
Capítulo 17.
— Alcánzala Clive, es tu única oportunidad — gritó una de las voces, mientras ella corría por los pasillos del psiquiátrico.
Las voces masculinas se mezclaban con los pasos acelerados y el latir de su corazón. Mientras corría se detenía en las puertas cerradas y empujaba, intentaba encontrar una abierta, sin mucho éxito. Ese día había amanecido en la habitación de Niall.
Le había intentado decir que era un error, pero solo obtuvo risas de parte del que sabía, era su medio hermano. Le arrojó un vestido negro y le dijo que hoy sería la bruja del cuento y sería quemada en la hoguera. Nunca recordaba que sucedía mientras la drogaban, solo sabía que amanecía adolorida.
— Lay... No huyas de mí, sabes que estamos unidos para siempre. — dijo una voz y la identificó como la de Clive. Cada que se drogaban era la misma situación, jugaban con su terror.
No supo cómo llegó al castillo, había corrido demasiado, como para saber eso. Los pisos en madera relucientes y los cuadros le dieron la bienvenida, en un costado, vio las escaleras, cuyos barrotes, eran los dorsos de mujeres desnudas y sin pensarlo dos veces subió por ellas.
El vestido que le dieron era ajustado al cuerpo, por lo que mientras corría, se había roto en las caderas. Subió hasta el tercer piso y allí, fue golpeando una a una las puertas, hasta que una se abrió antes que ella tocará y un hombre alto de tez trigueña y con en bóxer la recibió.
— ¿Por qué ese ruido? — preguntó y algo debió ver en su rostro, porque luego se hacerlo y mirar detrás de ella. La tomó de las manos y la puso detrás suyo.
Cerró la puerta, con seguro y miró a todos lados, parecía buscar algo y al ver un montículo de ropa en un rincón, camino hacia ella. Layla había retrocedido tanto que estaba en el lado opuesto del hombre y lo observaba vestirse rápidamente.
— ¿Qué mierdas es esto? — preguntó.
La rabia era evidente, se dio cuenta que esa pregunta no iba dirigía a ella, pues el miraba en dirección a la cama, siguió el lugar que él veía, su mundo cayó a pedazos, al ver en ella y desnuda a su amiga Lizzy.
Estaba a juzgar por sus pupilas y su mirada, drogada. Recordó que ella fue la que le dio la prensa y le dijo que ella también participaría, que no estaría sola. Le dijo que necesitaría dinero, como ella. Algo en su comportamiento le dijo que ella estaba detrás de todo esto. Los golpes en la puerta eran insistentes y las voces de protesta también.
— No puedes tener a las dos chicas, entrega una — Dijo una voz y notó el tono divertido en ella.
— Entrégame a Layla, si participarás en el juego, sabrías que es mía — como ocurría siempre distinguió a la voz de Clive.
El hombre alto giro hacia ella y la miró con una ceja alzada, parecía preguntarle si ella estaba de acuerdo, en eso. Negó insistentemente, mientras se pegaba a la pared, de momento el hombre no parecía peligroso, y eso de alguna manera la alivió.
— Esto es demasiado para mí, yo mejor me largo — dijo Lizzy, levantándose de la cama — Que te diviertas, querida, uno por noche, no todos a la vez — dijo antes hacerle un guiño y meterse al baño.
— Quédese aquí, — dijo y la miró a los ojos — No le haré daño, no sé qué ocurre, pero lo voy a averiguar. — el también parecía drogado, pero por alguna razón, no era intimidante.
Minutos después Lizzy salió del baño, desnuda. Layla la vio vestirse delante de ella, sin pudor. Tomó un bolso de manos y sólo cuando se calzó los zapatos la miró. Tenía una media sonrisa y la miraba con pesar.
— Te llegué a estimar, hablo en serio — acomodo su cabello rubio y luego la siguió mirando — Debo quedarme aquí, Clive no puede verme ¿No harás preguntas? — negó, en ese instante sólo quería ir a casa.
Había pasado una semana, se dijo que fue por orgullo, porque Asher se ofreció a ayudarla y ella lo rechazó. Ahora pensaba distinto, quería salir de allí y decirle, que aceptaba el empleo.
— Llévame contigo — rogó y Lizzy, la mujer que hasta hace unos días, tenía la dicha de decir era su amiga empezó a burlarse.
— ¿Bromeas? Con lo que me costó traerte acá ¡Qué estúpida fuiste Layla! — fue como ser golpeada muchas veces.
El letargo en el que estuvo por muchos minutos, salió luego que escuchó un móvil vibrar y a la mujer contestar. "Seguro está todo libre Ross, ok ya bajo". Salió de la habitación, corrió hacia ella, la puerta abrirse a solo unos pasos de ella llevar la hizo retroceder y caer, era Clive.
— ¿Serás una niña buena verdad? Si te vuelven a inyectar esa porquería, no saldrás viva de acá Lay, ¿Puedo llamarte Lay? — estaba por decir que le ayudara a escapar, cuando la puerta se abrió y entró de nuevo el hombre trigueño, de aspecto rudo.
— A dos habitaciones de acá, por el lado izquierdo, entra y cierra la puerta — le dijo sin mirarla, saltó al ver a Clive abalanzarse sobre él y este esquivar el golpe.
— ¡No te la vas a llevar! — gritaron los demás entrando a la habitación y empezaron a atacarlo. Miró a todos lados, buscando algo con que golpear y vio una silla.
— Salga, aproveche que ese miserable no está. La llevaré a la policía, ustedes están enfermos — dijo intentado esquivar los golpes y solo se movió, cuando le ordenó salir.
Pero no llegó lejos, al salir de la habitación, se encontró con un hombre y una mujer. La mujer, la detuvo por los hombros mientras s el hombre, que reconoció como Amabel de lanzó sobre ella, solo entonces gritó fuerte.
— Tranquila preciosa, es una pesadilla — escuchó la voz de Keane y se pegó a él, al ver que la abrazaba. — ¿Qué fue esta vez?
— No mucho — mintió para calmarle.
Ese día eran las elecciones y lo último que quería era sumarle otra preocupación a su ya lista de ellas. Él tenía un día ajetreado y en tres días tenía programado su embarazo. Por lo que ella se había prometido estar tranquila, para que el pudiera llevar unas elecciones tranquilas. Le escuchó abrazarse a ella y besar su cuello, mientras le susurraba que todo estaría bien.
Se casaron en una ceremonia privada, y llevaban una buena relación. Ambos estaban claros en que eran especiales para el otro, pero que no tenían un nombre que darles a sus sentimientos.
Hizo las paces con su madre, por intervención de su hoy esposo y su tía Lucy. Con Cliver Taylor, el hombre que la crio, llevaba un trato cordial, eso sí hablaba con él en presencia de Elton o de Keane.
— Quédate en cama, le diré a Alice que venga a hacerte compañía, no salgas hoy. — le dijo cuándo los primeros rayos del sol asomarse por la ventana.
— Tengo que votar, un voto hace la diferencia — lo vio negar, en realidad no lo haría solo le gustaba verle preocuparse por ella.
— No es así, todo saldrá bien y quiero estar seguro que estas en casa. Eso me permitirá concentrarme ¿De qué te ríes? — Se quejó, pero en ese punto ella no pudo evitar reírse de él.
— Siempre acató tus órdenes, Keane, soy como Alice. — negó con severidad y frunció las cejas no quiso molestarle.
Aun así, besó sus labios y luego su vientre y entró al baño. Ya sabían que era un niño y tenían una cuna en su cuarto. Keane Nixon II, como era llamado por su hermana, dormiría con ellos los primeros meses.
El recuerdo del sueño de la noche anterior llegó a ella... Ross, Lizzy llamó al que habló Ross ¿Qué posibilidad había de ser otro? Observó a Keane salir de la ducha, mientras ella estaba sumergida en sus recuerdos.
— Esa corbata no Keane — murmuró al verle tomar una al azar — Recuerda que esta noche toda D. C. Te verá, asegúrate de estar acorde a este día. — en respuesta, la miró por el reflejo del espejo y le hizo un guiño.
— Antes muerto que sencillo — eso los hizo reír fuerte, la niña traía de la escuela siempre alguna frase. la tarde anterior vino con esa que acaba de decir su padre. — Hay que tener cuidado que se dice delante de Alice, es una grabadora ambulante ¿Seguro estarás bien sola?
—Sí, deja a Alice dormir, en unos minutos me levanto — se acercó a ella y besó su frente, parecía preocupado. — todo saldrá bien, ya verás que serás el ganador...
— No es eso lo que me preocupa... No quiero dejarte sola. — se intentó sentar sola, pero su abultado vientre, ya le impedía algunas cosas, por lo que necesitó la ayuda de su esposo.
— No saldré de la casa tienes mi palabra, estaré atenta al móvil. Puedes llamarme y te envió reporte, pero te aseguro que estaré bien Keane. — miró la hora en el reloj del tocador y luego a él — Es hora de irte ¿James siempre viene por Alice?
— Las hijas de él, la quieren allá, parece que es tratada como princesa por todos y eso te permitirá descansar. — la ayudó a acostarse, la cubrió con las cobijas, reguló el aire, cerró cortinas y besó sus labios para luego salir.
Una vez sola se quedó en la penumbra, eran las 5 de la mañana. Pensaba si, había sido buena idea no decirle lo que recordaba, o confesar que recordó la gran mayoría de lo que había pasado. En ese instante, supo lo privilegiada que era, al no recordar nada.
Por su parte Keane, bajaba las escaleras le decía a su escolta y mejor amigo desde la preparatoria Kurn Ross, que quedaría cuidando a su esposa. Le confiaría su vida a Ross, este solo asintió y tras desearle buena suerte, acompañó hasta los vehículos, apostados en la entrada de la mansión.
Varias horas después y luego de muchos mensajes entre ella y Keane, la esposa de Parker había llegado por la niña. Tomó el móvil al ver la llamada entrante de James, e imaginó que Alice ya estaba en casa. Había pedido que la llamaran, cuando eso ocurriera, que el día de las elecciones de su padre, Alice andará por las calles no le gustaba.
— Tiene que salir — le dijo Ross entrando a la habitación y ella alzó la vista confundida.
— No tengo planeado salir Kurn, le prometí a Keane que no saldría...
— Usted no me entiende. — le interrumpió — le die que tiene que salir y así será.
— ¿Por qué? Sal de mi habitación — ordenó levantando la voz, al tiempo que escondía el móvil en el bolsillo de su enorme braga.
Era un atuendo horroroso, Keane lo odiaba, rosado con flores de colores, pero muy cómodo, con bolsillos amplios. Mentalmente rogó porque hubiera logrado contestar, aún uno estaba seguro de ello.
— Ahorre energías para el parto, necesito que ese niño nazca sano. La familia que lo espera, pagará más si es como su padre, son escoceses es la mejor forma de camuflarlo. — la tomó por los brazos y la hizo levantar, mientras la sacaba de la casa a empujones.
— Keane te encontrará, ningún hospital me atenderá... Deberías saberlo.
— Al lugar al que iré sí, llevaré a mi esposa que está en labores de parto. — la miró y sus ojos oscuros estaban fijos en ella y sonreía — su querido esposo, está muy ocupado en la campaña. ¿En realidad pensó que eso acaba con Joseph entrando a la estación y confesando? ¿Que dejaría en manos de una tonta como tú, sus planes? Ese bebé era el plan C, el A fue ese video de Clive contigo, el B fue la muerte de su hermano, pero el C... Es perfecto...
*****
— Ven acá ¿Me extrañaste? — le preguntó Parker a la niña alzando la en brazos y está solo sonrió.
— No. Estoy ocupada cuidando a mamá...
— Pues yo a ti si y... La última vez me prometiste contar ese cuento y lo dejaste por la mitad — la pequeña puso su dedo en su barbilla fingiendo pensar, luego sonrió y negó.
— Blanca nieves entra al castillo, en donde están los siete perros — empezó a contar, la primera vez que lo escuchó, Parker quedó con la duda.
Sin embargo, por alguna u otra razón, la niña no podía contar la historia completa. Supo que a Keane la conocía, pero que no le encontraba mucho sentido. Eso lo supo, cuando le preguntó por la historia, se burló de él y de lo viejo que era al querer saber el final de un cuento infantil.
Caminó con la niña en brazos y se sentó en un cómodo sillón, en la mesa había leche y galletas recién ordenadas que ella al verlas, se bajó y empezó a comer gustosa.
— El castillo era un laberinto, ella blanca nieves, tenía que cruzar y llegar al final de él...
— Al mar, eso ya me lo dijiste — Interrumpió — yo quiero saber es el final, pero ella zapateo con fuerza y lo miró enojada.
— Mamá Layla dice que tengo que contarlo desde el inicio. Dentro del laberinto están los perros, cada uno es una salida, pero solo una es la correcta. Ella tiene que mirar cual lo es. — mordió la galleta y luego tomó el vaso de leche, era tan insufrible como su padre, pensó Parker divertido. — Todos dicen ser buenos y su salida es la correcta, Blanca nieves a todos les cree, y eso la hace que sufra. Porque la golpean, hasta que en uno de las salidas ve a un perro bueno con su amiga, Rapunzel y dice que ese es el camino...
— Pero no lo es, porque es muy fácil — la niña asintió, mientras le daba una mordida a la galleta y un sorbo a la leche — Te vas a engordar. — ella solo se encogió de hombros, mientras el reía ante el gesto de ella de indiferencia.
La escuchó luego decir que Rapunzel, era amiga del mejor amigo del príncipe. Que se había ido, sin decirle cual era la salida y que ella quedó sola a merced del hombre dueño de los perros y su novia. Que fue llevada a un cuarto, encerrada y de nuevo golpeada. Ya sabía que en cada camino la protagonista de esa historia era mordida por el perro que la guiaba.
Parker era consciente que era la historia de Layla y que, de alguna manera, quiso contarla a la niña. Fue desde el inicio, por lo que supo que era la mejor forma de resguardar lo que le ocurrió. Al final, tras ser mordida, muchas veces, la esposa del dueño de los perros la dejó en libertad. Le dijo que tenía que enamorar al príncipe, para así poder quitarle lo más valioso que él tenía. Que le ayudaría, el mejor amigo del príncipe, Blanca nieves, aceptó, pero sólo para quedar en libertad.
— Cuando conoció a la hija del príncipe se enamoró de ella y decidió cuidarla, porque ella era el tesoro del príncipe y decidió cuidarla y... — dijo haciendo un gesto teatral y mirándolo divertida — el príncipe descubrió la mentira, mató a los perros y metió en las mazmorras del reino a los malos. — las chicas aplaudieron, la niña sonreía feliz, mientras que su mente viajó la vez que Dustin le contó lo ocurrido.
"La muerte de Clive es el 25%, la llegada de chica a la vida de Keane es el 50%." Recordó las palabras exactas, siempre se preguntó cuál ese otro 25%, el que completaba el 100%. Pensó que era la muerte de él, justo el día de su cumpleaños.
"Igual si nada sirve hay un plan B." fueron las palabras que Dustin dijo escuchó decir a Ewan, el tesoro del rey era su hija, había dicho Alice y el mejor amigo de Keane era Ross. Él estaba de vacaciones cuando todo esto ocurrió y volvió justo el día en que todo se desenvolvió. Desconfiaba de Joseph, su entrega fue muy fácil y fue claro el día que se entregó "No estoy armado, lo que tenía que hacer, ya lo hice".
— ¿Llamaste a Layla para decir que la niña había llegado? — le preguntó a su esposa y está negó, llegándose una mano a la cabeza, la niña tenía dos horas con ellos.
—Lo olvidé, tanto que me lo recomendó Ross...
— ¿Es Ross el que la cuida? — fue la niña que dijo un si distraída mientras se iba con Caroline, su hija hacía la piscina. Ella daba a luz en dos días...
El tesoro del rey...
Por las elecciones Keane no estaría disponible, así que dejaría a su mayor tesoro en manos de su amigo fiel. Él quiso traer a la niña, porque sus hijas la amaban y era la mejor manera que Layla descansara porque Nixon decía, tenía pesadillas.
El tesoro del Rey...
Marcó el número de Layla y esperó, la llamaba salió enseguida, pero Layla no hablaba con él, parecía discutir con alguien. Escuchó la voz de Ross, decirle que irían a que diera a luz. Se levantó del sillón y le hizo señas a su esposa que lo siguiera, se fue a su estudio y sacó el arma personal.
— ¿Qué sucede James? — preguntó su esposa nerviosa.
— Necesito que cuides de Alice y que no salga ni entre nadie... No te asustes, necesito que guardes la calma. — puso ambas manos en los hombros de su mujer y se acercó a ella — confía en mí por favor.
— Sabes que sí lo hago, pero sales armado y alterado...
— Layla está en peligro, no hables con nadie de eso. — su esposa asintió y lo abrazó — todo saldrá bien, solo cuida de la niña y que no se enteré.
Lo acompañó a la salida y él se ponía los manos libres y guardaba el móvil en su bolsillo. Se montó en su moto y se quedó allí, escuchando la disputa. Layla iba discutiendo con Ross, porque la sacaba de la ciudad, sonriente se dio cuenta que le iba indicando el camino. No podía colgar y llamar a la policía, aún desconocía hacia dónde se dirigía. Colgar la llamada era dejar a la mujer en manos de ese hombre.
Mientras maneja, empezó a recordar mentalmente que clínicas o hospitales había por esa zona y no logró recordar alguna. Ross le decía que era casi la hora de cerrar los comicios, que Keane no la llamaría.
— Clínica Kambell... ¿Son tan estúpidos, como para prestarse para esto? — lo que siguió no lo escuchó, la llamada se cortó y maldijo Internamente.
Marcó a un amigo, dentro de la policía y le contó lo ocurrido. Sabía dónde era la clínica, y le indicó el camino, el llegaría primero que todos, esperaba que no fuera necesario el uso de la fuerza. No podía marcar a Keane, lo haría cuando su esposa estuviera a salvo. Llegó al sitio y se quedó afuera unos instantes. Se bajó y se dirigió al área de urgencias, una vez en el interior, se acercó al médico de turno.
— Necesito información sobre una mujer que entró embarazada, hace una hora...
— En recepción le darán información — murmuró sin mirarle y viendo el móvil, que le arrebató con rabia. Ese gesto hizo que el galeno alzara los ojos y lo mirara con desconcierto.
— Disculpe, pero esto es de vida o muerte. — murmuró con voz calmada y esas palabras captaron la atención del médico — la mujer es la esposa de Keane Nixon.
— El candidato a la gobernación — dijo el hombre y se irguió — ¿Qué necesita? Puede pasar y preguntar sin problemas...
— El problema es que, fue raptada de su casa y tengo la sospecha que esta acá. La policía está en camino, pero quiero que dilaten lo que sea que quieran hacerle...
— Sigo sin entender — murmuró el hombre — necesita ciertos documentos para traerla acá.
— Alguien de confianza la trajo, pero me conoce y temo que está la vida del niño en peligro. — el hombre asintió, mientras caminaba hacia la recepción y tomaba el teléfono fijo. Parker le vio marcar una extensión y esperar.
— Necesito información sobre una mujer en estado de embarazo — dijo a alguien detrás de la línea — Layla Nixon... si la esposa del abogado, no es su marido, — miró a Parker y le hizo señas que la había encontrado — estoy seguro, William, no es Layla Ross, es Nixon... porque tengo al hombre de confianza del abogado frente mío. — le tendió el teléfono y murmuro — quiere hablar con usted.
— Soy el ginecólogo William Dylan, me puede decir ¿Qué ocurre? Acabo de recibir a una mujer en estado de embarazo, su esposo no deja de dar órdenes — dijo el hombre claramente alterado — insiste en que le hagan cesárea, pero necesitamos seguir un protocolo, la mujer ni siquiera tiene contracciones y no colabora.
— No es su esposo y necesito que prolongue un poco esa cesárea, la policía está en camino, no puedo entrar sin alertarlo. Eso lo pondrá nervioso y no solo Layla estaría en peligro, sino, todos los que están allí. — escuchó al hombre soltar la respiración del otro lado y esperar a que el siguiera — llévela a cirugía, pero no la toque y niéguele el acceso a esa área, dígale que espere a fuera, intente alejar a todo el que pueda de él.
— Entendido ¿Cómo sé que dice la verdad?
— Lo sabrá al final de todo esto, cuando reciba los agradecimientos de parte del señor Nixon, por salvar a su esposa y a su hijo ¿Cómo esta ella? — quiso saber y el hombre hizo silencio.
— El hombre, su supuesto esposo, no la deja sola, ha estado discutiendo, pensé que era porque ella no quiere colaborar — dijo algo nervioso y su voz era baja, por lo que imaginó lo tenía cerca — ella ha guardado silencio, no ha formulado palabra alguna. No ha querido ayudarnos en nada, los meses que tiene, el sexo, nombre de la clínica donde lleva el control, nada, ahora entiendo por qué. — siguió dando indicaciones y tras colgar, recibió una llamada de Keane.
*****
— Será mejor si colaboras, porque estoy perdiendo la paciencia — le murmuró Kurn enojado y ella solo alzó la vista mirándolo enfadada.
— Has lo que quieras...
— ¡Al fin llegas! — le habló a un hombre que se acercaba, — ¿No se supone que estarías acá? — intentaba ver si le conocia de algún lado, pero no era así, era un hombre de baja estatura, gordo y rubio. Llevaba bata médica y una credencial de acceso a esa área.
Se alejaron y la dejaron sola unos minutos, lo vio discutir, y al ginecólogo que la había atendido minutos antes verla. Hablaba por teléfono con alguien, pero no dejaba de mirarla a ella. Una vista al reloj, le dijo que faltaba poco para que se supieran los resultados.
— Vamos señora Nixon, — la mención de su apellido de casada le hizo ver al médico ansiosa y asintió. — el señor Parker le manda a decir que está del lado de urgencias, que haga todo lo que le digo, la policía viene en camino.
— William, lamento sacarte de casa un día de descanso — habló el hombre y su compañero asintió.
— Me debes un favor, que pretendo que me pagues — murmuró sonriendo.
— Necesitas que te asista...
— No, tengo todo preparado, tu intenta calmar al marido. — dijo señalando al Ross — nos volverá locos, si no se calma, imagino es el primer hijo.
— Si. Debes entender — Guardó silencio mientras veía al hombre, era tan sucio como Ross seguramente él estaba a cargo de vender a su bebe.
Una vez dentro el ginecólogo la hizo sentar y ordenó a una enfermera que la preparará. Asustada lo miró, hasta que le dijo que debía prepararla, en caso que el médico entrará a verla, tenían que fingir que lo harían.
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