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※Capítulo 5※



Valian entró en su casa pegando un fuerte portazo. Su mal humor no mejoraba y mucho menos después de haber visto a Aurora exponerse a semejante peligro. Si no hubiera estado cerca... ni siquiera quería pensarlo.

Todavía podía paladear el aroma embriagador de su sangre. Apretó los puños y cerró sus ojos. La vio en el lago, jugando a tirar las piedras en el agua como una niña. Su pelo dorado bailando en el viento. Sus ojos verdes mirándolo profundamente, dilatados por el miedo, su aliento saliendo de esos labios rosados. Alzó su brazo como si pudiera tocarla. El recuerdo de la piel suave de su rostro lo estremeció. Se imaginó rozándole la boca con la punta de sus dedos, acortando más la distancia que ella impuso entre ellos y probando sus labios. Acariciándolos con su lengua, mordiendo su labio inferior. Casi pudo saborear el gusto de su sangre...

La voz exaltada de Dred y Lile en la cocina lo despertó de su ensoñación. Algo estaba pasando y esta vez no era por su acercamiento a Aurora.

—¿Qué sucede? —preguntó entrando a la cocina. Vio a Dred girarse hacia él con la preocupación en los ojos.

—Unos animales salvajes atacaron a dos borrachos a la salida del bar del muelle. La policía encontró sus cuerpos sin vida.

—¿Unos animales? —En el fondo, Valian sabía muy bien la respuesta a su pregunta.

—Animus —murmuró Lile con los dientes apretados.

—Si fueran Nosferatus estaríamos hablando de zombis convertidos y no de cadáveres.

Valian balanceó el peso de su cuerpo de un pie a otro.

—¿Sabemos cuántos son? —preguntó con un brillo escarlata asomando en sus ojos. Dred negó con la cabeza.

—Si las noticias llegan al culto estamos jodidos.

Lile lo tomó de las muñecas para calmarlo. El cuerpo de Dred estaba tenso a punto de explotar.

—No somos los únicos en el mundo.  Que esos vampiros estén aquí no tiene nada que ver con nosotros. No tienen por qué relacionarnos. Saben que no nos alimentamos de sangre humana. —Trató de tranquilizarlo con un temple sorprendente para la situación que se les avecinaba.

—Que haya vampiros cerca de Aurora ya es bastante para llamar su atención hacia Tromsø.

Valian cerró sus puños con fuerza al escuchar la mención de su nombre.

—Ya tienen la atención en este pueblo desde que ella puso un pie en el avión. —Dred y Lile se giraron al escucharlo—. La siguen desde que nació. Como también no pierden ningún movimiento de Fran.

—Sigues cerca de ella, Valian —exclamó Dred con frustración.

—Nos necesita. Pero ese no es el problema ahora, ¿no? —Valian se acercó a su hermano—. ¿Qué quieren los animus en Tromsø? Saben que Noruega es nuestro territorio. ¿No estaban en Alaska?

—Están en todos lados, Val. —respondió Lile poniéndose su campera que aguardaba colgada de una silla en la cocina.

—¿Qué haces? —preguntó Dred tomándola del brazo.

—Averiguar qué es lo que vinieron a buscar. —Valian cerró el paso de su hermana.

—Es muy peligroso, Li. No puedes ir sola.

—¿Y qué esperan? ¿Vamos a seguir discutiendo en la cocina? ¿Quieren que preparé café? —espetó sarcástica.

Valian la miró con una sonrisa en los labios. Estaba aburrido de su vida tranquila en Tromsø, de mezclarse entre los humanos como si fuera uno más, de cazar ciervos que se ofrecían como tributo con solo su presencia. Necesitaba la adrenalina de la lucha, sus músculos bullían por un poco de acción. Y en el fondo sabía que los de Li también.

—Un momento. —Dred los detuvo levantando su mano—. No vamos a ir a ningún lado.

—¿Qué? —Lile se soltó de su agarre.

—Antes de hacer ningún movimiento debo hablar con Fran. —murmuró Dred.

—¿Qué tiene que ver Fran con esto? —terció Valian impacientándose por la terquedad de su hermano.

—No quiero hacer nada que las ponga en peligro.

—Ya están en peligro. —Valian se enfrentó a su hermano—. Pueden estar aquí por ellas. Tenemos que averiguar sus verdaderas intenciones.

Dred vaciló. Su hermano tenía razón. Los Animus estaban cómodos en Alaska desde que ellos se habían mudado hace más de seis años. Aunque la disputa sobre el consumo de sangre no había salido a su favor, seguían saltándose las reglas y los clanes estaban en un periodo de divisiones, reagrupando sus fuerzas como para sancionarlos por eso. No tenía demasiado sentido que anduvieran por Noruega. En Alaska les sobraba comida y libertad para saciarse a sus anchas.

Dred se acercó a la mesa y tomó las llaves de su camioneta. Los tres se miraron, en ese segundo midieron sus fuerzas y reafirmaron su promesa de estar juntos y protegerse el uno al otro como la familia que ahora eran.


Llegaron al muelle con rapidez. Dred aparcó la camioneta algo alejada para no llamar la atención de los vampiros. Aunque ya podrían olerlos. Sabrían enseguida que estaban allí. Avanzaron con paso seguro, Dred un poco adelante, como el líder que era, con Valian y Lile en sus costados. Confirmaron sus sospechas cuando los Animus salieron a su encuentro, riéndose y tambaleándose borrachos de sangre.

—Olor a sangre de animal muerto —pronunció uno de ellos entre risas.

—Mmm, sí, huele a carroña.

Valian gruñó en respuesta mientras avanzaban sin el menor titubeo.

—Este es nuestro territorio, y saben muy bien cuáles son las reglas. —La voz de Dred transmitía calma, pero también firmeza—. En Tromsø beber sangre humana va contra las leyes.

—Contra las leyes... —El vampiro más grande sonrió y escupió hacia el piso—. ¿Las leyes de este pueblo? No sabía que tenían ese tipo de leyes.

—Sabes muy bien de que estoy hablando. Este es nuestro territorio y se acata nuestras leyes. —respondió Dred con más autoridad—. No queremos tener problemas con los lugareños.

—Vaya, vaya —exclamó el vampiro más joven acercándose—. Valían Noctis... Te hacía hecho cenizas.

—Te debo el placer, Cyro —Dred volvió la cabeza hacia Valian preguntándose de donde diablos lo conocía. Su hermano movió la cabeza restando importancia al asunto—. ¿Por qué salieron de Alaska? —Valian fue al punto.

—Necesitábamos unas vacaciones —respondió el menor de los Animus—. Y este lugar parece acogedor.

—No es tan diferente de Alaska —afirmó Lile—. Podrían haber vacacionado en el caribe.

El vampiro más viejo siseó con un claro estremecimiento en el cuerpo. Luego avanzó con los ojos ennegrecidos.

—¿Te crees graciosa, dulzura? —Dred apartó con el brazo a Lile sin dejar de clavar la vista en los recién llegados. No tenía confianza en ellos—. Saben que no tienen oportunidad frente a nosotros. La sangre humana nos fortalece. ¿Hace cuantos años que no la prueban? Muchos, ¿no?

Valian resopló una risa baja.

—¿Eso creen, verdad? No es más que un mito. —Valían sabía que el Animus tenía razón, pero no iba a amedrentarse frente a él.

—Somos los sobrevivientes de Noctis Umbra —respondió Dred—. Descendientes de los ángeles caídos. No necesitamos sangre humana para ser más fuerte. Porque lo somos por derecho heredado.

La boca del vampiro más joven se endureció en un rictus.

—Van a respondernos por qué maldita razón están en nuestro lugar o se los tenemos que sacar por medio de la fuerza —exclamó Valian dando unos pasos hasta pararse al lado de su hermano. Lile lo siguió—. No queremos tener problemas, solo pretendíamos conversar. Pero si insisten...

Los puños del vampiro más viejo se apretaron y el cuerpo del joven se preparó para la pelea.

—Los Animus no les rendimos cuentas a nadie. Mucho menos a unos Noctis.

—De acuerdo —gruñó Dred mientras se arremangaba las mangas de su camisa de diseño. Odiaba tener que arruinarla.

Con solo ver el movimiento de su hermano, Valian saltó sobre el vampiro más Joven. Lo conocía de cuando estudiaba en el instituto de Alaska. Sabía que lo superaba en destreza.

El vampiro más viejo corrió hacia Lile, pero Dred se interpuso y lo hizo volar de un empujón. Luego corrió como un rayo hacia él. Lo tomó del cuello estampándolo contra un paredón.

—Vas a decirme por qué vinieron si no quieres que te parta el cuello —le ordenó.

—No te- ten- tengo nada que decirte —tartamudeó el Animus.

—No me tomes por estúpido —gruñó Dred como respuesta cuando se volvió al escuchar a Lile gemir. El Animus aprovechó la distracción y corrió hacia el muelle.

Valían y Lile habían reducido al más joven que intentaba soltarse de sus manos a las patadas sin éxito. La sangre humana los hacía más fuertes, pero los Animus succionan los cuerpos sin límites, dejándolos secos, emborrachándose hasta volverse torpes por unas horas.

Dred saltó hacia el muelle buscando al vampiro más viejo, pero ya había desaparecido en la oscuridad de la noche. Se volvió hacia sus hermanos. Lile volvió a gemir.

—Creo que me dislocó el hombro. —Movió su brazo hacia atrás y su rostro se contrajo de dolor. Pero no soltó al Animus.

—¿Te mandaron los seguidores de las sombras? —preguntó Valian al vampiro ya impaciente. Dred había llegado con ellos y lo reprendió con una mirada.

—¿Qué tenemos que ver nosotros con esos brujos? —espetó el Animus sin dejar de intentar soltarse.

—No está mintiendo. —señaló Dred. Tenía la capacidad de detectar, a través de algunos índices corporales, cuando alguien estaba mintiendo—. ¿Entonces por qué están aquí?

—Buscando nuevos lugares. —Valian lo soltó de a poco. Ya no representaba una amenaza para ellos. Solo complicaciones. El Animus se levantó despacio—. El clan de reyes está en Alaska de nuevo con discusiones  por el origen de la sangre.

—Esa discusión ya fue zanjada —Espetó Dred—. No pueden venir a nuestras tierras a generar problemas.

—Estas no son sus tierras. —El vampiro se pasó la mano por la ropa intentando limpiar el polvo y miró a Valian con molestia—. Ni siquiera son un clan.

—Pero es el acuerdo al que llegamos. Ustedes en Alaska y nosotros aquí. Es un pueblo pequeño. No hay lugar para más. Sería peligroso.

—Ya es peligroso —gruñó el Animus nervioso. Valian y Dred se miraron con preocupación—. Los brujos esos que nombraste...

—¿Qué hay con ellos? —preguntó Valian tensándose nervioso.

—Están desplegándose por Alaska en busca de vampiros con rasgos especiales. Se corre el rumor de una bruja y una maldición. No sé mucho sobre eso la verdad. Por eso vinieron los reyes a Alaska en primer lugar, para proteger a los vampiros especiales. Pero no están de acuerdo con nuestra forma de vida. Y eso genera problemas.

—Y vinieron hasta aquí a ponernos en la mira —espetó Dred furioso. El Animus dio un paso hacia atrás y levantó las manos. Aunque fuera más fuerte, estaba en clara desventaja.

—Creímos que no quedaba ningún Noctis vivo. Estábamos explorando opciones para nuestras familias. No buscando problemas. Entre los brujos y los reyes ya no podemos vivir sin escondernos.

—Sus familias... —Valian sonrió con ironía—. Si se protegen como tu hermano que te dejó librado a tu suerte... —El vampiro ladeó la cabeza restándole importancia.

—Somos Animus. Por naturaleza somos más individualistas. Vendrá por mí cuando se vayan.

—Si quieren quedarse aquí no pueden seguir con sus costumbres. Tienen que atenerse a nuestras reglas —le informó con resolución Dred. Valian lo miró con la interrogación en los ojos—. No vamos a tirar nuestra vida por la borda.

—Seguiremos buscando. Hay muchos pueblos en Noruega. Pero gracias por el ofrecimiento. —Dred asintió con la cabeza.

—Entonces dejen Tromsø ahora mismo. Y ni una palabra sobre nosotros. No existimos.

—Así será hecho —prometió el Animus y se giró hacia la oscuridad del muelle.

Los tres hermanos se volvieron a la camioneta en un silencio tenso. Lile se estiró en el asiento de atrás y Valian tomó el de acompañante. Se giró al escuchar su respiración dolorida. Sopló su aliento en el hombro de su hermana y la articulación rotó al lugar correcto.

—Gracias, Val. —Lile suspiró aliviada.

Retomaron la calle principal del pueblo en un silencio que Valian rompió cuando no soportó más.

—¿Qué piensas de todo esto? No confió en los Animus.

—No mentía, Valian —respondió Dred sin quitar los ojos de la calle—. No tengo claro que podamos confiar pero lo escuchaste. Piensan que no hay sobrevivientes del clan.

—Nos encontrarán tarde o temprano.

—La visita de hoy puede empujar la balanza para más tarde. Saben que no nos alimentamos de sangre humana. —Dred miró por unos segundos a su hermano y luego volvió la vista a la calle.

—¿Por eso los invitaste a quedarse? Eso fue peligroso —preguntó Lile asomándose entre los asientos delanteros.

—Sabía que diría que no. Y quería que se marcharan en buenos términos. —Valian encendió la radio buscando alguna estación local para escuchar si informaban del desastre que habían causado los Animus—. En definitiva, buscan un vampiro con características especiales. No saben que ese vampiro existe, ni que poder lo hace especial.

Valían echó su cabeza hacia atrás apoyándola en el asiento. Intentó relajar su cuerpo de la tensión y evaluar los golpes que había sufrido. Muy pocos. Pero su cabeza no se relajaba. Sabía que las cosas se iban a poner complicadas. Nunca pensó que todo iba a pasar tan rápido.

—Lo sabrán... —masculló. Dred asintió con la cabeza.

—Pero si hacemos las cosas bien, para cuando lo sepan ya va a ser tarde.

—Ojalá tengas razón, hermano. Ojalá. 


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