CAPÍTULO VII
Ambos nos dirigimos camino a la heladería de Jaime. Y lo curioso es que ella no cambiaba delante mío, tampoco detrás, sino a mí lado. Haciéndome sentir igual, haciendo que me sienta cómodo conmigo mismo.
—Bonita camisa —Me dice con una sonrisa, al tiempo que estira uno de los bordes.
—Gracias, supongo. —Le devuelvo la sonrisa.
A simple vista parecíamos una pareja, pues nuestros hombros se juntaban cada rato, nos sonreímos y de cierto modo era gratificante. Mucho a decir verdad.
—¿Hay muchas actividades aquí? —Me pregunta, refiriéndose a Ava.
—Las hay, pero yo no suelo participar. —Ella me da una mirada de que no supera más que eso, así que le digo—: No soy bienvenido. Los chicos piensan que los voy a "contagiar o algo así" y las niñas no se juntan con el chico raro.
—Es que esas son personas con la cabeza hueca. Entiendo que Ava sea un pueblo, pero no es que estemos en el siglo XIII. Ay, a veces el ser humano, lo simple lo vuelve tan difícil.
Llegamos a la heladería. Una hermosa heladería con un cono de helado y la ilustración de que se estuviera derritiendo en la parte frontal del establecimiento. Dentro todo era en colores pastel, las paredes tenían distintas fotografías con los helados y paletas disponibles. Desde la paleta básica de chocolate, hasta un cono super elaborado con chispas de colores y mermelada. Los asientos tenían la forma de una galleta de chocolate, y algunos eran iguales, pero en color rosa. En sí el lugar valía la pena visitar una nueva vez, gracias a Wady por hacerme venir, ya había olvidado lo que es visitar un lugar tan lindo y donde hayan postres tan buenos.
—Hola, buenas tardes, bienvenidos a La magia en sabores, ¿Qué desean ordenar? — Pregunta la chica que nos atiende con una sonrisa.
—Yo quiero un helado de chocolate.
—El mío de fresa, por favor. —Dije yo.
—Hacen una muy linda pareja, si quieren se los combino en un solo cono y por tres dólares más, les agrego chispas.
Wady se ríe, —Gracias, gracias. Pero no somos una pareja, de hecho nos estamos conociendo.
—Oh, lo siento… Me pareces conocido. —Me mira fijamente entrecerrando los ojos. —¡Ya lo recuerdo! Eres el chico raro que besó a mí primo en la escuela. Amiga, deberías alegrarte de él, —Le dice a Wady en susurro cuando claramente yo estaba escuchando todo. —nadie en Ava lo quiere y si le hablas podrías estar en su lugar. —La chica me mira con asco.
—Si alguien hipócrita me deja de hablar vale menos que un tampón usado. Así que prepara los helados que estás aquí para vender, no para decirme con quién me tengo que juntar… Y cuidado con escupir mi helado, porque te doy y no consejos.
¿Estaba sorprendido? Sí, ¿estaba feliz? Más que feliz, ¿estaba desesperado por dar un enorme grito? Demonios sí. Es que hace mucho nadie me defendía de esa manera, a nadie nunca le importó lo que fueran a decir de su persona solo por estar conmigo. Decir que estaba feliz era poco, porque de cierto modo no estuvo bien que haya amenazado a la chica por mi, pero es que realmente se siente bien ver el una vela en una noche oscura, la cual se había vuelto en mil noches oscuras.
La chica nos entregó los helados, le pagamos y salimos. Ambos nos sentamos en las bancas que habían afuera en color blanco. Ninguno decía nada, pero se sentía como si los dos quisiéramos decir todo.
—No soy así. —Me dice apenada. Y quizá mi cara desconcertada debió decirle que no entendía, porque suspiró y agregó. —No me gusta amenazar a las personas, pero tú sabes que lo que ella hizo estuvo mal, incluso hablo de ti cómo si no estuvieras… ¿Quién se cree que es?
—Estoy muy feliz de que me hayas defendido. —Tome su mano —, pero te estás metiendo en un enorme lío. Esa es prima del chico al que besé y por el cual se almo todo el rollo aquí en Ava.
—No me importa buscarme un problema, Jaime. —Estas mal, estas tan acostumbrado a que los demás te hagan mierda que sientes que no debes defenderte. Pues eso no está bien, no debes dejar que los demás quieran defecar sobre ti. ¡No es justo!
Le sonreí con tristeza. —No es que no quiera defenderme. Porque ganas no me faltan. Es que no quiero que pase a mayores, no quiero que en un ataque de odio me maten o me hagan daño.
—Estás viviendo con miedo.
Me había hecho enojar. —Pues disculpa, pero quiero seguir vivo y quizá esa chica no hizo nada porque está en su trabajo, pero es cuestión de minutos para que todos sepan que el maricon de Ava tiene guardaespaldas.
—No digas eso.
—Es la verdad. —Para este punto lo que quedaba del helado lo había dejado en el zafacón que tenía al lado. —Y quizá a ti también intenten hacerte daño, y no será justo para ti.
—Lo que no es justo es que sus comentarios te hagan daño. No tengo mucho de conocerte, pero vives de la crítica de los demás. Hasta que no aprendas a vivir para ti y no para el que dirán serás infeliz.
—¿Podemos cambiar de tema?
—Como quieras, pero que te quede claro que no seré hipócrita. No voy a dejar de buscarte solo por lo que digan los demás o lo que intenten hacer conmigo.
Ella no entendía. Ella no sabía lo que es luchar contra ti mismo. Contra tanta gente diciendo lo que tienes que hacer, lo que deberías de hacer. Es tan fácil decir no dejes que los comentarios de los demás te afecten. Pero, ¿Cómo los comentarios de alguien más la afectarían? Con esos hermosos ojos marrones, con esos labios rosas y grandes, con ese hermoso pelo, que aunque corto tenía una suavidad y un brillo único. Con sus piernas tan delicadas y con una sonrisa tan bonita. Ella es perfectamente imperfecta. Porque las personas como ella siempre nos hacen comentarios lindos, nos ayudan, pero a veces no saben que solo quisiéramos estar en otra piel o quizá no tener ninguna.
En el camino ninguno decía nada, nuestros hombros ya no se juntaban al caminar, y me sentía fatal, y no lo entendía, apenas la acaba de conocer y su opinión y el no hablar con ella dolía más que muchas cosas que me dieron dichas a la cara.
—Me pongo en tu lugar. —Me dice con un suspiro. —Sé que no es fácil lidiar con todo esto y menos en un lugar donde todos parecen que quieren verte morir. Pero debes de entender que solo quiero ayudarte, solo busco la manera de que te ames a mismo.
—¿Cómo sabes que no siento amor por mi?
—¿Realmente quieres que te dé una respuesta? —Me quedé en silencio. —Cuando quieras hablar estoy yendo todas las tardes al mirador a tocar violín. Así que si gustas puedes ir —me dió un beso en la mejilla. —, adiós, Jaime.
Ahí me quedé, por unos largos minutos, con el corazón vuelto una mierda, ¿Por qué me sentía de esa manera?
—Mierda, no tengo idea de quién es, ¿Por qué me hace sentir así? —susurré al aire.
Era iluso. Wady tenía razón, yo no tenía amor propio, pero es que no tenía idea de cómo amar lo que todos odian y lo que todos inconscientemente me enseñaron a odiar.
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