I
"Vamos, será divertido"
Las palabras de San giraban en la cabeza de Hongjoong mientras la chica le colocaba la venda en los ojos. Jugar "Siete minutos en el paraíso" era una tontería, un juego infantil y una muy mala idea. Gente borracha dentro de un clóset podría significar que terminaría con vómito en sus zapatos.
Se sentó en el suelo deseando tener un vaso lleno de alcohol; se había negado a beber durante toda la fiesta pero ahora de verdad que le vendría bien un trago. La risa de Wooyoung llegó estridente desde el otro lado de la puerta por lo que acercó más su oído para escuchar mejor, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca esta se abrió haciéndole pegar un pequeño salto.
Las reglas eran simples, todos los juegos de adolescentes comenzaban igual. Tenías que besar a alguien, mantenerte en silencio y salir luego de siete minutos. ¡Él ya no era un adolescente! ¡Nadie podía durar siete minutos besando a otra persona! Maldijo internamente a San por haberlo convencido de acompañarlo.
No era muy bueno con las chicas, ni con nada que tuviera que ver con sentimientos o contacto corporal (y no precisamente porque no supiera cómo acercarse o cómo hacer las cosas). La verdad era que apenas el corazón le latía fuerte se sentía abrumado y lo primero que pensaba era en salir corriendo. Sin embargo estaba consciente de que era alguien bastante físico, podía dejarse llevar fácilmente si la situación se prestaba.
Escuchó como la tela de la ropa ajena se frotaba mientras la otra persona tomaba asiento frente a él; permaneció quieto apretando fuertemente los ojos a pesar de llevarlos vendados. Había jugado un par de veces y el hecho de no saber qué esperar frente a él lo hacía preferir no tomar la iniciativa.
De nuevo el roce de telas hizo acto de presencia, pudo escuchar como quien tenía al frente se arrastraba hasta quedar cerca de él. Lo primero que le llamó la atención fue su aroma; apenas el perfume tocó su nariz Hongjoong echó su cuerpo hacia atrás golpeándose con la pared. Olía a jabón para bebés y colonia para hombres. Respiró profundo contenido las ganas de salir de aquel armario,de nuevo insultó a San y a todos sus ancestros por haberlo llevado hasta allá.
Nunca había besado a un chico, ni siquiera había pensado en hacerlo; pero prefería permanecer dentro del armario a quedar como un cobarde. Primero su orgullo y luego todo lo demás. El desconocido se acercó tanto a su cuerpo que pudo sentir como sus respiraciones se mezclaban, esparciéndose entre ambos como una delgada capa de duda. Una mano fuerte se colocó sobre su mejilla acercando con suavidad su rostro al contrario; el corazón comenzó a latirle desesperado por salir de ese lugar apretado y asfixiante.
Un pequeño beso para tantear el ambiente se posó sobre sus labios, seguido de otro apenas un poco más profundo a modo de carta de presentación. Hongjoong se dejó besar y no sabía si era por curiosidad o por presión social. De nuevo los labios ajenos tomaron los suyos imponiendo un ritmo ascendente; él siguió el juego evitando con su lengua que el contrario tuviera completo control sobre su boca.
Nunca había besado a un chico y jamás lo habían besado de esa manera. Su respiración se perdía en la boca contraria que con experiencia se movía sobre la suya. Aquel muchacho lo hacía bien, pero Hongjoong estaba dispuesto a demostrar que él también sabía jugar igual de rudo. Su lengua exploraba la cavidad desconocida, sus labios tomaban los ajenos tratando de llevar las cosas un paso más allá. Con suavidad mordió el labio contrario provocando que su contrincante emitiera un leve gruñido; ese sonido grave y apenas audible fue como música para sus oídos, despertando en su interior un nuevo gusto culposo.
Aún con la boca pegada al muchacho Hongjoong gateó hasta quedar sobre él. Se desconocía a sí mismo, estaba sentado sobre un regazo extraño, besando los labios de alguien a quien nunca había visto. Necesitaba cercanía, sus brazos se cruzaron alrededor del cuello del chico mientras este lo tomaba por la nuca para hacer más profundo aquel carnal beso. Un fino hilo de saliva comenzó a correr por su barbilla y no sabía si era propia o ajena, algo empezó a tirar bajo su vientre así como también sintió cosas tensarse en los pantalones del otro; era un hombre, su cuerpo estaba reaccionando y no podía ignorar que el contrario también.
La alarma sonó al otro lado de la puerta, los dos sonrieron con los labios aún pegados. Un beso rápido parecido al primero se posó sobre Hongjoong a modo de un amistoso apretón de manos, y ambos se separaron con la respiración entrecortada y los pantalones incómodos. Escuchó a Wooyoung reírse de nuevo mientras su compañero de juego salía por la puerta. Nunca había besado a alguien por tanto rato sin parar para respirar, ni sentido que le faltaba tiempo para seguir besando.
Cuando Mingi supo que Yunho haría otra fiesta casi le rogó para invitara a la misma gente que la vez pasada. Su amigo lo observó extrañado pero no se negó a hacer lo que estuviera en sus manos; preguntó un par de veces cuál era la razón de aquella petición, pero Mingi se negó en rotundo a decirla dándole largas al asunto hasta que lo creyó olvidado.
Al principio cuando su mano tomó la mejilla de su contrincante pensó que se trataba de una chica; la piel era suave al igual que las líneas que componían su rostro. No obstante, cuando el cuerpo contrario se posó sobre el suyo se descubrió demasiado hundido en un beso con un hombre; en vez de sentir el delicado cuerpo femenino se topó de frente con contornos ligeramente más duros. Ahora solo sabía tres cosas: era un chico, uno muy pequeño por lo que pudo sentir mientras lo tenía encima, y tenía un peinado extraño porque había bastante cabello cayendo largo en su nuca.
De nuevo se encontraba en el suelo del armario, era quizás su tercera o cuarta ronda esa noche. Había besado a algunas chicas buscando con desespero al muchacho de la otra vez, pero ya estaba apunto de rendirse. No era que no le gustara besar muchachas, es que ninguna le estaba produciendo las mismas sensaciones que ese chico. Cada que la puerta se abría Wooyoung reía estridente sobre la música, sin embargo esta vez guardó silencio y pronunció un "¿Otra vez esos dos? " antes de estallar en su carcajada habitual.
Alguien entró al armario tomando asiento frente a él. Mingi espero quizás un minuto tanteando un poco el ambiente, desconocedor de si su compañero tomaría la inactiva. Al ver que nada sucedía procedió a hacer lo de siempre: Un beso pequeñito y luego otro ligeramente más atrevido; no podía invadir la boca ajena así por así, le parecía de mal gusto sobretodo porque estaban con los ojos vendados, no quería ser intrusivo. Una de sus manos se posó en la nuca contraria buscando el peinado extraño pero en vez de eso se consiguió con cabello corto; la persona al otro lado tembló ligeramente bajo su toque.
No había tenido tiempo de unir sus labios una tercera vez porque para cuando se dio cuenta ya tenía los de la otra persona encima. Era un beso con personalidad, una combinación de muchas cosas; tenía tientes fuertes y estridentes, mezclado con notas tímidas junto a un poco de nerviosismo. Le tomó quizás unos segundos darse cuenta (de hecho lo notó cuando intentó de llevar el control y se encontró de frente con una batalla de lenguas), se trataba del mismo chico de antes.Por lo que dejó de contenerse y dijo con los labios cuán feliz se sentía.
—Hola ¿puedo quitarme la venda? —Sonrió sobre los labios contrarios percibiendo cómo el muchacho negaba con la cabeza.
Rompió el contacto y el otro chico refunfuñó un poco acercándose de nuevo en busca de más, pero Mingi giró la cabeza y los labios tocaron su mejilla. Dirigió su mano al rostro ajeno como los ciegos al leer, repasó con cuidado los rasgos que componían al muchacho intentando hacerse una imagen de cómo lucía; la nariz pequeñita y respingada, labios delgados, mejillas suaves. Se maldijo por no tener suficiente imaginación y volvió a jugar.
La alarma sonó de nuevo indicando que siete minutos eran muy poco tiempo. Otra vez el chico se quejó sobre sus labios y algo dentro de Mingi deseó poder quedarse a su lado para besarlo por siempre. Se levantó del suelo para salir primero del armario pero unas manos pequeñas lo detuvieron.
—Yo mando —La voz suave llegó a sus oídos como una nueva forma de buscarlo, sin embargo le era ligeramente familiar —Espero que lo ecuerdes para la próxima vez.
Al otro lado de la puerta alguien comenzó a tocar para apurarlos, y Mingi no tuvo más opción que salir sin darle a su contrincante un beso de despedida.
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