Soltar
Calmarme no fue sencillo, pero luego de un buen rato llorando con mis amigos, lo logré. Aunque, no sabía exactamente si había logrado calmarme o sólo eran mis ojos que ya no eran capaces de soltar lágrimas por el cansancio. No me sorprendía que fuera por eso.
Todos se habían quedado conmigo en el comedor del departamento de Juli, tratando de consolarme mientras comíamos lo que había hecho Fede. Yo no había comido demasiado. No tenía apetito para nada, pero Jos había insistido en que estaba muy rica.
Me giré levemente cuando sentí una pequeña caricia en mi pelo por parte de Valentina, quien estaba sentada a mi lado. Yo apoyé mi cabeza sobre su hombro.
─ ¿Cómo estás ahora? ─ me había preguntado ella.
─ Mejor…
¿Estaba mejor? No, pero tampoco quería seguir arruinando la noche de mis amigos. Ya suficiente había hecho haciendo que se quedaran a consolarme y escucharme llorar como una tonta, pero en un momento mientras todos se habían puesto a poner la mesa antes, Mateo me había dicho:
─ Yo te lo dije… ─ me dio un ligero choque con su hombro, haciéndome reír de forma suave. ─ No tenés por qué sentirte mal, nosotros estamos acá para apoyarte.
Y no me había mentido. Desde el primer momento en el que había decidido volver con Martín, aunque no lo soportaran, se habían quedado a mi lado para escucharme y apoyarme, a pesar de todo. Debía admitir que estaba equivocada antes cuando decía que estaba fuera del grupo.
Dado el mal momento, todos terminamos haciendo una pijamada improvisada en el departamento de Julián y nos habíamos ido a dormir a eso de las dos y media porque algunos tenían que levantarse a trabajar al día siguiente. Yo me había quedado en el balcón conversando con Valen, quien se había colado en la cocina de Juli y había preparado un trago para las dos.
Cuando fue mi turno de tomar, agarré el vaso y le dí un buen sorbo antes de apoyarlo en el piso. Ella tenía la mirada perdida en el resto de los edificios que se veían desde el balcón.
─ No sé si te va a servir de algo que lo diga, pero estás mejor así… ─ soltó finalmente mi amiga, girando a verme. ─ Un pibe que engaña a su novia, no vale la pena ni un poco.
─ Ya sé… ─ susurré, jugando con mis dedos.
¿Entonces por qué le había dado otra oportunidad? Siempre estuve al tanto de que Martín no era algo que valiera la pena para mí por lo que me había hecho aquella noche en el boliche, pero aún así había escuchado a mí corazón y me había dejado llevar por mis sentimientos. Estaba reconociendo de a poco que todos me lo habían advertido, pero yo no había querido hacer caso por no querer admitir que nuevamente me había enamorado del chico incorrecto.
Valen suspiró un poco, viéndome fijamente. Había algo de viento que hacía que su pelo se moviera ligeramente.
─ Yo sé que no es lo que querés escuchar ahora, pero es la verdad. ─ alzó ambos hombros. ─ Yo estuve en el lugar en el que estás ahora, Fiore…
Levanté mi vista de mis manos para verla fijamente. Me encontré con sus ojos oscuros viéndome fijo.
─ Lo peor que podés hacer es dejarte llevar por el corazón, porque por más que quieras odiarlo a Martín, vas a convencerte de que él es como era antes… Pero no es así.
Mi amiga tenía un punto; todo este tiempo había estado convenciéndome de que Martín era el mismo. El mismo chico del cual me había enamorado en el verano, pero ya no estaba segura de sí había algo de ese chico en Martín aún. ¿Y sí nunca había existido el Martín del que me había enamorado?
Mi amiga se sentó a mí lado y me tomó con cuidado la mano haciendo que volviera a verla fijo, una vez más.
─ Yo sé que parece que nunca vas a dejar de sentir cosas por Martín, pero te aseguro que un día vas a conocer a alguien que sea mejor que él. ─ Valen entrelazó sus dedos con los míos. ─ Mereces a alguien que quiera estar a tu lado siempre, que te escuche, que no te haga sentir como una tonta…
Sonreí ligeramente mientras tomaba su mano de igual manera. Terminé abrazando a mi amiga y ella no dudó en corresponder el abrazo.
─ Gracias, Valen…
Exactamente, pasó una semana después de enterarme de lo de Martín; me había llenado de mensajes e incluso había ido a visitarme a mi casa, pero mi mamá siempre le decía que yo no estaba en casa o que andaba ocupada haciendo cosas como para recibirlo.
Sí, me había dignado a contarle todo lo que me había sucedido con Martín a mi mamá y, en parte, había recibido unos cuantos regaños de su parte y algunas sabías palabras que me hicieron pensar seriamente por qué no había acudido a ella desde un comienzo.
El día que se lo había contado, las dos nos habíamos quedado comiendo algunos snacks mientras veíamos la tele. Me había esforzado en no verme tan mal respecto al tema, pero me fue imposible. Mi mamá era capaz de leer cada reacción mía.
─ El estar sin Martín, no es el fin del mundo… ─ me aclaró ella, haciéndome reír un poco. ─ A veces las personas son pasajeras, y sí, sé que suena feo decirlo así…
Abracé una almohada del sillón y ladeé la cabeza, escuchando con atención lo que tenía para decir mi mamá.
─ Algunas veces las personas vienen a enseñarnos cosas, de forma buena o de forma mala. ─ se explicó, dejando de lado su vaso con jugo en la mesita que estaba delante de nosotras. ─ Así me pasó con tu papá… Dentro del tiempo que estuvimos casados y cuando nos separamos, aprendí a aceptar cosas nuevas, los cambios, a convivir con él y principalmente, a aceptar que él ya no me quería más.
Escuchar a mí mamá hablar de ese tipo de cosas era algo nuevo para mí. Se notaba que estábamos en un ambiente de confianza, porque casi nunca tocaba el tema del divorcio con mi papá, así que la escuché con interés.
─ Tener que dejar ir a la persona que yo amaba no fue fácil… ─ retomó ella la conversación, luego de haber comido algunas papitas de uno de los bowls de la mesa. ─ Yo pensé que sin tu papá no iba a poder, que era una inútil, que dependía de él… Pero estoy acá con vos, tengo mi negocio, nos va bien y, sobre todo, aprendí que a veces hay que soltar a las personas para que uno pueda ser feliz y progresar… Y pensá que yo, ahora, con tu papá estoy re bien, porque acepté que lo nuestro no funcionaba más.
─ ¿Cuál es tu punto? ─ pregunté, en un tono algo bajo. Mi mamá suspiró un poco.
Yo ya sabía a lo que se refería, pero la idea no me iba a entrar en la cabeza hasta que me lo dijera directamente. Mi mamá se acercó un poco más a mí y me acarició el pelo por un momento.
─ No tenés que depender de Martín. ─ soltó sin vueltas. ─ Sos fuerte, sos maravillosa, inteligente… Y me duele mucho verte mal por un chico que ni siquiera es un hombre todavía. ─ Mi mamá me miró fijo a los ojos. ─ El que hayas perdido a Martín, no significa que todo se haya acabado para vos... Tenés que empezar a soltarlo de a poco.
Lo que habíamos hablado con mi mamá, me había perseguido por el resto de la semana. Había días que tenía ganas de mandar a la mierda todo con Martín y en otros que sólo quería volver a sus brazos, llorar, quizás golpearlo, y después besarlo. No comprendía lo que me pasaba. Ni lo que quería. Las cosas ya estaban más que claras, pero yo estaba ignorando que ya tenía las respuestas y soluciones delante mío. El tema era que no podía evitarlas por siempre.
Sin embargo, la última señal que estaba buscando para finalizar todo, se presentó una noche, cuando estaba leyendo en mi pieza por la madrugada. Me había llegado un mensaje, pero no cualquier mensaje.
Era un mensaje de Agustina; la chica del boliche.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro