Capítulo 29 (Pt. 2)
WATCH OVER YOU/HUMANO
VIII. Pesadilla.
La sangre seguía ahí, en sus manos, chorreando, manchando todo a su paso. Y la imagen del cadáver destrozado de Sophia —o lo que quedaba de el— no dejaba de perseguirlo. A donde sea que volteara, aquella imagen lo perseguía, atormentándolo y haciéndolo vivir un maldito infierno.
La voces lo atormentaban, lo acusaban; aquellas manos a su alrededor, danzantes y encostradas, también lo señalaban, uniéndose a las voces las cual no dejaban de murmurar su nombre.
Un temblor le sobrevino, sintiéndose completamente perdido, desahuciado. Primero fue violento, para luego volverse poco a poco suave, hasta que el dulce aroma a lirios lo embriagó, junto al susurró de su nombre, lo hizo despertar sobresaltado.
Frente a él el rostro llenó de miedo de Sophie lo recibió. Su propia respiración era agitada, su cuerpo estaba completamente sudado y podía sentir como su nariz comenzaba a sentirse caliente.
— Loki — susurró con dulzura la mujer, sentándose sobre sus piernas y comenzando a limpiar el sudor con el lado de su sabana. Había vuelto a tener pesadillas. — Ya pasó, estoy aquí...
Los latidos del hombre eran potentes y agitados. Enfocó su vista en los castaños ojos de Sophie, tratando de secar aquella imagen tan aterradora de la mujer. No podía entender cómo es que podía amar tanto a una mujer en la realidad y matarla en sueños mientras duerme a su lado. Llevó sus manos a las mejillas de la castaña, buscando sentir su calor, que aquello era la realidad y que lo otro solo eran imágenes falsas, simples pesadillas. Acercó su frente a la de la mujer, buscando sus cercanía y su sustento. Ahora lo necesitaba más que nunca.
— Perdóname... — le susurró, impulsado por el deseo de redención por haberse atrevido a matar a su mujer, de nuevo, en sueños. — Lamento... no haber estado aquí antes...
Ella le sonrió, negando con su cabeza, para luego llevar una de sus manos a la mejilla del dios y la otra al pecho desnudo del mismo, sintiendo su corazón, el cual parecía relajarse, muy lentamente.
Loki se sintió seguro por unos instantes, protegido. Deseó con todo su ser permanecer de esa forma, evitando el volver a dormir. Pero todo se vino abajo cuando un potente grito llegó desde el pasillo.
Sophia se puso de pie con rapidez con Loki detrás de ella. Salieron en busca de dónde provenía el grito, recalando en la habitación del menor de la casa. La mujer encendió la luz de la habitación, iluminado todo el lugar y a Alberick sentado en su cama, aferrado a sus sabanas con mucho esmero, mientras su pequeño rostro se veía empapado por el llanto.
La castaña no reparó en acercarse y sentarse a su lado, limpiando su carita con sus pulgares. El niño se apresuró a lanzarse a los brazos de su madre, buscando refugio, igual que él unos minutos atrás.
— Ya mi niño...
— Loki... — lo llamó con su voz quebrada, haciendo que el corazón del aludido se encogiera. — Tengo miedo. Mami, dile a Loki que no me deje solo...
Sophia posó sus ojos sobre el dios y le dedicó una sonrisa, pidiéndole que se acercara. El moreno obedeció para luego situarse al otro lado de la cama. Aun no terminaba el hombre de sentarse, cuando los cortos brazos del niño ya lo habían rodeado en un abrazo, mientras rompía en llanto, dejando al dios completamente aturdido.
— No quiero que te vayas... — comenzó a susurrar mientras lloriqueaba. — No quiero que te pase nada...
Loki acercó sus brazos al pequeño cuerpo, dándole pequeñas palmaditas en la espalda.
— Nada puede pasarme... Soy demasiado fuerte — soltó con extrañeza mientras intentaba reprimir una risa nerviosa.
— No te mueras nunca, por favor — los ojos de Loki se abrieron grandemente mientras el niño le insistía a voz frágil. — Por favor, no mueras... No me dejes nunca...
Comenzó a respirar con profundidad, resintiendo cada palabra del pequeño, la cual se le clavaba en el pecho.
Por más bromas que este le hiciera, por más desobediente que este fuera, por más en ridículo que lo hubiera puesto enfrente de su hermano y sus amigos los pasados días, este lo quería y le pedía entre llanto que nunca lo abandonara, que nunca muriera. No sabía que pesadilla hubiera tenido, pero pudo entenderlo, a su manera.
— Soy inmortal, ¿lo olvidaste? — le besó en la cabeza mientras lo atraía más hacia él y Alberick hundía su rostro en su torso desnudo.
Sophia sonrió de medio lado, observando aquella escena. Una lágrima se escapó de sus ojos. Se veía tan hermosa, tan frágil, que el miedo a perderla lo abrumó. Estiró una mano, invitándola a formar parte de aquel emotivo abrazo.
— Quédense a dormir conmigo... por favor — pidió Alberick tras unos minutos de silencio, mientras todos estaban entrelazados.
— Por supuesto, mi niño.
— Y ¿pueden contarme cuentos? — preguntó con un tono de voz más relajado, mientras alzaba el rostro y observaba a Loki con aquellos ojos azules, adornados con rojo debido al llanto.
Sophie le sonrió a Loki, asintiéndole, haciendo que el hombre suspirara y rodara los ojos. Se fueron acomodando sobre la cama del menor, mientras Loki comenzaba a maquinar algo que pudiera ser del agrado del niño.
— ¿Conoces la historia de Yggdrasil y los nueve reinos?
IX. "Como... Un buen conocido con derechos".
— Así que Amora envió a Thanos a la tierra... — concluyó para luego darle un sorbo a su bebida, la cual sostenía entre sus manos. — Supongo que el incidente de hielo también es de la hechicera, ¿cierto?
— Yo fui quien mató a todos — aseguró el dios observando hacia el vacío, con las manos cruzados y sus brazos recargados sobre la barra. — Pero fue ella los que mandó a fastidiarme. Obtuvieron su merecido, eso es todo.
Tony alzó una ceja, retrocediendo unos pasos.
— Recuérdame nunca hacerte enojar — Loki lo observó de reojo con fastidio para luego volver su mirada a la nada, a su lado se encontraba su vaso de cristal vacío, el dios había terminado con su bebida y ahora estaba en total seriedad, algo que Tony tomó a consideración. — Lo mismo va para ti JARVIS.
— Lo tomaré en cuenta, señor.
Tras varios días de haber estado encerrado, Loki había comenzado a aburrirse en aquella enorme casa. Sophia había pasado los últimos días fuera de su casa, por lo que la opción de convivir con ella no era posible. Mientras que Alberick había vuelto a clases después de unas semanas de vacaciones, dejándolo completamente solo, a excepción de la servidumbre, mas como el dios que él representaba, no podía convivir con esa gente. Se decidió a visitar al billonario, a quien encontró en su taller, trabajando en sus ridículos trajes, por lo que pensó que debía fastidiarlo. Llegó en completo silencio, buscando asustarlo, mas este se le adelantó al invitarlo a beber algo y platicar.
Y era por eso que ahora estaban en el mini bar, discutiendo de trivialidades.
Tony dio un último sorbo a su bebida, tomó la botella y se rellenó su vaso, luego le ofreció a su acompañante, el cual se negó completamente.
— Sabes, Bambi, durante tu estancia en la cárcel te perdiste de muchas cosas interesantes — agitó su vaso.
Loki fijó su vista hacia el hombre frente a él.
— ¿Qué cosas? — preguntó sin más. — ¿Acaso te estalló algo en la cara y por eso quedaste ciego por unos días o debido a tus experimentos te volviste impotente?
El mortal lo fulminó con la mirada.
— Espero y no seas vidente, maldito infeliz — amenazó mientras el otro soltaba unas ligeras risas. — Pero no, nada me estalló en la cara. Más bien desastres en la ciudad. En verdad, nunca pensé que alguien pudiera superar tu ataque a la ciudad, pero lo hicieron. Tuvimos la crisis de Ultron, hubo unas cuantas invasiones alienígenas, estuvimos al borde de una guerra civil y... ahora que me doy cuenta, has sido el único villano que dejamos con vida y en total libertad.
Loki rodó los ojos.
— Supongo que eso no es justo, ¿no te parece? — continuó el billonario, tras darle un sorbo a su bebida. — Deberías de tener el mismo trato que todos, deberías ser encerrado como todos...
— Estás ebrio, Stark — señaló Loki con fastidio.
— ¡No es verdad! — se apresuró a decir mientras alzaba la mano con torpeza, ya llevaba varios tragos encima desde tiempo atrás, de hecho ya le había parecido extraño que aun estuviera en sus cinco sentidos. — No te saldrás con la tuya, cornamenta — lo señaló con el dedo. — Yo te reto.
— Esto es aburrido — se levantó de su asiento, ignorando completamente al hombre ebrio y caminó con rumbo a la puerta. Si había buscado algo de entretenimiento en la compañía de Stark, al parecer había cometido un enorme error.
— ¡No huyas! — gritó al moreno mientras se ponía de pie a duras penas. — ¿O es que acaso eres una gallina?
El dios se detuvo en seco cuando a la ofensa del otro hombre le siguió el sonido característico del animal antes mencionado. La vena de la frente de Loki comenzó a palpitar. Era cierto cuando decían que el galardonado Tony Stark podía sacar de sus casillas hasta al hombre más paciente. Lástima que para el mortal, no se trataba de él. El Jötun había perdido los estribos y había girado en un pestañear para situarse de forma amenazadora frente al filántropo.
Stark le sonreía, sin miedo y sosteniéndose de manera correcta, sin tambalearse.
— Vuelve a llamarme gallina y te juro que te agarrare de los huevos y te colgare de la punta más alta de tu edificio, para que seas la bandera del mismo, sabandija — al diablo con el lenguaje formal y con toda la etiqueta que le habían inculcado, había perdido la moderada paciencia que poseía y su pre frontal se había ido al caño. De hecho, en esos momentos, hacía uso del poco autocontrol que aún le quedaba.
Stark no dejaba de sonreír, haciendo más difícil la situación.
— Aunque tu amenaza sea algo muy extremista, debo objetar que si haces eso, es posible que tengas a una pelirroja molesta sobre ti y eso es algo que no te recomiendo — su voz sonaba tan relajada, como si la amenaza en verdad no le afectara, pero viniendo de Tony Stark, aquello no era nada fuera de lo común, ya que el hombre había demostrado que podía actuar de las formas más extrañas en todo tipo de situaciones. — Y ahora que tengo tu atención de nuevo... Que te parece si arreglamos esto en una partida de ajedrez.
El dios lo observó con confusión, para después comenzar a analizar cada facción del otro, dejando su coraje almacenado en un lado, listo para utilizarse en otro momento. ¿Hablaba en serio?
— Tú — lo señaló con el dedo y comenzó a darle pequeños golpecitos con este — me debes una reta de ajedrez. No creas que olvidé aquella paliza que me diste hace más de siete años en tu antigua celda. Necesito recuperar mi honor, Bambi.
Si, el mortal hablaba muy enserio.
-.-
— ¡Eso es trampa! — gritó el genio mientras aventaba el control al suelo, en un gesto de completo berrinche. — Esta es la quinta vez que ganas. Y solo hemos jugado seis veces...
Loki sonreía en son de victoria mientras encogía los hombros divertido.
— Hay momentos en que debes de aceptar que eres el segundo, Stark.
El ceño de Tony se frunció, denotando sus pronunciadas arrugas, las cuales delataban el paso de los años en el hombre. Por un momento Loki se sintió con incertidumbre al ser consiente del tiempo transcurrido, pero al instante lo desechó. Suficiente tenía con ser consciente de la mortalidad de Sophia, como para seguir torturándose con el tiempo.
La habitación era un completo caos. Habían jugado todo tipo de juegos en los que pudieran ganar y salir como el mejor de todos: la baraja, un juego llamado uno, ajedrez, damas chinas y españolas, otros juegos de mesa cuyos nombres no recordaba del todo. Todos y cada uno de ellos ahora se habían vuelto parte del nuevo decorado de aquella habitación, estaban esparcidos en un completo desastre. Supuso que en cuanto la mujer del billonario viera aquello, obtendría una buena reprimiendo por parte de ella. Sonrió ante la posibilidad de poder ser espectador de ese divertido y humillante momento.
— Tony Stark nunca puede ser el segundo, ni siquiera ante un hombre de mayor edad que él — refunfuñó mientras reanudaba la partida con unos movimientos de las manos. La tecnología había avanzado demasiado en todo ese tiempo ausente del dios.
— Nadie debe de soportarte, ¿verdad Stark? — indagó mientras no apartaba el rostro de la pantalla mientras movía a gran velocidad los dedos sobre los botones.
— ¿Por qué lo dices? — se apresuró a decir, tratando de no perder la concentración del juego.
— Llevó más de cuatro horas aquí y, hasta ahorita, he sido el único que ha estado junto a ti, ¿acaso eso no es prueba suficiente?
— Debo de confesar que no soy la persona más amada de todas, pero siempre alguien me procura, cuernitos.
— ¿Y se podría saber quién? — su curiosidad había gobernado en esos precisos momentos.
Tony tardó en contestar, hizo unos movimientos ágiles con su control para luego soltar de repente.
— Tú — su sonrisa era ancha.
Aquello tomó por sorpresa al dios, haciendo que tuviera un desliz en los dedos. Pero para su fortuna, el genio ni lo notó.
— ¿Y a qué crees que se deba, genio? — insistió con sorna.
— A que te aprecio y que por ello llevamos una buena relación.
— ¿Qué clase de relación?
— Tú y yo, querido, tenemos una relación un tanto extraña, que no podria ser considerada de amigos... — confesó. — Tú eres como... como un buen conocido con derechos de un amigo.
Hubo otro desliz de sus dedos ante aquellas palabras, más en esta ocasión, Stark aprovechó aquello para tomar ventaja y así poder vencer al dios.
— ¡Sí! — exclamó con euforia mientras se ponía de pie y lanzaba lejos el control. — ¡En tu cara, perdedor!
Loki lo observó, mientras una débil sonrisa se le dibujaba en el rostro. Una vez le había dicho a Stark que ellos nunca podrían llegar a ser amigos, apostando que había herido el orgullo del hombre, mientras él se sentía con regocijo al haber destruido las ilusiones del hombre. Nunca nadie podía ser amigo del gran dios del Caos, mucho menos un mortal como Tony Stark. Pero ahora, que el genio decía aquellas palabras, un pequeño hormigueo en su interior lo hizo sentirse bien.
Era posible que aquel estresante humano pudiera llegar a ser algo más que un simple conocido para él, después de todo, fue uno de los primeros vengadores que le dio la mano cuando volvió a la tierra.
X. Paseo.
— Puedes repetirme por qué estamos cuidando a la hija de Thor, mientras él está salvando al mundo — insistió por quinta vez mientras apretaba la mano de su mujer. — Digo, se supone que tiene su madre para estos casos.
— ¿Quieres dejar de hacer preguntas estúpidas y poner atención a lo que te estoy diciendo? — lo regañó molesta la castaña mientras lo pellizcaba en un costado, por debajo de la cazadora negra que usaba.
El hombre soltó un ligero alarido, mientras veía de reojo como la mujer hacia un puchero. Sophie tomó aire, buscando relajarse, guardó unos minutos de silencio, para después soltar todo el aire que había jalado.
Volvió a pasar sus manos sobre sus costados, con una lentitud que lo estaba volviendo loco, pero que ella parecía disfrutar. Depositó sus manos sobre las de él y comenzó a acariciarlas con ternura.
— Te lo repetiré otra vez y espero que esta vez me prestes atención — le susurró muy cerca del oído, sonando demandante y algo más relajada a como anteriormente estaba, el hombre asintió para luego posar sus ojos a las manos de su mujer. — En tu lado derecho está el clutch, el cual sirve para acelerar la moto.
» Sobre este — llevó sus manos hasta unas palancas situadas en el manubrio, — se encuentran los frenos. Tira de estas si quieres detenerte.
El hombre asintió.
— Y abajo, en tus pies, están los cambios... Creo haberte explicado bien cada uno de ellos, así que creo que eso sería todo lo importante — informó ella mientras le soltaba las manos y las ponía sobre el asiento que aún quedaba detrás de ella. — Y bien, ¿crees que ya estás listo para poder manejar una Honda CBR1000, tigre?
El dios rio ante el apodo. Se colocó el casco y encendió la moto.
El motor de esta rugió con fuerza. En verdad no era amante de ese tipo de cosas, pero aquel sonido sí que le había fascinado, al igual que el aparato sobre el que estaba montado. Era de un color negro, con algunos toques en verde y dorado, haciendo alusión a su tan preciado traje de batalla asgardiano, ni el mismo hubiera escogido algo mejor. Era oficial, Sophie sabía lo que a él le gustaba.
En un principio no había estado muy de acuerdo al que la mujer le hubiera comprado aquel dichosos aparato, puesto que veía ridículo el transportarse en una cosa tan estúpida si él podía transportarse de aquí y para allá usando su magia, pero la mujer había insistido tanto que no pudo decirle que no, pero tampoco le había dicho que sí.
Grande había sido su sorpresa cuando ese mismo día en la mañana, después de que dejaran a la hija de Thor en su casa, un camión de carga dejó frente a su puerta aquella motocicleta deportiva que la había cautivado desde que el momento en que la vio. Sophie había dicho que era un regalo de ella, "una bienvenida atrasada" habían sido sus exactas palabras.
No estimaron más en tiempo y la mujer lo jaló hasta aquel aparato para explicarle, de una vez por todas, el funcionamiento de dicho aparato.
Una vez que el comprendió, comenzó a jugar con la mujer, fingiendo demencia para que ella coqueteara con él con aquellos movimientos tan pegados a su cuerpo que ella hacía.
Y ahora se encontraba listo para probarla. Le entregó el segundo casco que había sobre la moto, para después ella rodearlo con sus brazos sobre la cintura. El hombre le sonrió.
— ¿Lista? — preguntó él, recibiendo un asentimiento por parte de ella. — ¿Segura?
— Nunca he estado más preocupada e insegura en toda mi vida... — confesó ella mientras se aferraba más a la cintura del hombre. — Pero, dale.
Loki fijó sus ojos al frente y agarró aire. Tampoco estaba seguro, pero era algo que nunca iba a confesar. Arrancó la moto y salieron a gran velocidad por el sendero. La castaña se aferró más a él, pegando su rostro sobre su cazadora. En un principio le costó mantener el equilibrio, pero una vez que se acostumbró a todos los mecanismos, no dudó en comenzar a subir la velocidad.
El aire chocaba contra su cuerpo, haciéndolo vivir una extraña sensación. Nunca antes había avanzado a esa velocidad. Estaba acostumbrado a ir de aquí para allá debido a su habilidad para la magia, pero aquella práctica tan mundana y extraña le parecía tan reconfortante y divertida.
La adrenalina en su cuerpo comenzó a presentarse. Aumentó la velocidad y se adentró al asfalto, rumbo a la estatal que conectaba la gran ciudad de Nueva York con aquellos terrenos que pertenecían a la familia Lerman. El sonido de los neumáticos al pasar sobre el pavimento le hizo disfrutar de todo aquello. Pero el hombre buscaba más.
— ¡No hay problema que dejemos a los mocosos solos por un momento, ¿verdad?! — preguntó en voz alta, tratando de sobresalir del sonido que hacia la moto.
— ¿Qué tienes pensado hacer? — respondió ella con otra pregunta, con el mismo volumen de voz.
El dios sonrió, tomando eso como un sí y volvió a acelerar.
La llevó por todos los caminos que encontraba. Estaba deseoso de descubrir y de conocer los límites que tenía aquel aparato. Como era algo hecho por humanos, era normal que no hiciera la gran cosa, pero grande fue su sorpresa al ver que la moto lograba alcanzar grandes velocidades y podía andar casi por cualquier terreno.
Recorrieron grandes prados durante toda la tarde, más tuvieron que regresar al anochecer ya que el tanque del vehículo se había comenzado a agotar y la mujer había comenzado a quejarse de que tenía hambre.
Cuando llegaron a la casa, ya eran más de las doce de la noche, estacionó la moto en el lugar que Sophie le indicó y ambos entraron a la casa entre risas. Debido a las altas horas, los niños ya estaban dormidos, al igual que la servidumbre. Cenaron y después se escabulleron, llenos de energía, hacia su cuarto. Sophia fue la primera en lanzarse sobre su cuello para comenzar a besarlo. Loki no tuvo más que responder a ello, cargándola, poniendo sus piernas alrededor de él, sujetándola de los muslos mientras la comenzaba a besar en los labios. Se deseaban y era algo evidente. Por un momento, Loki sintió como aquella mentalidad infantil de la mujer fue liberada para dejarse guiar por ella. De esta forma le recordaba a como era antes de que él se fuera a Asgard.
La noche se la pasaron unidos, haciendo y deshaciendo con sus cuerpos desnudos lo que ellos quisieran. Y fue entonces que el dios calló en la cuenta de algo: aquel aparato había sido más de su agrado de lo que esperaba.
XI. Perdón.
Los últimos días habían sido un tanto ligeros y los había pasado en completa soledad. Tras la visita de la hija de Thor, las cosas en aquel lugar habían dejado de ser entretenidas.
Nadie visitaba a la castaña, ni siquiera sus amigos —Luke y Sage, cosa que le parecía completamente extraño—. La única que decía ir a visitarlos era su mujer, ya que salía con mucha frecuencia, excusándose con que tenía asuntos que resolver y tenía que hacerlos sola.
No es que el quisiera estar todo el día pegado a ella, pero si le interesaba saber qué era lo que tenía tan entretenida a su mujer. Buscó en varias ocasiones el preguntárselo, mas esta siempre evadía toda respuesta.
Esa mañana no le sorprendió, siquiera, el despertar completamente solo en la enorme cama. A pesar de dormir todas las noches juntas, era extraño que para cuando él se despertara, la mujer ya no estuviera. Por más temprano que este lo hiciera, siempre encontraba solo el lugar donde antes había dormido.
Se talló la cara, en un intento por espabilarse, tomó una de las camisetas que había sobre la silla y salió del cuarto mientras se la ponía. Fue directo a la cocina, buscando algo de comer. Para su gracia y fortuna, sobre la mesa estaba un plato con comida sobre este: pan francés, su favorito. Soltó un suspiro de alivio, al parecer no tendría que tratar con aquella mujer de la cocina, tan molesta.
Devoró su desayuno, tomó el jugo, recogió su plato y lo dejó sobre el lavatrastos para luego ir hasta la estancia. A pesar de llevar casi tres meses en aquel lugar, aun no se acostumbraba. Cuando él regresó a la tierra, tenía en mente que volvería a aquel pequeño departamento en donde habían vivido juntos durante dos meses. Mas luego entendió que, según palabras de Sophia, aquel lugar era demasiado pequeño para criar a un niño muy inquieto como Alberick.
Ese día, no le apetecía leer, ni otra cosa, por lo que se tumbó sobre el sofá y se acomodó abrazando sus piernas, tratando de pensar en algo entretenido por hacer. El pasear en moto no era una opción, puesto que Sophia se había llevado las llaves después de haber desaparecido un día entero con ella, impulsado por un enorme aburrimiento.
Respiró profundamente por un momento, para luego fijar su vista hacia enfrente. La imagen de un enorme piano de cola de color negro inundó por completo su campo visual. Por unos segundos se vio tentado a ignorarlo, pero debido al gran aburrimiento no tuvo más que incorporarse y dirigirse hacia aquel instrumento, el cual tenía tiempo sin tocarlo.
Se sentó en el banquillo y colocó sus dedos sobre las teclas. Dudó unos segundos en tocarlas, mas impulsado por las palabras que una vez le había dicho... Frigga, sobre el tocar con lo mejor de uno, comenzó a tocar una a una las teclas.
A pesar de que llevaba tiempo sin tocar el instrumento, esa mañana se sentía inspirado y su melodía simulaba ser la de un buen aprendiz frente a un instrumento que dominaba bien. Una bella sensación lo comenzó a abrumar, mientras recordaba todas las cosas que había vivido con la castaña, todos aquellos momentos lindos, como aquellas peleas, como también todos esos días de angustia que vivió al no saber de ella. Inspirado por su propia vida al lado de Sophia, comenzó a tararear unas palabras, algo que no era muy común en él, puesto que siempre había estado seguro que él no era bueno cantando. Sus dedos fluyeron, seguido por su voz, inspirados y concentrados en una sola persona: Sophia.
— Cantas muy bien — le susurró una voz a su espalda haciéndolo reaccionar alarmado.
Se puso de pie, dejando de tocar de manera tosca. Giró para encontrase con una sonriente Sophia.
Por alguna extraña razón, la habitación se encontraba más oscura y su cabello ocultaba parte de su rostro. Lucia hermosa, irradiando una inocencia que él tanto adoraba.
— Yo no canto, nunca lo he sabido hacer — le dijo mientras acercaba su mano a la mejilla de ella, buscando su calidez.
El cuerpo de la castaña se tensó ante el roce, algo que tomó por sorpresa al dios.
— Tocaste muy bien — le dijo con voz melodiosa, sin dejar de sonreírle. — Creo que ahora si recuerdas como hacerlo.
Le sonrió de medio lado, para luego descubrirle el rostro, retirando los mechones y pasándolos detrás de su oreja. La sonrisa del dios desapareció cuando contempló por completo el rostro de aquella mujer.
— ¿Qué te pasó? — preguntó con preocupación mientras llevaba sus manos a los pequeños hematomas que se le habían formado en su pómulo derecho, tenía el labio reventado y su ceja tenía una pequeña cortada, heridas de las cuales emanaba sangre, la cual ya se había secado en algunas partes.
La sonrisa de la mujer no se desvaneció.
— Me caí cuando venía hacia aquí — soltó mientras se encogía de hombros. — Soy algo torpe, tú lo sabes.
Algo que Loki conocía bien eran las mentiras, podía identificar cualquier tipo de mentiras, por más buenas que estas fueran, ya que él era el mismísimo dios de las mentiras. Era por eso que sabía que la mujer estaba mintiendo, pero también sabía que si le insistía, ella no respondería con la verdad. Así que la única opción que tenía era esperar que la mujer se animara, por si misma, a contarle lo que realmente ocurrió.
Se acercó a ella y le besó la ceja herida y el labio partido. Después, la sentó sobre el banquillo del piano y, dirigiendo algo de energía a sus dedos, comenzó a curarle aquellas heridas. Tras unos segundos, las cortadas y el morete habían desaparecido, más la sangre seca aún seguía ahí, algo extraño, puesto que él había recordado el haberla limpiado con su magia.
No le tomó importancia y se dirigió a la cocina, tomó un pequeño trozo de papel y lo humedeció con algo de agua. Regresó a la otra habitación y se sorprendió de llegar y encontrar a la mujer tocando aquel instrumento que él antes estaba tocando. La melodía era armoniosa y melancólica, suave y tranquila. Parecía esmerarse en tocar cada tecla. Tras un instante, la voz de ella comenzó a hacerse presente. Su voz le parecía tan angelical, alcanzaba cada nota, estaba tan hermosa, perfecta. Parecía ser sacado de su propio corazón. Mas cuando Loki comenzó a acercarse, comenzó a percibir una cierta rareza en aquella dulce voz.
"Está triste" le reveló su guardián en su mente.
— Perdóname — cantaba una y otra vez, al compás de la canción.
Loki se situó a su espalda y la rodeó con los brazos, sorprendiéndola.
— ¿De qué pides perdón, mujer? — le preguntó mientras besaba su nuca, para luego girarla y observar su bello rostro, el cual comenzaba a empaparse con unas ligeras lágrimas.
El hombre comenzó a limpiarle la sangre seca con el papel, a la par que eliminaba las lágrimas.
La mujer pareció ordenar todas sus ideas, puesto que desvió la mirada y a morderse el labio.
— De haber estado ausente... — respondió tras un rato la mujer. — Por mentir...
— No me molesta quedarme solo en casa, es algo muy reconfortante — interrumpió el hombre acariciando sus mejillas y poniéndose a su altura. — Detesto los gritos de Alberick y los tuyos mientras lo regañas.
Ella soltó una ligera risita mientras no abandonaba su semblante de tristeza.
— Y sobre las mentiras... Todos lo hacemos, yo más que nadie... No es para que te pongas así...
Sophie comenzó a sollozar de nuevo. Más los brazos del dios la rodearon y la atrajeron hacia él, con fuerza.
— Detesto verte llorar, lo sabes muy bien — le recordó con algo de hostilidad.
— Perdón — soltó la mujer mientras se aferraba al moreno.
— También detesto que pidas perdón por cualquier tontería...
— Lo siento...
Loki rodó los ojos y le plantó un beso en la frente.
— ¿Qué voy hacer contigo, mujer llorona?
— Quererme a pesar de todo.
— Lo que digas.
XII. Juegos.
— ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? — preguntó con fuerza el dios mientras se alejaba del árbol a pasos lentos, completamente desorientado.
Nadie le respondió. Se encontraba completamente solo en medio del prado, con solo unos cuantos arboles alrededor como compañía. Paseó su vista por sobre todo el lugar, mas no encontró ningún rastro de Alberick, ni mucho menos de Sophia.
Aun no terminaba de entender cómo es que había sido arrastrado hasta esa situación. Esa mañana había creído que su fin de semana seria de completo descanso, mas no había logrado su objetivo debido a cierto monstruo que simulaba ser un niño que lo invitó a jugar, y por más que él se hubiera negado, Sophia lo había llevado a rastras hacia aquel prado, en donde ahora se encontraba completamente solo.
No había entendido las reglas del juego, a excepción de que tenía que ir a buscarlos y encontrarlos primero, mas no sabía que más hacer. No había querido poner atención a la larga explicación del niño, puesto que le había parecido absurda y sin sentido.
Caminó por el prado, buscando por todos lados, tentado a invocar a Uróboros para lograr abarcar más campo, más el guardián se mostraba reacio a ayudarle. Recorrió parte del lugar durante unos minutos, sin tener indicios de los otros dos que se escondían. Se disponía a irse cuando el grito del menor junto a un fuerte abrazo por parte del mismo lo tambaleó, haciendo que cayera sobre el pasto, con el niño sobre de él.
— ¡Te atrapé! — soltó con voz animada. Sus mejillas rojas por el calor, su cabello pegado debido al sudor y su respiración eran agitadas, al parecer había estado corriendo durante todo ese tiempo. — Ganamos.
— De acuerdo, ganaron — soltó con algo de enfado el dios. — Ahora quítate de encima de mí.
El niño negó con la cabeza para después sentarse sobre de él y comenzar a pellizcarle los costados, a lo que Loki evitó el reírse a toda costa.
— ¡Vamos, ríete! Quiero que te retuerces — enunció molesto mientras no dejaba de pellizcar al dios.
Loki gruñó y se voltio para quitarse al menor de encima.
— No molestes, niño — regañó al de ojos azules, mientras este caía de lado.
— Eres un ogro gruñón, Loki — espetó el niño mientras se incorporaba y se cruzaba de brazos.
— Mas respeto, mocoso — le regresó mientras se sentaba y sacudía el pasto de su ropa.
Alberick le sacó la lengua en señal de rebeldía. Estuvo a punto de reprenderlo de nuevo, cuando la imagen de Sophia apareció, a pasos lentos. Se situó frente a ellos, con su rostro completamente enrojecido y empapado por el sudor. Su respiración era agitada y sus piernas le temblaban. De un momento a otro, sus rodillas se flexionaron y se dejó caer al suelo. Loki se apresuró hasta donde estaba ella, la hizo sentarse bien y comenzó a buscarle algún rastro de herida. Mientras que el menor comenzaba a mover sus manitas, agitándolas tratando de hacerle llegar aire al rostro.
— Estoy bien — protestó la mujer ante tanta atención por parte de sus dos hombres. — Solo estoy algo cansada. Ya estoy vieja para andar corriendo por lugares tan grandes.
— ¿Segura, mami? — le lanzó el niño mientras se subía a sus piernas y la agarraba de las mejillas.
— Por supuesto, mi niño — respondió mientras abrazaba al niño con fuerza y lo llenaba de besos.
Loki la observó por unos instantes. En verdad los años la habían afectado. Se habían llevado parte de su energía y fuerza, haciéndola cada vez más débil.
Observó sus manos, las cuales comenzaron a irradiar algo de magia. Al menos aún estaba la opción de retrasar que la mujer fuera creciendo, claro, si ella lo deseaba.
— ¡Wow! ¡Tus manos brillan! — exclamó el pequeño mientras abría grandemente los ojos y se lanzaba sobre el moreno, sujetándole de las manos. — ¿Cómo haces eso?
Loki lo observó curioso.
— Se llama magia...
— ¡Que genial! — gritó con potencia el niño jubiloso. — ¡Enséñame más!
El Jötun sonrió y asintió tras obtener la aprobación de su mujer.
Comenzó a formar una bola de energía con sus manos, una pequeña esfera. La moldeó con sus manos, mientras acumulaba toda la magia que podía. La sonrisa de Alberick no se hizo esperar, sus ojos centellaban por la emoción mientras la esfera comenzaba a crecer poco a poco.
Tras unos instantes, lanzó la esfera hacia uno de los árboles, haciendo que este se iluminaría con un hermoso color verde. El niño aplaudió con entusiasmo mientras que el árbol se iba consumiendo poco a poco con la energía verde. Tras unos instantes, el moreno tronó los dedos y aquella energía se transformó en cientos de mariposas de color verde.
Alberick sonrió complacido y se liberó del agarre de su madre para ir a perseguir a las mariposas.
Ante aquella escena, Loki no pudo evitar sonreír. Comenzó a respirar algo pesado y una gota de sudor se resbaló por su sien, recorriendo toda su mejilla. Era extraño. Tras un tipo de hechizo tan sencillo como ese, Loki nunca antes había experimentado algo de cansancio.
El dios no le tomó la mayor importancia y se giró hasta donde estaba la castaña, la cual le estaba sonriendo.
— Gracias — le susurró ella.
Se acercó y le plantó un beso en los labios. Aun no podía entender cómo es que aquella mortal lo había cautivado de aquella manera. Pero eso era algo que no le importaba, mientras estuviera a su lado, lo demás no importaba.
XIII. "Evita el estofado, es enserio".
— Esa cosa huele horrorosa — le confesó la mujer mientras se tapaba la nariz con la mano. — No pienso darle eso al niño.
Loki arrugó el ceño molesto.
— ¡Ni siquiera lo has probado! — exclamó con enojo, sujetando con fuerza el cucharon y señalando la enrome olla. — ¿Cómo puedes juzgarla solo por su aroma?
— ¡Fácil! Si huele feo, sabe peor — se cruzó de brazos mientras lo observaba con atención, el hombre solo gruñó con fastidio. — Lógica materna, ¡Edúcate!
— ¡Por favor, mujer! — soltó la cuchara sobre la formica y alzó las manos con ansias. — Tú fuiste la que me rogó que cocinara en primer lugar.
— Si, pero eso fue antes de ver el resultado — se excusó, se cruzó de brazos y desvió su mirada hacia otro lado. — De ahora en adelante será Jessy la única que pueda preparar los alimentos.
Loki se quitó el mandil y lo aventó hacia el suelo. Se cruzó de brazos y observó ofendido a la mujer. Llevaba puesto un pantalón de mezclilla oscuro, una camisa blanca arremangada de los brazos hasta el codo, su cabello lo tenía recogido en una media coleta, puesto que Sophie lo había obligado a recogérselo ya que iba a trabajar con alimentos y no le gustaba la idea de que la comida tuviera algún cabello revuelto por ahí. Eso le recordó que su cabello necesitaba un buen corte, aunque, por el momento, se sentía bien con aquel largo.
— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó la cocinera, Jessy, quien era una mujer con el cabello ondulado, corto en una melena, completamente plateado; de tés morena y cara rechoncha. Había entrado al lugar, supuso, debido a los gritos de ambos, los cuales parecían escucharse en toda la casa. El dios resopló molesto mientras volvía al lado de su olla con cucharon en mano.
— Nada, Jessy... — comenzó Sophia.
— ¡Vaya! — exclamó con fuerza la mujer mayor, interrumpiendo a la castaña. — Hasta que este parasito se dignó a hacer algo — Loki rodó los ojos ante el apodo. La mujer fue hasta él, pasando de lado a Sophie, situándose a su lado. — ¿Qué es lo que preparas, crio?
El Jötun hizo uso de todo su autocontrol, evitando lastimar a la mujer, ya que sabía lo que ella significaba para Sophie. Pero le era muy molesta la maldita actitud de aquella midgardiana hacia él. Se tomaba confianzas que él nunca le había permitido, usando nombres de animales completamente inútiles. Observó la olla frente a él, junto con todos los sartenes a su alrededor, para después continuar dando vueltas a la comida dentro de aquel objeto.
— Es estofado de pollo, con sopa de arroz y algo de caldo de lentejas — mencionó el dios con voz fría, tratando de serenarse.
— ¿Ya está listo? — preguntó mientras no dejaba de observarlo. Él asintió sin apartar la vista de la comida. — ¡Excelente! — dio un aplauso y su humor pareció cambiar por completo.
— Jessy no creo que...
— Bien, ¡Es hora de comer! — enunció con fuerza la mujer mayor.
La cara de Alberick era de completa confusión.
— ¿Me lo tengo que comer todo? — interrogó mientras jugaba con la cuchara y movía de un lado a otro la lenteja.
El rostro de Sophia se contrajo contrariado, encogiéndose de hombros.
— Es lo que hay para comer, mi niño...
— No necesariamente — le espetó la cocinera a su lado, interrumpiendo a la mujer. — Te recomiendo que evites el estofado... Tiene toda la pinta de estar hecho de lodo y tierra volcánica. Es enserio, puede hasta causarte agruras.
— Espero que Loki no prepare la comida en el cumpleaños de mi mami — le susurró el niño a la cocinera, provocando que la última soltara unas ligeras risas.
Sophie suspiró y se llevó una mano al rostro.
Loki observaba las caras de todos a su alrededor. Todos parecían estar viviendo una tortura al dar cada bocado de algunos de los platillos.
Una vez que la cocinera fuera y viera que todo estaba listo, invitó a toda la servidumbre a la mesa, para que todos se deleitaran con la comida que el nuevo señor de la casa había preparado. Todo parecía ir bien, hasta que todos dieron el primer bocado.
Nadie se atrevió a decir nada, conocían su explosivo carácter y ninguno de ellos se arriesgaría a decirle algo negativo referente a la comida, más tampoco habían dicho algo positivo. Todos guardaban silencio, llevándose pequeñas cucharadas a la boca cada largo tiempo.
Observó el plato frente a él. ¿Qué tan malo pudiera estar? Si, era cierto que tenía un olor nada apetitoso, pero él estaba acostumbrado, puesto que en Asgard existían platillos de la misma forma y eran extremadamente deliciosos. Se suponía que también eso aplicaba aquí y más con dichos platillos; ya que, al fin y al cabo, él lo había cocinado.
Tomó una cucharada y se la llevó a la boca, en la espera de lo mejor. Evitó a toda costa arrugar el rostro una vez que la comida toco sus glándulas sensitivas del sabor. Sabia asqueroso. Supuso que era debido a que se trataba del primer bocado, tal vez y si daba el segundo, la comida le sabría más decente. Llegó el segundo y la cosa empeoró y no al revés.
Alzó el rostro, escudriñando el de todos a su alrededor. Sus gestos eran de completo asco, nadie quería seguir comiendo aquello, parecían sufrir. Mas, sin embargo, estaban ahí, simulando que dicho platillo les gustaba, o porque no había nada mejor que comer más que eso.
Su propio orgullo le impidió confesar que Sophia había acertado con aquella comida, pero al ver los rostros de todos los presentes, no pudo evitar suspirar.
Se puso de pie, empujando la silla hacia atrás. Su rostro serio.
— Voy a mandar a pedir unas pizzas — soltó con derrota. Sabía que ni él mismo podría soportar una cucharada más de aquella asquerosa comida que había preparado.
A su espalda, un potente grito de júbilo inundó la habitación.
XIV. Labores.
Tras dejar en su lugar las bolsas del mandado, Loki se apresuró hacia donde estaba la castaña.
— ¿Qué otra cosa hay que hacer? — preguntó con fastidio mientras veía como la mujer echaba ropa a lo que él conocía como lavadora.
Una vez que terminó, puso a andar el aparato, se volteó hacia él y tomó una tina en donde rebosaba la ropa humedecida de la tanda anterior.
— Vamos a tender esta ropa — le extendió la tina y le sonrió con dulzura.
Loki no tuvo más que rodar los ojos, tomar lo que le ofrecía y seguir a la mujer que había salido del cuarto de lavado.
De un tiempo para acá, la mortal había permanecido más tiempo en su casa y menos en el hospital o en los asuntos de la empresa de sus padres. Al principio le había parecido tan agradable, ya que ahora pasaba más al lado de su mujer, compartiendo cosas y momentos. Pero para su desgracia, Sophia había insistido en que durante sus tiempos libres le enseñaría todo el que hacer que se llevaba a cabo en aquella enorme mansión. Le había enseñado a cocinar y pedido que cocinara —mas, tras el incidente con el estofado, aquello había sido terreno prohibido para él—, que lavara trastes, que sacudiera el polvo de la casa, que barriera las hojas de la entrada, que le ayudara a bañar a la pequeña mascota —perro le había dicho Alberick— de su hijo, que ayudara con algunos labores pesados, entre otras cosas.
Sophia había usado la excusa de que cada habitante de aquella casa debía de contribuir a mantenerla limpia. Y eso lo había incluido a él.
Una vez que llegaron a la terraza, donde estaban los cables para colgar la ropa, Loki le comenzó a pasar las prendas mientras ella le explicaba como tenderlas.
— ¿Es necesario que yo ayude? — preguntó con fastidio, mientras sostenía en sus manos una camiseta del menor de la casa. — Hay mucha servidumbre que podía hacer las labores... Digo, entonces, ¿para que los tienes, si no hacen su trabajo?
— Hace siete años dijiste que querías comenzar a tomar responsabilidades y que por eso habías aceptado tu condena, ya que querías ser un buen padre para Alberick.
— Si lo sé, pero...
— Pero nada, solo estoy ayudándote a cumplir con eso que tú mismo dijiste — colgó otra prenda y fue hasta la tina para tomar otra.
El dios suspiró, sabía que aquella discusión no tenía otro final más que ese.
— Últimamente te la has pasado en casa — comenzó algo curioso mientras le ayudaba a colocar una prenda en uno de los cables altos. — ¿No hay problema con el hospital, digo, el que no vayas?
La mujer se quedó seria por unos momentos, quieta en su lugar, para luego seguir con su labor.
— No creo que les moleste que me tome mi tiempo — se encogió de hombros, sujetando una prenda entre sus manos. — Después de todo, ese lugar me pertenece.
— Vaya — los ojos de Loki se abrieron por la sorpresa. — Nunca pensé que pensaras así de algo que siempre disfrutaste hacer.
— Las personas cambian — soltó con seriedad.
— Bastante — afirmó el hombre. Posó sus ojos sobre de ella, quien ahora estaba acomodando los calcetines en un pequeño carrusel con ganchos. — Llevas tiempo sin salir de casa...
— ¿Ahora me lo reprochas? — cuestionó con molestia mientras dejaba su labor y se ponía las manos en jarras.
— No — contestó a secas. La mujer lo instó a continuar para luego cruzarse de brazos, atenta a él, suspiró. — Es solo que... ya no sales como antes.
— He crecido y madurado. Ahora mi familia es lo que debe de interesarme, lo demás está de más.
— ¿Y tus amigos?
Hizo un ligero gesto en su labio.
— Son los mismos que los tuyos — respondió tras un momento.
— Y ¿Sage? — sacó a flote su verdadera interrogante.
La mujer se mordió el labio y desvió la mirada.
— No lo sé, creo que está de vacaciones con Luke o algo así — respondió con rapidez mientras volvía a su labor con la ropa.
La última vez que había visto a aquella mujer había sido en las primeras semanas que él había llegado a la casa. Después de eso, la ausencia de la mujer comenzó a hacerse presente. No es que la extrañara, pero debido a la personalidad de la morena, sabía que esta no era de las que desaparecían porque sí.
Tenía el conocimiento de que Sophia era quien iba a visitarla, pero en los últimos días, la mujer había dejado de salir como antes, y cuando llegaba a hacerlo solo era por asuntos de su trabajo, no como convivencia social.
El hombre observó como la mujer comenzaba a tender la ropa con más rapidez, evitando a toda costa el confrontarlo.
— ¿Te vas a quedar viéndome o me vas a ayudar? — soltó con algo de molestia, en son de reclamo.
El hombre arrugó el ceño, chasqueando la lengua.
Sabía que si presionada lo suficiente, la mujer podía decirle todo, pero costándole el buen humor y lágrimas de la castaña. Eso era algo que no estaba dispuesto a pagar. Por eso decidió mejor esperar a que la misma mujer se lo rebelara, cuando se sintiera lista.
— ¡LOKI! — gritó con furia.
Elaludido suspiró y se acercó hasta ella. Solo era cuestión de paciencia, algoque podía presumir no poseer.
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