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VIII: Fiesta Política.

DÍAS PREVIOS A LA FIESTA...

REUNIÓN CON BELINDA MITRE Y ABRIL ECHEVERRIA

La oficina del municipio del partido de La Matanza era un lugar imponente, donde la autoridad y el poder se manifestaban en cada rincón. Ubicada en el corazón de la ciudad, la oficina reflejaba la importancia y el prestigio del gobierno local.

Al ingresar, se encontraban con una amplia sala de espera, decorada con muebles elegantes y cuadros que retrataban la historia y la cultura del distrito. Las paredes estaban revestidas con paneles de madera oscura, que conferían un aire de solemnidad al ambiente.

En el centro de la sala, se erguía un imponente escritorio de madera maciza, detrás del cual se encontraba el despacho del intendente. La mesa estaba ordenada con meticulosidad, y sobre ella se destacaba un teléfono de línea directa y una computadora de última generación.

El despacho del intendente era aún más impresionante. Amplio y luminoso, estaba decorado con muebles de estilo clásico y grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. En una esquina, se encontraba un elegante juego de sofás, donde se llevaban a cabo las reuniones más importantes.

En el centro del despacho, se destacaba un imponente sillón de roble terciopelado, donde Martín Alvear recibía a sus visitantes con autoridad y determinación. A su alrededor, estanterías repletas de libros y documentos testimoniaban la intensa actividad que se desarrollaba en aquel lugar.

En este ambiente de poder y prestigio, se llevaban a cabo una de las reuniones más importantes para el plan de Martín Alvear. Y en estos días previos a la fiesta, la reunión con Belinda Mitre y Abril Echeverría, en la oficina del municipio estaba impregnada de una atmósfera de expectativa y tensión, mientras se preparaban para discutir los asuntos relevantes.

—El nombre de la localidad, ¿Será cambiado por Julio Argentino Roca?, parece lo más propio.—comentó Belinda.

—Es lo que pronunció hace unos días la oficina del intendente.—respondió Abril.

—Si nos referimos a Ciudad Evita, están en lo correcto ambas.—exclamó Martín, entrando a la sala de reuniones.

—Eso es bueno, pero aun sigo molesta contigo por darle el patrocinio de publicidad sobre el hotel a otros medios de comunicaciones y no al mío.—expresó Belinda Mitre.

—Y por eso te vengaste calumniándome.—eximió  Martín.

—No dije nada que no se sepa amor.—refutó la muchacha.

—Me gustaría que podamos llegar a un acuerdo entre ambas partes.—propuso Martín.

—¿Y que propones?—interrogaba Belinda.

—Bueno, la propuesta es que seas la primera persona en cubrir el mayor evento político que antes se haya dado en este distrito y que sobre todo cubras la trasmisión del acto de cambio del nombre para la localidad de Ciudad Evita.—decía Martín colocándole un contrato sobre la mesa a Belinda.

—Muy bien, pero no voy a retirar los dichos sobre ti y Carlos, que por lo que veo no está aquí, así que lo diré de una buena vez, debes tener los huevos necesarios para decirle lo que sientes por él.—sentenció  Belinda mientras  firmaba el papel que se encontraba sobre el escritorio.

—En cuanto a mí, me gustaría saber el motivo  especifico de la solicitud de mi presencia en esta reunión...—inquirió Abril Echeverría.

—Sí claro, necesito que hables con tu familia para que apoyen el proyecto del hotel Hilton.

—Discúlpame, pero no se involucrarán en esos asuntos, aunque me han dicho que están dispuesto a hacer inversiones en el municipio deberá ser rentable todo lo que se les presente.

—Al menos, ¿Crees que nos den un respaldo político?—pronunciaba Martín.

—Veré que puedo hacer Martín.—enunciaba Abril en tono de compromiso con sus dichos.

Luego de varios días, comenzaron los preparativos para el cambio de nombre de "Ciudad Evita", era un día soleado en el predio del "club Sportivo italiano", un lugar repleto de verdor e ideal para ubicar tantas personas como se pudiera, para el evento de tal magnitud. En el centro de la cancha se colocó un escenario enorme con luminaria para festival de colores, con globos celestes y blancos, símbolo de la patria. Todavía, con una cancha numero once, cabían en el césped varias sillas para ser ubicadas en formato de platea alrededor del escenario o más bien del espectáculo montado del intendente Martín Alvear.

El periódico más grande del país liderado por la familia Mitre, titulaba, "Le cambian el nombre a la localidad bonaerense Ciudad Evita para reparar un error histórico". Todos los medios de comunicaciones, el día del acto ceremonial se encontraban en aquel lugar. Dicho acto estaba programado para realizarse por la tarde a fin de celebrar el cambio de nombre como si fuera una fiesta patria.

Aquel día, el operativo policial estaba en pleno apogeo en los alrededores de la localidad, agentes uniformados y vehículos patrullaban las calles, asegurando que todo estuviera en orden y listo para el evento que se avecinaba. Las unidades de élite se desplegaban estratégicamente, preparadas para actuar ante cualquier eventualidad.

En coordinación con el personal de seguridad, los encargados de ultimar detalles se movían con celeridad, asegurándose de que cada aspecto estuviera bajo control. Desde la disposición de las flores en los arreglos florales hasta la selección del menú para el cáterin, todo estaba siendo supervisado con minuciosidad para garantizar el éxito de la recepción.

El protocolo de seguridad, diseñado por Martín Alvear, era de una sofisticación sin precedentes. Se habían implementado medidas de control exhaustivas, desde la identificación de cada invitado hasta la revisión de los vehículos que ingresaban al perímetro del evento. Cada detalle había sido cuidadosamente planificado para garantizar la integridad de los asistentes o de los que el quisiera y la tranquilidad del desarrollo del acto.

Así mismo, la presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires agregaba un nivel adicional de importancia y complejidad al operativo. Como referente del movimiento liberal y ocupante del sillón que una vez perteneció a Juan José Dardo Rocha, su seguridad era una prioridad absoluta. Agentes especializados se encargaban de su protección, asegurando que su llegada y participación en el evento transcurrieran sin contratiempos.

En el aire se percibía una tensión palpable, mezcla de expectativa y anticipación, pero también de determinación y profesionalismo por parte de las fuerzas de seguridad. Todos estaban conscientes de la importancia del evento y del papel crucial que desempeñaban en su desarrollo. 

El sol del atardecer derramaba su cálido resplandor sobre los jardines del Club Italiano de Ciudad Evita, mientras el murmullo de la multitud se elevaba en anticipación al evento. El césped verde brillaba bajo los rayos del sol, y los árboles frondosos ofrecían su sombra reconfortante a los asistentes que se habían congregado para presenciar un momento histórico en la vida de la comunidad.

Entre la multitud, y cerca del horario previsto destacaba la figura recién aparecida en escena del intendente municipal, Martín Alvear, un hombre de cabello oscuro y apuesto, aunque su mirada reflejaba un cierto cinismo apenas perceptible. Vestido con un traje de color oscuro que realzaba su porte distinguido, avanzaba con paso firme hacia el podio instalado en el centro del predio. 

Su gesto serio, matizado por una leve sonrisa irónica, dejaba entrever la complejidad de sus pensamientos en un momento de tal trascendencia. A su alrededor, ciudadanos de la localidad y de todas las edades se agrupaban expectantes, algunos con rostros emocionados, otros con expresiones más serenas, pero todos conscientes de la importancia del evento que estaban a punto de presenciar.

El Club Italiano de Ciudad Evita, con sus imponentes instalaciones de estilo renacentista, se erigía como un símbolo de la rica historia y cultura de la comunidad. Sus amplios jardines, cuidados con esmero, ofrecían un oasis de verdor y tranquilidad en medio del bullicio urbano. Alrededor del predio, se extendían las calles empedradas de la ciudad, bordeadas por pintorescas casas de estilo mediterráneo y pequeños comercios que reflejaban el carácter acogedor y vibrante de Ciudad Evita.

A medida que el intendente se acercaba al podio, el murmullo de la multitud dio paso a un silencio expectante. Todos los ojos estaban puestos en él, conscientes de que sus palabras marcarían un antes y un después en la historia de su querida localidad. Frente al escenario, entre la multitud que se congregaba con expectación, se distinguían varias figuras importantes de la comunidad, cada una con su propia aura y presencia distintiva.

Abril Echeverría, con su cabello largo y castaño que caía en ondas sobre sus hombros, irradiaba una energía vibrante y una sonrisa contagiosa. Su elegancia natural y su porte confiado la convertían en el centro de atención dondequiera que fuera.

Belinda Mitre, con su elegancia refinada y su mirada penetrante, se destacaba por su impecable sentido de la moda y su expresión serena pero cautivadora. Su presencia exudaba autoridad y sofisticación, dejando claro que era una mujer de influencia en la comunidad.

Austin Pellegrini, con su estatura imponente y sus rasgos marcados, destacaba aún más por su distintivo cabello pelirrojo, que brillaba bajo la luz del sol como una llama encendida. Emanaba una sensación de poder y determinación, como un titán entre la multitud. A pesar de su imponente presencia, su belleza natural no pasaba desapercibida, sus facciones angulares y su piel pecosa le otorgaban un encanto único.

Aunque su postura erguida y su mirada fija revelaban a un líder nato, alguien acostumbrado a tomar decisiones difíciles y a enfrentar desafíos con valentía, también había un atisbo de timidez en él, especialmente cuando las cámaras lo enfocaban. Aunque no se sentía completamente cómodo frente a los reflectores, su presencia no dejaba lugar a dudas sobre su carisma y magnetismo innato.

Kevin Yrigoyen, a diferencia de Martín Alvear, representaba una figura política con una ideología contraria y una familia que había sido históricamente opositora al gobierno de Alvear. Con su sonrisa amable y su actitud relajada, Kevin transmitía una sensación de cercanía y camaradería, pero detrás de esa apariencia afable se escondía un político astuto y determinado.

Proveniente de una familia con una larga tradición en la política local, los Yrigoyen habían sido durante años una fuerza opositora al gobierno de los Alvear. Kevin, sin embargo, se destacaba por su enfoque pragmático y su habilidad para forjar alianzas en busca de sus objetivos políticos.

A pesar de su aparente disposición para brindar apoyo y su habilidad para generar empatía con la gente, Kevin tenía una ambición desmedida y una determinación férrea para disputarle el poder a Martín. Su presencia reconfortante y su capacidad para ganarse la confianza de la gente eran herramientas que utilizaba hábilmente en su búsqueda por consolidar su posición política y desafiar el dominio de los Alvear en la ciudad.

En el escenario político local, Kevin se perfilaba como un contrapeso importante a la influencia de Martín Alvear, utilizando su carisma y habilidad política para cimentar una base de apoyo sólida y disputarle el poder en cada oportunidad que se presentaba. Aunque aún no comenzaba la batalla por el poder, Kevin Yrigoyen estaba decidido a esperar el momento oportuno para desatar su estrategia política. Sin embargo, lo que sobrevendría en el futuro próximo cambiaría el curso de los acontecimientos de una manera inesperada y llena de venganza.

Carlos Alcorta, a pesar de la tensión palpable entre él y Martín, había decidido estar presente en el evento. Su presencia era un recordatorio de las complejas relaciones humanas y de la capacidad de reconciliación incluso en los momentos más difíciles. Aunque su expresión reflejaba cierto resentimiento, también mostraba una determinación silenciosa de superar las diferencias por el bien común. Cada una de estas figuras importantes aportaba una dimensión única al evento, enriqueciendo el ambiente con su presencia y sus personalidades distintivas.

 Una vez listo, Martín Alvear se encontraba frente al micrófono, listo para dar su discurso ante la multitud expectante. Su presencia imponente dominaba el escenario, con una postura erguida y una expresión seria que reflejaba su determinación y confianza en sí mismo. Con el ceño ligeramente fruncido y los labios ligeramente apretados, transmitía una sensación de concentración y seriedad.

Aunque su cabello oscuro estaba perfectamente peinado y su traje de color oscuro le confería un aire de autoridad, era su mirada penetrante lo que cautivaba a la audiencia. Sus ojos, profundos y decididos, recorrían la multitud con firmeza, estableciendo un contacto visual directo con cada uno de los presentes. Con una mano apoyada en el podio y la otra ligeramente alzada en un gesto de determinación, Martín exudaba un aura de liderazgo y poder. Su voz, firme y segura, resonaba en el aire con una autoridad natural, atrayendo la atención de todos los presentes y manteniendo su interés cautivo.

A pesar de la tensión palpable en el ambiente, Martín irradiaba una confianza inquebrantable en su capacidad para dirigir y guiar a su comunidad hacia un futuro mejor. Estaba listo para enfrentar los desafíos que se avecinaban y para defender con fervor sus convicciones y su visión para Ciudad Evita. En ese momento, frente a todos los presentes, Martín Alvear estaba preparado para dejar su huella en la historia de aquella localidad y para liderarla hacia un destino lleno de promesas y oportunidades.

"Compatriotas de Ciudad Evita y del partido de La Matanza, hoy nos reunimos en un momento trascendental en la historia de nuestra querida localidad y de nuestra patria. El gobierno bonaerense ha tomado la decisión de oficializar un cambio de nombre que marca un hito en nuestra identidad colectiva.

Desde hace años, nuestra localidad ha llevado el nombre de Ciudad Evita, en honor a Eva Duarte de Perón. Sin embargo, es importante reconocer que este nombre ha sido objeto de controversia y debate. Entendemos que, aunque Eva Duarte de Perón haya sido una figura emblemática en la historia argentina, el uso de su nombre para denominar esta ciudad ha sido motivo de discordia.

Hoy, en un acto de reparación histórica, el gobierno ha decidido cambiar el nombre de nuestra localidad. Pero no lo hacemos para borrar el legado de Eva Perón, sino para reconocer que su figura es parte de nuestra historia, pero que también es necesario honrar a otros próceres que han contribuido al desarrollo y la grandeza de nuestra nación.

Es por eso que Ciudad Evita llevará a partir de ahora el nombre de uno de los próceres argentinos más importantes de la historia: Julio Argentino Roca. Roca fue un líder visionario, un defensor de nuestra soberanía y un símbolo de la unión nacional. Su legado perdura en cada rincón de nuestra patria, y es un honor para nosotros llevar su nombre en nuestra localidad.

Este cambio de nombre no es solo un acto simbólico, es un compromiso con nuestra identidad, con nuestra historia y con nuestro futuro. Es un paso hacia adelante en la construcción de una sociedad más inclusiva y justa, donde todos los ciudadanos sean reconocidos y valorados.

Quiero agradecer al gobierno bonaerense por su valentía y determinación en tomar esta decisión, así como a todos ustedes, mis queridos compatriotas, por su apoyo y comprensión en este proceso de cambio.

Que el nombre de Julio Argentino Roca nos inspire a seguir adelante con fuerza y ​​determinación, construyendo juntos un futuro lleno de oportunidades y progreso para todos.

¡Que viva Ciudad Roca, que viva La Matanza, y que viva la Argentina!

Muchas gracias."

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Después del evento en el Club Italiano, Austin y Kevin salieron juntos, sumergidos en el bullicio de la noche urbana. Caminaron de la mano hacia el estacionamiento, donde el automóvil de Kevin los esperaba, listo para llevarlos a casa. A pesar de la oscuridad de la noche, se sentían seguros mientras se dirigían hacia el vehículo.

Sin embargo, mientras se acercaban al automóvil, un grupo de individuos sombríos los observaba desde las sombras, esperando el momento oportuno para llevar a cabo su nefasto plan. Sin que los jóvenes se percataran, los secuestradores los siguieron discretamente, esperando el momento adecuado para actuar.

Cuando llegaron al automóvil y Kevin desbloqueó las puertas, los secuestradores emergieron de entre las sombras, rodeando rápidamente a Austin y Kevin antes de que pudieran reaccionar. En un instante, los jóvenes fueron inmovilizados, con sus gritos sofocados por la sorpresa y el miedo.

Sin dejar rastro alguno, los secuestradores obligaron a Austin y Kevin a subir al automóvil de Kevin y los llevaron lejos de la ciudad, a una casa abandonada en las afueras donde nadie los encontraría. La noche envolvía la escena en un manto de oscuridad, ocultando cualquier indicio de lo que estaba ocurriendo.

Mientras tanto, en la ciudad, la vida continuaba su curso, ajena al drama que se estaba desarrollando en la oscuridad de la noche. Nadie se percató de la desaparición de Austin y Kevin, y el silencio de la noche ocultó sus gritos de auxilio mientras eran arrastrados hacia un destino desconocido y aterrador.

 Después de ser sometidos y llevados a la casa abandonada, los secuestradores colocaron a Austin y Kevin en habitaciones separadas, donde son inmovilizados y subyugados a una atmósfera de terror y desesperación. Mientras tanto, uno de los secuestradores, con un aura de perversión y sadismo, se aproximaba a Austin con una sonrisa siniestra. Observando con deleite el miedo en los ojos de Austin, saboreando cada momento de su angustia.

El secuestrador, en su intento de ejercer poder y control sobre su víctima, lanzó una amenaza con un tono siniestro y desafiante:

—Todavía no has conocido lo que es sentir placer —Decía el secuestrador en un tono siniestro, mientras comenzaba a acercarse a Austin. 

Con estas palabras, el secuestrador buscaba sembrar el miedo y la desesperación en Austin, insinuando las atrocidades que estaba dispuesto a cometer y recordándole que se encontraba completamente a su merced. Era un intento de intimidar y someter a la víctima, aumentando el tormento psicológico que experimentaba Austin y Kevin en manos de sus captores.

A Austin lo habían inmovilizado con cuerdas, al igual que a Kevin en la habitación contigua. Estaban en una casa abandonada, situada en las afueras de la ciudad y rodeada por densos bosques que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El silencio del lugar era opresivo, solo interrumpido por los murmullos de los secuestradores y los gemidos de dolor de los jóvenes.

Aunque a Austin le habían tapado los ojos con una venda, Kevin podía escuchar lo que sucedía al otro lado de la pared. El sonido de las descargas eléctricas y los gritos de dolor del chico que más quería lo llenaban de desesperación, aumentando la sensación de impotencia que lo consumía. Austin suplicaba que no le hicieran daño, pero sus ruegos caían en oídos sordos. Los secuestradores, indiferentes a sus gritos, estaban decididos a hacerles sufrir.

En la habitación contigua, Kevin estaba también atado y desnudo. La fría superficie del suelo de cemento contribuía a intensificar su sufrimiento mientras recibía las descargas eléctricas, cada una más dolorosa que la anterior. La impotencia lo invadía mientras luchaba por mantenerse consciente frente a la tortura. Ambos jóvenes, atrapados en una pesadilla sin fin, se aferraban a la esperanza de que algún milagro los salvara y los reuniera de nuevo. Pero en medio de la oscuridad de aquel lugar remoto, esa esperanza parecía desvanecerse con cada momento que pasaba.

CONTINUARÁ...

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