Capitulo 1
¿Dónde estoy?
¿Por qué mi cuerpo se siente tan...pesado?
Un pequeño estremecimiento paso por mi cuerpo al abrir los ojos por primera vez. Mi vista era casi nula, tuve que parpadear un par de veces para que la neblina dejara mis ojos y pudiera ver a observar con dificultad a mi alrededor.
Esta no era mi habitación. Era más grande, decorada con hermosos cuadros y elegantes ventanales...todo era tan brillante como si estuviera rodeada de oro.
¿Estaba en el cielo o en un lujoso hospital?
Mierda, si era la segunda opción tendría que regalar casi todos mis órganos para poder pagar la cuenta. Por que aun con todos mis ahorros no podría pagar un hospital como este.
Levante mi mano para tapar mis ojos ante la luz intensa que logro golpearme directamente a la cara.
¿Qué carajos?
Mire con incredulidad mi mano, era pequeña y regordeta como las de un...bebe. Esto no era posible, porque estaba segura de que era una mujer de veintidós años hasta hace unos ¿Minutos? ¿Segundos?
¡¿Volví hacer un bebe?!
Gimotee enojada, ¿Eso siquiera era posible? Al parecer si por el cómo me encontraba ahora.
-Fue una niña, su majestad – escuché una voz temblorosa a solo unos cuantos metros de donde me encontraba, fruncí el ceño, ¿De quién era esa voz?
Mis ojos cayeron en dos grandes joyas azules que me miraban con interés, eran hermosos y parecían brillar como dos grandes estrellas del firmamento.
-Aurora Ambrose de Alger Obelia – Su voz fue firme y pude ver como la esquina de sus labios se levantaron solo por unos cortos segundos antes de volver a su expresión neutra – Futura Heredera de Obelia – murmuro alzándome en brazos
Su mano se acercó a mi mejilla y dio una suave caricia haciéndome sonreír por aquella muestra de afecto, cerrando sus ojos cuando la caricia fue hacia mi cabeza
Espera... ¿Dijo Obelia?
Abrí mis ojos con sorpresa, observe al hombre frente a mí y lo detalle mejor.
Sin duda era hermoso o más de lo que describían en aquella novela, no tarde en darme cuenta de que era el mismísimo Claude de Alger Obelia, el desafortunado emperador con un pasado terrible, aquel personaje por el cual en algún momento sentí compasión.
¿Por qué renació? ¿Por estaba en esta historia con un posible final trágico?
-Mi hermosa Aurora – susurro aquel hombre, sorprendiéndome por la mirada tan suave que transmitía hacia mí. ¿El...seria mi padre en esta nueva vida?
Pero si lo era, ¿Por qué estaba siendo tan amable conmigo?, en la historia que había leído, él casi nunca vio a su hija, siempre despreciándola y hasta cambiándola por aquella castaña que era hija de su detestable hermano.
Todo por aquella bailarina que moriría cuando diera a luz a la desafortunada Athanasia, lo cual fue la causa principal de que la alejara y dejara en abandono en aquel palacio donde ocurriría la masacre.
¿La trama cambiaria ahora que ella se encontraba dentro?
Quizás...quizás podría ayudar aquel hombre frente a mí, además de que si me tomaba más aprecio que aquella castaña que en unos años aparecería él no me mataría.
Cielos, todo esto seria más complicado de lo que pensaba.
Que injusta es la vida
Mire con disgusto a la nodriza frente a mí, sus facciones resaltaban nerviosismo y como no, si mi padre y el fiel caballero Félix nos estaban mirando con gran intensidad.
¿Acaso somos su distracción de aburrimiento? ¡Lárguense para que pueda alimentarme!
Aprete mis puños con vergüenza, este era el momento del día que más detestaba...ser alimentada.
¡Por dios! Sabía que tenía la apariencia de un maldito bebe, pero aun tenía la capacidad mental de una adulta de veinticinco años, ¡Era vergonzoso!
¡¿Por qué mi padre tenía que presenciar cuando tomaba la leche de aquella extraña mujer?!
-Por favor princesa – murmuro la chica frente a mí, sonriendo nerviosa y tratando de meter su pezón a mi boca. Voltee la mirada, esquivando su pecho.
-Es la sexta nodriza, su majestad – volteo, observando a Felix mirarme preocupado - ¿Cree que la pequeña princesa este enferma? Escuche que algunas niñas...
-No, mi hija es una niña completamente sana – escuche la voz de Claude y pude notar un tono enojado en su voz - ¿Es que acaso no pueden traer a una mujer eficiente? – lo escuche gruñir y a pesar de que no lo estuviera viendo sabia que estaba con aquella cara que daba miedo.
El estremecimiento de la chica hizo que sintiera pena, estaba claro que ella no tenía la culpa. Pero, no podía evitar ser indiferente y más cuando eso me causaba una gran vergüenza.
-Por favor – susurro la nodriza mostrando ojos cristalinos. Bufe, abriendo mi boca con asco. Cerré los ojos con fuerza, mientras me alimentaba – Su majestad, la princesa ya se está alimentando
-Parece que esta nodriza si es apta, su majestad – pude escuchar un ligero movimiento, antes de que alguien acariciara mi cabeza con suavidad
-Te encargaras de cuidar y alimentar a mi hija – ordeno mi padre, abrí los ojos encontrándolo a nuestro lado
-Lo que ordene, su majestad – murmuro la muchacha frente a mí, pude ver su rostro más relajado
Solo esperaba que en las otras ocasiones que me alimentaran no estuvieran espectadores, eso haría más fácil estas acciones tan vergonzosas y que mi ahora niñera no sufra.
Un mes después
Claude miro suavemente los pequeños gorgojeos tiernos que producía su pequeña hija mientras tomaba una de sus tantas siestas.
La pequeña estaba en una cuna al lado de su asiento, siendo cuidada por su padre.
La preocupación se había retirado de él luego de a ver encontrado aquella sirvienta que cumplía con el cuidado y alimentación de su hija.
Pero, a pesar de que había una nodriza al cuidado de su pequeña, el siempre trataba de estar presente personalmente. No podría permitir que su hija estuviera en peligro, no después del asesinato de su anterior esposa.
Fue casi un milagro que el llegara a tiempo antes de que aquel hombre también asesinara a su pequeña y se quedara nuevamente solo.
Acerco su mano hacia su pequeña, acariciando ligeramente aquella regordeta mejilla sonrojada, sintiendo la suavidad en ella. Tarareo levemente, dejando que una sonrisa fantasmal se plasmara en su rostro.
Sin duda su pequeña aurora era hermosa. Tan hermosa como aquella amiga que le dio aquel ángel.
Vio como aquellos ojos se abrían mostrando ojos enjoyados, brillando de inocencia y ternura.
-Veo que despertaste – susurro, observando confundido el como su hija levantaba los brazos hacia el moviendo sus pequeñas manos de manera graciosa.
Claude se quedó sorprendido cuando vio el primer puchero de su pequeña, mirándolo con algo de fastidio mientras movía sus manos. Sonrió con diversión, tomándola en brazos para volver a sentarse en su escritorio.
La pequeña aurora observo con irritación como su Claude pinchaba sus mejillas, pensó que se detendría al ver su molestia, pero siguió haciéndolo con una mirada burlona en su rostro.
Tomo aquel dedo que la fastidiaba, atrapándolo con su pequeña y regordeta mano mientras miraba al emperador con un puchero a su padre antes de reír al ver su mirada sorprendida.
Vio una sonrisa instalarse en sus labios, junto con una mirada brillante que solo estaba siendo dirigida a ella.
Tan lindo, pensó mientras se sonrojaba.
Tal vez ella había sido enviada para cambiar aquella tristeza que se ocultaba detrás de aquellos fríos ojos enjoyados.
Siempre había sentido tanta simpatía con aquel personaje que leía por las noches a su sobrina. Su historia era similar a la suya, solo que ella no había asesinado a su familia, pero si se había apartado de ellos.
Sus padres jamás le tomaron importancia a su existencia, solo preocupándose por su hermano mayor, siendo solo la sombra de este.
Su única familia fue aquella amiga que tuvo desde la infancia, la cual se convirtió en su hermana y juntas criaron aquella niña que nació de aquella amable chica.
Quizás ella podría cambiar el futuro de aquel emperador y convertirse en aquella compañera que el necesitaba para no caer en la oscuridad.
Sonrió, acurrucándose en su pecho mientras lo sentía mecerla.
-Parece que no volverás a dormir ¿No es así? – pregunto con un toque de diversión Claude, viendo a su hija sorbiendo el pequeño hilo de baba que intento caerse por su mejilla – Entonces me tomare un pequeño descanso – susurro más para el que para la pequeña que tenía en brazos, observando los papeles que tenía en la mesa.
Ser emperador era una gran carga para una persona de tan solo catorce años y más ahora que tenía a su pequeña aurora.
Dio un pequeño suspiro, dirigiéndose aquel diván que tenía en su sala. No tardo en recostarse en el colocando a su pequeña aurora en su pecho.
Aun no podía creer como aquella pequeña criatura era su hija, se veía tan hermosa mientras gorgojeaba y le sonreía tomando su mano como si fuera lo único que quisiera sostener.
Su pecho se inundó de calidez viendo a su pequeña aferrarse a él.
Su pequeña
Solo suya
Su Aurora, el cabello rubio tan dorado como el oro, un leve rubor en sus lindas mejillas regordetas, labios pequeños rellenitos y rosados, largas pestañas que enmarcaban aquellos ojos enjoyados que lo miraban con atención.
La cara de su hija demostraba tanta pureza, aquella que el mismo protegería con su vida.
Nadie le haría daño a la única personita que alegraba sus días, nadie la alejaría de él, era su pequeña princesa, la única luz que tenía en su vida.
- ¿Sabes? No quise que tu nombre sea como los demás, debía ser algo muy significativo y es por eso por lo que te coloque Aurora, tú eres mi nuevo amanecer – murmuro Claude, acariciando con su mano derecha la mejilla regordeta de su pequeña, sintiendo la suavidad de esta – Serás una gran emperatriz, pequeña Aura – susurro, dejando salir una suave sonrisa viendo a su pequeña sonreírle
Aurora recostó su cabeza en el pecho de Claude, sintiéndose tranquila y feliz de sentir la calidez en su pecho mientras Claude acariciaba su cabeza.
Felix Robane, el escudero leal del emperador y el caballero de sangre carmesí se dirigió a la sala del emperador, debía ir a entregarle algunos papeles y cartas importantes.
El ambiente era cálido y la luz del sol estaba en su máximo esplendor, rayos solares se infiltraban por los grandes ventanales del palacio.
Cuando llego a la sala toco la puerta dos veces llamando a la puerta, cuando no hubo respuesta del emperador, luego de algunos minutos abrió la puerta con suavidad, sorprendiéndose ante lo que vio.
Claude estaba recostado en su diván con la pequeña princesa Aurora en su pecho dándole suaves caricias en su cabeza, ambos disfrutando de la calidez del momento mientras la luz solar brillaba sobre ellos.
Era una imagen que logro enternecer al caballero.
Su amigo por fin había encontrado a la persona que lo alejaría de la oscuridad y le daría el amor que necesito toda su vida.
Quizás era el comienzo de algo maravilloso para todo Obelia.
Felix sonrió suavemente sintiendo una calidez inundar su pecho mientras cerraba la puerta en silencio.
Aquella imagen sería algo de nunca olvidar, algo que atesoraría con mucho cariño.
Se prometió a si mismo proteger aquella pequeña criatura que ahora iluminaria Obelia, su primera estrella...Aurora sin duda era el nuevo amanecer que tanto esperaban.
Camino por el pasillo, su cuerpo se encontraba cálido y una gran sonrisa surcaba en sus labios. Dejo de lado el papeleo del emperador, dejaría que tomara un descanso con la pequeña princesa.
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