El sol cayó y más tarde la luna le imitó, mientras su amigo rojizo volvía a salir Mirabel se metió en la habitación de su madre, le dió un beso en la cara y salió en dirección a la central, la de Alma. Allí abrió la puerta y se dió cuenta de que su abuela estaba despierta, le dió un beso en la mejilla y se fue en silencio. Su abuela la llamó por su nombre.

— ¿Si abuela?

— No tengo ningún amigo al que preguntar, y tú abuelo tampoco. No te preocupes por mí Mirabel...

Mirabel le sonrió y salió de la habitación, Bruno la estaría esperando en la puerta del pueblo.

— ¿Va todo bien Mirabel? — le preguntó cuando la vió llegar.

— Sí, todo va bien... Bueno, allá vamos...

Los dos salieron de la casa y en pocos minutos del pueblo, sin un rumbo marcado.

— Bueno, ¿y ahora que? — preguntó sin saber que hacer ahora.

— Pues podríamos ir al sur, allí crecen unas plantas capaces de curar algunas heridas pequeñas. Puede que sí cogemos un montón sirvan...

— Me parece bien, ¿has tenido alguna otra visión?

— No, no he querido tener ninguna...

— Pero ¿por qué?

— Pues... Por... ¡Por qué si muere todos pensaran qué es culpa mía! Y no les culpo, si predigo el futuro y me lo guardo en cierto modo es culpa mía...

— Oh, Bruno... — y le dió un fuerte abrazo —. No va a ser culpa tuya porque no va a pasar. Y si pasase, solo... Solo sería cosa del destino y de la vida...

Los dos empezaron a andar hacía el sur, pero Bruno no estaba muy agusto y se adelantó un poco.

— "Sí mi madre muere pensaran que es culpa mía, sí mi madre muere pensaran que es culpa mía, sí mi madre muere pensaran que es culpa mía, sí mi madre muere pensaran que es culpa mía, sí mi madre muere pensaran que es culpa mía, sí mi madre muere pensaran que es culpa mía..." — no podía parar de pensar en ello.

— ¡Bruno! — le dijo Mirabel, se había quedado quieto, mirando al infinito y esta se había asustado. Bruno volvió en sí —. ¿Estás bien?

— Sí, sí, todo bien, solo me he agobiado, nada más...

Los dos siguieron andando durante un rato más y se pararon para desayunar al cabo de unas horas.

— Bueno, respóndeme a una pregunta... ¿Podrías tener otra visión ahora? — Bruno puso mala cara —. Por favor... Necesito saber si ha cambiado algo, aún siendo para mal...

Bruno accedió y empezó a marcar la arena de los alrededores haciendo un círculo con los pies. Los dos se agarraron de las manos y Bruno empezó con su visión. En ella se podía ver a Alma acostada en su cama, Mirabel entraba con él. Los tres hablaban y ellos les colocaban las flores por sus manos y estás se marchitaban. Los dos se miraron y la abuela dijo algo más, para después soltar las manos de Mirabel y cerrar los ojos para siempre.

— No... ¡No! — dijo Bruno, entonces cayó hacía atrás inconsciente.

— ¿¡Bruno!?