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CAPÍTULO 58

Comente pues. 🤭

Estas últimas semanas han estado muy agitadas, hemos estado ocupados con la mudanza y los últimos arreglos de la nueva casa. Tuve una cita con la ginecóloga y lo que nos dijo nos dejó sorprendidos, «aunque más sorprendida estuve yo», y felices, al principio me sentí triste, pero después acepté que las cosas eran así, que no todo salía como quería y que importar que son mis hijos. También salimos un poco desanimados de la cita, por lo que sucede con nuestra Aria.

—Quiero que eso vaya allí —le señalo al chico que me está ayudando a acomodar los muebles.

—¿Estos dónde irán? —pregunta Alan cuando entra con dos cajas grandes; con solo verlas sé qué hay dentro de ellas.

—Llévalas a la habitación de los bebes.

Los arreglos quedaron tal como los imagine, lo que más ame fue la habitación de mis hijos, con solo verla supe que allí pasaría mucho tiempo, el espacio es perfecto para ellos y ni hablar de la pintura que llevan las paredes.

Luciana fue la encargada de pintar toda la habitación y el trabajo que hizo es de admirar; tres paredes fueron pintadas de color beige con algunos parches blancos y gris que las iluminan, mientras que lo que era una pared se convirtió en una ventana grande de un vidrio mate, el cual permite que la habitación se vea más iluminada. La decoración y los muebles quedaron perfectos en cada lugar.

El regalo de mi padre fue un gym interactivo, que creo, será muy útil, este lo acomodamos en una de las esquinas de la habitación. En esta habitación tenemos un baño con un gran espacio y una tina inmensa, el cuarto de la ropa es aún más grande, podría decir que es casi del tamaño de la habitación, llegue a pensar que era un poco exagerado, pero estas últimas semanas hemos comprado mucha ropa y también nos han regalado.

—¡Hermosa! —me grita Alan.

—Ya voy, no tienes que gritar.

—¿Estás muy cansada? —considero que lo obvio no se pregunta.

—Un poco —respondo.

—Voy a ir a mi antigua casa a recoger unas cosas que necesito, no demoraré mucho —dice.

—Recuerda que tenemos la cita con la doctora —cuando nos dijeron que el corazón de nuestra pequeña no estaba latiendo normal he tenido que ir un día a la semana a revisión.

—No me olvido de eso, estaré aquí antes —me da un beso y sale.

La mudanza en parte no ha sido complicada porque todos los días viene alguien a ayudarnos y realmente lo agradecemos, ya que son muchas cosas las que hemos traído y otras que han llegado y el organizarlas es un trabajo un poco complicado.

Los chicos que nos ayudaban se fueron, solo quedamos Marga y yo «Marga es la señora que contratamos para que nos ayude en algunas cosas, es un amor». Voy hasta mi habitación porque quiero acostarme un rato, mis piernas duelen horrible y las tengo muy hinchadas.

—¡Niña! —me llama Marga con sumo cuidado —qué pena despertarla, pero alguien la necesita.

—¿Quién? —pregunto un poco desorientada.

—No lo sé, vienen a entregar algo, dije que me lo podían entregar, pero dijeron que se lo debían entregar a la señora Ava Meyer.

—Quien sea que haya enviado algo, lo envió en un mal momento —me levanto con un poco de dificultad, los pies me duelen mucho —di que ya voy —ella asiente y sale de la habitación.

Desde que nos estamos mudando hemos recibido regalos, han llegado algunas compras, alguna visita inesperada, me agrada y lo agradezco, pero hoy quería descansar un rato.

—Buenos días —saludo al chico que tiene una caja en sus manos.

—¿Ava Meyer? —pregunta.

—Sí —le confirmo y me entrega la caja para luego firmar en un papel —gracias —agradezco y veo como desaparece por el portón —por favor Marga, que nadie me moleste, cuando llegue Alan, que me llame —digo para volver a la habitación.

Hoy me siento más cansada que nunca, he tenido unos días largos y eso que no he estado mucho en la oficina estos últimos días.

—¡Hermosa! —siento como me mueven, pero no quiero levantarme —debes levantarte, se está haciendo tarde y además no has comido nada.

—Cinco minutos más —digo mientras aparto su mano.

—Ava, debes levantarte, dormiste parte de la mañana y ya son casi las 2, debes levantarte y comer algo para poder irnos al médico.

—¡Dios! Qué insoportable eres —me levanto rápidamente.

—Vamos, Marga hizo la sopa de champiñones que pediste —si no tuviera hambre juro que seguiría acostada.

—No sabes lo cansada que estoy, cuando diera porque tú fueses quien llevara los bebes —digo mientras bajamos las escaleras.

—Cuanto diera para que tú no estuvieras cansada.

—No me vuelvas a embarazar, esto es agotador.

—Hermosa, este es el primero de tres —dice y abro los ojos como plato, es verdad que quiero más hijos, pero no creo poder embarazarme otras tres veces.

—Ni lo sueñes. Alan tendremos tres hijos ¿No es suficiente para ti? —pregunto mientras continuamos al comedor.

—Hermosa, contigo nada es suficiente, quiero que tengamos como mínimo seis hijos —este hombre está loco.

—Estás bromeando, ¿verdad? —pregunto y me mira muy serio.

—¿Parece que bromeo?

—Si no es una broma, estás loco, no tendré seis hijos, si mucho tendré uno más y cierro fabrica que te quede claro —lo digo decidida y segura, pero él ríe a carajadas.

—Antes de que lo cierres puedo embarazarte —sigue riendo mientras yo lo veo seria.

—No veo el chiste y si ese es el caso cerraré mis piernas para ti, si sigues con la idea de tener seis hijos te quedarás con las ganas de ellos y de estar entre mis piernas.

—No insistiré en eso, pero recuerda que en este metí tres, puede que en el otro sean cuatro —me guiña un ojo y se aleja.

Empiezo a comer de la sopa que está deliciosa, Marga cocina de maravilla y sé que mis hijos vivirán encantados con ella.

Termino mi almuerzo y regreso a mi habitación a cambiarme de ropa para irnos a la clínica.

—Vamos tarde —dice Alan cuando subimos al auto.

—Vamos con el tiempo justo —le respondo.

—Vamos tarde porque estamos lejos de la clínica.

—La culpa no es mía —digo ignorándolo.

—¿Ahora dirás que es mía?

—Sí, cada vez que lleguemos tarde a un lugar será tu culpa —finalizo.

El camino a la clínica no fue tan largo porque gracias a chuchito el camino estaba menos congestionado que otros días, así que no tardamos más de cuarenta minutos en llegar.

—La doctora los está esperando —dice la secretaria cuando nos ve.

No nos registramos, entramos de una a su consultorio porque llegamos con el tiempo preciso, por un poco y llegamos tarde como lo había dicho Alan.

—Bueno Ava. ¿Cómo te has sentido estos días? —pregunta ella.

—Estos últimos días me he sentido muy cansada, he tenido mucho dolor en mi espalda baja y mis pies cada día se hinchan más —le muestro los pies, los ve y anota algo en su libreta.

—Que estés cansada es normal, ya que los bebes empiezan a pesar un poco más y se van acomodando, así que eso puede ser la causa del dolor, pero la hinchazón de tus pies me preocupa, eso no es normal y menos de la manera en que los tienes —dice.

—También puede que haya tenido una ligera mancha la semana pasada, no fue mucho —digo, no creo que esto sea raro porque leí que es normal que las mujeres embarazadas manchen.

—Puede ser normal, pero vamos a hacerte unos exámenes para descartar cualquier cosa, también vamos a ver cómo están los bebes y el avance que haya tenido tu niña.

Nos ponemos de pie y me indica que me siente en una silla que tiene al lado de la camilla mientras va a llamar a una enfermera, la cual tomara algunas muestras de sangre para los exámenes.

—Vamos a sacarte tres de estos para los exámenes —dice la enfermera mostrándome esos tubos que no se ven nada pequeño <puede ser mi miedo que los hace ver más grandes>.

—¿Puedes sacar menos? —pregunto con una mueca de dolor mientras ella chuza mi brazo con la aguja.

—Es lo que se necesita, no tardaré mucho —las agujas y la sangre me dan un poco de miedo.

—Listo —dice la enfermera levantando los tres tubos.

—¿Fue todo? —pregunto sorprendida, la verdad no lo sentí mucho.

—Eso fue todo —confirma ella mientras se aparta.

—Susi, necesito los resultados para hoy —dice la doctora y ella asiente para salir del consultorio —listo, ahora vamos a ver a los bebes.

Me subo a la camilla como siempre y levanto mi blusa; ella esparce ese líquido frío que al pasar tiempo en mi vientre empieza a calentarse.

—Bien, aquí pueden ver al niño más grande —señala a mi reservado, ahora que sabemos su sexo es el primero que se muestra en cada ecografía —aquí está el otro niño.

Mueve ese aparato por todo mi vientre y arruga su nariz, con el gesto que hace sé que no me dará noticias alentadoras; enciende el aparato donde se escuchan los latidos de mis hijos y de inmediato se inunda el consultorio con esa majestuosa melodía, esos corazones que hacen latir desenfrenadamente el mío.

—¿Cómo está la niña? —pregunta Alan, ansioso.

—Bien, pero no veo mejoría, si sigue así tendremos que realizarte cesárea —me mira y siento como mis labios tiemblan por el miedo —sé que querías tener parto normal, pero viendo la condición de tu niña debemos programar una cesaría, vamos a esperar los ocho meses y veremos el avance, si sigue así haremos la cesaría.

—No me importa la cesaría, solo quiero que mi niña esté bien, que no le pase nada —estoy llorando, mis ojos se humedecieron de un momento a otro —¿Qué estoy haciendo mal? —pregunto con inseguridad.

—Tú lo estás haciendo muy bien —dice la doctora —esto puede suceder, tengamos fe que ella mejorara y podrás tener tu parto normal.

—¡Alan! —lo llamo y me mira —¿Por qué Ian y Kai están bien? ¿Por qué mi Aria está enferma? ¿Qué estoy haciendo mal para que ella este así?

Cuando salí de casa, estaba feliz, sentía que mi niña había mejorado, pero con lo que dice la doctora mis ánimos decaen, no quiero que a mis hijos les pase algo, quiero que ellos estén bien, que mi niña esté bien.

—Hermosa, tú lo estás haciendo bien, todo lo estás haciendo perfecto, ellos estarán bien, vas a ver como en las próximas dos semanas ella estará mejor, estará fuerte y sana como sus hermanos —dice él, dándome fuerza, pero veo miedo en sus ojos, el mismo miedo que estoy sintiendo yo.

—Cuando me lleguen los resultados de los exámenes te los haré llegar, debes tomarte estas vitaminas y tratar de descansar, no te agotes mucho y por favor Alan —dice esta vez mirándolo a él —que nada la preocupe o asuste, eso puede afectar su presión y si eso llega a pasar debes traerla de inmediato a la clínica.

—Créame que estaré muy al pendiente de ella.

—Ava, no te preocupes, tu niña es fuerte y ha resistido estas semanas, resistirá hasta su nacimiento y verás lo fuerte que se pondrá.

Recibimos las últimas recomendaciones y salimos del consultorio; aun las lágrimas resbalan por mi rostro mientras me sujeto fuerte al brazo de Alan, mi pequeña invade mis pensamientos, mi bolita, mi frijol gigante, mi Aria.

—Voy a descansar —digo cuando entramos a casa dirigiéndome hacia mi habitación.

—En un rato te llevo algo para que comas —dice Alan, pero no respondo.

Llego a la habitación acostándome de inmediato, el sueño que tenía antes de salir se fue a no sé dónde, mis lágrimas siguen humedeciendo mis mejillas, mis pensamientos están con mi pequeña. Acaricio mi vientre mientras digo algunas palabras.

Perdóname pequeña, perdona a mamá —digo en un susurro mientras mis lágrimas siguen saliendo desenfrenadas —mamá promete cuidarte y protegerte, pero por favor recupérate, eres… —un sollozo sale de mí sin esperarlo.

Mis pequeños son todo lo que deseo, lo que añoro, lo que quiero tener toda mi vida, no podría seguir sin alguno de ellos, mis hijos me dan el aliento que necesito.





NOTA DEL AUTOR

¿Qué tal los nombres de los bebes?

¿Se esperaban dos niños y una niña?

¿Cuál será el preferido de papá?

Nos leemos en el siguiente capítulo, espero este lo llenen de amor como los anteriores.

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