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VII: Sentimientos Encontrados.

Mientras cenaban, Austin notó que algo en el cambiaba. Ver a Kevin, sus labios y su sonrisa, le hacían darse cuenta de que tenía sentimientos encontrados por él. Sentía miedo por ello. ¿Cómo era posible que ese chico hubiera entrado en su vida y cambiara todos sus esquemas?

—¿Y qué tal la cena? —preguntó el rubio con una sonrisa juguetona.

—Está exquisita, es perfecta. —respondió, intentando disimular los nervios que lo invadían.

—Bueno, me alegra que te haya gustado. Creo que antes no había tenido la oportunidad de agradecerte sinceramente por la ayuda que me has dado en tan poco tiempo.

—No tienes nada que agradecer. —dijo, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta.

—Lo sé, pero en algún punto el hecho de que nos hayamos encontrado hace que me sienta muy feliz y en paz a tu lado. —pronunció Kevin, tomándolo de la mano con ternura.

Poco a poco comenzó a cortar la distancia que había entre los dos. Sus dedos rozaron su piel, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Colocó una de sus manos sobre el perfil del rostro y el cuello, mientras su dedo índice y pulgar rodeaban delicadamente los labios del chico. Lo hacía sentía vulnerable ante su mirada intensa, pero al mismo tiempo ansiaba más de su contacto.

—Necesito que pares. —exclamó en un susurro entrecortado, sintiendo cómo su corazón latía desbocado.

—No te preocupes, ven conmigo. —dijo Kevin con voz suave, tomándolo de la mano y dirigiéndose hacia un pasillo oscuro del restaurante.

Una vez, adentrados en un espacio apartado, probablemente un depósito o una bodega. La penumbra los envolvía mientras Kevin se acercaba hacia él con determinación. Sus manos exploraban cada centímetro del cuerpo del muchacho, desatando una oleada de sensaciones que lo dejaban sin aliento. Este, se encontraba perdido en un mar de deseo, incapaz de resistirse a sus caricias.

Kevin acorraló suavemente contra la pared al pelirrojo, sus labios encontraron su cuello en un beso ardiente que hizo temblar sus piernas. Cerró los ojos, entregándose al torbellino de emociones que lo embriagaba. El roce de sus labios contra los suyos fue como un fuego que avivaba el deseo que ardía en lo más profundo de su ser.

El beso que compartieron fue la confirmación de los sentimientos encontrados que albergaba en su interior. No podía negar la atracción que sentía por Kevin, una atracción que iba más allá de lo físico. Cada momento a su lado me hacía sentir vivo, como si finalmente hubiera encontrado mi lugar en el mundo.

Mientras tanto, en la casa de Martín Alvear, Carlos Alcorta llegaba para hablar sobre algunos asuntos pendientes de la política libertaria que lideraba Martín. El joven político y amigo del anteriormente mencionado, irradiaba una presencia imponente y segura. Vestía un traje claro que resaltaba su figura esbelta y atlética, confeccionado con una tela de alta calidad que caía con elegancia sobre su cuerpo. La chaqueta del traje, ajustada a la perfección, enfatizaba sus hombros anchos y su porte seguro, mientras que los pantalones, cortados a medida, mostraban su sentido del estilo refinado y su atención al detalle.

Bajo la chaqueta, Carlos lucía una camisa de un tono similar al traje, con un escote en forma de "V" que revelaba sutilmente su pecho bien formado. La camisa, confeccionada en un tejido suave y lujoso, se ajustaba perfectamente a su cuerpo, destacando su elegancia natural y su estilo sofisticado. Alrededor de su cuello, Carlos llevaba una cadena de oro delicada, que brillaba con un brillo sutil bajo la luz tenue de la mansión. La cadena, un toque de lujo discreto pero distintivo, agregaba un toque de sofisticación a su atuendo y reflejaba su gusto por los detalles finos.

En cuanto al calzado, Carlos había optado por unos zapatos de cuero negro reluciente, que complementaban a la perfección su traje claro y su camisa del mismo tono. Los zapatos, de una marca reconocida por su calidad y estilo, mostraban su sentido del estilo refinado y su disposición para invertir en prendas de alta calidad. Su estilo refinado y su presencia segura lo hacían destacar entre la multitud del lugar, demostrando su capacidad para destacar tanto en el mundo político como en el de la moda.

Mientras que Martín Alvear, sorprendido por la visita inesperada de Carlos Alcorta y su comitiva, se vistió de manera más relajada pero aún conservando un aire de elegancia. Optó por un estilo semi-formal que reflejaba su posición como líder político, pero también su disposición para abordar asuntos importantes de manera informal.

Vestía unos pantalones de tela en un tono neutro, combinados con una camisa de algodón de color claro, ligeramente desabotonada en el cuello para dar un toque más relajado. La camisa estaba cuidadosamente planchada, pero no excesivamente formal, mostrando un equilibrio entre comodidad y presentación adecuada.

Sobre la camisa, Martín llevaba un suéter de punto fino en un tono que complementaba su tez bronceada, proporcionando un poco de calidez y estilo adicional a su atuendo. Las mangas del suéter estaban ligeramente remangadas, mostrando un gesto despreocupado pero elegante.

En cuanto al calzado, Martín se decidió por unos mocasines de cuero marrón oscuro, cómodos pero aún así apropiados para la ocasión. Los zapatos estaban bien cuidados y pulidos, reflejando su atención al detalle incluso en un atuendo más informal. El chico, lucía con una apariencia casual pero elegante, mostrando su capacidad para adaptarse a las circunstancias sin comprometer su estilo personal o su presencia como líder político.

—¡Hola, amigo! —expresó Martín, boquiabierto al ver al joven de cabellos dorados, cada uno de sus cabellos al viento era tan atractivo como el propio Carlos.

—No hay tiempo que perder, Martín. —inquirió este con enojo, seguido por una comitiva de asesores.

—Okay. —respondió el joven, abriendo paso hacia dentro de la mansión.

Una vez dentro, se ubicaron en uno de los salones espaciosos que encontraron. Todos tomaron asiento en el diván. Se notaba la preocupación de todos, algunos recibieron copas de champagne mientras que otros sacaron cigarros de sus bolsillos.

—Tenemos que poner en marcha el plan con nuestros aliados: Mitre, Echeverría, Yrigoyen, y nuestras dos familias, Alcorta y Alvear. —dijo Carlos.

—¿Cuál es el problema? —vociferó Martín con impaciencia y mal humor.

—El problema es que estás haciendo tratos con la madre de Austin Pellegrini. —dijo Carlos en el mismo tono.

—¿Y qué querías que hiciera? Prometimos un distrito municipal excelente y eso es lo que les daré a los miles de matanceros que apoyaron al partido liberal. —respondió Martín.

—Puede que seas un imbécil en ocasiones, pero esa mujer te dejará con una deuda billonaria y además planea vender drogas en tus hoteles. —dijo Carlos.

—A veces es necesario sacrificar ciertos intereses por un tiempo determinado. Si la policía descubre su juego sucio, la meterán presa. —respondió Martín.

—Podrían dejarnos en quiebra por una inversión tan oscura y podrían acusarte de negligencia política. —argumentó Carlos.

—La comitiva solicita una revisión de los contratos con la Sra. Pellegrini y las políticas de prevención y cuidado de ambas partes sobre el proyecto de infraestructura. Recordando que fue su excelencia, Martín Alvear, quien firmó la prestación de los fondos para esta construcción. —dijo el presidente de la junta de asesores.

—Y además, tu relación con Carlos Alcorta está causando conflictos políticos según los periódicos. —añadió otro miembro de la comitiva.

—Carlos y yo solo somos mejores amigos. —aseguró Martín.

En ese momento, Carlos golpeó la mesa con un puño y salió de la habitación, dejando un silencio inmutable. Martín salió detrás de él para saber qué le pasaba.

—Carlos, ¡espera! —exclamó Martín con énfasis.

—¿Qué quieres, Martín? —dijo el rubio mirando al pelinegro.

—¿Qué te pasa? —preguntó Martín, viendo el brillo en los ojos de Carlos. Ambos se sentían confundidos. ¿Habían desarrollado sentimientos encontrados...?

—Solo déjame. —respondió Carlos, y casi desapareció en la oscuridad de la noche al subirse a su auto.

La discusión se intensificó mientras se debatían los riesgos y beneficios de ciertas decisiones políticas. Martín se enfrentaba a la presión de mantener el equilibrio entre sus ideales y las demandas de sus aliados. Carlos, por su parte, luchaba con sus propios dilemas internos, cuestionando su lealtad y sus sentimientos hacia Martín. La tensión entre los dos hombres era evidente, reflejando la complejidad de sus relaciones personales y políticas.

A medida que la noche avanzaba, las sombras del pasado y del futuro se entrelazaban, tejiendo un tapiz de intriga y misterio. Los destinos de Austin, Kevin, Martín y Carlos estaban entrelazados de formas que aún no podían comprender. Sus decisiones y acciones tendrían repercusiones que resonarían mucho más allá de aquella noche, alterando el curso de sus vidas de maneras inesperadas.

Erase de esperar que Carlos necesitaría tiempo para pensar que le estaba pasando con Martín, sabiendo que todo lo que pudiera pasar traería consecuencias y cambios dentro de su vida publica y privada. No fue hasta después de unos días y de los últimos sucesos, que el gobierno de Martín Alvear, (sin la ayuda de Carlos), tenía planeada una gran fiesta política para unir fuerzas con inversores, y otros espacios del mundo empresarial.

Era la primera vez que Austin y Kevin, compartirían el mismo espacio con Martín, sobre todo, era la primera vez que se verían cara a cara, al menos para Austin Pellegrini. No era al  azar que fueran invitados a un evento de tal importancia, el gobierno liberal necesitaría quitárselos del medio. 

Continuará...

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