CAPÍTULO 66
Espero poder ver todos sus comentarios en este capítulo.
Luego de las dos últimas punzadas pierdo el conocimiento, un remordimiento queda en mí, no pude salvar a mi hija, no me pude salvar, dejé solo a mis hijos y a Alan... Alan sufrirá con nuestras muertes; debe ser fuerte, por él y por los niños que le quedan, debe seguir por ellos, por los tres.
Despierto en un prado que está lleno de flores blancas, se ve y huele maravilloso, nunca había estado en un lugar así, si este es el cielo, el cielo es maravilloso.
Camino por todo el sitio; el sitio está lleno de flores blancas, distintas flores, pero todas blancas, hay algunas bancas por el sitio y seguramente es para que las personas que muren disfruten aquí, la luz es cálida y permite que divises el lugar con mayor atención.
Me inclino para tomar una rosa preciosa, resalta entre las otras flores, pero cuando estoy a punto de hacer una voz me detiene, reconozco esa voz y giro incrédula.
—No se pueden arrancar —dice ella.
—Abuela —me lanzo a sus brazos, está como la recuerdo.
Su cabello lleno de canas y sus arrugas que la hacían ver la anciana más preciosa del mundo, sus ojos azules, como los míos, me observan con atención.
—Mi pequeña —dice ella sosteniéndome.
—¿Por qué no la puedo arrancar? —le pregunto —quiero tenerla para mí.
—No puedes, esa eres tú, si lo haces morirás —responde ella.
—Pero ya estoy muerta, da igual si la arranco —insisto, quiero quedarme con esa rosa.
—No, cariño, tú no estás muerta —responde y a la vez niega.
—¿Entonces porque puedo verte? ¿Por qué estoy aquí? —creo que la invado con mis preguntas.
—Tú decidiste venir aquí, tú llegaste sola, todos cuando mueren llegan a este lugar, pero con su rosa en las manos, eso les indica que han muerto, pero tu rosa sigue ahí —señala ella.
—No entiendo, ¿Cómo es que yo llegue hasta aquí? ¿Cómo es que no he muerto? —no entiendo nada de esto.
—Debes ver algo para que puedas volver con tu familia.
—Mi familia —repito lo que dice —mi hija, mi hija está aquí —me desespero en ese momento.
—Tu hija tampoco está aquí, ella sigue con ellos y está bien —me responde.
—¿Cómo es que sabes todo esto? —pregunto.
—Solo observa lo que te mostraré.
Caminamos por el sitio hasta llegar a un prado aún más grande donde puedo ver mi cuerpo en una camilla, estoy segura de que es el hospital.
—Tu cuerpo está ahí —señala —debes volver a él.
—¿Cómo haré eso? —pregunto —no sé cómo llegue aquí mucho menos voy a saber cómo volver.
—Tú lo sabes, debes ser paciente y esperar hasta el momento, pero no debes arrancar la rosa, si lo haces tu vida terminará.
La observo por un momento y luego veo nuevamente mi cuerpo en esa camilla, Alan me sostiene la mano y me observa diciendo tantas cosas con esa mirada y su silencio.
—¿Cómo es que estoy ahí? —pregunto.
—Él llegó por ti, te salvo a ti y a tu hija —habla mi abuela.
—Pero no sabían dónde estábamos.
—Él te encontró y te salvo, ahora tú lo tienes que salvar a él.
Con esas palabras ella desaparece y con ella el prado donde estábamos, ahora me encuentro en una habitación junto a mi madre y todas las chicas, todas ellas están vestidas de fiesta.
—Aún no te arreglas —dice mi madre sonriendo.
—¿Arreglarme para qué? —pregunto, esto es muy raro.
—Cariño, no digas que has olvidado el día por el que has trabajado todo este tiempo —responde ella.
—No sé de qué me hablas, madre —insisto.
—Se levantó con amnesia —dice con voz burlona.
—¡Ay amiga! —se acerca Luciana —no juegues con esto, Alan te está esperando en el altar.
No entiendo nada, todo es como si lo que paso anteriormente fuera un sueño y esto fuera real. ¿Me casaré?
—Déjame traigo el vestido para que su mente lo recuerde —desaparece por una puerta y al instante está junto a mí con un precioso vestido blanco con detalles plateados.
—Quiero ver a mis hijos —digo.
—Están justo ahí —señalan una cuna y me levanto rápidamente.
Efectivamente, los tres están ahí, están más grandes de cómo los recuerdo, los levanto uno a la vez y los abrazo, me hicieron tanta falta, los extrañe tanto, parece como si no los viera desde hace mucho tiempo.
—¿Entonces me casaré? —pregunto nuevamente cuando vuelvo hasta donde se encuentran.
—Estás actuando muy raro, Ava —dice mi madre con seriedad.
—Vamos a arreglar ese trasero para que lleguemos a tiempo a la iglesia.
Unas personas que no conozco arreglan mi cabello mientras otras me maquillan. Observo el vestido con devoción, es un vestido precioso como siempre lo he imaginado, desde que tuve a los bebes me decidí a aceptar la propuesta de Alan, pero nunca más la menciono, creí que se había arrepentido.
Ahora ya tengo el vestido puesto y parezco una princesa de esas de cuento de hadas, hoy me casaré con el amor de mi vida y no sé cómo llegamos hasta aquí, pero lo disfrutaré, toda mi vida lo disfrutaré.
Todas salieron junto con los niños y me dieron mi espacio para poder admirar lo que veo en el espejo, todas hicieron un excelente trabajo y este vestido me queda perfecto, se amolda perfectamente a mi cuerpo.
La puerta se abre y por ella entra mi padre, el cual me ve con ojos de amor.
—Mi pequeña se casará, oficialmente hoy comienza tu familia —dice cuando se acerca.
—Padre —hablo con la voz entre cortada —siento que todo esto es un sueño —me sincero.
—Entonces disfruta de tu sueño pequeña —besa mi mejilla para ofrecerme su mano —es hora cariño, es hora de entregarte a ese muchacho.
Salgo de la habitación y noto que ya todos se fueron, que los únicos que estamos somos mi padre y yo. Nos subimos al auto que está decorado y el chófer arranca, con dirección a la capilla «St. Christopher's Cathedral Parish Canberra», siempre quise casarme ahí y que mejor que hacerlo con el amor de mi vida.
—¿Estás lista? —pregunta mi padre cuando hemos llegado.
—Desde hace mucho —respondo con una sonrisa.
—Que seas feliz para toda la vida —dice mi madre antes de bajarse del auto.
Mi padre me ayuda a bajar y nuevamente enreda su brazo con el mío, camino junto a él con dirección a la capilla. Suena la marcha nupcial que nos indica que podemos entras, caminamos por todo el centro de la capilla y nuestros familiares y amigos nos observan con una sonrisa y emoción, cuando veo a Alan mis ojos se nublan, está precioso, su traje blanco con adornos rojos y plateados le queda divino.
Llegamos hasta el altar y mi padre le entrega mi mano a Alan mientras le dice unas cuantas palabras que parece más un sermón.
—Te entrego a mi tesoro, lo más preciado para mí y mi familia —dice mirándolo a los ojos —si le llegas a hacer algo o permitir que algo le pase, no quedara nada de ti para contarlo.
Alan solo asiente a cada palabra que él dice, cuando mi padre se aleja, él se acerca y me habla.
—Eres la novia más preciosa que he visto —lo miro a sus ojos, los cuales están cristalizados.
—Y tú, el hombre y novio más perfecto.
El cura empieza la ceremonia mientras nosotros estamos parados frente a él, todo transcurre a su debido tiempo, en algunas ocasiones miro a Alan quien no ha parado de sonreír y en otras miro a mis hijos, los cuales llevan unos diminutos trajes y Aria un vestido precioso, ellos son perfectos.
Todo es perfecto, tan perfecto que no parece real.
—Yo, Alan Zablah, te quiero a ti, Ava Meyer como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida.
Alan desliza el anillo por mi dedo y se siente tan diferente, miles de emociones llegan a mí como una avalancha.
—Yo, Ava Meyer, te quiero a ti, Alan Zablah, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida.
Esta vez soy yo quien desliza el anillo por su dedo y ahora las emociones son mutuas.
—Si hay alguien presente que se oponga a este matrimonio que hable ahora, o calle para siempre —habla el cura.
Espera unos segundos, pero nadie habla, nadie impedirá nuestra boda.
—Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia —menciona el cura.
Alan se acerca y me da un beso que me consume, me derrito y me pierdo en él, me pierdo hasta que escucho la voz de ella nuevamente.
—Debes volver —susurra.
No quiero, quiero quedarme aquí, todo se empieza a desvanecer, todo empieza a deshacerse, vuelvo al prado donde estuve y nuevamente la veo a ella.
—¿Por qué? Estaba siendo feliz —digo con tristeza.
—Porque esta es la muestra de lo que sucederá cuando regreses con ellos, ya sabes tu futuro, tú decides si volver.
—Quiero volver —lo digo con seguridad —quiero volver —insisto.
—Eso depende de ti —vuelve a repetir sus palabras.
—Abuela, quiero volver —me arrodillo ante ella —dile que me permita volver, quiero vivir ese momento con él –—le ruego.
—Él no te detiene, eres tú la que no ha querido volver.
—Pero quiero volver, quiero estar con ellos.
Ella no responde, desaparece como lo hizo anteriormente y todo me da vueltas, todo se nubla y se oscurece, me repito una y mil veces que quiero volver, quiero volver con toda mi familia.
Siento como alguien sostiene mi mano y un peso en mis piernas, intento abrir mis ojos, pero se me dificulta, mis lágrimas bajan por mi mejilla y en un momento logro abrir mis ojos, balbuceo un par de palabras, pero él parece no escucharme.
—Cásate conmigo —esas dos palabras salen claramente de mí y él logra entenderlas.
Se levanta rápidamente y sostiene mis mejillas, tiene los ojos cristalizados, y sus ojeras siguen siendo notorias, intento hablar nuevamente, pero él me detiene.
—Necesito que un doctor venga, es urgente —le informa a alguien por el teléfono y no demoran en entrar por la puerta.
—¿Se encuentra bien la señora? —pregunta el doctor mientras se acerca a mí.
—Yo estoy bien —digo —solo... —carraspeo un poco porque mi garganta se siente seca y duele un poco cuando hablo.
El doctor se acerca y empieza revisarme, me imagino que por procedimiento porque acabo de despertar y aún no sé cuánto tiempo he estado aquí.
—Ella está bien, su presión sanguínea está estable al igual que su presión arterial —informa el médico —nos alegra mucho que hayas despertado señora, en un momento vendrá una enfermera a tomarle unas muestras para unos exámenes —dice para luego salir de la habitación.
Alan se vuelve acercar y toca nuevamente mi mejilla.
—Creí que ahora si te perdería —dice con su voz entre cortada.
—Cásate conmigo —es lo único que puedo decir, no quiero perder esta oportunidad.
—Estás delirando —dice —toma un poco de agua, tu voz se escucha mal —dice mientras acerca un vaso con un pitillo.
Me mira y sus ojos están aún cristalizados, no despega su mirada de mí como yo tampoco despego la mía de la suya, los dos suponemos que estamos soñando. La enfermera entra y toma las muestras de sangre, luego me quita algunos cables a los que estaba conectada «parecía poste de luz con tanto cable».
—Llamaré a tu familia —dice Alan mientras la enfermera sigue haciendo su trabajo.
—¿Estás huyendo de mí? —pregunto con miedo, tal vez él ya no quiera casarse conmigo.
—No huyo de ti, debo informarles a todos que has despertado, llevas diez días aquí y todos están preocupados.
Diez días, para mí, es como si apenas ayer hubiera pasado todo, el tiempo ha corrido demasiado rápido en la realidad.
No digo nada más y dejo que él salga de la habitación, la enfermera sigue haciendo su labor y me sonríe mientras lo hace.
—¿Consideras que lo espante? —le pregunto a ella, porque no tengo con quien más hablar.
—¿Por qué? —me pregunta ella.
—Le dije que se casara conmigo, apenas desperté, pero evadió mi petición —digo —o tal vez no me ama como creía.
—Lo único que puedo decir es que él la ama, no se ha despegado ni un segundo de usted, se ha encargado de todo —dice ella —hasta ha limpiado sus heridas todos los días.
Mis heridas, estaba concentrada en decirle a Alan que se casara conmigo, que olvide por completo todo lo que ha pasado.
—Ahora mi cuerpo parece un colador —le digo.
—Son la evidencia de que burlaste la muerte —dice ella cuando termina de recoger las cosas —no pienses mucho, seguramente está sorprendido porque despertaste.
—Eso debe ser —le sonrió antes de que salga.
He estado tanto tiempo en un hospital que ya sé cómo funciona todo esto, levanto un poco la cama y quito la cobija que me cubre, aparto un poco la bata y veo los parches en mi cuerpo, tengo dos a los costados cerca de mis costillas, otro en mi pecho y el último en mi abdomen, fue un milagro que no haya muerto. Intento sacar uno de los parches para ver qué tan terrible está eso y Alan me detiene.
—No hagas eso —agarra mis manos —aún falta que sane, además puedes lastimarte.
—Quiero ver como se ve —digo —¿Ahora parezco colador? —le hago la misma pregunta que le hice hace un rato a la enfermera.
—Ya quisiera un colador verse como tú te ves —dice.
—Que bien me motivas —digo.
Me cuenta que mis padres vienen en camino, también me dice que los niños están bien y todo sobre el tiempo que llevo aquí.
—¡Mi preciosa y querida hija! —exclama mi madre cuando entra a la habitación.
Casi que ella y mi padre saltan sobre mí, me abrazan fuerte y aunque siento dolor no digo nada, sé que estuvieron sufriendo por mí.
—Creí que nunca más te vería —dice mi padre —cuando te vi ahí, todo tu cuerpo herido y casi sin vida sentí que moriría contigo.
—Padre, soy una mujer dura de matar, para poder acabar conmigo necesitan un batallo —trato de animarlo porque está llorando.
Mi madre está en silencio observándome mientras hablo con mi padre, ella siempre ha sido la más habladora, pero estoy segura de que todo esto la ha afectado demasiado.
Por lo que me han dicho es de madrugada y así ellos vinieron, querían ver con sus propios ojos de que su hija había despertado, que la angustia y agonía de estos días había acabado.
—Tú puedes estar al fin tranquila, tu vida y la de tus hijos ya no corre peligro —dice mi padre.
—¿Ellos están en la cárcel? —pregunto —igual pueden escapar —un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
—Están en un lugar peor —escupe Alan con rabia —están en un lugar donde no le harán daño a nadie más.
Por un momento no entendía, pero al ver la mirada de tranquilidad de todos ellos empiezo a entender.
—¿Están muertos? —pregunto con miedo a su respuesta.
—Sí —responde Alan con determinación.
—¿Cómo es posible eso? Lo último que recuerdo fueron los dos disparos que hizo contra mí —mi cuerpo tiembla al recordar.
—Con calma, todo lo sabrás, pero ahora necesitamos que termines de recuperarte.
Mis padres se quedan hasta que sale el sol, quedaron en volver al medio día con todos nuestros familiares y las personitas más importantes, mis hijos.
Como lo había dicho la enfermera, Alan trae algunas cosas con las que inicia a limpiar mis heridas, es delicado en cada una de ellas, se toma el tiempo necesario para dejarlas todas limpias.
—¿Quién lo mato? —pregunto mientras él va limpiando la tercera herida.
—No deberías saberlo —dice sin mirarme.
—Solo quiero saber, ¿Quién fue la persona que nos libró de esos locos? —insisto.
—No quiero una pelea, Ava.
—¿Fuiste tú? —pregunto sin titubear, lo que dijo mi abuela en mis sueños me dan indicios que fue él.
—¿Si hubiera sido yo?, ¿te alejarías de mí? —pregunta esta vez mirándome.
—Nunca me alejaría de ti, menos por eso, yo iba decidida a matarlo, pero él fue más listo, nunca creí que ella estaría ahí —digo recordando el momento en el que ella salió con mi hija en sus brazos.
—Yo fui quien acabo con las personas que nos hicieron daño y si me tocara volver hacerlo no me temblaría la mano —dice.
Me inclino un poco y logro sujetar sus mejillas, hago que él se acerque y lo abrazo, fuerte, bueno, lo más que puedo, sé que él necesita este abrazo tanto como yo, ha estado guardando su dolor, sufriendo en silencio.
—No sabes todo el miedo que he sentido estos días —dice con su voz entrecortada.
Está llorando, el fuerte y valiente hombre que he visto estos más de dos años, se ha derrumbado por miedo, ha tenido mucho miedo.
—Yo no quería que algo les pasara a ustedes, por eso fui sola —confieso el porqué de lo que hice.
—Ahora debemos evitar todo peligro, aunque ya no lo tenemos directo, debemos cuidarnos mutuamente y confiar entre nosotros —dice al separarse.
Hablamos por mucho tiempo, me cuenta a detalle todo lo que ocurrió esa noche y no siento miedo por lo que hizo, siento miedo porque él también pudo salir herido, porque pudo ir a la cárcel, por lo que hizo, gracias a Dios, Dorian estaba en el lugar para apoyar el testimonio de Alan.
Vinieron todos, cuando digo que todos, hablo de todos, la familia de Alan, mi familia y algunos amigos están aquí, se han turnado para entrar a la habitación porque no se les permite estar todos.
Mis niños descansan a mi lado y Aria en mis brazos, desde que me los trajeron, no me he despegado de ellos y no lo haré hasta que se los tengan que llevar, ya que el hospital no permite que ellos estén conmigo.
—¡Mujer, tú tienes como cincuenta vidas! —exclama Luciana cuando entra seguida de mis hermanos y Tania.
—El diablo no la quiere con ella —habla Danniel después de asegurarse que esté bien.
—Gracias por preocuparse conmigo —digo con ironía.
Hablo un rato con ellos porque los otros también quieren entras, cuando ellos salen entra toda la familia de Alan, ellos también estuvieron muy preocupados, lo mejor es que Dahiana y Alana se encargaron de los bebes durante todo este tiempo.
Todo el día se fue en charlas con todos los que estuvieron en el hospital, mis antiguos jefes, los de la empresa donde trabaja Luciana enviaron rosas blancas de regalo, rosas como la que estuve a punto de cortar en aquel sueño.
—¿Estás cansada? —pregunta Alan después de que todos se fueron.
—Cansada de estar en el hospital —digo.
—Apenas llevas dos días desde que despertaste —dice.
—Pero ya quiero irme para casa, quiero estar contigo y los bebes, también quiero estar en mi cama —respondo —además quiero que planeamos nuestra boda —sigo insistiendo en ello, quiero que mi boda sea tal cual la vi en mi sueño.
—Deberías dejar que yo te pida matrimonio —dice.
—Es que tú te estás demorando mucho —digo sabiendo que él en varias ocasiones me pidió matrimonio.
—Estaba esperando que estuvieras lista, y como ya lo estás yo seré quien te pida matrimonio —dice con ilusión.
—Espero que sea cuando salgamos del hospital, quiero casarme cuanto antes.
Los días siguen pasando y hoy me dan el alta y no he podido estar más emocionada en mi vida, ahora mismo Alan está haciendo el papeleo para la salida mientras yo me pongo mi ropa, ya estaba cansada de esta bata inmunda.
—Ahora nos podemos ir —dice mostrando los papeles desde la puerta.
El doctor me dio las recomendaciones desde la mañana, en ellas incluye la comida que será igual de terrible a la de hospital, debo venir la próxima semana a que me retiren los puntos y espero que esta sea mi última entrada a un hospital durante un par de años.
—En casa solo está tu familia y la mía —menciona Alan cuando subimos al auto.
—Les debo tanto a ellos, todos han estado muy atentos conmigo y mis hijos —digo sinceramente.
—No le debes nada, ellos hacen todo por amor —responde.
Llegamos hasta casa y efectivamente están todos, salen hasta donde hemos estacionado el auto, no era necesario, pero, en fin, se acercan mis amigas y Alana con mis hijos, los cuales solo puedo agarrar a uno porque están bastante grandes a mi parecer, están a nada de cumplir los cinco meses y cada vez se ven más grandes y gordos.
—Estamos muy felices de que te encuentres nuevamente en casa y con tus hijos —habla mi madre.
—Muchas gracias... quería agradecerles a ustedes por estar junto a mi familia todo este tiempo —les agradezco.
—Cariño, no hay nada que agradecer, todo lo hacemos porque son nuestra familia y las familias se apoyan en todo —menciona Dahiana.
—Soy realmente millonaria al tenerlos junto a mí.
Almorzamos y como lo recomendó el doctor, mi comida fue diferente a la de los demás, mientras que los otros comen carne con puré de papas, mientras yo me como una papilla que perfectamente podría alimentar a mis hijos con ella.
—No es por ser desagradecida, pero esta comida está horrible —digo.
—Es con lo único que te alimentaras durante las próximas dos semanas —alega mi madre.
—No seas exagerada, el médico dijo que sería solo por una semana —digo.
—Ya verás todas las papillas que te pondré a comer estos días —dice mi madre.
Seguimos hablando de múltiples cosas, todos los cambios que vienen de hoy en adelante. Toda la tarde ellos continúan haciéndonos compañía hasta que llega la noche y deciden que ya es momento de irse y dejarnos descansar.
Nuevamente, les agradezco cuando se despiden, realmente estoy en deuda con todos ellos.
Arreglamos cocina y vamos hacia la habitación donde nos esperan nuestros hijos.
—Por fin, mi cama —me tiro en ella.
—Más suave —dice Alan.
—Estoy mejor, ya no me duele nada —miento, aunque el dolor no sea intenso, las punzadas se sienten cada tanto.
—Sé que aún tienes dolor —así que ten cuidado, no quiero llevarte nuevamente al hospital.
—Si estar todo el día en cama me asegura que no volveré a un hospital durante un largo tiempo, créeme que no me moveré de aquí —me enrosco en la cobija y luego me acerco a él.
—Por mí sería perfecto tenerte todo el día aquí.
—Pero es mejor caminar, según el doctor, es lo mejor para mi recuperación.
Las heridas que tuve fueron profundas y fue mucha sangre la que perdí, durante la cirugía tuvieron que hacerme transfusión de más de dos bolsas de sangre, eso fue un récord en esa clínica, además de que perdí uno de mis órganos vitales, aunque pueda vivir solo con uno de ellos.
—¿Qué tanto piensas? —me pregunta Alan después de un momento de silencio.
—De todo lo que hemos tenido que pasar para llegar hasta donde estamos —digo —de todo lo que he sufrido para poder disfrutar esta noche junto a ti.
—Hemos sufrido más de lo que merecíamos, pero todo esto ha valido la pena, ahora seremos nosotros cinco, ahora el peligro se ha ido y podemos disfrutar de nuestra felicidad.
—Espero nunca más pasemos por algo así, espero que hoy iniciemos una vida llena de felicidad.
—Así será —responde.
Me acerco a su rostro y le doy un beso, corto, pero lleno de amor, suave, pero a la vez dulce, él transmite lo que yo quiero hacerle sentir, lo que quiero hacerle saber.
Los meses van pasando y en cada uno hacemos cosas diferentes, disfrutamos de nuestro momento en familia. Me quitaron los puntos; viajamos a la playa Alan, los bebes y yo, hemos visitado algunos lugares de Canberra que yo desconocía y lo mejor es que todo esto lo hemos hecho juntos, como la familia que ahora somos.
Los bebes ahora tienen nueve meses y su bautizo será el domingo, no quisimos retrasarlo más, esto ya que estaba programado para cuando tuvieran cinco meses y por los imprevistos que tuvimos lo retrasamos hasta que yo estuviera completamente bien.
Hoy es viernes y estamos terminando de traer algunas cosas a la casa de mis suegros, por el hecho de que aquí será la fiesta después del bautizo, estamos organizando algunas cosas desde hoy porque mañana estaré ocupada en cosas como lo son recoger la ropa de los niños y Alan, «la mía ya la tengo junto con el vestido de Aria».
—¿Cuántas mesas pondremos? —pregunta Marcos.
—Unas cinco, no son muchas personas las que vendrán, además debemos sacar los puestos de Simón y Lina.
—Listo.
Marcos es una preciosura, estos últimos días ha estado muy atento con los bebes, con Ian un poco más porque ese es su ahijado.
Termino muerta, estoy realmente cansada y eso que apenas estamos a viernes, no quiero ni imaginar cuando llegue el domingo.
—Tú haces magia con tus manos —le digo a Alan cuando ya estamos en cama —¿Por qué no me haces un masaje?
—Con mucho gusto lo haré —se levanta de la cama y remueve los cajones buscando algo.
Llega a la cama nuevamente y se sienta a un lado, yo levanto mi camisa y agradezco que la pijama que llevo puesta es de short para que él pueda masajear mejor mis piernas.
Su masaje es maravilloso como todo lo que hace, logro quedarme dormida, el agotamiento me ha vencido, es mucho lo que hemos trabajado estos días con las chicas.
El sábado me la pasé haciendo lo mismo que el viernes, con diferencia que estuve en el centro buscando los trajes de los hombres de la casa, luego volví a mi casa porque se me habían quedado unas cosas y sorprendí a Alan, no creí que él estuviera a esa hora allí, al principio se comportó un poco nervioso, pero ya después cambio su actividad.
Hoy nos levantamos temprano porque debemos estar en la capilla antes de las nueve, con Alan nos repartimos las actividades de hoy y se nos ha facilitado hacer todo, es mucho más rápido.
—El moño de Aria está en la cómoda —le indico a Alan cuando se acerca.
Aria lleva un vestido dorado con un enorme moño en la parte trasera, su cabello castaño está recogido en una cola que la decora otro moño dorado, suena raro, pero se ve divina.
—Estos pequeños ya están listos —de verdad que hemos hecho un muy buen trabajo con ellos tres.
Kai e Ian llevan unos esmóquines blancos con dorado hechos a su medida, en su cabeza cada uno lleva una boina que complementa perfectamente su traje.
Yo, por el contrario, tengo un vestido azul que hace juego con el traje de Alan, la corbata de Alan es dorada igual que el moño que adorna mi vestido.
—Estamos listos —digo cuando tengo todo lo que necesitaré durante el día.
—Estamos listos todos —dice Alan.
Bajamos junto a los bebes y los acomodamos en el auto, la capilla no está muy lejos de nuestra residencia, es esa misma donde pienso casarme cuando Alan cumpla su promesa.
Llegamos en el momento indicado y ya se encontraban nuestras familias y amigos esperando afuera de la capilla, contratamos un fotógrafo porque queremos inmortalizar cada momento juntos como familia.
Entramos todos juntos a la capilla y nos ubicamos en nuestros lugares, Danniel y Tania sostienen a Kai mientras el cura habla para luego mojar la cabeza de mi niño, él cuál inicia a llorar, apenas caen el chorro sobre él.
Ahora es el turno de Ian, mi silencioso, Marcos y Alan lo sostienen y el cura repite sus palabras y la acción de derramar el agua sobre su cabeza, espero el llanto del bebe, pero este está como si no acabaran de mojar su cabeza con agua fría.
Ahora el último turno es para mí Aria, que, a pesar de ser la mayor, su padre sigue viéndola como la menor entre sus hermanos, Miguel la tiene entre sus brazos haciendo que sea imposible para Luciana sostenerla.
La misa transcurre un poco lenta, pero a la final salimos felices porque ya nuestros hijos están bautizados.
Nos dirigimos a casa de mis suegros donde almorzaremos y pasaremos una tarde en familia junto a nuestros amigos.
Alan va conduciendo mientras yo voy en la parte trasera dándole tetero a Ian, no he podido darle más de mi leche por todos los medicamentos que aplicaron en mí durante el tiempo que estuve en el hospital, cuando ya podía, literalmente, no tenía leche y los bebes habían iniciado a alimentarse con papillas.
—Después de la fiesta debo decirte algo —dice Alan llamando mi atención.
—Puedes decírmelo ahora mismo —digo —aprovecha que estamos solos.
—Es algo serio, pero en la noche lo diré —dice dejándome con intriga.
—Como quieras —sigo alimentando mi hijo mientras él conduce.
Estos días ha estado raro y mucho más ayer cuando llegue a casa y él estaba hablando por teléfono, se puso muy nervioso cuando me vio, incluso me pregunto si había escuchado la conversación.
Llegamos a casa de mis suegros y llevo a los niños a la habitación porque aún están dormidos y lo mejor es que estén en la cuna.
Esto más que una fiesta para ellos, es fiesta para nosotros, nos la pasamos hablando y comiendo toda la tarde «ahora ya no me preocupa tanto mi figura, igual he bajado unos cuantos kilos y estoy es un buen peso».
Nos reímos a causa de los malos chistes de mi padre y el padre de Alan, no sabía que el señor Amador tenía tan mal sentido del humor, hace unos chistes más terribles que juntando los de mi padre y Miguel.
—Subamos a terraza —dice Dahiana cuando el sol ha caído.
Todos nos dirigimos a ella, excepto Alan y Danniel que hace un rato, no los veo, en fin, algo del trabajo habrá surgido.
Antes de abrir la puerta, Dahiana se gira y me habla.
—Espero te guste lo que hay ahí, todo esto es para ti —dice y me llena de intriga.
—Me asustas —le digo —pero a la vez me intriga.
No me contesta, abre la puerta y todos pasan excepto yo, ya que una mano me detiene a que lo haga.
—Aún no querida hermana.
—Suéltame Danniel —le digo.
—Primero te pondré esto y luego entraremos —me enseña un pañuelo con el que rápidamente cubre mis ojos.
—Si me dejas caer te dejaré sin hijos —digo con algo de temor.
—Sabes que no tendré —alega —no digas nada y camina.
Un silencio es lo único que se puede apreciar, la brisa de la tarde me da un escalofrío, Danniel me deja en un lugar y se aparta un poco, un olor llega a mi nariz e intento quitar el pañuelo para ver de donde proviene, pero me lo impiden.
—Como te lo dije antes de entrar, todo esto es para ti, fue hecho con amor y esperamos que lo disfrutes, vuelve hablar Dahiana.
Cuando ella para su hablar quitan el pañuelo de mis ojos y lo que veo me deja sin palabras.
El sitio está completamente decorado con flores blancas, flores de diferente especie, pero todas ellas blancas, parece el prado en el que estuve durante mi sueño. Lo que más me sorprende es que Alan está arrodillado frente a mí y lleva una rosa blanca exactamente igual a la que estuve a punto de arrancar en aquel prado.
—Quisiera haber tenido algo mejor para darte —empieza a hablar —pero te doy mi vida, para que siempre te apoyes en ella, para que siempre confíes en ella, para que recibas solo amor de ella y lo más importante para que estés toda la eternidad con ella.
—Alan... —el nudo en la garganta no me deja hablar.
—Agradezco que no me aceptaras la petición en ese entonces —continúa —porque este es el momento justo para que el amor que nos tenemos prevalezca —dice.
—Eres... —no me deja hablar.
—Quiero ser tu mejor amigo, tu novio, tu esposo, tu amante, el padre de todos tus hijos y tu compañero para toda la vida —su voz empieza a temblar y veo como se cristalizan sus ojos —Ava Meyer, ¿Usted me aceptaría para pasar el resto de su vida junto a mí?
Las palabras no salen y no porque no lo vaya a aceptar, sino por la alegría y los miles de sentimientos que tengo en estos momentos.
—Cuñado, la dejaste sin palabras —grita Miguel.
—¡Sí! —digo y siento como las lágrimas recorren mis mejillas —sí quiero pasar el resto de mi vida junto a ti, junto al hombre que amo.
Él se pone de pie y desliza el anillo sobre mí debo para luego besarme y girar conmigo en sus brazos.
—Me voy a casar —grita y todos ríen.
—Lo sabemos hermano.
Observo a todas las personas a mi alrededor y no puedo estar más feliz, están todos nuestros familiares y amigos, mis hijos han presenciado el momento en el que sus padres se comprometieron.
El amor que siento por Alan nunca antes lo sentí, es algo indescriptible, pero es real, es algo que solo tengo para él.
Pasamos por mucho para llegar a este momento y disfrutar nuestra felicidad.
NOTA DEL AUTOR
Como lo dije en el aviso, hoy publicaría los dos capítulos, ya solo falta el epílogo y algunos capítulos extras que estoy preparando (los capítulos extras no sé cuándo los subiré).
Espero se hayan gozado estos últimos capítulos de la historia, no saben cuánto sufrí escribiendo estos 66 capítulos, borre mucho, cambié cosas y muchas veces sufrí como lo hicieron ustedes.
Espero puedan seguir apoyándome en mis próximos proyectos.
Se vienen dos historias, la de Simón y Lina, y Ronald e Isabella.
MUCHAS GRACIAS, QUERIDO LECTOR...
COMENTÉ, VOTE Y COMPARTA, LOS AMO.
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