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•CAPÍTULO 8•

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THE BLACK SISTERS³
AVADA KEDAVRA
VIII.Legeremancia
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Narcissa se había jurado a sí misma cuando era una niña que nunca visitaría lugares oscuros, húmedos y fétidos. Había crecido en una cuna de oro y jamás pensó que en algún momento las circunstancias la orillarían a arrastrarse a un sitio con esas nefastas características, mucho menos por voluntad propia.

Sabía que hacer ese tipo de cosas podría quebrantar el mínimo esfuerzo de confianza que mantenía con Lucius, ambos acordaron que no pondrían un pie en Azkaban por muchos motivos; algunos tenían que ver con lo difícil del ingreso, el estado de Narcissa y por sobre todo que no debían ser involucrados más allá de lo evidente con Bellatrix y todos los cargos de los que se le había imputado, una cosa era ser familiar de una mortífaga y otra muy distinta era entrar en su misma categoría.

Aunque hubiesen hecho las mismas cosas. Lucius también era un mortífago, pero aprendió que en el mundo había que estar bien con dios y el diablo, por ese motivo no se esmeraba en que su esposa debiese intentar rebajar la condena de su hermana, eso podría llevarlo a un desafortunado desenlace e implicarlo en todo lo sucedido.

Por eso, Cissy sabía que cuando Lucius se enterara de su visita a Azkaban, todo se tornaría tenso entre ellos.

Pero eso no le importó.

—Señora Malfoy ¿está segura de que quiere ver a la convicta? Se encuentra algo diferente a cuando ingresó al recinto, no sé si es que es una buena idea considerando sus meses de embarazo, el estado de su hermana podría afectarla.

Narcissa observó al auror, agradecía sus atenciones, no obstante era imperativo que pudiese hablar con Bellatrix.

—Sabe, me siento algo culpable. He podido venir a ver a mi hermana en una centena de veces y he evadido la situación durante todo el tiempo que he podido. Siento que le debo al menos mi presencia, soy su familia —señaló dando todos los argumentos que pudiesen conseguir que aquel hombre le permitiera pasar a la sala de reuniones sin hacer más preguntas o cuestionar su juicio.

—Debe entender que la salud mental de la señora Lestrange ha mermado bastante, probablemente hablará incoherencias o dirá cosas que no son gratas de escuchar. También es una posibilidad de que no quiera recibirla y está en todo su derecho de no aparecer ante usted si lo deseara.

La bruja asintió, comprendiendo cada una de las palabras que el auror le manifestaba. Si Bellatrix no la recibía tendría que volver sin ninguna solución a su conflicto y además dar explicaciones a Lucius.

—Entiendo, pero soy su hermana. Me gustaría intentar conversar con ella. Comprendería si es que es imposible, pero ¿podríamos intentarlo?

El hombre se levantó de su asiento con hastío, todo lo relacionado a la presidiaria Lestrange era tedioso, pues implicaba meterse en problemas o acabar muerto.

Narcissa aguardó sintiendo como la claustrofobia comenzaba a hacer presa de ella, sabía que no debía estar en ese lugar, mucho menos debía acercarse a Bellatrix. Intentó controlarse haciendo resonar su tacón en el suelo pútrido de la prisión, a la espera de tener una respuesta positiva, no obstante no podía esperar nada de las erráticas ideas de su hermana.

—Señora Malfoy, me dará su varita y cualquier elemento punzocortante que tenga en su poder, después pasará al anexo uno, tendrá la posibilidad de ver a la presidiaria durante veinte minutos.

La sorpresa fue lo que vino luego, su hermana entró en la sala, con ropa color gris, andrajosa. Atada de manos y pies mediante grilletes mágicos, su cabello se veía opaco y reseco; los rasgos de su cara estaban hundidos, las ojeras bajo sus ojos se hallaban amoratadas y los pómulos pálidos sobresalían de su rostro.

Por su parte, Bellatrix le lanzó su clásica mirada airada, aquella que destilaba ironía. Narcissa se sintió algo intimidada, hace mucho que no se topaba de lleno con una mirada tan inquisidora y penetrante como la que en ese momento la atravesaba.

—Por Merlín —siseó Bellatrix—, estoy sorprendida, cuando me dijeron pensé que era uno de los trucos que utilizan los aurores para sacarme información. Pero es verdad, la magnificencia de Narcissa Malfoy está aquí —murmuró con sarcasmo —Vaya, Cissy ¿a qué debo el honor?

La aludida se incomodó en su asiento, sin importar que su hermana lo percibiera, Bellatrix incluso en ese –su peor momento– se veía letal como siempre hacia sido.

—Bella —hizo una pausa, no sabía muy bien qué decir al respecto, ya que no tenía nada bueno que mencionar sobre su aspecto o sobre lo que había ido a hacer hasta allá —¿cómo estás? yo no había podido venir...

—Cissy, anda. Ahórrate el teatro de la buena hermana, sé que ni tú, ni el traidor de tu esposo quieren estar cerca de mí —señaló sonriendo con ironía —. No te culpo si es que no querías venir hasta este lugar tan poco digno de la señora más rica de gran parte de Inglaterra, lo que hace que me pregunte ¿A qué viniste, Narcissa?

Cissy se tomó de pronto su barriga abultada, frotándola con ternura, como si hacer eso disminuyera su ansiedad, también pretendía que esas caricias protegieran a su bebé de la locura de su hermana, tal como si ella fuese a contagiársela con sus palabras.

—Yo quería verte, saber de ti.

—Bueno, no sé qué es lo que quieres saber en verdad. La vida por acá no es muy interesante, ya sabes —respondió la bruja mientras analizaba delicadamente el semblante de la rubia —. Mi cerebro no para en ningún momento, salvo cuando duermo, de lo contrario me hallo en un torbellino de preguntas sin respuestas que me atormentan constantemente —acotó posando sus ojos sin brillo en la mesa —Lucius ha sabido de algo sobre nuestro señor.

Narcissa frunció el ceño debido a la sorpresa.

¿De verdad su hermana todavía pensaba que el señor tenebroso regresaría?

¿Acaso era cierto eso que decían todos los carceleros de que estaba completamente loca?

—Bella...

—No uses ese tono conmigo, Narcissa —dijo de inmediato, exasperada —. Sé que él todavía está aquí, puedo sentirlo, sentirlo en la marca tenebrosa.

—Eso es mentira, Bella. Lucius también la tiene y jamás ha vuelto a sentir la presencia de Lord Voldemort. Él se ha ido para siempre y tienes que aceptarlo. Debes dejar de lado esas ideas si es que en algún minuto pretendes salir de este infernal lugar.

La bruja le dedicó una mirada furibunda.

—¿Y quién te ha dicho que yo quiero salir de aquí?—replicó mostrando una notoria molestia en la cara, destellando  rabia de los ojos —. Sabes perfectamente que no me interesa salir para jugar a la familia feliz con mi esposo, porque como sabes muy bien, él también se encuentra aquí ¿Qué demonios quieres? No viniste aquí a conversar sobre la vida, sé que quieres algo. Necesitas algo de mi ¿O viniste a pedir mi venia para visitar más tarde a Rodolphus? 

Cissy rehuyó su mirada, levantándose con indignación del asiento donde se hallaba, observó la ventana ínfima para poder despejar sus pensamientos. Su hermana siempre logró exasperarla con sus comentarios sarcásticos y completamente agresivos, directos a las debilidades que poseían las personas y ansiaban guardar con tanto apremio.

—He venido porque te necesito, necesito de tu ayuda. Pero no creas que aguantaré que me humilles sólo por que ahora requiero de ti. 

—Qué dramática has sido siempre, para ser que ahora vas a convertirte en madre, sigues siendo como una niña pequeña ¿o acaso son las hormonas que te tienen tan irritable?

Bellatrix la miró con suficiencia, dándose cuenta de que su hermana menor estaba bastante hastiada y perturbada con sus constantes burlas. No es que le interesara, pero tenía que darle crédito al hecho de que había llegado hasta allí, algo que evidentemente la mantenía vulnerable. 

—¿Qué necesitas? Te escucho. 

Narcissa la observó por última vez, analizando si de verdad podía confiar en ella, el problema no era que desconfiara de Bella, era su reacción a escuchar sus problemas. 

—Necesito que me enseñes a usar la Legeremancia.

Bella no pudo evitar la expresión de sorpresa en su rostro. Narcissa tenía habilidades de sobra como para conseguir lo que quería, sonsacar información desconocida nunca había sido un problema para ella, que hubiese acudido hasta ella realmente significaba que se encontraba desesperada. 

—Esto es nuevo ¿de verdad has venido hasta aquí para que te entrene a usar magia oscura? Debes de estar demente, tenemos veinte minutos, de los cuáles ya hemos usado diez en sólo dar una perorata sin sentido.

—Bellatrix, mi matrimonio depende de esto. No habría venido hasta aquí a escondidas de mi esposo, embarazada si no fuera realmente necesario, no sé a quién más acudir, conozco a otras personas que podrían tener más disposición que tú con tal de que le pagara algunos galeones, pero eso implicaría contarle de mis desgracias a un extraño y que esparciera rumores sobre mi relación.

—Así que todo esto es por Lucius, Cissy no seas hipócrita, le has sido infiel a Lucius en un montó de ocasiones ¿Ahora es diferente porque tu ego no te permite tolerarlo? ¿O acaso es que ahora te decidiste precisamente a llevar una vida lejos de tu comportamiento promiscuo?

—Nosotros zanjamos nuestras diferencias Bella, no tendría porqué darte detalles de mi intimidad, pero no tengo otra opción. Con Lucius las cosas han mejorado mucho y pudimos dejar atrás todos los conflictos anteriores, se supone que estaba en el pasado...

Bella suspiró, sonrió con algo de ironía, no obstante no quería burlarse de su hermana, su cuñado jamás le había caído en gracia, pues lo encontraba débil y fácil de manipular; no es que la bruja haya sido una esposa devota ni leal, pero entre ayudar a Narcissa o dejarla en la ignorancia, lógicamente prefería que Malfoy pagara de una u otra forma su traición contra el señor tenebroso.

—Narcissa, la legeremancia es notoria para quien la ha estado utilizando recientemente, sólo alguien experimentado puede entrar en la mente de otra persona sin que el afectado se de cuenta— señaló—, a menos que lo hagas mientras duerme, sólo haciéndolo cuando los seres humanos se encuentran en la fase más profunda de su sueño, cuando nada los perturba y no son conscientes de los peligros que pueden acecharlos.

La mente de Bella siempre iba más allá de lo que las personas imaginaban, cualquier mago o bruja con un ápice de decencia jamás imaginaría meterse en el subconsciente de alguien, menos hurgar en sus mentes en un estado tan vulnerable como el sueño. Pero Bella transitaba en una manera diferente, su cerebro iba en una sintonía distinta a la del resto de los magos y eso la convertía en un ser extraordinario y peligroso. 

—¿Qué me dices? No me mires horrorizada, has hecho cosas peores, esculcar entre los sueños eróticos de tu esposo no será ni la cuarta parte de lo perversa que puedes llegar a ser ¿o estoy diciendo injurias sobre ti, hermanita?

—¿Cómo debo hacerlo?—preguntó, decidida a analizar las posibilidades.

Bellatrix sonrió complacida, sabía que su hermana había nacido con la misma espina maligna de la que ella era portadora, no obstante Cissy se esmeraba en ocultarlo con creces, mientras que Bella mostraba con orgullo cualquier resquicio de maldad que pudiese denotar. La mayor le habló en detalle como debía practicar la magia, la manera en la que debía vulnerar a su esposo para llegar a la cruda verdad que esperaba encontrar. 

—No soy ni la sombra de lo poderosa que eres tú—dijo Narcissa al final—, no sé si pueda conseguirlo. 

—Cissy, quizás no seas una bruja tan poderosa o dedicada a la magia como yo lo he sido— acotó, tomándose de las palabras de su hermana, porque claro, Bellatrix tenía en su interior un poder incomparable —. Pero sé que nunca permitirías que tu esposo te humille, aunque tú le hayas hecho cosas peores, sé que te mueve el deseo de venganza, el deseo de ser la mujer más perfecta y codiciada de la sociedad mágica de Londres y que tu esposo te trate de estúpida no es algo que debas permitir. 

Por eso no tuvo remordimientos de hacerlo varias veces durante las siguientes noches.

No fue algo que pudo conseguir de inmediato ya que en efecto, era magia muy complicada.

Pero la persistencia y el deseo de saber la verdad habían creado en ella unas ansias voraces de saber los secretos que Lucius estaba ocultando de ella con un recelo que jamás le había visto.

Y una vez que pudo penetrar en sus pensamientos y sacar hasta el último de sus deseos ocultos se percató de que jamás había existido en ella tanta ira como la que sentía.

Tanta que la idea de ver sangre en sus manos finas le parecía completamente atractiva.



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