CAPÍTULO 51
La nota del inicio, si pasan los 80 comentarios actualizo temprano, ya tengo dos capítulos escritos.
Alan está frente a mí, me mira fijamente a los ojos, ojos que se ven llenos de deseo y dicen lo que quiere y va a hacer en estos momentos.
—¡Siéntate! —me suelta las manos y se separa un poco.
No digo ni una palabra y hago exactamente lo que me acaba de indicar, sé perfectamente lo que está a punto de hacer y mentiría si digo que no lo deseo igual o más que él.
—¿Te acuerdas de que cumplí una fantasía tuya? Ahora vamos a cumplir una mía —¡Dios! Esa fantasía fue hace mucho.
—No la recuerdo —miento porque la recuerdo perfectamente y más como disfrute cumplirla.
—¿Estás segura? Porque la podemos repetir justamente en estos momentos, no sabes todo lo que sentí al verte a través de esa pantalla —y él no se imagina lo que me hizo sentir a mí.
—Me estás... ¡Dios! —digo, cuando siento como su mano acaricia mi entrepierna, ese solo acto hace que termine completamente mojada.
—Como siempre —sonríe al decir eso.
Su risa es una droga para mí, un vicio que me enloquece de solo verlo, estoy segura de que jamás tendré suficiente de él.
—Ahora vamos a hacer esto —sujeta nuevamente mis manos y las sube hasta mi cabeza —voy a amarrar esto aquí y aquí —ajusta la corbata en mis manos y luego en una parte de la cama que no logro ver.
Me deja totalmente inmovilizada de las manos.
—¿Qué piensas hacer? —pregunto con la mirada fija a la suya.
—Mejor pregúntame ¿Qué no pienso hacer? —se deshace de mi ropa interior en un segundo.
Luego de dejar toda mi parte baja desnuda, se levanta de la cama y se aleja de mi campo de visión. «¿Esa era su fantasía? Atarme y dejarme aquí», ese pensamiento como llego se fue, veo a Alan entrar con una botella de vino en la mano, mientras que en la otra llevaba una copa llena de hielos, por lo que pude ver. Será una larga noche.
—¿Esa es tu fantasía? Tomar vino mientras tienes a una mujer atada y casi que completamente desnuda a tu lado —pregunto, realmente no entiendo para qué es el vino.
—No es tomar vino mientras tengo una mujer atada y desnuda como dices. Es tomas vino del cuerpo de mi mujer. ¿Sabes cuánto tiempo he querido hacer esto? —pregunta y yo niego al instante —quiero tomar mi bebida favorita en mi cuerpo favorito.
Derrama unas cuantas gotas de vino por mi cuerpo, pero antes de que el líquido termine en la cama pasa su lengua por cada parte de mi cuerpo donde derramo el vino.
—Tal como lo imagine —dice mientras lame sus labios.
—¿Cómo? —pregunto en un hilo de voz, mi excitación ha incrementado en su máxima expresión.
—Delicioso. A partir de hoy solo tomaré vino de esta manera.
—No creo que puedas hacer eso.
—Claro que puedo.
—¿Cuándo estés tomando vino con tus socios o una fiesta como...? Mmm... —no termino la frase porque derrama más vino y esta vez cae directamente en mi entrepierna.
Esta vez fue más ágil, mientras en líquido se derramaba su boca lo iba recibiendo. La experiencia es «no logro descifrarlo» el cambio de temperatura en el mismo momento me hace sentir algo que nunca había sentido, el frío del vino y lo caliente de sus labios me hacen retorcer de puro placer.
—Alan, esto es tan... Aahh —su boca parece no estar satisfecha porque chupa como si fuera lo único que pudiera hacer.
—Siempre he dicho que me gusta todo de ti, hasta lo más mínimo y que tu sabor es la droga perfecta para mí —su boca tan sucia como experta.
Mis piernas tiemblas y siento como el orgasmo me acecha, pero Alan parece tener otros planes para esta noche, ya que se detiene en el momento que mis piernas intentan cerrarse.
—Aún no, quiero que te vengas, pero de otra forma, ya lo verás.
Alan se sienta y sube un poco mi cadera haciendo que mis piernas rodeen su cintura y que su entrepierna quede justamente en la entrada de mi sexo.
—Voy a entrar de una, si sientes que te estoy haciendo daño me dices —dice mientras se alinea e inmediatamente siento como entra completamente.
—¡Dios! —pego un grito, pero no de dolor, es puro y total placer.
—¿Te hice daño? —pregunta mirándome a los ojos y niego.
—Lo único que pude sentir fue placer, eso fue tan... —sonríe sonoramente mientras inicia a embestirme lento pero fuerte.
Sus embestidas son lentas, pero sabe dónde y en qué momento dar, el ritmo empieza a ser cada vez más rápido y fuertes como mis gemidos y los gruñidos que salen de nuestras bocas. Alan en un instante quita la corbata y sale completamente de mí.
—Tócate —dice un poco agitado y no logro entender muy bien.
—¿Qué? —pregunto.
—Quiero que te toques, quiero que terminemos así —qué directo, pienso.
Empiezo a masajear las partes más sensibles de mi cuerpo al igual que en la suya, no tardamos mucho porque estábamos al máximo y eran unos cuantos toques lo que nos faltaba para terminar.
Nos quedamos un rato así, él acariciando mi espalda mientras reparte besos en mi cabeza. Esta noche quedará como un sexy y hermoso recuerdo para toda mi vida.
Y así, en medio de caricias y besos, logramos conciliar el sueño, el cansancio nos venció.
Muy poco fue lo que pudimos dormir, tuvimos una noche muy intensa, calurosa y apasionada. Nos levantamos temprano, ya que Alan debía estar en la oficina a las 8 am y la familia Mendoza pidió adelantar el encuentro por qué tenían un asunto importante que atender.
Alan me dejará en casa de los Mendoza, le insistí en que iría en mi auto, pero su insistencia fue mayor.
—Sabes que tendré que tomar un taxi para volver a la oficina, ¿lo sabes? —digo mientras él conduce.
—Cuando termines puedes llamarme y yo te llevo hasta la dichosa oficina.
—No creo que puedas hacer eso, sabes lo lejos que está tu empresa, no llegaría a tiempo.
—Mandaré a Simón por ti, apenas llegue a la empresa, le haré saber que debe salir por ti —ruedo los ojos ante lo dicho.
—¿Sabes que Simón no es chófer?
—Me debe unos favores y así los cobraré.
—No diré nada.
—No te enojes, sabes que con todo el caos que nos rodea no es bueno que estés sola, sé que no necesitas quien te cuide y menos alguien que este detrás de ti todo el tiempo, pero déjame hacer esto, hasta que podamos sentir que el peligro ha disminuido —dice todo esto cuando estaciona el auto al frente de la casa de los Mendoza.
Sé que todo esto lo hacen por el bien mío y de los bebes, pero como él lo ha dicho, todo esto me agobia, tener a alguien al pendiente de mí las 24 horas me estresa, nunca había tenido un cuidado así, por lo menos no tan directamente.
—Sé que no estás tranquilo cuando no estamos junto a ti, también sé que esto es por el bien de nosotros, pero esto me agobia mucho.
Sé que esto es pan de cada día, siempre tocamos este tema y llegamos a lo mismo, pero realmente no logro adaptarme.
—Hasta que finalice en juicio, hasta ahí tendrás a alguien pegado a ti las 24 horas.
—Ni un día más —digo para salir del auto y él me detiene.
—¿Te vas sin despedirte? —pregunta inclinando su cabeza hacia mí y sé perfectamente lo que quiere.
Le doy un beso y me alejo, intento bajarme nuevamente del auto, pero vuelve a detenerme.
—¿Así se despide de la persona que amas? —acerca su cara a la mía y me da un beso suave y a la vez intenso, dulce, que emite todos sus sentimientos —perfecto —dice mientras limpia el poco labial que pudo haberse corrido.
—Te amo —digo al salir del auto.
—Te amo mucho más, los amo. Te llamaré cuando Simón vaya a salir para que estén pendiente.
Me despido una última vez para dirigirme hasta la entrada de la casa de los Mendoza, quienes me abren, apenas toco el timbre.
Los Mendoza son una pareja ya adulta, quienes han insistido en que yo debo hacerles su último retrato como pareja «hablan como si fueran a morir pronto», dicen que se enamoraron de mi trabajo la primera vez que vieron uno de los cuadros que he hecho en la empresa.
—¿Quieres tomar algo? —me pregunta la señora Mendoza.
—Agua —es lo único que me apetece, después del desayuno que preparo Alan, no creo que algo más quepa en mi estómago.
Hablo un rato de lo que ellos desean, tomo apunte de cada detalle para que no se me escape nada y ya tengo algunas ideas de cómo podría ser el retrato y cuáles serían las pinturas que podríamos utilizar para hacerlo de acuerdo con lo que ellos quieren.
—Así quedamos, nos vemos la próxima semana para que ustedes escojan los colores que desean incluir en el retrato —digo. Ellos quieren un retrato muy colorido donde se muestre la alegría que sienten al estar juntos.
—Hablaremos con Mateo y agendaremos la cita, confiamos en ti —dice la señora porque ha sido la que ha hablado la mayor parte del tiempo.
Salgo y lo primero que veo es a un Simón muy a gusto, está recostado al auto mientras se fuma un cigarrillo, aunque detesto el olor a nicotina no voy a decirle nada, mucho ha hecho con venir por mí.
Estoy esperando que él termine su cigarrillo, pero parece darse cuenta de que estoy cerca, ya que tira el cigarrillo al suelo pisándolo al instante.
—Lo hubieras terminado —digo mientras me subo al auto.
—Ya no quedaba nada —dice mientras inicia a conducir.
—Qué pana ponerte en estas.
—Si yo estuviera en el lugar de Alan, créeme que haría lo mismo —dice.
Todo el viaje hasta la empresa hablo con él, me ha contado de su novia o mejor dicho ex, Simón es uno de los mejores amigos de Alan y por estos tiempos se está quedando en casa de Dahiana porque según él quiere darle un respiro a su vida.
—Muchas gracias por el viaje —digo bajándome del auto.
—No tienes nada que agradecer —me responde.
Me despido y él se va, cuando estoy entrando a la empresa se acerca un pequeño y me entrega algo, me sorprendo un poco por el acto del niño, nunca lo había visto por aquí.
—¡Señora! —dice tratando de llamar mi atención.
—¿Estás perdido? —es lo primero que le pregunto, pero él niega.
—Alguien me dijo que le entregara esto a la señora embarazada que entrara aquí y eres la única que he visto —dice entregándome una caja larga que está decorada con un moño rojo.
—¿Quién te lo dio? —pregunto.
—Solo me dijeron que se lo entregara a la mujer embarazada —dice para alejarse.
No abro la caja porque voy con el tiempo preciso, así que la guardo en mi bolso y me dirijo a la oficina de Mateo, saludo a las personas que están en el camino.
Subo directamente a la oficina, cuando llego como siempre toco para tener la aprobación de pasar y no interrumpir algo que pueda estar haciendo <en las oficinas todo es posible>.
—Puedes pasar —dice Mateo desde adentro.
—Buenos días —digo mientras camino hasta una de las sillas.
—¿Cómo te fue con los Mendoza? —pregunta.
—Bien, quedamos en que agendaran cita para la próxima semana.
—Cada persona que atiendes queda encantada contigo. ¿Qué les haces?
—No sé, tal vez magia —nos reímos al momento de yo decir eso.
—Es que eso haces con tus manos, eres una gran artista.
—Me alagan tus palabras.
—Solo digo la verdad, debes hacer el inventario de lo que vas a necesitar y cuanto gastaras en ellos.
—Eso voy a hacer, me quedaré haciendo el inventario y revisando algunos cuadros que debo entregar esta semana.
—No te esfuerces —dice en son de advertencia.
—No lo haré —digo mientras me pongo de pie.
—Por tu bien, el de tus bebes y el mío. Sabes cómo es tu esposo —todos hablan como si Alan y yo estuviéramos casados.
—No te preocupes.
Me despido y salgo de la oficina para dirigirme a la mía, hace días no vengo aquí, he estado trabajo por fuera y desde casa.
—Hasta que te dignas en aparecer —dice Daren saliendo de su oficina.
—Qué graciosa —entro a mi oficina y ella me sigue.
—Creí que no trabajarías más en la oficina hasta el nacimiento de tus bebes.
—Todos piensan eso, pero no soy capaz de quedarme en casa sin hacer nada.
—Yo cambiaría de lugar contigo, yo si me quedaría en casa abrasando a mi novio todo el tiempo arrunchados en cama.
—Si Alan pudiera estar todo el día conmigo, créeme que si lo pensaría.
—Cambiando de tema, hay un niño que todos los días viene a preguntar por la mujer embarazada y tú eres la única mujer embarazada de la empresa. ¿Lo conoces? —debe ser el niño que me entrego la caja.
—No, aunque entrando me encontré con uno y dijo que alguien me envió esto —digo mientras le enseño la caja.
—Es un poco raro porque nunca lo había visto por aquí —dice ella.
—Y yo no lo conozco, es primera vez que lo veo en mi vida.
—Abre la caja, mira qué es, tal vez adentro diga quien te la envía.
Destapo la caja y no veo nada extraño hasta que retiro una especie de tela que cubría una rosa, no sé quién pudo enviarla. Descarto a Alan de inmediato, él no me regalaría este tipo de rosas.
En el momento que inicio a leer la dedicatoria, mis manos empiezan a temblar haciendo que la caja caiga al suelo.
NOTA DEL AUTOR
Un capítulo un poco caliente 🔥 😅 espero lo disfruten mucho, no se preocupen mucho por el regalo que le llegó a Ava o sí. 🤔🤭
Los últimos capítulos están muy buenos y el que sigue está mejor.
Si leyeron con atención el capítulo anterior, sabrán cuál es el sexo del tercer bebé. Fue una pista que deje. ☺️
Si cumplen la meta les actualizo temprano. 😬
Que chuchito los bendiga y proteja.
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