En el corazón de Noruega, en un pueblo sumido en las sombras, donde la noche se extendía por meses y nunca salía el sol, intentaba esconderme de mi destino, ganar al tiempo antes de caer en un inevitable sueño tan profundo como la oscuridad misma.

Mi nombre es Aurora, una burla siniestra de mis padres cuando mi destino no era más que sombras y oscuridad. Mi vida estaba entrelazada con una antigua maldición de un sueño eterno. La leyenda contaba que solo un príncipe vampiro podría despertarme con un beso de oscuridad. Pero yo no creía en ellos. Aunque un mundo de magia y hechicería me rodeaba desde mi nacimiento, creía en la maldad y bondad de los hombres, en el poder de la alquimia, pero no podía creer en criaturas sobrenaturales. ¿Hombres que se transformaban en murciélagos, que dormían en ataúdes y que podrían morir por la punta de una estaca o convertirse en cenizas por un rayo de luz? Solo un niño podría creer en esas historias.

Hasta que llegó él, Valian, con sus ojos rojos como la sangre y un aura que resonaba con una extraña familiaridad. Su llegada susurró cambios en el viento nocturno. La aurora boreal, la única luz que dibujaba los cielos de Tromsø, bajó su intensidad hasta casi convertirse en nada. Y me hizo entender que el poder de la magia y la hechicería eran más poderosos de lo que nunca había llegado a imaginar.

Cuando la maldición llegó a su inicio, el día que cumplí los dieciocho años, caí en un sueño profundo en el que solo brillaba la oscuridad. No podría decir que me sorprendió, lo esperaba desde que tenía uso de razón. Por lo que me encontró en la cama, junto a mi tía Fran, la mujer que me acogió y me dio un hogar en mi retiro en Tromsø.

Cuando desperté, solo pude ver los ojos escarlatas de Valian y sus colmillos brillando en la oscuridad de la tarde noruega, confirmando las sospechas que habían crecido en mi corazón desde el día que se presentó ante mí.

Cuenta mi tía que, en silencio, acechó hacia mi lecho y, con palabras que resonaron como melodías olvidadas, rompió la maldición que me habría mantenido en un sueño sin fin. La oscuridad lo envolvió todo cuando sus labios se encontraron con los míos, y desperté viendo unos ojos que destellaban una luz vampírica.

Juntos, gobernamos el reino de la noche, explorando rincones secretos donde las sombras danzaban con la promesa de un amor eterno. Hasta que la tentación de la luz se cruzó en nuestro camino cuando la cura para el vampirismo se reveló ante nosotros.

Valian enfrentó el dilema de su existencia. Quería desafiar las sombras, vivir una vida diurna, pero no perder su esencia vampírica, su naturaleza más profunda, lo que lo hacía único en el mundo. Lo acompañé en su lucha interna, decidiera lo que decidiera, nunca me separaría de su lado.

Las posibilidades se abrían frente a nosotros, ¿deberíamos seguir siendo fieles a la oscuridad o buscar una vida en la que la luz también tuviera cabida? ¿La cura para el vampirismo sería nuestra salvación o nuestra perdición?

Esta es nuestra historia, la de una princesa rota que brillaba como el sol y la de un vampiro que anhelaba la luz.