CAPÍTULO 63
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Los días han pasado volando, ya los niños tienen cuatro meses, aún no creo todo lo que han crecido y lo activo que han estado; cada vez se parecen más a nosotros. El día que Aria sonrió por primera vez algo se estremeció dentro de mí, ese sonido fue maravilloso y no dude el grabarlo, luego de eso todos empezaron a hacer lo mismo.
—Hoy saldré con Luciana, hace mucho no salimos juntas y consideramos que esto nos hace falta —digo mientras terminamos nuestro desayuno.
—¿Llevarás a los niños? —pregunta Alan.
—Claro, no pretendes que los deje aquí y solos —digo.
—¿Quieres que vaya con ustedes? —pregunta.
—Tú a tu trabajo, yo a mi salida con Lucí y los pequeños —respondo.
—Pero puedes necesitar algo —insiste.
—Si te necesito te llamo, cosa que no supongo.
—Ava ¿sabes que si sucede algo debes avisarme? —insiste.
—Lo haré, te prometo que te llamaré y te diré si algo pasa, ¿sabes que confió en ti?
—Y yo en ti.
Hubo un día que tuvimos una discusión por Natalia, otra vez traía su olor impregnado en su ropa y me confesó todo lo que estaba pasando, no dude en su palabra porque hace mucho me prometí confiar en él y es lo que estoy haciendo.
—¿Dónde estarán? —pregunta.
—Te lo diré, pero espero que no envíes a nadie a tomarme fotos.
—Lo prometo, además Simón ya volvió a Estados Unidos —dice.
—Estaré en Canberra Center, espero no verte allí y mucho menos a alguien de tu empresa, porque me enojaré mucho —digo.
—¿Vas a hacer algo malo? —pregunta entrecerrando los ojos.
—Tal vez —digo riendo.
Hablamos por muy corto tiempo porque él debe estar en la empresa antes de las nueve porque tiene una reunión con unos inversionistas que envió Simón desde estados Unidos; están en la planificación de un proyecto en conjunto que beneficiara a ambas empresas.
Cando me despido de Alan regreso a mi habitación para poder estar lista; me encontraré con Luciana antes de mediodía, ya que decidimos almorzar donde estaremos.
Cuando estoy bañada, pero aun en toalla llamo a Marga para que me ayude un poco con los niños, solo debo vestirles porque los bañe desde muy temprano.
—Le pondremos este vestido amarillo —le entrego el vestido a Marga para que ella se lo ponga a la pequeña mientras yo me encargo de los niños.
A los bebes los visto con un pantalón corto, camisa blanca y un suéter amarillo «los dos están vestidos igual», Aria, por otro lado, lleva un vestido amarillo, vestido que tiene mucha similitud con el que yo llevare puesto.
—¿Verdad que son preciosos? —le pregunto a Marga mientras admiro a mis niños.
—Muy preciosos —responde.
—Si quieres puedes irte hoy temprano, ya que no estaremos en casa hasta la tarde y sabes que en la noche no te necesitamos —le informo a Marga, aunque ella nos ayuda en la mayoría de las cosas, tenemos en cuenta que ella tiene una familia.
—Muchas gracias, niña —así me llama ella desde que comenzó a trabajar con nosotros.
—No tiene que agradecerme nada, gracias a ti por estar con nosotros —le sonrió.
Dejo a los bebes a cargo de ella mientras yo me organizo porque el tiempo se está limitando y yo aún sigo en toalla.
Me pongo el vestido amarillo que se ajusta a mi cuerpo, cuerpo que aún tiene unos kilos de más, me pongo unos tenis; si camino toda la mañana-tarde, estos son perfectos, me maquillo muy poco y termino de arreglar la pañalera y mi bolso. Cuando ya estoy completamente lista, bajo a los bebes con ayuda de Marga y los acomodamos en las sillas de ellos, termino metiendo los bolsos en el auto, Marga me ayuda a guardar el coche que a decir verdad es enorme.
Me despido de Marga y emprendo mi viaje hacia Canberra Center a encontrarme con Luciana y pasar una tarde "relajada".
Nuestro viaje duro unos cuarenta minutos, tiempo donde los bebes estuvieron muy tranquilos «es increíble que sean tan tranquilos a pesar del embarazo que lleve, eso siempre lo dice mi madre», luego de estacionar el auto y por fin lograr acomodar a los bebes en el coche, me dirijo hacia donde Luciana me está esperando.
No tardó mucho en llegar hasta donde está ella.
—La próxima me esperas en el estacionamiento para que me ayudes —le digo cuando ya estoy cerca de ella.
—Te estabas tardando mucho y estaba un poco cansada —responde.
—Cansada vengo yo —digo.
—Bueno, te compensaré. ¿Por dónde quieres empezar? —pregunta muy ilusionada.
—Quiero comprarle un regalo a Alan, su cumpleaños es el sábado y esta será la primera vez que haremos una celebración —esta vez soy yo la que habla con ilusión.
El año pasado salimos a comer y fue cuando le regale la pulsera que aún permanece en su mano; primero había insistido que su cumpleaños lo quería pasar solo con nosotros, pero luego de tanto insistir le decidimos hacer algo pequeño en nuestra casa.
—¿Qué tienes pensado darle? —me pregunta Luciana.
—Muchas cosas, pero a la vez nada —suspiró pensativa, de todo lo que me he imaginado nada me gusta.
—Miremos en varias tiendas, así te decides más rápido —me alienta ella.
Entramos a varias tiendas y nada llena mis expectativas, espero conseguir algo hoy porque la fiesta es el sábado y no quiero llegar sin nada «aunque él dijo que no necesita un regalo, yo quiero darle algo».
—¿Qué te parece si comemos algo y después continuamos en tu búsqueda? —pregunta una Luciana aparentemente cansada.
—Buena idea, comamos algo, yo alimento a los bebés, los cambio y regresamos; hoy no me voy sin conseguirle el regalo a Alan —estoy segura de ello.
Entramos a un restaurante italiano y como si fuera raro en mí pido el plato principal que son unos Canelones Rossini, Luciana pide unas pastas con salsa boloñesa y de tomar pedimos unos mojitos sin alcohol «no soy muy bebedora, pero en estos momentos desearía tomarme un mojito con alcohol». Nuestro almuerzo no demoró mucho porque tenía que alimentar y cambiar a los bebes; traje dos teteros y Luciana me ayudo con Ian mientras yo alimentaba a Aria.
La alimentación de los bebes fue más rápida de lo que creí y en menos de dos horas ya estábamos de vuelta rondando las tiendas que nos faltaban visitar.
—Si no sabes que darle, puedes darle otro hijo —dice Luciana de repente.
—¿Estás loca? —pregunto horrorizada —mis hijos apenas tienen cuatro meses ¿Cómo pretendes que le dé otro hijo?
—Sería el regalo perfecto. «ALAN VAMOS A TENER OTRO BEBE», —dice algo fuerte y hace gesto de un anuncio.
—No le voy a dar de regalo otro hijo, no pienso tener hijos por al menos cinco años —se ríe a carcajadas al ver mi irritación.
—Está bien, no te enojes —responde.
—Además, ya vi su regalo —señalo el estante de corbatas.
—¿No habías dicho que tenía muchas de esas? —pregunta.
—Sí —le respondo —pero no una como esa.
Es una corbata totalmente negra con detalles plateados y mi imaginación vuela, lo imagino con el traje azul rey que lo vi la primera vez en aquella exhibición siendo adornado por esta corbata.
—Esto se verá perfecta en su cuello el sábado —digo sonriendo.
—Esa sonrisa de pervertida me dice que eso no estará solo en el cuello de Alan.
—Tal vez tengas que cuidar a unos trillizos el sábado para que sus padres se diviertan un rato —le guiño el ojo y llevo la corbata a la caja.
—Eres una pervertida —dice riendo.
—Para nada —le sonrió con fingida inocencia.
Salimos de esa tienda y voy más feliz porque llevo el regalo de Alan; esta vez entramos a una tienda de bebes para comprarle ropa a mis hijos «aunque no le hacen falta Luciana insistió en darles un regalo».
—De verdad que no es necesario, ya les has dado demasiado —digo con algo de pena.
—Cuando yo tenga los míos, tú también serás así —dice mientras coge unos vestidos en sus manos.
—Sí —digo —pero de verdad que ya les han dado demasiado, no creo que utilicen toda esa ropa.
—Por eso estoy comprando tallas más grandes.
—Eres muy terca de verdad.
—Como tú —responde.
Escoge unas cuantas prendas más mientras yo estoy sentada arrullando a un Kai que se despertó un poco enojado; seguramente el calor le está afectando porque tiene sus mejillas algo rojas.
—Está muy lindo tu niño —escucho esa voz y la reconozco de inmediato, pero ya no me intimida.
—Gracias —respondo sin mirarla.
—Estos son los otros —trata de acercarse al coche y yo lo impido.
—Sí —respondo en tono brusco.
—Tranquila que no les haré nada, por lo menos yo no —responde.
—¿Qué quieres? —pregunto.
—Solo pasaba por aquí y te vi, quise conocer a los bebes personalmente, los vi en fotos en la oficina de Alan —dice ella queriéndome poner nerviosa, pero no lo logrará.
—Eso me dijo, que estuviste en su oficina de arrastrada —digo y sonrió al ver su gesto descompuesto.
—Te hace muy feliz haberle dado tres hijos —dice con enojo.
—Mucho —digo —¿necesitas algo más Natalia? —pregunto con poco interés mientras acomodo a Kai.
—Cuídate —dice antes de salir.
Hablar con ella no me genera nada, quiso molestarme al decir que estuvo en la oficina de Alan, pero eso ya no me molesta porque sé muy bien que es lo que ha hecho y lo que Alan le ha dicho.
—Te perdiste el saludo de la loca mayo —le digo a Luciana cuando se acerca.
—¿Quién? —pregunta desconcertada.
—La queridísima Natalia.
—¿Te hizo o dijo algo? —pregunta un poco asustada.
—Nada que pueda molestarme —sonrió.
Salimos de la tienda y está un poco tarde, como que fue en serio que todo el día la pasaría con ella. Esta vez ella me acompaña al carro y me ayuda a acomodar las cosas y a los bebes.
—Apenas llegues me avisas —dice cuando ya me he subido al auto.
—Nos vemos el sábado —digo antes de arrancar.
Son casi las seis de la tarde y el tráfico está al tope, como diría Miguel. Ojalá tuviera alguien que me llevara hasta mi cama y quitara mis zapatos. Llegamos a casa casi que a las siete y ya Alan se encuentra aquí.
—Creí que tendría que ir a buscarlos —dice cuando bajo del auto.
—Estuve a punto de llamarte —le doy un beso antes de empezar a bajar a los niños.
—¿Te divertiste? —agarra a Ian y Aria mientras yo llevo a Kai.
—Mucho —digo, de verdad, que nos divertimos, hacía mucho que no salía por tanto tiempo.
—Me alegra mucho —responde —¿no consideras que están como pesados los bebes?
—Es que comen mucho, Aria ahora se ve más gordita que sus hermanos —respondo sonriendo, de verdad que la recuperación de Aria ha sido satisfactoria.
—Antes no pesaban nada, eran como una pluma y super delgados, livianos y pequeños —los deja sobre la cama y luego los llena de besos haciendo reír a Aria.
—Ahora tienen cuatro meses, pronto tendrán un año y cuando veas tienen novias y Aria te hace abuelo.
—Eso ni en sueños, ninguno tendrá novia y Aria, sí que menos, estarán solteros hasta los treinta años como mínimo.
—Exagerado, te veré sonriéndole a los niños y niñas que ellos traigan —río de nuevo al ver su cara.
—Te estás adelantando a algo que no sucederá.
—No seas un padre celoso.
Vuelvo al auto por las bolsas y guardo muy bien la corbata, como Alan no entra mucho al closet de los bebes, decido guardarla ahí hasta el sábado, de igual manera solo faltan dos días.
Baño a los bebes con ayuda de Alan, los dormimos luego de darles su dosis de leche; cuando cumplan los seis meses empezaremos con la alimentación complementaria «el pediatra nos dio la aprobación».
—Hasta mañana cariño —le doy un beso a Alan antes de acurrucarme en su pecho.
—Hasta mañana, hermosa, te amo —su rutina, repetirme todos los días cuanto me ama.
Los dos días pasan tranquilos, con Alan la mayor parte del tiempo en su trabajo por el avance del nuevo proyecto, la próxima semana debe viajar a Estados Unidos y luego de una larga discusión decidimos que lo mejor era que me quedara en Australia porque los bebes aún están muy pequeños para viajar y Aria tiene su revisión esa misma semana.
Estoy decorando el jardín de mi casa «parece el salón de todas las reuniones», para la fiesta de la tarde «aunque no debería llamarse fiesta, ya que es algo íntimo». Alana, Tania y Luciana me están ayudando a decorar con algunas hortensias azules que resaltan con el verde del jardín.
—Esto está quedando divino —dice mi madre cuando sale.
—Somos profesionales en esto doña Fernanda —le dice Alana.
—Deberían montar su propia empresa, algo como las decoradoras LATA —dice riendo.
—Qué nombre tan horroroso —refutó.
—Mejor algo como Ava y sus trabajadoras —esta vez soy quien me río.
Ahora discutimos por el nombre de una empresa que jamás existirá, pero alguna debe ganar este tema.
—Mis hijos me llaman —digo cuando escucho el llanto de uno de ellos.
—Yo voy contigo —Alana me acompaña hasta el cuarto de los bebes.
—Estos dos días han estado un poco inquietos —levanto a Kai que es el que está llorando.
—Puede ser que el calor los esté afectando —responde.
—Puede ser.
Lo arrullo por un rato hasta que logro dormirlo nuevamente.
Me arreglo rápido porque Alan ya está en camino y no quiero que me encuentre en estas fachas. Me pongo un vestido negro con algunos detalles plateados que contrasten con la corbata que lleva puesta hoy, le di mi regalo en la mañana y como lo imaginé, esa corbata queda perfecta con ese traje.
Bajo a los niños con ayuda de Alana y los acomodo en la sala mientras hablamos un rato, no pasa mucho tiempo cuando veo entrar a Alan junto a Danniel, me sonríe como siempre y me derrito.
Se acerca a mí antes de saludar a los demás y planta un dulce beso en mis labios y me derrito aún más, lo abrazo por un corto tiempo para después mirarlo a los ojos.
—¡Feliz cumpleaños, mi amor! —beso nuevamente sus labios para luego separarme de él.
—Mis últimos dos cumpleaños han sido los mejores porque tú estás conmigo, ahora tenemos a nuestros pequeños —sonríe mientras los mira.
Nos olvidamos de los demás y nos fundimos en un beso más largo hasta que escuchamos el carraspeo del que creo es mi padre.
—Bueno, vamos al jardín que es donde almorzaremos —dice Danniel mientas todos lo seguimos.
—Todo está precioso —dice Alan sonriendo.
—Mi empresa lo ha hecho todo —digo con una pizca de diversión.
—¿Desde cuándo tienes una empresa decorativa? —pregunta.
—Desde hoy, se llama Ava y sus trabajadoras —digo riendo al ver la cara de las chicas.
—Me gusta ese nombre, ¿deberíamos registrarlo? —dice siguiendo mi son.
—No es mala idea.
Nos fundimos en una conversación muy amena y divertida, Alan nos cuenta un poco sobre el proyecto de los hoteles en Estados Unidos y lo que harán la semana que estará allí; terminamos el almuerzo y procedemos a cantarle en feliz cumpleaños mientras algunos le entregan sus regalos.
—¡Feliz cumpleaños hijo! —dice Dahiana mientras lo abraza —estoy muy feliz por ti y el hombre en el que te has convertido.
—Muchas gracias, madre —le responde él.
Así se va la tarde, en felicitaciones y algunas charlas.
—Muchas gracias a todos por acompañarnos el día de hoy —decimos mientras los vamos despidiendo.
Nos quedamos con Miguel y Luciana mientras le damos indicaciones de los niños, «no era mentiras que ellos debían cuidarlos».
—Cualquier cosa me llamas —digo con arrepentimiento.
—Estate tranquila —dice Luciana —yo los cuidaré como si fueran míos.
—Es primera vez que me alejo tanto tiempo de ellos —digo al punto de un colapso.
—Serán unas cuantas horas y además estarán con notros —esta vez habla Miguel —no dejaré que nada les pase.
—Si quieres nos quedamos mejor con ellos —esta vez habla Alan.
—No, necesitamos esto —digo algo resignada, sé que ellos estarán bien con Lucí y Miguel.
Luego de muchas más recomendaciones ellos se marchan con los bebes y la casa se siente un poco vacía, nunca antes nos habíamos separado de ellos.
—Si quieres podemos ir por ellos, no tengo ningún problema —insiste Alan.
—No —niego nuevamente —quiero darte tu último regalo.
Me subo a horcajadas sobre él ignorando mi melancolía y lo beso, justamente repito el beso de la tarde y él me sigue el ritmo, agarra mi cadera y me gira haciendo que él quede sobre mí.
La ropa empieza a sobrar y la temperatura del ambiente y la nuestra se mezcla creando un ambiente realmente cálido y ardiente.
Alan recorre todo mi cuerpo con sus besos y caricias, siento que cada beso suyo me quema y a la ve me sana, intercambiamos nuestros roles y esta vez soy yo quien lo complace en todos los sentidos.
—¡Dios! Nena, necesitaba tanto escuchar tus gemidos —dice mientras besa mi cuello.
—Y yo necesitaba tanto de esto —las palabras salen mezcladas con gemidos.
Hacemos el amor una y otra vez, recordamos y recreamos lo que hacíamos antes de la llegada de los bebes «aunque aún tenemos nuestras noches de pasión, no todo es igual que antes», me dejo llevar por lo que estoy sintiendo en estos momentos.
Quedamos rendidos ya que fue una noche de bastante movimiento, placer, amor, entre otras cosas.
Ya hoy es martes y Alan viaja a Estados Unidos hasta la próxima semana y realmente no quiero que nos deje por tanto tiempo.
—¡Hermosa! —trata de llamar mi atención —sabes que solo serán cinco días, luego tendré unas vacaciones largas para que vayamos donde queramos —dice.
—Espero que puedas volver antes —digo con un puchero —no es que sea egoísta, pero no me acostumbro a estar lejos de ti por tanto tiempo.
—Yo tampoco me acostumbro, pero esto es importante —dice mientras terminamos de empacar su maleta.
Terminamos de empacar sus cosas y bajamos hasta la sala donde nos espera Danniel que también viajara con él.
—Cuídense mucho —digo mirándolo a los dos.
—Volveremos sanos y salvo —dicen riendo.
—Es en serio lo que digo —insisto.
—Nos vemos el lunes —digo mientras abrazo nuevamente a Alan.
—Nos vemos el lunes, hermosa.
Alan besa a los niños y los abraza por un tiempo para volver nuevamente donde mí.
—Cuídate cariño —besa mi frente y sale de la casa.
Salgo atrás de ellos y vuelvo a despedirme, tengo una sensación extraña como si algo fuera a pasar, pero trato de alejar todo lo malo. No lo acompañe al aeropuerto porque es un viaje bastante largo y él creyó que lo mejor era despedirnos aquí.
Me quedo con Marga, quien acepto nuestra solicitud de quedarse con nosotros por estos cinco días; mi madre estará viniendo, pero no será lo mismo, Alan nos hará falta todos estos días.
Paso toda la tarde pintando mientras los bebes duermen o juegan con las maracas que a Alan tanto le gustaron.
Cuando menos pienso son casi las siete de la noche, lo que me hizo salir de mi burbuja fue el sonido de mi teléfono.
—Hemos aterrizado sanos y salvos —dice Alan con pizca de diversión.
—¿Puedes saludar y preguntarme si estoy bien primero?
—Me imagino que estás bien —dice —pero lo preguntaré ¿Cómo está la mujer más hermosa y madre de los bebes más lindos de todo el planeta tierra? —sonrió al escucharlo.
—Estoy bien al igual que tus hijos, todo el día te pensamos, te hemos extrañado mucho —digo.
—Verás como estos días pasan volando.
Hablamos por un rato hasta que cortamos la llamada porque debo ir a la tienda antes de que se haga más tarde, me alegro mucho el saber que llegaron bien.
—Marga. ¿Puedes estar pendiente de los bebes? —le pregunto —iré a la tienda y no demoraré mucho.
Ella acepta y yo salgo en el coche para demorarme menos, necesito algunas cosas para los bebes que ya se acabaron y son urgentes «los pañales no pueden esperar hasta mañana», no demoro mucho en la tienda porque no está muy lejos de casa.
Cuando llego hay una caja grande de color rosa al frente de la puerta, la agarro sin importante mucho, huele delicioso, como a fresas recién cosechadas. Entro a casa y dejo los pañales en un lado para poder destapar la caja.
Es raro puesto que es tarde y no vi a nadie traerla.
Al destaparla me quedo muda, estática y un frío me recorre, el número 400 está hecho a punta de flores negras.
400 rosas negras, el girasol está donde menos te lo esperas, aquí comienza el final.
Corro lo más que me dejan mis pies, solo pienso en ellos, mis hijos.
—¡NOOO! —pego un grito desgarrador cuando entró a mi cuarto y me acerco a la cuna de los bebes.
NOTA DEL AUTOR
Yo y mi manía de actualizar de madrugada :)
¿Preparados para el final? Yo no lo estoy. :'(
Esta era la otra parte de capítulo anterior, pero la puse como capítulo normal.
Que chuchito los bendiga y proteja.
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