CAPITULO UNO
NIÑOS PANDORA
Bajo de la parte superior de mi litera sin hacer mucho ruido, son las tres de la mañana, por lo que todas mis compañeras están dormidas. Hago el menor ruido posible y salgo de los dormitorios a pequeñas zancadas.
Últimamente dormir se me hace imposible; el insomnio era muy recurrente en mi cuando estaba en el orfanato, pero desde el día que me trasladaron empecé a dormir como un tronco debido a todo el entrenamiento que nos obligaban a hacer. Escalar grandes alturas, combate cuerpo a cuerpo con otros niños, superar circuitos entro otras cosas, era lo suficiente para agotar a un niño inmediatamente. Al final del día todos caíamos rendidos en nuestras camas y no queríamos saber nada más del mundo hasta el día siguiente.
Abro la rejilla de ventilación que está arriba de una de las puertas y me deslizo sigilosamente por ahí, sin antes olvidar colocarla en su sitio; sin cerrarla por completo, por que sé lo idiota que es cerrarla y quedarme en los túneles de ventilación atrapada. Posiblemente encontraría una salida, pero para ese entonces los guardias se habrían percatado de mi ausencia, y sinceramente no me apetecía recibir otro de sus múltiples castigos.
Unos metros después diviso una figura, Bastián me estaba esperando como cada noche desde que le comenté que el insomnio había regresado.
– Llegas tarde – Me dice mientras me lanza un pequeño paquete de aluminio.
– La ronda se alargó, supongo que sospechan que alguien se escapa todas las noches.
Abrí el pequeño paquete y mordí su contenido; un pastelito de banana y pasas, no me agradaba el sabor, a decir verdad, pero era mucho mejor que la avena insípida que nos servían en el comedor todas las mañanas o el batido de suplementos que cada semana nos obligaban a beber.
– Marina me dijo que la trasladarían esta noche, y la siguiente semana habrá otro traslado -Dice. Sin expresión alguna. – Los han estado aumentando.
Bastián era bastante reservado en cuento a sus sentimientos, sin embargo, siempre era empático con los demás. Ayudaba a los más pequeños con sus entrenamientos, les daba consejos, todos los niños le querían como a un hermano mayor.
– Jade tiene miedo, ya tiene 8, y sabe que será elegida en el siguiente traslado– Dije sin prestarle mucha importancia a su comentario.
– Me gustaría estar con ustedes, pero mi traslado fue la semana anterior – Bastián tomo mi mano en señal de apoyo.
Conocí a Bastián el día que me sacaron del orfanato. Intentaba alegrar a los recién llegados con bromas tontas o trucos baratos, parecía que no le importaba nada de lo que pasaba en ese momento, por lo que me desagrado un poco a primera impresión. Era un niño un poco más bajo que yo, chimuelo y ojeroso, lleno de suciedad. Ahora, lo único que queda de aquel niño es su intocable sentido del humor; es uno de los más altos de aquí, ojos miel, tes broncead y cabello cenizo. Podría apostar que entraba entre los diez más atractivos de los niños de Pandora. Las niñas siempre me preguntaban por él, ya que, a pesar de ser muy extrovertido, solo tiene unos cuantos amigos con los que era realmente cercano.
Un pequeño ruido de los conductos aledaños no saco de nuestro silencio, era muy raro que hubiera vigilancia en ventilación, pero no nos íbamos a arriesgar a ser encontrados. El ruido venia por donde yo había entrado, por lo que Bastián me hizo señas de seguirlo. Nos arrastramos sigilosamente por los ductos, intentado hacer el menor ruido posible. Los ruidos se alejaron, por lo que supusimos que debía ser alguien de mantenimiento. Nos detuvimos alrededor de una rejilla que deba a un área en la que nunca habíamos estado, trate de ver, tal vez podía guiarme con lo que estaba debajo de nosotros y así volver a los dormitorios.
Pude divisar a varias personas en batas blancas, tal vez eran doctores o científico. Se le veía concentrados. Bastián me movió un poco para también ver. Había unas camillas a un costado de la habitación, parecían como capsulas. << El traslado fue fallido, traigan de vuelta a los avatares>> Fue lo único que pudimos escuchar, cuando todo quedo en silencio.
– Tenemos que irnos – Sugirió Bastián preocupado.
No le hice mucho caso y seguí observando lo que pasaba. Un momento después se abrió una compuerta y pude distinguir que movían algo pesado, un tanque para ser precisos, repleto de un líquido azul transparente.
– Mierda – Dije en susurro lo que advirtió a Bastián sacándome de ahí.
Nos separamos para regresar a nuestro respectivo dormitorio, no comente nada de lo que vi, al igual que él no me pregunto nada. Supongo que mañana tendrá un millón de preguntas que me abrumaran, pero aun así no creo poder asimilar lo que vi; uno de ellos, grande, azul. Estaba flotando dentro de aquel tanque, inmóvil, parecía estar en un sueño profundo, casi muerto. Un vaivén de emociones recorrió mi cuerpo en cuanto volví a acostarme en mi litera. No había sentido nada igual nunca, ni siquiera cuando mis padres me abandonaron cuando tan solo era una niña; solo sentía miedo inmenso, las demás emociones fueron apagadas por aquel miedo intenso que hacía que llorase todas las noches bajo las sábanas. Sentí el mismo miedo cuando vi eso, pero acompañado de asombro y preocupación.
¿Qué le harían? Era nuestro enemigo así que se suponía que nada bueno, aunque parecía diferente. De pronto me acorde que habían dicho algo sobre un Avatar, había escuchado que los soldados los habían usado en el primer enfrentamiento contra los Na'vis, aunque no sabía cómo, ni siquiera puedo imaginar como los manipularon.
Apenas pude pegar el ojo cuando empezó a amanecer, como era habitual todas las niñas nos alistamos, nuestro uniforme consistía en un overol de manga larga color verde olivo; el cual me quedaba bastante grande debido a que no había tanta variedad de tallas, unas botas militares ya cafés y desgastadas y una camisa negra o blanca a escoger.
Como era costumbre las mayores ayudábamos a las pequeñas a vestir y peinar. Para mi suerte solo tenía que peinar a Jade, la niña que cuidaba. Se sentó en su cama y yo detrás de ella empecé a peinarla cuidadosamente. Las demás pensaban que era muy brusca para arreglar el cabello, si era algo torpe, pero sabía defenderme bien. Le realice dos coletas altas. Me gustaba peinar a Jade, su cabello era bastante lacio y negro; es una niña muy linda, de carácter reservado y me atrevo a decir que algo miedosa. Era una bebe cuando la reclutaron, sus padres la cambiaron por algo de comida. Su aspecto es delicado, sus pestañas prominentes enmarcan sus ojos negros, su piel es mucho más pálida que la mía, es más bajita que las demás niñas de su edad, y la única que no piensa que asusto.
–Ya estas – Dije mientras revolvía su flequillo.
Jade esbozo una pequeña sonrisa y se levanto de la cama, tomo mi mano como era habitual y nos dirigimos a la salida. Siempre formamos una fila de la menor a la mayor, de ahí nos dividen para hacer nuestras obligaciones, de seis y media a nueve tenemos clases, después desayuno y por último entrenamientos.
Bastián me espero en la primera clase como era habitual, no paso ni un minuto de que me senté cuando empezó a preguntarme cosas. Lo único que me limite a hacer fue dedicarle una mirada; si alguien nos escuchaba podrían meternos en problemas. El entiende, pero rápidamente tomo una hoja de su cuaderno y empezó a escribir <<¿Estas bien?, ¿Qué fue lo que viste anoche?, ¿Mataron a alguien?>> Tomo el pequeño papel y escribir a grandes rasgos lo que había visto. No era nada del otro mundo, supongo que los científicos deben hacer ciertas cosas cuestionables para tener avances. El se queda serio al empezar la clase, sabemos que lo que fuera que haya visto no lo debía ver, y que era mejor ya no hablar más del tema, por nuestro propio bien.
Los entrenamientos transcurren normalmente los niños más pequeños apenas pueden acabar el circuito de obstáculos. Los científicos crearon un pequeño habitad que recrea las mismas condiciones climáticas de pandora, a excepción del oxígeno, claro está, ya que con el aire de pandora moriríamos en menos de 10 segundos, por lo que siempre tenemos que usar máscaras de oxígeno si salíamos fuera de los edificios. Por lo demás, las plantas, la tierra y la humedad eran a su parecer exactamente iguales, buscaban familiarizarnos con el terreno, por lo que eso ayudaba en gran medida.
El circuito se centraba mucho en ejercicios de trepar, escalar y equilibrio; por lo que podíamos ver un puñado de niños cayendo constantemente de los obstáculos. En cierto punto era gracioso, claro si la caída no pasaba a más de un moretón y una buena sacudida o perdida de aire, ver un hueso expuesto era demasiado desagradable, y cargar a los inconscientes era bastante laborioso. Yo ya había acabado mi tercer circuito, por lo que me senté para tomar aire sentada en la tierra mientras veía a los demás. A lo lejos divise a Jade tratando el tronco de un árbol, era lenta, pero aso hacía que fuera más precavida para no caerse. Bastián se arco a ella dándole algún consejo; como lo hacía con los demás. Sonreí un poco, era raro que lo hiciera, pero me gusta ver a ambos congeniar.
Me sumí tanto en mis pensamientos que no me di cuenta que Sabine, una de mis tantas compañeras estaba detrás de mi, aprovecho para pisar mi mano izquierda fuertemente.
–¡Qué carajos te pasa! – Quite mi mano rápido.
–Estorbas – Me empujo un poco su pierna para pasar de largo.
No recuerdo la última vez que tuvimos una charla con más de dos oraciones, es un año mayor que yo y no es que convivamos mucho; no le agrado y ella me lo hace saber constantemente. Al principio con pequeños insultos y escalo a tal punto que en los combates cuerpo a cuerpo se desquitaba conmigo. Al principio me dejaba tirada si aire y adolorida, pero el ultimo combate que tuvimos esta vez pude acorralarla en el piso con una llave, dándome a mí la victoria. Desde ese día estoy segura de que su odio aumento.
La primera vez que tuvimos una pelea fuerte, en la que yo me defendí terminamos en el calabozo, o como ellos le llaman << Cuarto de readaptación y adiestramiento >> Una jodida cuarto de torturas. Mi castigo y el de ella fue meternos a una bañera con hielo; un castigo ligero, pero igual de doloroso. Había escuchado que otros los encerraban en una cabina diminuta sin luz, incluso les propinaban palizas que los dejaban en la enfermería; el caso más severo que escuche fue de un tipo de 16 que golpeo a unos cuantos soldados, termino colgado en el tronco de un árbol, con una mascara de oxigeno suficiente para pasar la noche. Parecía un zombi cundo llego, su mente estaba en un limbo, con la ropa rasgada al igual que su piel. Algunos chicos junto con Bastián apostaron que una jauría de viperlobos lo encontró.
Los animales aquí son una mierda, le temerías a un lobo, claro está, podrías matarlo si corres con la suerte, pero si te encuentras a un viperlobo; que es como un monstro cinco veces el tamaño de un lobo grande, entonces sabrás que no hay escapatoria alguna, o al menos que estes en un lugar lo suficientemente alto para que no te atrapen.
Al finalizar el día darían la lista de las personas que tomarían el traslado de la siguiente semana, el cual era una practica rutinaria. El ejército se estaba expandiendo, por lo que necesitaban mas cargamento, municiones, suministros, y a lastres que le ayudasen a transportarlo, por lo que elegían a varios de nosotros para eso.
Semanalmente llevaban a unos cien chicos por traslado, y cada mes desde los ocho tienes que ir a ayudar. Nos ponen en un tren, lo primeros tres vagones van con todo el cargamento necesario, después otro con veinte de nosotros y así 4 veces.
No era la gran cosa, incluso era aburrido en cierto ámbito la mayor parte del recorrido, sin embargo, estas ultimas semanas los hostiles han comenzado a entorpecer los traslados, no han habido heridos hasta hora, pero siempre nos han dicho que no confiemos en ello, y que tal vez el día que se enteren que estamos en esos vagones nos ataquen y maten brutalmente. Eh de ahí el miedo y rechazo de Jade a su primer traslado, lo único que la consuela es que estaré acompañándola y cuidándola.
Una de las sargentos llega a pasar lista, su nombre es Nora, de edad adulta y voz ronca. Siempre impone respeto con su actitud sería y reservada, en ocasiones pienso que es una máquina, sin embargo, a veces deja escapar uno que otro detalle para liberar a los niños de los castigos, no le agradan, pero es su trabajo y lo máximo que puede hacer es hacerse de la vista gorda. Me agrada.
Toca pasar las listas de los trasladados, de menos a mayor, Jade aprieta mi mano al escuchar mi número, le sonrió para calmarla, llego a escuchar también mi numero y unos cuantos después la sargento se va.
La semana pasa relativamente bien, sin incidentes, aunque logro dormir poco menos de un par de horas debido a mi maldito insomnio, hay algo que no me agrada y no me deja dormir. Bastián y yo desde la vez pasada en los conductos de ventilación decidimos no entrar hasta unas noches después.
Así que repetí el acto de escabullirme entre las camas y entrar al duct, claro después de que pasara la ronda de vigilancia, y sin cerrar la rejilla del ducto. Me quede sola unos minutos hasta que apareció al fin.
–Te tardaste – Dije en un tono burlón. El solo rodeo los ojos y me lanzó el mismo pastelito de banana y pasas. -Sabes que odio esta cosa– dije a regañadientes.
– Perdón por no traer un festín a la altura de tu paladar – Imitó al acento de una persona rica, lo que me hizo sonreír.
– Lo único que extraño del orfanato es el pastel de chocolate y glaseado que una de las monjas preparaba – Trate de recordar aquel sabor, de como la cubierta blanca del graseado escurrioa por las paredes del pastel.
– ¿Era una de las buenas?
– Lo era, hasta que te equivocabas en una oración y te golpeaba, ahí era un completa perra- Carcajeamos un poco hasta quedarnos en silencio. Tranquilo y profundo, hasta que Bastián hablo.
– ¿Aun recuerdas? A la tierra – Sus labios se tensaron un poco y su expresión se pago.
– No como me gustaría – Admití. – Solo me acuerdo de algunas cosas, la mayoría malas.
– Temo a olvidarla- Dijo en un suspiro. – Sé que ahí no nos quieren, por eso estamos aquí, pero creo que, en algún punto perdimos parte de nuestra humanidad.
– ¿Por qué lo dices?
– Es que, estamos siendo criados para luchar con quien sabe que cosa. Sabemos como matar desde muy pequeños – Le tomo del brazo y trato de que se calme, está levantando la voz y nos podrían descubrir. – Lo que quiero decir es que tal vez un día nos convirtamos en monstruos, armas que solo cumplen instrucciones.
No sé que decir, normalmente nunca sé que decir, pero esta vez sentía que debía hablar, decir alguna mentira para consolarlo, pero, era cierto, somos armas entrenadas, y eso es lo que siempre seremos, cualquier mentira que diga no opacar el hecho de que nos trajeron a Pandora con engaños. Tomaron la ilusión de unos huérfanos, las llenaron de esperanzas y manipularon para formar un arma perfecta, era como tapar el sol con un dedo.
Después de un rato cada uno se fue a sus respectivos dormitorios, me acerque a mi cama, estaba molesta.
– Children's of Pandora, el proyecto ideal para niños sin hogar – Murmuro con resentimiento.
– Eso no es verdad – Volteo sorprendida al ver a Jade despierta. – ¿Puedo? – Pregunto mientras señalaba mi cama.
Yo levante mis sabanas e hice un ademan para que se acostara, normalmente lo hacía cuando tenía una pesadilla, ayudaba a calmarla. Se acurruco cerca de mí, sus manos y pies estaban helados.
– ¿Otra pesadilla? – Ella asintió con la cabeza – ¿Por el traslado?
– Tengo miedo que pase algo malo.
La abrace fuertemente y coloque mis labios en su frente –No pasara nada, te lo aseguro.
– Si claro.
Al parecer no fui lo bastante sigilosa, Sabine intervino con una carcajada seca. Trate de no darle importancia.
– No le mientas a la Niña ____ , es muy probable que un Thanator le desgarre el cuello o incluso un N'vi te coma viva Jade. Les gustan las presas fáciles.
– ¿Quieres callarte? – Quería gritarle, peor no quería echarme una bronca por ella. – Es una niña.
– Exacto, y entre más rápido lo acepté mejor – Puse los ojos en blanco ante sus comentarios, podía sentir a Jade aferrarse a mí. – Si en verdad la quisieras no la llenarías de falsas esperanzas.
– No le hagas caso.
– Si sigues pensando así mataran a ambas, y tú pequeña serás la primera.
Sentía que mi sangre hervía, estaba furiosa y con ganas de llorar, podía meterse conmigo todo lo que quisiese, pero detestaba que tomara a Jade entre sus insultos para molestarme.
– Jodete Sabine.
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