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Capítulo 27 (Pt. 2)

HECHICERA

Si bien era complicado el mantenerse a filo, los vengadores demostraban que, a pulso, el titulo de los héroes más poderosos del planeta se lo tenían bien merecido. Porque, tras haber estado tanto tiempo luchando sin sentido contra la ilusión que la hechicera había construido, aún tenían la suficiente energía para ayudar a la ciudad a liberarla de los atroces ataques de los gigantes de fuego y de algunos orcos y draugr* que aún seguían en pie y hacían destrozos en la ahora apagada ciudad de Asgard. (* Nota: Bestias de Helheim, muertos.)

Tras haber escuchado unas explosiones por toda la ciudad, habían decidido el dividirse y auxiliar a toda la gente indefensa, porque, si bien es cierto, no todo en Asgard eran guerreros, y los que si eran estaban encerrados en las cárceles tras la caída de los lideres, que eran Sif y los tres guerreros.

En uno de los grupos se encontraba Thor y el guerrero acorazado, Iron Man, tratando de lograr entrar a las celdas y liberar a los guerreros. Más una de las explosiones llamó su atención, puesto que esta provenía de, justamente, una de las partes donde se situaban las celdas. Ambos vengadores se acercaron lo más que pudieron, ya que aún había civiles en aquella área.

Se encontraron con una joven mujer que estaba ahogada en llanto, con algunas partes de su cuerpo heridas e intentando mover una enorme losa de piedra. Tanto el rubio como el millonario se acercaron a ella y la socorrieron. Dentro de los escombros encontraron a una pequeña niña, la cual lloraba desconsoladamente por el miedo y por el dolor de algunos golpes que esta tenia. Thor la sujetó entre sus brazos y la sacó del lugar, para después entregarla a la madre quien, ansiosa, estiraba los brazos para recuperar a su pequeña niña.

Por inevitable que fuera, a Thor aquella escena le recordó mucho a su niñez, en el momento especifico en que, por proteger a Loki, él fue quien cayó en un gran hoyo y quedo algún tiempo encerrado en este.

Tranquilízate, fuiste muy valiente, Thor. Tu llanto y temor no son comparación por el gesto de haber salvado a tu hermano — le decía la mujer mientras lo apapachaba entre sus brazos y el lloraba en silencio. En su habitación era el único, y frente a su madre, era el único lugar en el que podía llorar.

Aun recordaba como su madre lo llenaba de besos mientras que, con ternura, le acariciaba su espalda con una delicadeza asombrosa que lo hacía sentirse lo más protegido posible. Una vez que se había calmado, recordaba también, como Loki iba y le agradecía por haberlo salvado y lo único que pudo hacer Thor fue lanzarse hacia él y cerciorase de que no estuviera herido.

En verdad, aquellos tiempos habían sido tan hermosos y deseaba con todo su ser el volver a revivirlos. Y, mientras veía a la madre abrazar con fuerza a la pequeña, la imagen de Frigga lo asaltaba con fuerza en su cabeza, mientras una pequeña lágrima rebelde caía por su mejilla y una sonrisa melancólica se reflejaba en él.

La mano fría y metálica de Stark se apoderó de su hombro a la par que este se situaba a su lado.

— A veces me pregunto que se sentirá perder un hijo — mencionó con un tono de suave. — Nunca he perdido uno ya que nunca lo he tenido. Bueno, al menos, humano, ya que tanto Dum-Ecomo JARVIS podrían ser considerados como mis hijos.

La sonrisa de Thor se inclinó hacia un lado sin apartar la vista de la madre y su hija. Sabía exactamente a qué se refería Tony, o al menos, a donde quería llegar, puesto que el dios les había informado de todo una vez que les había plantado el plan.

— Lo mismo que perder a un padre, supongo — respondió a la implícita pregunta de Tony mientras apartaba la vista de la mujer y lo observaba por la comisura de los ojos.

Alcanzó a ver como este sonriera con una leve pizca de tristeza, mas esta expresión fue pasajera. Suponía que el billonario había pasado también por una situación semejante a la de él, puesto lo había oído mencionar una vez al Capitán sobre el padre del genio.

— ¡CUIDADO!

Tan inmerso estaba cada uno en sus pensamientos, que no se dieron cuenta cuando uno de los gigantes de fuego, el cual apareció de la nada, se abalanzó sobre de ellos. Mas cuando intentaron reaccionar, algo más había alcanzado al gigante y lo había detenido, cortándolo por la mitad con una espada con un brillo muy peculiar que el mismo reconocía en su propio mazo.

Cuando la mitad de la criatura cayó y dejó ver la silueta de su salvador, el rubio dios no logró evitar la enorme sonrisa que se había formado en su rostro.

Solo había ciertos objetos creados con el mismo material que Mjölnir de los que tenía conciencia, de los cuales solo cinco residían en la ciudad dorada bajo el resguardo de los más fieles guerreros. Y una de estas armas eran la espada de Dagfinnr*, poderosa y larga como solo esta podía ser, la cual le pertenecía a un guerrero que él conocía muy bien. (*Nota: el brillante, brilloso).

— ¡Príncipe Thor! — exclamó con fuerza mientras se acercaba al par.

— ¡Dios! Eso estuvo cerca — soltó Stark mientras el hombre de cabellos castaños, cuerpo fornido, empuñando a Dagfinnr y una armadura destrozada, signos de las batallas que había librado en las últimas horas al parecer, se acercaba a ellos. — ¡Juremos que nunca nos distraeremos con escena emotivas!

Thor se acercó y, sin pensarlo mucho, abrazó al otro hombre.

— Balder, nunca antes había deseado tanto el verte — lo saludó el rubio mientras que el aludido le correspondía a su abrazo.

— Si buscabas que eso no sonara gay, te puedo asegurar que has fallado — se cruzó de brazos Stark mientras veía a los dos hombres abrazarse con gran fuerza, sin ninguno ceder.

Thor soltó a Balder tras unos momentos, para después tomarlo del hombro y sacudirlo un poco. Un gesto muy común entre ellos, quienes fueron criados casi como hermanos durante su infancia.

Balder le regresó el gesto junto a una cálida sonrisa. Un grupo de personas, en las mismas condiciones que el castaño, se asomaron a través del montículo de escombros que antes simulaban ser unas casas.

— Seria algo repetitivo el decir que estamos a su disposición para que usted disponga de nosotros, sus más leales guerreros, Señor — dijo el hombre como si de un juramento se tratase, a lo que Thor solo atinó a responder con una alegre sonrisa. Guerreros asgardianos siempre tan fieles y dispuestos a morir por la ciudad que ellos tanto aman. En verdad extrañaba tanto su reino.

— ¡Maldición! Al parecer estoy rodeados de gays­ — soltó exasperado el inventor mientras se apartaba de la zona, evitando el contagiarse de tanta ridiculez.

— Balder — ignoró el comentario de su compañero y se centró en lo que realmente era importante. — Te necesito para una misión que ayudara a liberar a Asgard de las crueles y destructoras garras de la hechicera Amora.

— Ordena lo que quieras, que sabes que lo cumpliré al pie de la letra — accedió el hombre con un semblante estoico, digna de una guerrero.

Thor asintió ante aquello.

— Necesito que vayas a Nornheim y traigas a Karnilla.

***

El salón del trono era un lugar en verdad mucho mejor de lo que ella se había imaginado. Aun cuando este estuviera algo destruido y un poco sucio, no le quitaba el encanto con el cual una vez Loki se lo había descrito.

Avanzó al lado de la mujer, sosteniendo el libro entre sus manos debido a que la diosa se lo había entregado después de haberla curado ya que le costaba mucha magia esconderlo, el cual había imaginado un poco más pesado, mientras que las punzadas en su mano seguían siendo insistentes y molestas. Aun se seguía preguntando el porqué de aquella estúpida reacción de su parte. Pero supuso que era mejor no pensar en ello, ya que solo le provocaría el seguir recordando el hecho de que su mano le dolía y mucho.

Hacía tiempo atrás había querido el preguntar el funcionamiento de la magia de la diosa, puesto que según lo que recordaba de Loki, existía la posibilidad de teletrasnportarse, más lo había dejado de lado ya que ni ella misma conocía la magia en todo su esplendor. Por lo que veía, Sigyn era fuerte y muy hábil con la magia, pero no era tan fuerte como Loki o Amora, lo que significaba que ella no podría enfrentar a la loca hechicera y era por eso que Uróboros había depositado su fe en alguien más.

Sigyn se movió entre los escombros del lugar hasta posicionarse frente al dorado y sucio trono. Lo inspeccionó por unos instantes para después comenzar a rodearlo y comenzar a contemplarlo.

— ¿Qué es lo que buscamos? — preguntó la castaña mientras se acercaba y comenzaba a observar el trono con algo de confusión.

— Las piedras Norn — soltó con algo de molestia la mujer mientras se agachaba y comenzaba a dar pequeños golpecitos en el duro oro del que estaba forjado aquel majestuoso trono. — Pensé que ya lo habíamos dicho antes, Lady.

Sophia soltó un suspiro.

— Si, lo sé — comenzó con fastidio mientras se ponía a la altura de la diosa y dejaba el libro sobre una superficie del trono, evitando mover mucho la mano herida. — Pero a lo que yo me refería es al como son. ¿Cómo sabré que las he encontrado, si ni siquiera sé cómo son?

La rubia detuvo su labor y posó su vista sobre la castaña mientras alzaba una ceja.

— Son pequeñas, redondas, grises y tienen grabado una runa sobre sí. ¿Acaso en Midgard es diferente la imagen de "piedra" que en Asgard? — le explicó con algo de sarcasmo.

La castaña pestañeó, perpleja, ante la contestación. Tras unos segundos de silencio y de contemplarse, la mayor continuó con su labor mientras que Sophia la seguía observando.

— Tienes el mismo humor que Loki — soltó tras dudarlo unos instantes, para luego seguir buscando.

La diosa soltó una ligera risa.

— A veces mi madre me dice lo mismo — dijo sin dejar de buscar. — Supongo que el convivir mucho con él deja secuelas.

— Lo único que me ha dejado son los problemas y las situaciones más extrañas — se desahogó tras haber resoplado.

— Si, eso es algo muy común en Loki — sonrió. — Supongo que su título de "Dios del Caos" nos tuvo que decir algo.

Sophie detuvo su búsqueda y posó sus ojos sobre la rubia.

— Parece que lo conoces muy bien...

— No es lo que cree, mi Lady — se apuró a decir Sigyn, su voz sonaba un tanto animada. — Loki y yo siempre fuimos muy buenos amigos. Estuve con él mientras le ayudaba a encubrir su relación con el príncipe Thor.

— ¿Sabías lo de él con Thor? — preguntó con asombro.

— Yo era la que fingía tener una relación con Loki y decía que saldríamos juntos, cuando ese par se escabullía por el bosque — confesó con diversión mientras se encogía de hombros y la mortal sonreía algo divertida por la verdad. — Claro, le costó a Loki el ser mi mentor en el uso de magia antigua. No soy tan buena como él, pero logro defenderme.

Sophie soltó unas leves risas para después continuar con su labor de búsqueda.

— ¿De qué se ríe? — preguntó algo confundida.

— De nada... Es solo que... — dudó unos segundos para después continuar. — Me alegró que haya tenido una buena amiga en su juventud.

Sigyn se sonrojó y agachó la mirada.

— Gra-gracias.

El trono, a pesar de ser un objeto muy a la vista y bastante grande, contaba con distintos compartimientos ocultos, en los cuales habían varias cosas, mas ninguna era la que ellas buscaban. El rostro de Sigyn comenzaba a reflejar la desesperación, puesto que el tiempo se les estaba acabando, mientras que la mano de Sophie no dejaba de molestarla, mas era algo que nunca le confesaría a la otra mujer.

— ¿Hay alguna pista o leyenda que nos ayude a buscar? — preguntó la castaña mientras se ponía de pie y sujetaba su mano.

— Solo sé que las piedras están en el trono, a los ojos de los reyes — soltó algo exasperado la mujer mientras no dejaba de presionar cuanto botón le pareciera extraño.

A los ojos de los reyes — repitió la mortal mientras avanzaba hasta el frente del trono, en los escalones, y observaba con atención cada parte del recinto. — Oye Sigyn...

— ¿Hum?

— ¿Dónde se situaba Frigga cuando Odín estaba en su trono? Porque solo veo un trono y ambos eran reyes.

— Siempre a su derecha, por aquel lado — le señaló con la mano sin dejar de buscar. — ¿por qué?

Sophie se situó en el lugar señalado por la diosa y posó su vista hacia enfrente. Observaba el trono, las runas gravadas en esta, el lado izquierdo del trono, la puerta del fondo, las escaleras que conducían al trono...

— ¡Eso es! — exclamó con emoción para luego lanzarse en estampida hacia donde su vista se había fijado. — ¿Cómo no lo vimos antes?

— ¿Qué cosa? — soltó alarmada la rubia.

La mortal se lanzó sobre el trono de nuevo y, montándose con astucia, se situó sobre el ala izquierda de este. Alcanzó la punta, presionó una de sus bordes y bajó de ahí. Después, repitió lo mismo, pero ahora del lado derecho.

— ¿Qué es lo que está haciendo, Lady? — cuestionó con un creciente fastidio mientras se cruzaba de brazos y observaba a la mortal. — Se va a lastimar.

— Uróboros nos dijo que las piedras estaban en el trono, a los ojos de sus reyes, ¿cierto? — dijo mientras presionaba el mismo borde y un ligero "clic" sonaba en el lugar.

La diosa asintió.

— Bueno — continuó mientras bajaba con cuidado del lugar —, lo que quiso decir fue precisamente eso. Frigga, al no tener trono, se situaba al lado derecho del rey, por lo que sus ojos izquierdo — señaló el lado izquierdo del trono con el dedo — y derecho — hizo lo mismo con la otra mano — veían todo el trono.

"Mientras que Odín, si mi conocimiento en mitología no me falla, solo tiene un ojo, así que solo podía observar fijamente el lugar donde se situaba su reina. Justamente aquí — explicó mientras llegaba al lugar y daba un ligero salto, haciendo que el suelo se contrajera como si de un botón se tratase.

Un crujir se escuchó en el trono, haciendo que la diosa se alejara de este y observara sorprendida como el lugar donde se sentaba Odín comenzaba a levantarse, dando lugar a un compartimiento secreto.

Sigyn pestañeó varias veces sorprendida.

— En verdad eres buena, Lady — la alagó mientras se acercaba y tomaba el libro entre sus manos.

— Gracias — dijo sin más mientras se acercaba con ego al lugar. – Creo que debo de agradecérselo a todas las horas de leer Sherlock Holmes y ver todas sus series y películas.

La otra diosa la observó con confusión haciendo que la mortal se encogiera de hombros y negara con la cabeza.

Se inclinó sobre el asiento y observó una pequeña caja de cristal en donde descansaban las tan ansiadas piedras. Tomó la caja y la sujetó con fuerza con la mano buena.

— Supongo que son estas, ¿Cierto? — preguntó con sorna.

— Por supuesto, son estas — respondió la diosa con un deje de alegría mientras no dejaba de observarlas. — Debemos ir con Thor y entregárselas.

— En marcha — apoyó para luego comenzar a bajar por las escaleras mientras la rubia la seguía.

Ahora solo estaban a un paso más de poder ayudar a Loki.

***

Después de algo de tiempo, al fin había podido disfrutar de uno de sus amados puros.

No es que no pudiera estar fumando y peleando al mismo tiempo, para alguien como él, realizar ese tipo de acciones era, en realidad, pan comido. Mas sin embargo, Logan deseaba cuidar, aunque sonara totalmente ridículo, la imagen de los mutantes frente al resto de la humanidad. ¿Cómo alguien, que se suponía estaba salvando tu vida, se ponía a fumar durante una invasión de seres que parecían haber salido de los cuentos de hadas?

Bueno, ahora también estaba fumando. Pero la diferencia era que aquellos seres habían disminuido enormemente y el equipo de respuesta o "New Avengers" —nombre que le parecía altamente ridículo— había logrado superar, al fin, el número del enemigo.

No era alguien que creyera que los números ganaran batallas, sino más bien la fuerza y las ganas de golpear al otro era lo que realmente ayudaba a ganar en las guerras, mas no podía negar que, en ocasiones, los números servían como un pequeño impulso hacia la victoria.

Tomó una calada de humo del puro cubano y lo mantuvo por unos momentos mientras se recargaba en una pared. Era realmente increíble que la ciudad estuviese casi intacta, solo había uno que otro edificio destruido, pero era algo que podía arreglarse en poco tiempo.

— Es imposible para el hombre dejar atrás los vicios — le indicó en forma de regaño un hombre mientras se acercaba a Logan. — Aunque quiera librarse de ellos, siempre terminara cayendo.

El mutante fue liberando con tranquilidad el humo que se hallaba en su interior, para después sonreír entretenido.

— ¿Lo dice el hombre que cayó de un tren hacia el vacío? — preguntó mientras se libraba de las cenizas que habían en la punta del puro. — Tenía demasiado tiempo sin saber de ti, Barnes, espero y hayas pasado, de vez en cuando, a reportarte con el Capitán.

— Al igual que los vicios, Logan, las amistades no se pueden dejar atrás — señaló mientras sacaba una cajetilla de cigarros y tomaba uno entre sus manos. — ¿Fuego?

Logan sacó su encendedor de su chaqueta y se lo pasó al soldado. Este lo encendió y lo pasó por la punta del cigarro para luego devolverlo a su viejo amigo.

— ¿Hemos ganado, oficialmente? — indagó el x-men mientras se llevaba de nuevo el puro a la boca.

— Fury me acaba de informar que, tanto en América del Norte como en la mayor parte de Europa, la amenaza ha sido contenida y están mandando refuerzos a las ciudades que aún siguen siendo atacadas — inhaló de su cigarro y, tras unos segundos, expulsó el humo de su boca. — No dudes que en cualquier momento nos llamen a nosotros para que apoyemos.

El moreno sonrió divertido para luego retirar el tabaco de su boca para soltar todo el humo.

— Gracias a Dios, empezaba a aburrirme en esta pequeña ciudad del estado de México.

Barnes soltó una leve risa, para después negar con la cabeza.

Un grupo de niños pasó corriendo frente a ellos, mientras que Kurt y Daniel —mejor conocido como Iron Fist— terminaban con el ultimo sobreviviente de aquellas criaturas que habían aparecido de la nada y habían comenzado a atacar a todo el planeta.

Uno de los niños que pasaba, lo observó con determinación, a lo que él respondió con una sonrisa, cosa que el infante imitó.

En verdad, el estar fumando un enorme puro, después de haber acabado con todos los villanos que querían destruir al planeta, era una excelente recompensa para él y no perjudicaba para nada en su propia imagen como superhéroe o mutante.

***

Sabía que solo era cuestión de tiempo.

Los débiles seres que habían aceptado unirse a ella, solo por ver a Asgard destruida, pronto terminarían muertos por los malditos mortales que eran amigos de Thor.

Había previsto que estos vendrían una vez que hubieran acabado con la amenaza en su planeta, dándole suficiente tiempo para devastar toda Asgard y reunir toda la energía suficiente, volviéndola invencible. Pero, sin embargo, estos aparecieron, casi a la par, al momento de haber mandado a todos aquellos monstruos a Midgard. Supuso que estos no debían de saber que había una amenaza en su propio reino, algo que realmente lamentarían para después.

Con todo esto encima, solo faltaban minutos para que terminaran con los de Asgard y fueran en su búsqueda. Así que debía de adelantar todo su plan si no quería terminar derrotada frente a unos seres tan inferiores como lo eran los mortales.

Sujetó con fuerza a Gungnir y rompió con ella la pequeña puerta que custodiaba lo que le traería la victoria. Entró a la habitación situada en lo más alto del palacio de Asgard y, tras dejar de lado la lanza de Odín, tomó entre sus manos el guante que reposaba sobre un pedestal y se lo puso en la mano. Se arrancó el dije que estaba sobre su pecho y lo colocó sobre uno de los orificios del guante que estaba justo a su medida. La piedra brillo con un intenso rojo que le pareció realmente hermoso a la mujer.

Se elevó hasta el techo y, tras destruir un pequeño contenedor de cristal que estaba unido al techo, tomó una piedra de color morado y la fusionó con la piedra roja.

El brillo fue intenso, al igual que el poder que comenzaba a recorrerle cada fibra de su ser. La energía que había alcanzado a absorber de los Asgardianos había comenzado a combinarse con su propia magia y, gracias a la piedra roja, su fuerza había comenzada alcanzar límites de los que ni ella misma conocía.

— Ahora ni el mismo infinito podrá contra mí — soltó con rabia para luego soltar una sonoras carcajadas.

Las paredes del lugar comenzaron a vibrar para luego irse quebrando poco a poco.

— Llegó la hora — se dijo a sí misma, una vez terminó de reírse, con una amplia y desquiciada sonrisa, llevando la lanza entre sus manos.

Salió despedía de aquel lugar, atravesando el techo con rumbo a su único objetivo.

***

El rubio frente a ellos caminaba con rapidez entre los pasillos, mientras que él y el otro guerrero, cuyo nombre aun le era difícil de pronunciar, iban detrás de él, en un intento por alcanzar el veloz ritmo que Thor llevaba.

— Tranquilo, fortachón, el baño no ira a ninguna parte — se había burlado en unos de sus tantos intentos por hacerle notar que les estaba costando alcanzarle el paso, pero había obtenido el mismo resultado que en todas las otras veces: había sido rotundamente ignorado.

Y eso era algo que ponía de muy mal humor a Tony Stark. ¿Cómo le hacía un excéntrico nombre, que con solo dar su nombre tenía miles de cámaras sobre su rostro, para llamar la atención de un dios nórdico? Bueno, eso era algo que aun desconocía, puesto que aun este seguía ignorándolo.

Y entendía el hecho del porque iba rápido. Todo aquello era un asunto de suma importancia que requería de su atención inmediata. Y, justo como había dicho Thor, él y el otro hombre eran de enorme importancia en el plan que estaban maquilando en contra de la loca hechicera enemiga del rubio. Más aun no entendía el porqué de ignorarle. Si debía de ignorar o estar molesto con alguien, debía de ser del otro sujeto —Bane, Bader, Bumi... como sea que se llame—, el cual se había negaba a acompañarlos y donde perdieron mucho tiempo en convencerlo.

Stark pasó una fugaz mirada hacia el castaño guerrero que estaba a su lado y logró ver como seguía mostrando aquella mirada reacia, reflejando su clara negación a cooperar en aquel asunto, donde el genio no le vía el porqué de tan tajante negativa.

Cuando al fin lograron alcanzar al dios del trueno, era debido a que este se había detenido en un enorme salón, de color dorado, circular, en donde había algunos muebles alrededor, unos enormes ventanales por donde entraba la luz y una fuente en el centro.

Una vez que estuvieron quietos los tres, frente a la fuente, la figura de tres personas más se mostró frente a ellos. Eran dos mujeres, una sentada en la fuente con una caja de cristal sobre su regazo y la otra parada a su lado con un libro en las manos. Reconocía a que de la caja, era Sophia, vestida como si se tratara de una Asgardiana, pero con las ropas rasgadas de unas partes. Su corazón saltó de alegría al por fin encontrar a la perdida mujer. Pero la otra mujer le era nueva, nunca antes había visto su rostro, vestía en las mismas condiciones que su amiga, mas sin embargo esta tenía una larga y ondulada cabellera rubia.

Mas lo que le causó mayor impresión fue el aspecto del tercer sujeto. Tenía un aspecto familiar, mas sin embargo, estaba seguro que nunca antes lo había visto. Su cabello era blanco como la nieve y moteado con verde en las puntas, traía puesto una larga túnica y su piel era pálida, sus pies eran adornados con lo que parecían ser unos grilletes y su mirada era roja como la sangre.

El hombre posó su mirada sobre él y le sonrió divertido, dejando al descubierto unos afilados dientes semejantes a los de un caimán, causándole un terrible escalofrío, el cual le recorrió por todo el cuerpo. En esos momentos agradeció que tuviera puesta la armadura, para que de esa forma no vieran como sus bellos se iban erizando.

Bienvenidos — los saludó una voz en su mente, la cual le sonó raramente familiar.

Sophia alzó la mirada y sonrió en cuanto lo vio parada frente a ella.

— Tony — dejó de lado la caja que tenía sobre sus piernas y se apresuró hacia donde estaba el billonario.

Lo abrazó con fuerza, algo que él no pudo sentir debido a que usaba la armadura, mas eso no le impidió a él devolverle el gesto.

—De todo el mundo, eres la única mujer que más se ha metido en problemas, ¿lo sabias? — soltó Tony tratando de sonar molesto.

— Aunque no lo creas, te extrañé mucho — dijo con voz débil mientras parecía contener el llanto.

— Y todos a ti. Bueno, a excepción de Natasha, T'Challa y, por supuesto, nuestro pirata favorito, Fury, quienes decían que lo tenías merecido por el hecho de haberte metido con Loki — le informó mientras le acariciaba la cabeza. — Y debo agradecerte el que varias personas amenazaran ciertas partes de mí si no te encontraba pronto...

— ¿Supongo que extrañabas a Sage? — indagó acertadamente la mujer mientras lo soltaba y le dedicaba una pequeña sonrisa, adornada con unas pocas lágrimas.

— Me gustaría volver a verla... pero soy papa casada — se encogió de hombros.

Ambos rieron, para luego voltear hacia el frente, en donde la molesta voz había carraspeado en su mente.

Hay cosas importantes por hacer — se apuró a decir la voz, mientras el hombre de cabellos blancos se comenzó a acercar al otro asgardiano, cuyo nombre aún se le dificultaba recordar del todo. — Los he reunido aquí puesto que requiero de ustedes para lograr completar el plan que nos ayudara contra la hechicera Amora ­— sus ojos se posaron únicamente sobre el hombre frente a él. — Balder, necesito tu ayuda para traer a Karnilla, eres el único que puede convencerla.

El aludido hizo un gesto de molestia para luego girar el rostro hacia otro lado.

— No soy el más indicado para este trabajo... — posó, por unos instantes sus ojos sobre el otro hombre y le hizo un ademan para que el otro prosiguiera.

Uróboros — dijo con rapidez, mientras una extraña sonrisa se marcaba en su rostro. — Mi nombre es Uróboros.

Y fue ahí que la memoria le ayudó a recordar.

— ¿Así que tú eres la maldita alimaña que se metió a mi regadera? — soltó con algo de enojo mientras se acercaba al hombre y lo miraba, buscando parecer intimidante.

Uróboros sonrió y mostró de nuevo su afilada dentadura. "No creo que quiera volver a montar ese espectáculo, ¿o si Stark?" soltó la creatura sin siquiera mover la boca.

— Ni te atrevas — le murmuró al hombre mientras lo amenazaba con su mano.

— ¡Por favor! — suplicó el guerrero a su lado. — Este no es momento para que haya disputa entre nosotros. — Alzó ambas manos y trató de hacer retroceder a ambos hombres.

— ¡Anthony! — soltó Sophia como si de un regaño se tratara.

Stark retrocedió y bajó su mano, para luego cruzarse de brazos y soltar un bufido molesto.

Balder soltó un ligero suspiro y bajo, más relajado, sus manos.

— Uróboros, sé que necesitas de mí para esto, pero... — guardó silencio pos unos segundos mientras se llevaba su mano a la cabeza y comenzaba a pasarla por sus castaños cabellos. — Tengo mucho tiempo sin ver a Karnilla, no sé cómo se tornaran las cosas.

Es por eso que debes de ir tu — se apuró a soltar el albino mientras posaba una mano sobre el hombro del hombre. — Esta es una excelente ocasión para su rencuentro. Además, Asgard necesita de esa ayuda.

Tras unos momentos de lo que parecieron ser de duda para el castaño, este terminó asintiendo y accediendo a la petición.

¡Perfecto! — aplaudió con entusiasmo Uróboros. — Es hora de irnos, tomemos las cosas y vayamos hasta Nornheim. Tú también vendrás, Stark.

— ¿Y para que me necesitan a mí? — gruñó con molestia mientras se cruzaba de brazos y miraba hacia otro lado.

El hombre desapareció y reapareció frente al millonario, tomándolo por sorpresa. Este mostraba un rostro totalmente molesto y dejaba a la vista su tan preocupante e intimidante dentadura.

Porque necesito de tu magia para movernos hasta Nornheim y para presentársela a Karnilla — soltó en un tono de voz más grave del que usaba usualmente. — Además, serás un excelente aperitivo para las vestías de aquel reino, solo en el caso de que te negaras.

Tony pestañeó por unos instantes, completamente anonadado, para después esbozar una enorme sonrisa.

— Eres idéntico a Cuernitos.

Uróboros cambio su semblante e hizo un ademan en son de agradecimiento por el cumplido.

— ¡Iré con ustedes! — exclamó la otra mujer, mientras se aceraba a ellos con un libro entre las manos.

— ¡Yo también! — repitió Sophia.

— ¡Tu no iras! — soltaron al unísono Thor y Tony.

El hombre albino se acercó hasta la mujer, la cual había comenzado a hacer ligeras rabietas debido a la negativa, la tomó de la mano y la comenzó a acariciar con ternura, mientras sus ojos se posaban con paciencia sobre el rostro molesto de la castaña.

Debes quedarte aquí — comenzó con voz dulce, algo que nunca esperó de la criatura aquella. — Thor debe de devolverte a Midgard, corres un enorme peligro en este lugar y también lo correrás en Nornheim.

— Pero...

Lo más importante aquí es tu seguridad — continuó sin dejarle hablar. — No puedo permitir que te llegue a pasar algo, Sophie.

— Uróboros... — susurró la mujer con una débil voz.

Ambos guardaron silencio y tras unos segundos, Sophia sonrió y asintió con decisión para que luego el hombre acariciara su mejilla y le diera un ligero beso en la frente. Uróboros llevó a la mujer hasta donde se encontraba Thor, luego fue hacia la fuente y tomó la caja de cristal entre sus manos. Les hizo una señal para que se acercaran y, tras unos segundos de dudas, todos estuvieron a su lado.

— ¿No creen que es mejor que busquen a Heimdall y usen el Bifröst para llegar a Nornheim? — cuestionó el rubio mientras se acercaba a ellos.

Todos voltearon a verlo, Tony sin entender del todo a lo que se refería, para luego pasar la mirada hacia el ser frente a ellos, el cual ya había comenzado a subirse a la fuente, esperando una respuesta.

— Heimdall está encerrado en una prisión especial — explicó Balder, tomando por sorpresa a Tony. — Es un lugar en donde no se puede utilizar magia ni nada, y solo puede abrirse con una llave que posee Amora.

— Entonces, ¿Cómo...?

Dirígete al pasillo del ala oeste del palacio, aquel que tiene el mural donde está grabado Yggdrasil. Atraviésalo y estarás caminando por una de las ramas del árbol que te llevara directamente a Midgard — respondió a la duda del rubio con rapidez.

Thor asintió y regresó hasta donde estaba Sophia.

Bien — comenzó con un tono de voz más animado. — Llegó la hora de irnos.

— Suerte, compañeros — los despidió Thor.

Y tras decir esto, se lanzaron a la fuente. En verdad era algo realmente extraño para Tony Stark, pero era algo a lo que debía de acostumbrarse, como al hecho de que una persona pudiera hablar sin siquiera mover la boca.

El agua no parecía ahogarlos, más si los estaba sumergiendo, guiándolos cada vez más hasta el fondo del lugar, en donde un haz de luz los iluminaba con fuerza. Uróboros les indicó que aquel era el camino y todos nadaron hasta él.

Y, una vez adentro, el viaje se volvió verdaderamente extraño.

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