Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

•CAPÍTULO 9•

_________________________

THE BLACK SISTERS³
AVADA KEDAVRA
IX. Buscando como un perro
_________________________


Andrómeda se sorprendió al ver que tenía una visita agendada de nada más y nada menos que Albus Dumbledore y estaba marcada como urgente en la cartola de reuniones de San Mungo. Sin embargo, jamás pensó que sería una visita para conversar de un tema muy poco agradable para la bruja. 

—Señora Tonks, ha pasado mucho tiempo sin vernos.

—Dumbledore—saludó extrañado, sintiendo de inmediato una punzada en su estómago. Cuando él aparecía por lo general no era para una visita de cortesía, siempre quería algo de las personas—¿Cómo está? ¿Qué lo trae por acá?

El hombre analizó a la sanadora, mirando su vestimenta y postura resuelta, sonriendo pacíficamente al notar que ahora la bruja no se dejaba intimidar por las personas como cuando era una estudiante.

—Eres directa—señaló—. Me gusta eso de las personas, ir al grano y sin tanto preámbulo. 

—Asumo que necesita algo importante, es una de las personas más ocupadas que conozco. No creo ser una de las personas a las que les hiciera una visita sólo para tomar un café. 

—Me gusta la templanza con la que te tomas las cosas y tienes razón, lamento decirte que esto no es una visita nada más para saber cómo te está tratando la vida, he venido porque necesito un favor tuyo, es imperativo que puedas ayudarme, de lo contrario no sé cómo podremos ir un paso adelante del señor tenebroso.

Andrómeda se sobresaltó, no estaba acostumbrada a escuchar el nombre de Lord Voldemort en una conversación, las personas evitaban decir su nombre e incluso muchos habían querido seguir con sus vidas omitiendo por completo que en algún punto él había existido. 

—¿Qué?¿Acaso él ha vuelto?—preguntó con un hilo de voz. 

—No—dijo tajante, pero con la voz serena—, sin embargo, han ocurrido acontecimientos que han perturbado la tranquilidad nuevamente, tendré que compartir contigo información que sabe un selecto grupo de personas ligadas a quienes seguimos la pista de la magia dejada por Voldemort. 

—¿Y cómo podría ayudar yo en ese sentido? Soy la persona menos indicada para hablar sobre magia oscura, no es algo que me guste leer y mucho menos practicar—dijo frunciendo el ceño, pues no le gustaba el matiz que estaba tomando la conversación.

—Necesito que vayas conmigo a Azkaban, para hacer una intervención con tu hermana, es imperativo penetrar la mente de Bellatrix, ella guarda un secreto, pues el señor oscuro la usa como una huésped en ocasiones y eso claramente podría llevarnos a su paradero. 

—El señor oscuro murió... murió cuando Harry Potter nació. 

—Tú eres una bruja inteligente, de lo contrario no tendrías una plaza aquí en San Mungo. Sabes que él no ha muerto, que él aguarda la manera apropiada para regresar desde las sombras. 

Andrómeda lo pensó durante un momento, estar cerca de Bellatrix no era para nada algo que quisiera pasar, detestaba a su hermana en lo profundo, habían cicatrices que jamás desaparecerían, ni de su interior ni de su piel, habían recuerdos que no podría borrar nunca. Bella era una de las personas que más daño le habían causado en su vida y no quería volver a tener relación con ella. 

Pero Albus Dumbledore estaba allí junto a ella, con esa expresión inescrutable de tranquilidad, tan seguro de sí mismo, prácticamente estaba confiado de que Andrómeda no se negaría. Y eso la ponía de los nervios, todavía tenía esa manía con los límites, a veces era imposible decir no y eso le causaba una enorme frustración con ella misma. 

—Por culpa de Bellatrix perdí a mi segundo hijo, nunca más podré embarazarme ¿qué le hace pensar que quiero estar cerca de la persona que además quiso asesinar a mi hija pequeña?—preguntó sin poder disminuir el rencor, la rabia y el resentimiento.

—Andrómeda, fuiste una aliada invaluable de la Orden del Fénix cuando la guerra estalló.

—Y eso ya pasó, Dumbledore.

—¿Qué no te dice que él no puede regresar? ¿Que pueda volver a hacerle daño a tu familia?

—Por ese mismo motivo es por el que siento que debo mantenerme al margen.

—Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más—respondió el profesor, dando a entender que no se cansaría tan fácilmente.

—Si usted no pudo obtener información de Bellatrix, yo tampoco podría satisfacer esa necesidad— murmuró —, claramente usted tiene un nivel de magia que está muy por encima del mío.

—La vez pasada que fui a ver a tu hermana, no tenía el conocimiento suficiente sobre su estado actual, no tenía idea de que en ocasiones Voldemort la usaba para comunicarse a través de ella con sus visitantes— terció—. Debí imaginar que algo así sucedería, debí preveerlo; no obstante tengo un contacto que la mantendrá sedada con una fuerte poción desde antes que nosotros lleguemos, tú nada más necesitas mantenerte a mi lado, aplicando la cantidad indicada para que ella no despierte en el momento en que yo esté esculcando en su mente.

Andrómeda tragón saliva, de cierta forma era una petición completamente irracional, donde su mente y cuerpo le gritaban que se mantuviera al margen, no obstante, el hecho de que el señor tenebroso no estuviera muerto del todo le causaba mucho más terror, le provocaba una ansiedad tremenda, pensar de que parte de él –invisible e imperceptible– pudiese atravesar las paredes de Azkaban y hacer que Bellatrix actuara o dijera a voluntad sus intereses le provocaba un escalofrío en su espina dorsal que se expandía por todo su cuerpo.

—¿Alguien en la prisión sabe sobre esto?

—No, las personas que saben son de toda mi confianza —acotó —, en Azkaban, los seres humanos pueden corromperse con facilidad debido a la presencia de los dementores. Mi contacto nada más sabe que debo hablar con Bellatrix y tiene nociones de lo que pasó la última vez, por ende, nadie quiere estar cerca de Bellatrix sin que esté inconsciente, pues ha matado a muchos guardias en la prisión.

Albus notó la cara de preocupación de Andrómeda.

—Ella no podrá hacerte daño, te lo aseguro. Necesito tu ayuda Andrómeda, eres la única sanadora capacitada que conozco que no se intimidaría ante la presencia de Bellatrix Lestrange, debemos mantener en extremo secreto el hecho de que Voldemort podría estar al acecho, puede generar consecuencias catastróficas, pánico colectivo o que traten de desacreditar nuestras teorías, lo que generaría mayor dificultad para implementar seguridad.

Andrómeda se detuvo a pensar un segundo en lo que volvería a ser el mundo si el señor oscuro volviera a alzarse como lo hizo años atrás. No quería eso para su hija, no lo quería para su familia, para los hijos de sus amigos.

No para ella.

—Tenemos un trato, Dumbledore. Pero le pediré algo.

—Entiendo, ¿qué deseas?

—Que si esto no sale como usted espera, no vuelva a buscarme para algo así. Una cosa es curar a los heridos de la guerra y dar soporte emocional. Me costó mucho armarme nuevamente después de mis perdidas en la guerra, no quiero volver a ver a Bellatrix nunca más en mi vida después de este favor —hizo una pausa pequeña —. De ser por mí, deseo que se pudra en conjunto con las paredes de la cárcel si es lo más seguro para mí y mi familia.

—Acepto— dijo el hombre poniéndose de pie —, agradezco tu oportunidad y buen juicio, está atenta a mis noticias, pronto las recibirás.

Dicho esto, el mago reverenció a la bruja y salió del despacho; dejando a Andrómeda sin poder contener los escalofríos de su cuerpo. Rápidamente se volvió hacia los cajones del escritorio y sacó unas pequeñas cápsulas de hierbas, tenían Melissa y Passiflora, le ayudaban a relajarse cuando sentía que el pánico comenzaría a hacer presa de ella.

Su jefa entró y la observó pálida.

—¿Andrómeda, estás bien?

Ella se limitó a mover su cabeza.

—Mi maldita familia, siempre están dando problemas —masculló entre dientes —, cómo me gustaría deshacerme de ellos por completo.

*

—Todavía no entiendo porqué aceptaste—replicó Ted, molesto debido a los acontecimientos relatados por su esposa durante la cena—. Creo que en cierta forma Dumbledore se aprovecha de aquella debilidad tuya por querer siempre hacer lo correcto.

Andrómeda rodó los ojos con hastío en dirección al aludido mientras le daba un sorbo a su café. De no ser porque Aiden todavía se encontraba de visita, seguramente hubiese dejado florecer todo su temperamento altivo.

—No me sigas cuestionando, ya sé que tengo problemas con los límites, no es necesario que me lo saques en cara—replicó con la molestia notable en su voz—Quizás lo hago para cobrarme una venganza, tal vez no soy tan tonta como creen en realidad.

—Nadie cree que seas una tonta—terció Ted, algo incómodo por el tono que había tomado la conversación, sin mencionar que no se encontraban a solas—Pero creo que te estás exponiendo de forma innecesaria—explicó con voz apacible—. No estaré aquí, lo sabes; lo que aumenta mi presión ¿Qué pasará si te sucede algo? 

Ted debía ir a un evento a Francia, junto a sus colegas de trabajo estarían en una exposición mostrando las nuevas escobas fabricadas por ellos mismos, llegarían personas de todas partes de Europa a comprar y realizar pedidos para los equipos de Quidditch, por ende, era una oportunidad que no podrían desaprovechar para exponer sus insumos, como productores locales estaban aumentando sus ventas y este evento lo venían esperando y preparándolo desde hace meses atrás. 

—Puedo cuidarme sola—gruñó—. No creas que eres el único que brinda la seguridad acá en casa, soy perfectamente capaz...

Ted la interrumpió con un rápido beso fugaz en los labios, consiguiendo que de cierta manera a Andrómeda se le reiniciara el cerebro. No obstante, no fue únicamente lo que consiguió, Aiden se removió en su asiento visiblemente incómodo por notar la cercanía entre ellos y aquella demostración de amor tan espontánea.

—Sé que eres increíble, nada más no me agrada que se aprovechen de ti. Dumbledore se aprovecha de tu horrendo parentesco con ese ser humano.

Aiden se aclaró la garganta por un segundo e interrumpió la plática que hasta ahora nada más había sido de ambos esposos. 

—Bueno, Ted. Si me lo permiten yo puedo posponer mi viaje a Alemania unos días hasta que regreses. Así podría acompañar a Dora y a Andy en caso de que lo necesiten —recalcó tratando de evitar los ojos de su amiga, quien se encontraba algo inestable.

—A mí me parece una buena idea, me daría mucho estrés pensar que estás sola acá si es que las cosas con Bellatrix no suceden del todo bien.

—Bueno, estará Aiden, Molly, Arthur. Tampoco es que estaré completamente sola.

—Si pero ellos están algo lejos.

—Querido, existe la aparición. Pueden llegar de forma exitosa a través de la chimenea también, te recuerdo que somos hechiceros.

—¿Siempre tienes una respuesta para todo? —interrumpió Aiden, preguntando con una sonrisa de medio lado.

—Algo así —murmuró —. Ahora ya que eres un padrino ejemplar, ve al cuarto de Dora y verifica que se encuentre dormida— le ordenó sin lugar a replicar.

Ambos magos se quedaron a solas cuando Aiden levantó las manos, como si pidiera clemencia. Ted acarició su cara y besó sus mejillas con vehemencia. Andrómeda se dejó llevar por su tacto y puso sus brazos alrededor de su cuello con delicadeza.

—Eres lo mejor de mi vida, Andrómeda. No toleraría que algo volviera a sucederte, menos después de aquel episodio tan traumatico en nuestras vidas —señaló haciendo alusión a cuando ella perdió a su hijo en medio de la pelea con Bellatrix —. Eres demasiado como para arriesgar tu vida o tu integridad por esto.

—Y tú eres la persona que más me cuida. Agradezco tu amor e incondicionalidad, siempre.

Ambos se abrazaron, sin duda temían, pero eran más fuertes juntos.



*

Los pasillos de Azkaban eran escalofriantes, o eso pensó Andrómeda para sí misma cuando ingresó siguiendo a los carceleros y al mismo Dumbledore.

Su corazón había comenzado a latir fuerte, en su mente la interrogante de porqué había aceptado volvía a hacerse presente, teniendo en consideración de que ya no estaba tan joven y vivaz como para ese tipo de aventuras.

—¿Está sedada? —volvió a preguntar Andrómeda.

—Use la poción que nos hiciste llegar hace unos días y los carceleros ya la tienen dormida —explicó el mago con la finalidad de que la bruja se calmara —Ella no sabrá que estuviste aquí, ni que yo intenté obtener parte de sus memorias.

Un hombre alto habló con Dumbledore, indicándole todo el protocolo de seguridad y el tiempo que podían permanecer dentro, como se administraría el sedante y lo que no podían realizar, pero Andrómeda no le prestó atención pues estaba más preocupada por conservar la calma y la cordura para no salir huyendo como una histérica.

—¿Estás lista?

La aludida asintió y los barrotes qué separaban la mampara se abrieron, para después dar paso a una puerta que tenía una combinación mágica que el guardia quitó con una extraña runa hecha por su varita.

La mayor de las Black se sorprendió y una o se armó en sus labios. Hace muchísimo que no veía a Bellatrix, desde el día en que había sido apresada y ahora su estado era completamente deplorable, tenía las mejillas hundidas y los ojos carcomidos por las ojeras amoratadas, su cabello era una maraña enredada y sin vida, la piel parecía estar opaca y de un color hueso desvaído.

No sabía le daba más temor antes o ahora.

En el estado que se encontraba había logrado matar a carceleros y guardias cuando tuvo oportunidad.

—¿Por qué no sentenciaron a Bellatrix al beso del dementor? —preguntó Andrómeda sin pensarlo.

Dumbledore la miró con tranquilidad.

—Pues creo que muchos quieren saber cosas que están nada más en su mente. Muchos quieren una explicación con respecto al señor tenebroso y ella no puede dejar este mundo sin responder esas interrogantes creo yo—respondió sin inmutarse —Entregarle esa sentencia hubiese sido algo muy simple en relación a todos los crímenes que cometió no crees.

Hubo un silencio, Dumbledore acomodó sus manos y se dejó entrever en su antebrazo la marca tenebrosa. Andrómeda jamás había visto una de tan cerca.

—¿Crees que sea verdad que Sirius también la tenga? —preguntó la bruja al percibir y acercarse con curiosidad a inspeccionarla.

—No la toques, la marca— arremetió Dumbledore —. No sabemos lo que podría pasar. Con respecto a Sirius, no estuvimos allí, por lo que es su palabra en contra la del Wizengamot. Ahora, necesito que inyectes en sus venas el Veritaserum.

—¿Hablará dormida?

—Esperemos que conteste lo que sabe. Mantén tu varita cerca, en caso de que tengamos que usarla en su contra.

Andrómeda se acercó a su hermana y vació el frasco en una jeringa. Luego de ello conectó una manguerita a una vía venosa que introdujo en el brazo de Bellatrix, hizo un suero con la poción y la jeringa la vació en el infusionador.

—Ahora viene el momento crucial —dijo el hombre más para sí, que para ambos magos —¿Voldemort está muerto?

Pasaron unos segundos, no obstante Bellatrix habló, manteniendo los ojos cerrados, como si estuviese en un trance.

—No, no lo está.

—¿Entonces donde se encuentra?

—Lejos, está oculto y sin poderes. Pero buscando la forma de encontrar aliados que lo ayuden a alzarse nuevamente —anunció la bruja.

—¿Te ha ayudado a ti?

—En algunas cosas, no soy su prioridad en este momento.

Dumbledore observó a Andrómeda

—Dale más sedante. Aprovecharé de intentar penetrar su mente.

La bruja hizo lo que el mago le ordenó y buscó entre sus frascos el correspondiente.

—¿Qué quiere Voldemort?

—Encontrar un vehículo para poder volver a tener sus poderes y con eso asesinar a Harry Potter.

Eso sobresaltó al mago, sabía que Voldemort era vengativo, pero no imaginó que sin poderes y sin cuerpo, su mente seguiría pensando en el niño Potter.

Dumbledore hizo conjuros con su varita, para estar en la mente de ella, pero su cabeza era un revoltijo de sin sentidos que era difícil de penetrar, había estado tanto tiempo ligada a la magia tenebrosa que era complicado diferenciar lo que era real de lo que eran nada más las voces en la mente de Bella.

No supo cuanto tiempo había pasado, Andrómeda observaba a Dumbledore pero el silencio de la habitación se hizo casi asfixiante.

—No creo poder seguir con esto. Su cabeza es como un hervidero de conversaciones en el metro de Londres. Quítale la vía y guarda tus cosas, tenemos algo de lo que necesitábamos, sin embargo, dudo que pueda conseguir más— recalcó Dumbledore con frustración — Iré a golpearle la puerta al carcelero para que nos deje salir.

Andrómeda cuidadosamente guardó sus insumos. Había sido la hora más extensa de toda su vida. Sintió la voz de Albus halando a dos metros de ella, en la mampara y después sus ojos fueron hacia la vía del brazo de Bellatrix, al quitarla salió una gota de sangre que limpió con un papel.

Fue cosa de un segundo, de pronto las huesudas manos de Bellatrix estaban alrededor de su cuello y la habían empujado con fuerza en contra de la pared.

Andrómeda sintió la presión sobre su tráquea y la forma en la que el aire se iba de su garganta.

—No sabía que ahora también eras como este viejo desgraciado, buscando como un perro en los resquicios de cordura de los prisioneros, qué patético —gruñó —¿No te dije que tuvieras cuidado conmigo? No era una amenaza, era una simple verdad.

—¡Expelliarmus! —bramó Dumbledore y los carceleros entraron para llevársela de inmediato luego de aturdirla.

Andrómeda volvió a sentir el oxígeno en sus pulmones, dando una gran bocanada de aire, sintió su cuello poder liberarse de la presión como si fuera lo más placentero que había experimentado en su vida.

—Andrómeda ¿estás bien? Debemos ir al hospital.

—No, hemos terminado. No vuelvas a buscarme nunca. Esto es todo lo que podías llegar a conseguir, que Bellatrix vuelva a demostrarte su lealtad, no vas a conseguir nada más —le contestó al mago —Ella es un peligro para todos, no deberías volver aquí.

—Insisto, sería bueno que vieras un médico.

—Soy una sanadora, lo haré yo misma ahora lo único que quiero es salir de este agujero infernal y dejar que Bellatrix y todo lo que tenga que ver con ella se hundan aquí para siempre.

Al volver a casa y luego de abrazar fuertemente a su hija por horas hasta que la pequeña se durmiera, bajó las escaleras, con el cuello adolorido y los moratones de los dedos de su hermana coronando su cuello; la poción para quitarlo haría efecto en unas horas.

Aiden la observó ofreciéndole una taza de té. Ella se quedó observando el horizonte desde el ventanal, afuera llovía, dramáticamente era un reflejo de cómo se sentía actualmente.

—No entiendo cómo una persona tan demente pueda estar emparentada conmigo.

—No te sigas torturando— declaró Aiden, acercándose para quedar junto a ella.

—Soy una estúpida, me expongo a estas cosas porque soy una persona completamente manipulable, no sé decir que no, aunque las personas sepan que eso me hace daño y que yo misma lo sepa.

—Eres una buena persona, eres una persona grandiosa. Tienes tantos dones y aptitudes que las personas quieren tu ayuda porque nunca te cansas de dar lo mejor de ti.

—Se aprovechan, Dumbledore sabía que esto no funcionaría y aún así me puso en riesgo. Soy una tonta.

—No te trates de esa forma —dijo Aiden tomándola de los brazos —, eres todo menos una tonta, ya quisieran muchas personas tener tu temple y tu espíritu, no te aflijas, mañana todo estará mejor —susurró acariciando su mejilla para limpiar la lágrima que se le había escapado.

—No intentes hacerme sentir mejor, sé que no soy todo eso que dices, nada más lo mencionas porque no quieres que me desmorone.

—¿Desmoronarte? No he visto que eso jamás haya sucedido con Andrómeda Tonks, ni en tus peores momentos, ni en las peores crisis, siempre has estado ahí, estoica.

—No me jodas, Aiden.

—No lo hago.

Aiden la envolvió entre sus brazos para contenerla, sin embargo eso fue un error, se dejó embriagar por su perfume y por el aroma de su cabello y actuó sin pensar, guiado por el momento y la cercanía, por la fragilidad de sus sentimientos. Llevó sus manos hacia so rostro para acunarlo y acercó sus labios a los de ella, dejando un beso culposo y a la vez con ansias de más.

Nada más fueron unos segundos.

Unos segundos de lograr aquello que siempre había deseado.

Se había dejado llevar y eso era un error.

—¿Qué demonios, Aiden? —dijo ella, enojada, echándole hacia atrás para poner distancia —¿Es enserio que crees que necesito un beso tuyo en este instante?

—Lo siento, yo no debí... Perdóname, no sé que pasó.

Andrómeda comprendió en ese instante de que él aún albergaba sentimientos por ella, que aún tenía una esperanza de que entre ambos sucediera algo y la conmoción la hizo explotar.

—Estoy casada, amo a Ted ¿Porqué quisiste quedarte acá? ¿Acaso tenías una intención de que en su ausencia pudiera suceder algo? ¿De que me lanzara a tus brazos para acostarme contigo y tener una aventura en secreto? ¡Merlín, por qué clase de estúpida me tomas!

—¡No, Andy! Es mi error, no volverá a ocurrir. Fue un instante donde mis sentimientos nublaron mi juicio, perdóname.

—Quiero que te vayas, que mañana a primera hora tomes tus cosas y dejes esta casa. No quiero verte ahora Aiden, no puedes transgredir mi confianza de esa forma.

—Lo lamento, no quise lastimarte, pero no puedo sacar el sentimiento que albergo por ti durante años, llevo años enamorado de ti. Perdón por eso, perdón por lo que pueda causarte, no te preocupes, me iré.

De pronto se sintieron unos fuertes golpes en la puerta principal. Golpes apremiantes e insistentes.

Aquello los sacó del momento de ofuscacion, rabia y confusión.

—¿Qué demonios el día de hoy?

—Espera, no vayas sola.

—Maldita sea, Aiden, puedo cuidarme sola. Apartate.

—¿¡Andrómeda te encuentras ahí!? ¡Por favor, necesito ayuda!

De inmediato la bruja reconoció la voz y tomó su varita.

Abrió la puerta de golpe, apuntando.

Era Lucius.

Lucius Malfoy.

—Necesito ayuda, es Cissy. Por favor, te lo imploro, ven conmigo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro