¿Se acabó ya?
Pasó aproximadamente un mes desde lo que pasó con Martín y se podía decir que ya lo estaba superando... Ponele. El hecho de que el verano se había pasado volando y estaba de regreso en la facultad ya en Otoño, me había ayudado a distraerme por completo de todo el tema, pero algunas veces me era imposible no pensar en todo eso. Tenía grabada esa noche en el boliche en la cabeza; las luces, la camisa negra de él, el vestido azul de la otra chica. Todo el tiempo revivía aquella pesadilla en mi cabeza.
Las pocas veces que había hablado con las chicas, ya que también estaban ocupadas estudiando como yo, me invitaban a salir a tomar algo o ir a bailar los fines de semana, pero ya sabía que era con una pequeña intención de que conociera a alguien más o tuviera algo rápido con alguien para que superara a Martín, pero sabía que era imposible. ¿En algún momento iba a superarlo? ¿Y si le daba otra oportunidad? Aparté por completo esa idea de mí cabeza mientras copiaba algunos apuntes de mi clase.
Dale, sí. Le podés dar otra oportunidad al pelotudo que te cagó. ¡Seguro te vuelve a hacer cornuda! ─ Rodé los ojos ante mi propio pensamiento y cuando ví que todos los demás se estaban marchando, me di cuenta que la clase se había terminado. Junté mis cosas y las guardé en mi mochila para salir e instalarme en el pasto del inmenso espacio de Ciudad Universitaria.
Me puse a leer algunos mensajes que tenía en el celular y me dí cuenta que tenía un mensaje de Mateo, al cual había olvidado que tenía archivado desde hacía un buen tiempo. Decidí abrir su chat y ver lo que me había mandado:
Mateo:
Holu, Frolitaaa.
Ya sé que no hablamos hace banda.
Te extraño. :(
¿Hacemos algo?
Al principio, dudé un poco, pero me dí cuenta que hacía bastante tiempo que estaba evitando a mis amigos. Quizás juntarse a conversar las cosas no era una mala idea y Mateo era de confianza. Además, también lo extrañaba. Terminé contestando con un «Sí, dale» y quedamos en que Mateo fuera a mi casa después de que terminara de cursar.
Cuando volví a casa, con un poco de cansancio, me encontré a mi mejor amigo esperándome en mi puerta. Me dio una sonrisa suave antes de acercarse de a poco y darme un abrazo.
─ ¿Qué onda, tonta? ─ cuando dejó de abrazarme, me dio un pequeño pellizco en el brazo que hizo que me quejara. ─ A ver si dejas de desaparecer..
Él tenía razón y lo sabía, pero no era el mejor momento para darle la razón. Los dos entramos y fuimos directo a mi pieza en donde Mateo prendió un cigarrillo y empezó a fumar cerca de mi ventana. Me vio acomodar algunas cosas en mi escritorio.
─ ¿Todo bien con la facultad? ─ preguntó, intentando sacar un tema de conversación.
─ Eh, sí. Por suerte, todo tranqui. ─ le dí una sonrisa suave antes de dejar mis cuadernillos en un cajón de mi escritorio.
─ ¿Y vos cómo estás? ─ se atrevió a preguntarme finalmente. Yo hice una mueca.
Sabía que en algún momento esa pregunta iba a estar, pero no esperaba que Mateo la hiciera tan de golpe. Me encogí de hombros y me senté junto a él.
─ Bien... ─ él alzó ambas cejas ante mi respuesta. ─ Bueno, bien para el orto.
Mi mejor amigo se rió ante mi respuesta y asintió con la cabeza.
─ ¿Ves? No es tan difícil ser sincera. ─ me jodió él. Mateo me manoteó una cajita que empezó a usar de cenicero. ─ Dale... Ya estoy acá, contame.
Aunque me quise hacer la desentendida, sabía que él sabía lo que corría por mi mente. Empecé a jugar con mi lengua en el costado de mi cachete.
─ ¿Qué esperas que te diga? ─ hablé en un tono suave. Mateo rodó un poco los ojos.
─ Cómo te sentís, no sé... ─ alzó ambos hombros. Se me quedó viendo fijo por un momento. ─ ¿Por qué te distanciaste de nuevo?
─ Estamos yendo muy directo, ¿no? ─ me crucé de brazos antes de ponerme de pie y caminar un poco por mi sitio. ─ No sé, Mateo... El tema de Martín me dejó hecha mierda y no tenía ganas de que todos estuvieran detrás mío con eso.
Agarré una muñequita de plástico que tenía de Hello Kitty y empecé a jugar con ella sin darme cuenta.
─ Porque ya los conozco a los chicos... Todos esperan que supere todo rápido como si nada y no es así. ─ levanté la vista para verlo otra vez. ─ Y lo sabes, a vos también te lo hicieron.
Mateo ladeó un poco la cabeza dándome la razón. Le dio una calada a su cigarrillo antes de decir:
─ Yo sé que los chicos pueden ser intensos, es algo que aprendí cuando pasé mi mal momento con Ori... Pero siempre buscan la manera de ayudar, aunque sea con la cosa o el plan más boludo. ─ suspiró. ─ Incluso yo, cuando te obligo a que salgamos a merendar o nos juntemos a hablar.
Lo ví apagar su cigarrillo en la cajita rosada que había agarrado antes.
─ No te cierres, te queremos ayudar...
Me quedé en silencio un momento antes de volver a sentarme y dejar de lado la muñequita que había agarrado antes. Sentía que me estaba poniendo nerviosa por todo el tema.
─ Cuando me alejé, antes de conocer a Martín... Fue porque sentía que no encajaba en el grupo. ─ me reí un poco con algo de tristeza. ─ Me sentía sola, como si algo estuviera mal conmigo... Y cuando lo conocí a Martín, me sentí diferente. Qué sé yo.
Me dí cuenta que de mis ojos habían empezado a brotar algunas lágrimas, así que no me atreví a ver a Mateo de nuevo. Mi voz empezó a romperse de a poco.
─ Como si de verdad fuera algo para alguien, pero...
Me dejé envolver por los brazos de mi mejor amigo cuando empecé a llorar sin control. Me sentí completamente vulnerable, pero por primera vez en mucho tiempo, estaba siendo completamente honesta con lo que sentía.
─ Vos sos todo para mí... Y para los chicos también, ¿sí? ─ me susurró él, sin soltarme.
Creo que estuve como una hora llorando y Mateo no dijo nada para que pudiera descargarme. Por lo menos no me juzgaba por extrañar a Martín o lo que sea que hubiéramos tenido.
Ya para el día siguiente, después de haber tenido aquella conversación, me sentía... Diferente, pero mucho mejor. Le había prometido a Mateo que haría un esfuerzo por volver a acercarme del grupo de a poco, porque no estaba bien lo que hacía al ignorar a todos cuando sólo querían ayudarme. Aunque eso me iba a tomar un poco más de tiempo, pero estaba segura de que iban a entenderme.
Fui a la facultad con mucha tranquilidad y regresé a casa antes de lo esperado porque un profesor se había ausentado. Mejor, me voy a quedar haciendo brownies en casa. ─ se me había cruzado aquel pensamiento mientras caminaba por la ciudad, viendo mi teléfono. Me tomé el tiempo de responderles algunos mensajes a mis amigas, aunque lo que menos tenía eran ganas de hablar. Quería llegar a mi casa y dormir unas varias horas hasta que llegara mi vieja a la casa.
Levanté la mirada de mi teléfono cuando me detuve en un semáforo e hice lo posible por no entrar en pánico cuando reconocí a Martín desde el otro lado de la calle. La re concha de mi vieja. ─ fue lo único que pensé. Por suerte, estaba con su celular y no me vio.
Me quedé completamente inmóvil y cuando el semáforo se puso en rojo, pasé a su lado como si nada, haciendo lo posible por calmar a mi corazón que estaba latiendo como loco. Ya sabía que, probablemente, a ese punto Martín me había reconocido o se había percatado de mi existencia, pero no me iba a regresar a verlo.
─ Es un progreso... ─ me había dicho Jos cuando se lo conté.
Ambas nos habíamos juntado en la casa de Josefina porque, tal y como lo había hablado con Mateo, no podía seguir evitando a mis amigos, así que en cuanto surgió el plan, decidí ir a pasar el rato. Era una buena forma de empezar a tener contacto.
Habíamos pensado en ir a merendar a algún lado, pero preferí quedarme en su casa a hacer un bizcochuelo de vainilla para las dos.
Me giré un momento para verla mientras cortaba el bizcochuelo y alcé ambos hombros.
─ Sí, ponele. ─ Me tomé el tiempo de servirnos una porción a cada una en un plato y llevarlo a la mesa. ─ Aunque, de progreso no le veo nada.
─ Pensá que... Teniendo en cuenta que todavía lo extrañas un poco, podrías haberla cagado y hablarle... ─ ella ladeó la cabeza y empezó a comer un poco de bizcochuelo. ─ Eso para mí sí es un progreso.
Las dos nos quedamos en silencio por un momento mientras comíamos. La noté medio inquieta a Jos, estaba jugando con su cuchara y revolvía su té cada dos minutos. Después de tanto suspenso, dijo:
─ ¿Y él hizo algo cuando te vio?
─ No, no sé. ─ suspiré. Me llevé una mano al pelo. ─ Tampoco me fijé.
─ Bueno, ya está. Que la chupe. ─ dijo rápidamente mi amiga antes de darle un buen trago a su té.
Yo también estaba pensando lo mismo que ella, pero en una forma más intensa. Estaba segura de que yo no quería que Martín regresara a mí vida, por todo el daño que me había hecho, pero... Al mismo tiempo, era algo que sí necesitaba. Es por ello que, en cierta parte, me dolía pensar en el hecho de que para él ya había quedado como una chica más entre las tantas que había amado. Bueno, sí es que se puede decir que me amó.
Aquellas ideas me terminaron haciéndome sentir peor, porque no podía dejar de sentirme tan pelotuda. ¿Por qué si él me había olvidado yo no podía olvidarlo? La situación me estaba dando mucha bronca.
De todas formas, pude lograr no pensar en Martín por unos días. Eso sí era un progreso. Había estado muy ocupada con unas cosas del negocio de mi vieja y ni siquiera había tenido tiempo de salir a algún lado, así que Mateo se había instalado en mí casa (sin ningún aviso) para contarme algunos chismes mientras yo decoraba unas varias bandejas de muffins. Después de un rato, se había marchado, porque tenía que salir con Oriana.
Yo me quedé en casa boludeando y viendo una serie, una vez que terminé lo que estaba haciendo y ví que mi teléfono empezó a sonar. Cuando pausé lo que estaba viendo, dejé de lado el control remoto y me levanté del sillón para agarrar mi celular el cual había quedado en la cocina. Tenía una llamada de un número que no tenía agendado. Yo rechacé la llamada, porque no tenía ganas de responder, pero al ver que mi teléfono empezó a sonar como unas cinco veces más, decidí contestar con la peor de las ondas:
─ ¿Hola?
─ Fiorella... ─ cuando escuché su voz, sentí como si me hubiera quedado inmóvil por un momento. Mi corazón se había detenido de igual manera.
Tan rápido como pude, colgué y me quedé un buen rato pensando en lo que acababa de pasar. ¿Por qué Martín tiene mí número si lo cambié? ─ pensé, dando varias vueltas por la cocina.
Del estrés, pegué un buen grito y me sentí agradecida de estar sola en casa porque sino, mi vieja me hubiera cagado a puteadas.
Unos días más tarde, aproveché para contárselo a las chicas cuando nos juntamos. Sentía la necesidad de descargarme con alguien y más porque aún no comprendía del todo la situación. Todas fuimos al shopping, a chusmear unas cosas y, principalmente, porque Lara quería comprar algo para Fede. Cuando paramos en un lugar a comer, empecé a contarles lo sucedido. Mis amigas parecían igual de ofendidas que yo.
─ Flasheó una banda. ─ chasqueó ligeramente la lengua Jos antes de ponerse a tomar su gaseosa y comer algunas papas fritas. ─ Pero mal.
─ ¿Con qué cara le da? ─ Lara negó con la cabeza y me vio fijo. ─ ¿Y qué te dijo?
─ Nada... ─ alcé ambos hombros. ─ No lo dejé hablar tampoco, me puse... Nerviosa.
Fiorella. La voz de Martín me empezó a resonar por la cabeza. Hacía tanto que no lo oía hablar y me sentía tan pelotuda por el efecto que tenía sobre mí.
─ Mejor... ─ habló Ori, después de que nos quedáramos todas en silencio. ─ Lo que te hizo Martín, no tiene justificación, así que... No tendría motivos para llamarte.
─ Seguramente Juli le habrá pasado tu nuevo número, después le voy a preguntar y te digo. ─ Josefina me dio unas palmaditas en la espalda y yo sonreí de forma sutil sin saber qué más decir.
Ese día, nos quedamos dando varias vueltas por el shopping, después de que comimos, y luego cada una se volvió a su casa. Yo me volví sola, pero porque quería pensar las cosas en el camino. Mis amigas tenían razón; lo que había hecho Martín era algo totalmente injustificable y había hecho bien en no dejarlo hablar, pero... Una parte de mí sentía que quizás debía ceder. ¿Era realmente porque quería ver lo que iba a decir o para tener una excusa para hablarle? No estaba segura y sinceramente, no tuve mucho tiempo de pensarlo porque en cuanto llegué a casa, dejé de lado mis cosas y marqué su número.
No me importaba mucho el hecho de que quizás iba a arrepentirme más tarde, sólo quería ponerle un fin a todo lo que tuviera que ver con él. Tomé algo de aire cuando lo escuché responder mi llamada.
─ Te doy cinco minutos para que hables... ─ solté sin más. ─ Mínimo, espero que me digas algo que suene convincente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro