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La pequeña Tabitha se encontraba en la alfombra de su habitación mirando sus juguetes pero sin moverse. Quería jugar con ellos pero no quería moverse de dónde estaba. La paz que sentía al no moverse le gustaba mucho y la disfrutaba.

Le gustaba estar tranquila y sin moverse, le gustaba estar relajada, pero sus padres parecían no entenderlo, ya que siempre intentaban que conviviera con otros niños o que jugará ella sola.

Por alguna razón, cuando estaba rodeada de niños jugando o rodeada de personas que hacían ruido, sentía muchas ganas de llorar, su cabeza dolía y esa sensación extraña se apoderaba de ella. “Incomodidad” era como lo llamaban algunas personas. Pera Tabitha no sabía que era eso y tampoco sabía cómo decirle a sus padres como se sentía.

—Cariño.— Nick entro a la habitación y camino hasta la pequeña.— Tabitha.

No, por favor.” Tabitha sabía que iban a salir a algún lado y la idea no le gustaba. Se sentía segura en su habitación y salir de ella, era estar en peligro y sabía que los malestares iban a aparecer. Pero aún así, no tenía ganas de hacer enojar a su madre.

Quería ignorarla pero tuvo que voltear cuando  Nick le tocó el hombro y la incomodidad apareció. No le gustaba que la tocaran, a veces y solo a veces, cuando ella quería, sí le gustaba pero en ese momento no quería que la tocaran.

—Iremos a casa de uno de los compañeros de papi.— Se sentó en la alfombra con ella, sin importar que su vestido se iba a arrugar.— Te puedes poner un lindo vestido o una falda, hay que dar una buena impresión.

Quiso negarse, pero no supo cómo, no le gustaban los vestidos, ni las faldas o los shorts, o cualquier prenda que dejara sus piernas al descubierto, se sentía expuesta y odiaba cómo el viento se colaba por sus piernas.

—Sí, mami.— Regreso su mirada a sus juguetes, quería recuperar la paz que le había quitado su madre.—¿Podrías elegirlo por mi?.

Cuando Nick se levantó, le dió un pequeño beso en la cabeza de Tabitha y cuando estuvo lejos la niña soltó el aire que estaba reteniendo. Por fin iba a recuperar su tranquilidad.

(...)

—Nena, ¿Por qué no vas y juegas con los niños?.—Tom se paró a lado de ella.

Habían llegado a la Mansión Malfoy hace media hora y Tabitha lo primero que hizo cuando fueron al jardín, fue correr al gran árbol que estaba en el centro del jardín y sentarse bajo la sombra del árbol.

Los niños corrían a su alrededor, mientras jugaban y gritaban, quería jugar con ellos pero el viento en sus piernas no la dejaría.
Además de que había escuchado a Astoria Greengrass decirle a Pansy Parkinson que Tabitha era rara. Aunque cuando las escucho, no sabía que significaba “rara”, supo que era algo malo cuando Blaise Zabini les dijo que no dijeran nada malo de ella.

El moreno la había defendido.

—Los niños son bobos, papi.

—Tal vez, pero podrías intentar hacer amigos, no son tan malos.

Tabitha quiso decirle que le habían dicho algo malo pero no supo cómo.

“¿Ya viste a Tabitha, Pansy?. Es tan rara, no sé cómo los Malfoy la invitan a ella y a su familia a nuestras reuniones.”

Tabitha simplemente nego con la cabeza y miro el pasto. Tom suspiro y se alejo de ahí.

—La niña no está bien.— Hablo Nick mientras veía como su esposo se acercaba a ellos.

—¿Por qué lo dices, Nicky?.

—Así se la pasa todo el día, mirando a la nada.— Tom tomo asiento a lado de su mujer.

—Tal vez sea la edad.—Narcissa llevo la taza de té a sus labios y le dio un sorbo.— Se le pasará, ya verás.

—No, yo siento que algo está mal.

Nick miro a su hija y suspiró, su niña tenía algo e iba a averiguar qué era.

(...)

Durante los últimos tres meses, habían buscado a alguien que le ayudará, fueron a San Mungo pero les dijeron que Tabitha estaba bien, que era una niña tímida. Nick se negó a creer que era eso, su niña no era tímida.

Siguieron buscando, hasta que un día, mientras caminaban por las calles de Londres, una muggle los escucho y se acercó a hablarles. Les dijo que su hijo era Autista y tal vez, un psicólogo los podía ayudar. La mujer les dio un papel con la dirección del tal “psicólogo ” y se alejo.
Fue demasiado raro.

Y una semana después ahí estaban, con el psicólogo, al parecer, el psicólogo se encargaba de las enfermedades mentales.

—Dime Tabitha, ¿Qué te gusta hacer?.—La psicóloga le sonrió, tratando de que Tabitha se sientiera cómoda.

—Nada.—Comenzó a rascar su brazo suavemente. Esa mujer no le caía bien y no le iba a contar nada.

La psicóloga comenzó a preguntar que era lo raro que veían en Tabitha y que era lo que ella hacia a lo largo del día.

Después de 30 minutos de contar todo, la psicóloga suspiró.

—Tenía razón, Sra Selwyn.—Tom tomó la mano de su esposa.—Con todo lo que me han dicho, creo saber que es lo que pasa con Tabitha.

—¿Y qué es lo que pasa?.

—Tabitha tiene el síndrome de Asperger .—Nick sintió su corazón romperse.— Es un Trastorno del espectro autista, principalmente afecta su manera de socializar y el no saber cómo expresarse.

—¿Podrá tener una vida normal?.—Tom le hizo una seña a la niña para que se acercará, la tomo de los brazos y la sentó en sus piernas.

Tabitha no sé quejo, su padre la hacía sentir segura.

—Sí, con un poco de ayuda Tabitha podrá ser como cualquier niño de su edad, podrá ir a la escuela y aprender como todos los niños. He tenido pacientes que han tenido muy buenas notas.

La niña miro como su madre lloraba mientras la veía, se sentía confundida, no entendía que pasaba, miro a su padre y él se veía un poco pálido.

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