Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Nuevo inicio

─ En resúmen... ─ Jos continuó revolviendo su café y alzó la mirada para verme fijo. ─ Sos una pelotuda.

El regaño por parte de mi amiga, no era algo que me sorprendiera. Estaba al tanto de que lo que había hecho era una excelente razón para darme una cachetada, pero yo estaba decidida con lo que había hecho. Aunque Jos tenía razón. Una parte de mí concordaba en que era una real pelotuda.

─ Yo sé que lo que hice no es lo mejor que pude haber hecho. ─ me encogí de hombros, hundiendo ligeramente mi mentón dentro de mi suéter de cuello largo. ─ Pero... Tenés que entenderme.

Pedirle a todos que me entendieran era algo completamente imposible. Nadie iba a llegar a comprender lo que me estaba pasando, ni lo que sentía por Martín. Ni las razones por las que había cedido. Y sí, en parte estaba cubriendo por completo un error grandísimo suyo del verano, pero lo que sentía por Martín podía decirse que era más importante que lo que había hecho (o eso era lo que creía).

Cuando me despedí de mi amiga, me sentí un poco mal por cómo ella había reaccionado, pero no podía hacer nada para hacerla cambiar de opinión. Me abroché la campera cuando sentí algo de frío y suspiré un poco antes de comenzar a revisar mi teléfono. Tenía algunas varias llamadas perdidas de Martín, así que me tomé el tiempo de llamarlo de nuevo.

Me puse cuidadosamente el celular sobre el hombro y empecé a hablar mientras buscaba en mi cartera mi Sube para ir a tomar el subte.

─ Hola, amor. ─ sonreí ligeramente. ─ ¿Todo bien?

─ Ey... ─ dijo él, riéndose de forma leve. ─ Sí, te llamé para saber si querías hacer algo a la noche.

─ Sí, no te contesté porque estaba con Jos... ─ cuando apoyé la Sube por el molinete y pasé, me quedé a un costado esperando a que llegara mi subte. ─ No sé, hoy le prometí a mí mamá que me iba a quedar con ella para ayudarla con un pedido...

Me mordí ligeramente el labio. Escucharlo decir que no había problema en que me quedara en casa, no sonaba para nada convincente. Sabía que me estaba rogando silenciosamente que fuera con él y no sabía cómo decirle que no.

─ Voy. ─ dije finalmente. ─ Tipo nueve estoy allá.

Cuando ví que estaba llegando el subte, me despedí de Martín y corté la llamada para subir con apuro entre toda la gente que había. Guardé mi teléfono y empecé a pensar cuidadosamente qué excusa le podía poner a mi vieja para poder escaparme de casa e ir a ver a Martín. El pedido que tenía que hacer era algo muy importante, y requería de mucho tiempo, pero no tenía muchas ganas de quedarme a ayudarla. Menos ganas tenía de quedarme al saber que ella se iba a poner insoportable con eso.

Cuando llegué, dejé de lado mis cosas y lo primero que hice fue tomarme un buen baño caliente y después arreglarme un poco para salir. Decidí ponerme algo sencillo y bien abrigado para que mi mamá no sospechara que iba a verme con mi amado, aunque sabía que tenía sus sospechas. En cuanto me había visto, ella había dicho con una muy evidente cara de ojete:

─ ¿A dónde vas? ─ se sacó un momento los anteojos y los dejó arriba de la mesa. ─ Me dijiste que te ibas a quedar para ayudarme.

─ Eh... ─ me quedé por un momento helada delante suyo. Dije lo primero que se me ocurrió: ─ Voy a lo de Mateo un cachito. Se siente medio mal.

─ Ah, bueno... ─ mi mamá asintió con la cabeza y siguió con lo suyo. ─ Avísame nomás cuando vuelvas.

Se la creyó. Bien ahí. ─ pensé en cuanto salí.

Rápidamente bajé por el ascensor de mi edificio y salí riéndome como una tonta hasta la calle. Me sentía a gusto por el hecho de que mi mentira había funcionado a la perfección, pero un poco más tarde, mientras iba en un Uber hasta lo de Martín, la culpa empezó a consumirme porque sabía que odiaba mucho mentirle a mi mamá.

Cuando llegué al departamento de Martín, él me recibió con un fuerte abrazo y varios besos que recorrieron mi rostro hasta llegar a mi cuello, haciéndome reír con dulzura. Luego, dejé mis cosas de lado en su sofá junto a mi abrigo y lo acompañé hasta la cocina en donde se puso a preparar algo para comer.

Algo que siempre me había cautivado de Martín, era lo bueno que era cocinando. Sin duda, hacía cosas muy ricas que terminaban ganándose mi corazón por completo. Lo observé con atención cortando algunas cosas mientras preparaba una salsa. El platillo especial de mi amado eran unos fideos con salsa. Sencillo, pero rico.

Ambos nos sentamos a comer, pero tampoco había mucho tema de conversación. Martín me contaba algunas cosas del trabajo, algunas cosas que le había contado Julián y yo... Escuchaba, principalmente. Lo único interesante que llegué a contarle fue que había ido a merendar con Jos, pero no quería especificar de qué habíamos hablado.

Hablamos de que volver fue lo peor que pude haber hecho. ─ pensé para mí misma, mientras me llevaba a la boca algunos de los fideos y veía con atención a mi novio tomar algo de jugo.

Más tarde, nos fuimos a tirar en su cama para ver algo de tele, pero ya sabíamos que siempre acabábamos dándonos besos y haciendo cualquier otra cosa, en vez de ver la película que habíamos estado eligiendo desde hacía una hora.

─ Quédate acá... ─ me había dicho Martín, cuando había dejado de besarme. Yo lo ví con una mezcla de curiosidad y confusión mientras se alejaba e iba a buscar algo en su placard.

Mis ojos no tardaron en recorrerlo desde que se levantó hasta cuando volvió a sentarse a mí lado. Tenía una muy bonita bolsa de cartón blanca, la cual llevaba mi nombre escrito con su letra que yo consideraba algo desprolija. Yo sonreí de forma suave, tomando la bolsa con cuidado.

─ ¿Me compraste algo? ─ me reí de forma nerviosa mientras abría la bolsa con cuidado. ─ No hacía falta.

La sonrisa que llevaba en mi rostro se suavizó ligeramente al encontrarme un vestido de día. El problema no era el vestido, porque yo adoraba los vestidos y tenía cientos de ellos, pero... Era verde. Martín pareció reconocer un poco la mirada que le dí a aquella prenda.

─ ¿No te gustó? ─ yo me giré a verlo rápidamente.

─ ¡Sí, sí! ─ solté rápidamente, agarrando su mano. ─ Está... Lindo.

Sonreí como pude, haciendo que él me devolviera la sonrisa. Cuando solté su mano, volví a guardar el vestido dentro de la bolsa.

─ ¿Por qué el regalo? ─ pregunté, con una ligera curiosidad. Él volvió a sonreír.

─ Bueno, en unos días mi hermana va a dar una fiesta y me gustaría que asistas conmigo... ─ Martín me sonrió de lado. ─ Como mi novia, claro.

Las palabras de Martín me habían conmovido, en parte, así que le dí un pequeño abrazo en forma de agradecimiento. Aún así, yo no dejaba de darle vueltas al tema del vestido. Era la pelotudez más grande del mundo, pero sentía que era algo que me importaba mucho.

Cuando le enseñé el vestido a Mateo, él lo observó en detalle y me sonrió de forma burlona. Incluso mi mejor amigo se había dado cuenta.

─ Es verde. ─ se rió. Yo le dí un pequeño empujón. ─ Yo pensé que tu novio sabía cuál era tu color favorito.

Solté un suspiro y me senté a su lado. Mi mejor amigo estaba fumando con tranquilidad mientras seguía viendo de cerca el vestido.

─ Es un color... ─ dije, tratando de convencerme de eso. ─ Pero podría haber sido rosa...

─ Quizás se le pasó, no sé. ─ él alzó ambos hombros. ─ Yo a veces me olvido de cuál es el color favorito de Ori...

Cuando me giré a verlo, él me dió una pequeña sonrisita.

─ Bueno, en realidad sí me acuerdo... Todo el tiempo. ─ dejó de lado su cigarrillo, apoyado en el borde de mi escritorio y se acercó a mí. ─ Pero de todas formas, te estás preocupando por una boludez cuando literalmente el verdadero problema es que volviste con el pibe que te engañó... Digo.

Ahí están esos comentarios. Otra vez. Yo asentí con la cabeza, restándole importancia. Ya sabía que mis amigos tenían más razón que yo, pero no tenía interés en discutir eso.

─ Ya te dije que Martín se disculpó conmigo... ─ volví a agarrar la bolsa del vestido y lo ví fijo. ─ Además... Me va a presentar como su novia con su familia.

Mateo me vio de arriba a abajo y alzó ambas cejas.

─ Sí, pero con el color equivocado. ─ se burló él. Del enojo, lo terminé echando de mi pieza.

Decidí no darle más importancia a lo del vestido. El color de una prenda no determinaba si mi novio me amaba más o no. Y me lo había repetido cientos de veces, hasta el día de la fiesta de la hermana de Martín. Ese día, me había recogido el cabello y me había puesto unos aros que hacían conjunto con el vestido, los cuales se los había pedido prestados a mi amiga Lara. No tenía intenciones en comprarme cosas verdes.

No lucía mal, pero no me gustaba mi atuendo. Dejá de joder. ─ pensé para mí misma. Esa noche, Martín me había pasado a buscar en su auto y en completo silencio, nos dirigimos hasta la quinta en donde iba a ser la fiesta de Jimena, la hermana de Martín.

La quinta era un lugar muy agradable; había un gran ambiente de gente conversando, bebiendo algunas copas de champagne y algo de música retro que llenaba el ambiente y hacía que algunos fueran a bailar a una pequeña pista de baile que estaba junto a un enorme gazebo decorado con flores doradas y blancas.

En todo momento, mientras pasábamos entre la gente, me sujeté del brazo de Martín para no perderme y mientras pasaba, pude ver a una chica de cabello rojizo con un muy lindo vestido rosa. Sentí un poco de envidia. Me obligué a regresar mi vista a mi novio cuando escuché cómo saludaba a su hermana y a quienes parecían ser mis suegros. Todos se recibieron con un cálido abrazo, por lo que yo me encogí de hombros al no saber qué hacer.

─ Ella es mi novia. Fiorella. ─ Martín me presentó acompañado de una sonrisa.

─ Un gusto conocerlos. ─ dije con una pequeña sonrisa nerviosa mientras saludaba a cada uno con un ligero apretón de manos.

─ Qué bonita que sos. ─ había dicho Susana, la madre de Martín. Ella me dedicó una amplía sonrisa. ─ Me sorprende que Martín no nos haya hablado de vos... Hasta ahora.

Antes de que pudiera hablar, Martín me interrumpió.

─ Pasa que con Fiorella hace poco empezamos a salir... Por eso. ─ mi novio me dio una rápida mirada para que le diera la razón. Tuve que ocultar el hecho de que estaba ofendida.

No comprendía el hecho de por qué Martín había mentido. Ni por qué no me había dejado hablar por mi cuenta en cualquier momento de la noche. Realmente tenía el humor por el piso y se lo había hecho saber cuando nos estábamos regresando a mi casa.

Los dos habíamos viajado en el auto, nuevamente en silencio. Martín manejaba escuchando algo de música en un volúmen muy bajo mientras yo miraba la ventana, con los brazos cruzados. Lo ví darme una mirada de reojo unas pocas veces.

─ ¿Me vas a decir qué te pasa o tengo que adivinar? ─ soltó finalmente él.

Al no obtener ninguna respuesta de mi parte, Martín frenó el auto cuando llegamos a una estación de servicio. Yo lo miré con confusión.

─ ¿Qué haces? ─ pregunté cuando se giró a verme.

─ ¿Qué te pasa, amor? ─ Martín me miró fijo. Yo me encogí de hombros en forma de respuesta. ─ No soy adivino, si no me decís las cosas, yo no sé lo que te pasa.

─ Nada... ─ suspiré de forma suave. ─ Me rompió las pelotas cómo te portaste.

─ ¿Qué hice? ─ me preguntó él, con el ceño ligeramente fruncido.

A mí se me escapó una risa algo débil por su pregunta.

─ No sé, quizás no dejarme ser yo toda la noche... ─ alcé ambos hombros. ─ Ah, y también el hecho de que le dijiste a tu mamá que recién ahora estábamos saliendo... Puede ser.

─ Fiorella, es una pelotudez. No jodas.

Yo asentí con la cabeza y me bajé del auto. Martín se bajó de igual manera y llamó mi atención.

─ Fiorella. ─ habló en un tono serio para que volviera. ─ Subí al auto, dale.

─ Dejá. ─ le respondí mientras caminaba un poco, alejándome de su auto.

Mi cabeza estaba dando algunas vueltas sobre todo lo que había pasado en la noche y, otra vez, había recordado lo de vestido. También se había sumado todo lo demás. Las palabras de Mateo, lo que había dicho Jos. El engaño de Martín. ¿Por qué venía al caso todo eso ahora?

Escuché a Martín llamarme unas tres veces antes de girarme cuando escuché que arrancaba el auto para marcharse. Yo le había pegado varios gritos, pero no me había prestado atención.

─ ¡Martín! ─ grité, agitando mis brazos mientras veía su auto alejándose de mí a gran velocidad.

Cuando desapareció por completo de mi visión, suspiré de mala gana y lo puteé de ochenta maneras posibles. Ahora estaba completamente perdida en una estación de servicio y con la cabeza llena de dudas. No sabía qué era peor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro