puras excusas, desde siempre todos estuvieron muy conscientes de su "atracción por los chicos".
Así como también de la insana obsesión de su molesto prometido con eso de joderle la vida.
Bufo nuevamente.
—Me pregunto cómo estará Fran —murmuró observando el exterior—. ¿Le habrán alimentado? ¿Seguirá vivo y casto como lo dejé?
Tendían a olvidarse de la rana. Una vez se fue de excursión tres días con su curso y cuando volvió había desaparecido.
Lo encontró en un parque medio muerto, tras días sin comer nada.
Nagi y los demás se excusaron diciendo que no lo habían visto irse y que se olvidaron de él.
Pobre, solo él le quería.
Ahora que lo pensaba un poco, empezaba a preocuparle.
Pediría a su padre que le enviaran al chico el próximo fin de semana, de él dependía totalmente la supervivencia del chico.
Incluso, si el viejo se negaba, podría hacer uso del buen Ken para enviar a su medio hermano de contrabando.
Escuchó la puerta abrirse, pero lo ignoró al planear las mil rutas que podría tomar la rana para llegar hasta él.
En serio... Podía ser un fracaso social a veces, pero era un buen hermano...
Más o menos.
—¿Qué haces aquí? Deberías ir a clase.
—Esa es mi frase.
Kyoya bufó, posicionándose a su lado.
—Ya, ¿y bien?
—Reflexionaba sobre mi vida.
—¿Qué ha sido eso de "no eres guapo"? No me considero tan guapo pero que te lo digan tan directamente... Sé de alguien a quien le jodería vivo que le dijeras eso.
Su cuñado, para ser exactos.
—Cosas mías, déjalo.
Hibari le miró intrigado, honestamente... Aquello con la piña iba más allá de sus manos.
—¿Puedo preguntar sobre qué cosas de tu vida reflexionas?
—Puedes, pero no responderé.
Suspiró.
Recordó nuevamente aquello de _no te metas en la vida de otros_ que tantas veces le había dicho a uno de sus familiares y se golpeó mentalmente por lo que estaba haciendo.
—No te entiendo —murmuró mirando en otra dirección, aburrido—. Primero coqueteas conmigo, me toqueteas, resulta que estás prometido y no eres feliz, para acabar todo nos conocimos ayer.
—Suena como demasiado.
—Tú eres demasiado.
El italiano sonrió mirándole de reojo.
—Bien que te gusta que sea demasiado.
—Te callas, nunca dije que me gustases.
—Oh, pero lo piensas —guiñó un ojo—. Ya sabes, soy irresistible y todo eso.
—Ya, claro.
—Hay personas que se mueren por mí.
—Por matarte no lo dudo.
Mukuro rió.
—Ya, qué adorable.
—Gracias, así soy yo.
El italiano se acercó más a él y el azabache arqueó una ceja.
—Tus distancias.
—Ya lo sé, estamos demasiado lejos —fingió un suspiró cansado—. No entiendo por qué, el mundo ya sabe de nuestro amor.
Hibari rodó los ojos, alejándose de él al tiempo en que intentaba acercarse.
—¿Me compartes de lo que fumas?
—Chistosito.
—Tengo mil talentos, ¿no te digo?
Mukuro desistió en sus intentos por invadir su espacio en el momento en que la voz molesta de su consciencia le recordaba algo.
Algo horrible.
Las ganas de volver a clases parecieron apoderarse de su compañero, cosa que le extrañó bastante, Hibari le miró alejarse con dirección a la puerta.
«Esto de ir de aquí para allá se está volviendo en vicio»
•~•
¡Salut, lectores!
Bueno, aquí está el 2 cap, Que he recortado porque veía que era eterno pls.
AMO. A. RIN. Y. A. HARU.
Y NECESITO 3 TEMP DE BNHA.
Todo dicho... Os dejo con Bacchi.
Notas de B: Wes, es difícil ser multishipper :v
A veces sabes a quienes shippear y te centras en ellos, otras veces descubres parejas que jamás te hubieras imaginado y otras... Te das cuenta que a las que son como tú sólo les gusta ver el mundo arder :v
Oh y recién me empiezo el manga de Fugekin na mononokean. Amo a Abeno, ¿ok? LO AMO :v
¿Por qué mis crushes no existen? ¿Por qué mis otp no son reales? ¿Por qué la vida es cruel? ¿Por qué Kenma es tan hermoso? ¿Por qué Ashiya me encanta y lo odio? ¿Por qué soy así? Vale, paro.
Ya me deprimí :v espero les haya gustado la historia :3
¿Merecemos comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita?
¡Au revoir! Nos leeremos pronto~.
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