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Suprimir el ego

Tengo perfil de psiquiátrico:
egomaníaco asintomático.
La depresión me besa las patas,
ese hijueputa me idolatra;
me nerfea o me desata,
me besa y luego escapa.

En la cabeza traigo parásitos,
deseo extirparlos y luego tragarlos.
Revolcarme en la inmundicia
es solo caricia
para el alma que domina.
Esta autoestima
¿cuándo expira?

La vastedad de los versos
expuestos entre mis restos
es calidad purpúrea,
a veces amarillenta y pútrida.

Me desconozco cuando me pierdo,
entonces releo y expreso
el amor por mi intelecto.
Y luego pienso:
¿cómo pude haber escrito esto?

¡Págame o pégame un tiro!
Eso ansío: la muerte en un desvarío.
Iracundo es el aire que suspiro cuando respiro.
No soporto esta vida, me causa hastío.

Me di cuenta que mis moléculas inconexas fueron producidas con el mismo material de protagonista de novela. Y yo deseo ser el escritor que no tenga réplica ni secuela, quiero mi nombre tatuado en el "-ismo" de una escuela. Deseo ser poeta y antipoeta, musa y creación, dios y creador. Y heme aquí, derrotado, exacerbado, ¡harto!, me di cuenta que mis fallos son los mismos fallos que

vislumbro en la tez ajena.
Y mi tez es morena
y no recito poemas,
los grito a mi manera.

Soy quien siempre he sido: un ente patético, errante en el vacío, carente de moralidad al caer en prejuicios. Me veo y desconfío. Se activó en mi psique la alerta roja que me aleja de mi propia humanidad... cada vez más. Bah, miles de errores cometidos con estos dedos. No poseo inmunidad y la balanza no se gira hacia mis remolinos.

Estoy vacío, no sonrío: discrimino
y señalo al agresor,
mi cráneo lleno de odio,
incapaz de ver la cicatriz
en prematura reflexión.

Me falta crecer, me falta creer
en vos, en mí, en esto.

No recito poemas, los grito.
Mis poemas son gritos.
Odio y rencor.

Odio la impotencia,
por eso me impongo yo.
Soy la sorda rebelión.
Sociopatía fecundada en el útero.
Y yo solo quiero amor.
Ámenme, ámenme, ámenme.

No tengo miedo de lacerarme en público, lo he hecho desde los trece porque barba no me crece y aquí estoy. Aquí estoy, en el paroxismo común de los cuerpos. Me veo y chupo mi propio intelecto. Pobre insecto, ¿carente de afecto? No. Soy odio y soy desprecio. Intento ser mejor pero solo eso: intento.

ii

Mi dedo señaló hacia el frente, no vi mi nariz porque siempre ignoro la peste frente a mí. Vi y dije: vos. Me aferré al pasado y señalé a ese que reflectaba todo lo que soy. Le besé las patas al odio que traigo adherido en la garganta y dije: ese no soy. Y sí era yo. Fui yo todo el tiempo. Fui ese a quien señalaba. No era espejo, frente a mi frente coloqué una muralla plana, solo para ignorar mi nariz. No me percibí ni me vi ni me contuve. Prediqué odio y me sentí volar entre las nubes. Amo el poder y creí suficiente someterme a la medalla plateada, creí que eso era humildad. Pero no, soy crío de raza humana. Cometo equivocaciones que luego me escupen en la cara.

Entonces supe. Tomé el cuaderno viejo donde me reproduje y resucité poemas de odio. Me los dediqué con fervor. Deseaba matar al ego sin matar el yo. Luego me paré frente al espejo y dije: esto soy.

Un simple mortal,
no una deidad.
Un cuerpo carente de inmunidad
que a veces se pierde entre la insania
y regurgita rencor y odio
durante el insomnio.

iii

Entonces digo: heme aquí con el cuerpo lacerado, deseando haber ganado lo que creí merecer. Lo tomaré como lección y no me echaré a perecer. Seguiré de pie en el lodo, aunque mi templo se vuelva escombro, aunque mi casa no toque mi hombro. Andaré por el camino pedregoso y seguiré siendo yo, deseando ser otro, porque a veces me dan ganas de ser alguien que no soy.

Debo aceptar el límite impuesto
por mi inamovible humanidad
y andaré y andaré,
hasta caer rendido por el peso
de mis zapatos gastados.
Repararé cualquier pedazo
de ego fracturado,
nunca más lo confundiré
ni tacharé de seguridad
lo que se puede disolver.

Me vi
y dije:
hoy quiero ser.

Deseo pegarle un tiro
o pegarme un tiro,
Ya no aspiro, solo suspiro.
Vago en intermitencia,
me consume el delirio.
me di cuenta de los fallos,

Me reflejé en cuerpos ajenos como castigo,
en el espejo vi un mezquino.
Quise engañar las paredes color rosa pastel,
terminé tropezando con mi ropa,

tengo el cerebro entumido.

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