Caminamos por lo que parecía un asentamiento abandonado, buscando respuestas. Todo en este lugar irradiaba una extraña energía; el aire parecía más pesado y el cielo estaba cubierto por nubes que parecían reflejar una luz azulada. Mientras avanzábamos, empezamos a escuchar voces en la distancia. Rias y yo intercambiamos una mirada: no estábamos solos.

Issei (susurrando):
—¿Escuchaste eso? Hay alguien más por aquí.

Rias:
—Sí. Pero no sabemos si son amigables. Ten cuidado.

Nos acercamos en silencio, ocultándonos detrás de un muro. Lo que vimos al otro lado era algo que no esperábamos: un grupo de personas reunidas alrededor de una gran criatura que parecía un tigre con armadura, hablando con alguien que llevaba un traje azul y una espada brillante en su espalda.

Issei:
—¿Un tigre... parlante? Este lugar se vuelve más raro con cada segundo.

Rias:
—Y esa espada... Issei, no es una espada común. Parece que tiene vida propia.

Me asomé un poco más y escuché algo de lo que estaban diciendo. Un chico joven, probablemente de nuestra edad, hablaba con una chica que llevaba un atuendo rojo y dorado, con un diseño que parecía demasiado extravagante para ser práctico.

Chico:
—Pyra, ¿estás segura de que esa cosa era un Titán? Nunca había visto algo así antes.

Pyra:
—No lo sé, Rex. Pero lo importante es que estamos bien. Debemos seguir buscando un camino seguro hacia el Árbol del Mundo.

Rias (en voz baja):
—¿Árbol del Mundo? ¿Qué es eso?

Antes de que pudiera responder, una ráfaga de viento nos delató. Las hojas crujieron bajo nuestros pies, y el tigre se giró hacia nosotros con un rugido que heló mi sangre.

Tora (una criatura baja y redonda con orejas peludas):
—¡Intrusos! ¡Amigos de enemigos quizá!

El chico, Rex, sacó su espada al instante, mientras la chica de rojo —Pyra— se ponía en posición defensiva.

Rex:
—¿Quiénes son ustedes? ¡Salgan ahora mismo o nos veremos obligados a pelear!

Rias y yo salimos lentamente de nuestro escondite, levantando las manos para mostrar que no teníamos intenciones hostiles. Pero en mi mente, sabía que si se complicaba, tendría que usar la espada que habíamos encontrado.

Issei:
—Tranquilos, no somos enemigos. Ni siquiera sabemos dónde estamos.

Rias:
—Solo estamos buscando respuestas. Parece que nos hemos perdido... literalmente.

El grupo intercambió miradas. Pyra dio un paso al frente, con un gesto amable pero cauteloso.

Pyra:
—¿No saben dónde están? Eso es extraño. Esto es Alrest, el mundo de los Titanes. ¿De dónde vienen ustedes?

Antes de que pudiera responder, Rex intervino, manteniendo su espada lista.

Rex:
—Eso no explica por qué estaban espiándonos. ¿Qué querían?

Issei:
—¡Nada! Solo escuchamos voces y... bueno, no estamos acostumbrados a ver tigres que hablan. Eso fue una sorpresa.

El tigre resopló, visiblemente ofendido.

Tigrex (frunciendo el ceño):
—¡Mi nombre es Azurda! Y no soy un simple tigre; soy un Titán.

Rias (susurrando):
—¿Titán? Este mundo está lleno de sorpresas.

El pequeño peludo que antes había hablado, Tora, saltó emocionado.

Tora:
—¡Tora piensa que amigos extraños pueden ser aliados! Quizá ayudan en misión peligrosa, ¿meh?

Pyra pareció relajarse un poco, pero Rex no bajaba la guardia. Finalmente, fue la propia Pyra quien se dirigió a nosotros.

Pyra:
—Está bien, Rex. No parecen peligrosos. Quizá puedan ayudarnos. Además, parecen estar tan perdidos como nosotros cuando todo comenzó.

Rex asintió con reticencia, y finalmente bajó su espada.

Rex:
—De acuerdo, pero cualquier cosa rara y los detendremos.

Issei:
—Eso no será necesario. Mi nombre es Issei, y ella es Rias. Estamos tan confundidos como ustedes.

Pyra:
—Soy Pyra, y él es Rex. Ese que habla demasiado es Tora, y la mujer con las orejas de conejo es Nia. El tigre es Azurda.

Rias:
—¿Árbol del Mundo? ¿Qué es eso?

Rex pareció sorprenderse de que no supiéramos nada.

Rex:
—Es nuestra misión principal. Estamos intentando llegar al Árbol del Mundo, en el centro de Alrest. Ahí es donde se encuentra el Elysium, el paraíso prometido.

Issei (rascándose la cabeza):
—Definitivamente no estamos en casa...