Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Extra (+18)

Hola!! Espero que se encuentren bien. Después de siglos estoy de vuelta con este capítulo especial, una sorpresa que les debía desde hace mucho tiempo. Espero que lo disfruten, solo les advierto que está bastante explícito... ;p

Un abrazote, nos leemos en los comentarios!!!

***

—¿Tu madre está en casa? —le pregunto a Charlie con genuina curiosidad... y con miedo, también con mucho miedo. Llámenme paranoico, pero la presencia de esa vieja bruja me pone siempre los pelos de punta.

—Mi madre no trabaja, Rodolfo, ella siempre está en casa —me responde Charlie sin inmutarse.

—Pues cambié de opinión, yo me voy de aquí.

—Eh, eh, tú no vas a ningún sitio —me dice él y me da un corto beso.

—Dios, odio la forma en la que me manipulas —me quejo con dramatismo y él suelta una risilla.

—No te estoy manipulando, solo te estoy convenciendo con un adelanto de lo que te pierdes si te vas.

Charlie abre la puerta despacio y entra. Yo lo espero a una distancia considerable. Uno nunca sabe con qué puede salir su madre, la única vez que he estado aquí luego de regresar de Corea me recibió con una sartén en la mano supuestamente porque estaba preparando la cena... a las diez de la mañana. Ese día decidí que cuando nos vayamos a casar la invitaremos y le diremos que es la boda de uno de mis primos. Igual puedo dar el sí desde el otro lado del salón por una video llamada. Porque sí, ella es mucho peor de lo que recordaba.

Cuando Charlie se asegura de que ella no está en ningún sitio cerca, ambos entramos sin hacer ruido y casi corremos en puntitas hasta su habitación. Yo podría entrar siempre por la ventana, como solíamos hacer, pero mi querido novio insiste en que no puede vivir a escondidas en su propia casa. Sí que puede, si me preguntan. Con una madre así yo lo haría.

Llevo apenas una semana y un día de regreso, y como he tenido que compartirme entre todos y Charlie está trabajando, casi no hemos tenido tiempo a solas. Ni siquiera le he contado a Martín que somos novios, eso llevaría la historia completa y los motivos por los que me fui a Corea. Hoy en la noche saldremos y lo pondré al tanto, no quiero que siga pensando que me mudé temporalmente al otro lado del mundo porque unos sicarios me amenazaron de muerte. En mi defensa debo decir que eso se me ocurrió en uno de los momentos más tristes de mi vida.

Charlie pasa el seguro de su cuarto y compartimos una mirada cómplice. Llevamos demasiado tiempo esperando por este momento.

De inmediato, me toma el rostro con una mano y me besa. Su lengua no tarda en encontrarse con la mía. Es algo tosco, pero supongo que es por lo excitado que está. No puedo culparlo, yo también estoy muriendo de ganas.

—No tienes idea de cuántas veces me masturbé pensando en este momento —me confiesa en un susurro.

—Dímelo a mí...

Sonrío con sensualidad y luego vuelvo a su boca con ganas. Una de mis manos va hacia su trasero. Le aprieto una nalga y él da un respingo.

Se le escapa una sonrisilla nerviosa.

—Aléjate de ahí, por favor —me pide en tono de broma—. Es mi primera vez con un chico, vamos con calma.

Me río con malicia.

—En ese caso, solo déjame actuar. Prometo que seré gentil...

Lo beso de una manera feroz y le muerdo el labio inferior. Mis manos lo recorren por todas partes. Quiero memorizar cada centímetro de su piel.

Me pego a su cuerpo y siento su erección chocar con la mía. Me retracto: sí que existe el cielo, y ahora mismo estoy en él comiéndome a besos a uno de los ángeles que ahí habitan.

Bajo mis manos por su cintura hasta llegar a sus pantalones, meto mi mano hasta sentir su piel y luego continúo hasta que lo puedo rozar con mis dedos. Él suelta un gemido a la vez que va dejando mordidas y besos en mi cuello. Me está enloqueciendo.

—¿Debería preocuparme por tus veintinueve centímetros? —digo a la vez que me arrodillo frente a él.

Me toca la frente con la palma de la mano y se ríe.

—¿Tienes fiebre? ¿Estás delirando de nuevo? —pregunta—. Soy rubio, ¿recuerdas? Creo que me estás confundiendo con Martín.

—No te guíes tanto por las supuestas normas, Charlie, yo soy asiático y tampoco las cumplo.

Le bajo de una vez los pantalones y la ropa interior. Lo miro a la cara con una ceja elevada.

—Mmm... Y tú para ser rubio no estás nada mal... —susurro—. Oh, espera, ¿qué tenemos aquí?

Abro los ojos sorprendido al ver que tiene tres equis tatuadas justo encima del comienzo de su miembro.

—¿Qué? ¿Pensabas que eras tú el único con sorpresas?

—Así que lo de las calcomanías para adultos era cierto, Charlie...

—A las chicas les gusta —dice y se encoge de hombros.

Sonrío de una forma perversa.

—Debo admitir que a mí también —respondo y tomo su miembro con la mano. Deposito un suave beso en la punta.

Charlie se estremece y me sujeta la cabeza con fuerza, su excitación me prende. Le encantó lo que hice, así que para no hacerlo esperar, profundizo el beso en su piel. Su cuerpo tiembla bajo mis labios.

—Rodolfo... —jadea con la voz ronca—, necesito sentarme. No puedo seguir de pie.

—Vale —respondo con una sonrisa divertida. Esa necesidad en su voz me vuelve loco.

Se sienta en el borde de la cama, abre las piernas y la vista es espectacular. Ver a Charlie así, totalmente dispuesto para mí, es demasiado para mi corazón. Agarro su miembro con una mano, lo acaricio mientras lo beso. Con la otra mano, empiezo a masturbarme.

Él cierra los ojos y gime mientras sus caderas se mueven suavemente.

La excitación me invade y sé que voy a acabar muy pronto si sigo así. Estoy a punto de explotar, pero la cara de placer de Charlie me tiene loco.

—Voy a acabar si sigues —dice entre respiraciones agitadas.

—Hazlo, después podemos seguir.

—Rodolfo..., ¿estás seguro? —dice, un poco avergonzado, pero sonriendo.

—Sí, me lo tragaré todo —murmuro contra su piel.

Esas palabras lo excitan más y me agarra la cabeza con fuerza.

Lucho por no lastimarlo con mis dientes, hasta que su cuerpo se tensa y acaba en mi boca. Toso un poco, pero logro tragar. Ha sido delicioso.

—¿Estás bien? ¿Fui muy rudo? —pregunto mientras me levanto del suelo—. Discúlpame, no era mi intención.

Charlie se endereza un poco y una sonrisa tímida aparece en sus labios.

—Descuida, estuvo perfecto —dice mientras trata de normalizar su respiración.

Mi ego está al explotar al saber que, si bien no es su primera vez, sí que soy el primer chico que tiene acceso a su cuerpo y a su corazón.

Nos besamos con ganas, de una manera apasionada y ruda, y siento cómo vuelve a excitarse en muy poco tiempo. Ambos nos desnudamos por completo y dejamos la ropa en el suelo.

—¿Puedes acostarte? —me pregunta, separándose un poco de mi boca—. Me gustaría devolverte el favor.

—¿Estás seguro? Si no te sientes cómodo podemos dejarlo para otra ocasión.

—No, quiero hacerlo hoy —dice.

Siguiendo sus órdenes, me acuesto boca arriba apoyándome en la almohada. Él levanta mis piernas y acerca su boca a mi entrepierna. Le doy un momento para que se acostumbre a la idea sin sentirse presionado, aunque estoy muriendo de ganas.

Cuando finalmente siento su lengua sobre mí, me estremezco. Sus manos se aferran a mis caderas mientras siento su lengua explorando con lentitud. Comienza con besos suaves, para luego tomarme con su boca, aunque se nota que es la primera vez que hace esto.

—¿Te gusta? ¿Lo estoy haciendo bien? —pregunta con la voz temblorosa.

—Sigue así..., lo estás haciendo muy bien —gimo, perdiendo el aliento ante la intensidad, mientras miro su rostro.

No sabría decir si me gusta más su inexperiencia o que se intente controlar, pero la sensación es extraordinaria. La forma en que sus manos se agarran a mi piel, el peligro de que su madre nos descubra, y que sea su primera vez con un chico, pero que lo haga con tanta sensualidad. Todo conspira para hacerme perder la cabeza.

—Charlie... —susurro—. Detente, me vas a hacer explotar... Ponte el condón de una vez, ¿sí?

Ya no quiero más preámbulos, sino pasar directamente a la acción.

Él obedece. Está colorado casi de pies a cabeza, algo que ni siquiera su montón de tatuajes puede ocultar. Me fijo en uno en específico: el logo de las palomitas de maíz junto a su pelvis. Sonrío al recordar su expresión el día en que me lo mostró. Ha pasado tanto tiempo que parece que fue en una vida pasada.

Cuando regresa a la cama conmigo, se detiene a unos centímetros de mí.

—¿Pasa algo? —pregunto con una sonrisa, aunque mi cuerpo está temblando por dentro.

—No..., solo... —duda un instante antes de hablar—: No sé qué hacer ahora.

—No te preocupes, todo va a salir perfecto —respondo, acariciando su cabello—. Ahora usa tus dedos.

Charlie me observa con los ojos abiertos por la sorpresa y la nariz arrugada.

—¿Mis dedos?

—Sí, tus dedos, ¿acaso nunca has visto un tutorial? —pregunto con diversión.

—La verdad es que no, ver videos de ese tipo siempre me ha hecho sentir culpable.

Se me escapa una risa.

—Eres un caso sin remedio, Charlie, ¿lo sabías? Primero puedes usar uno, y luego dos, si te sientes cómodo. Solo asegúrate de mojarlos bien.

Charlie asiente lentamente y se incorpora un poco. Escupe sus dedos y me mira a los ojos, como pidiendo permiso. Asiento y luego introduce un dedo muy despacio en mi interior. Sus movimientos son inseguros al principio, pero poco a poco se vuelven más firmes.

—¿Está bien así? —Su voz es un susurro, pero ahora tiene más deseo que timidez.

—Está perfecto, sigue así —respondo, cerrando los ojos y disfrutando del momento.

Siento cómo Charlie añade un segundo dedo y comienza a moverlos suavemente. Sus movimientos siguen siendo un poco torpes, pero lo estoy disfrutando demasiado como para pensar en eso. Me muevo un poco para ayudarlo y guiarlo, y pronto su ritmo se vuelve más intenso.

—¿Así? —pregunta con la voz ronca.

—Sí, justo así, Charlie —gimo, sintiendo cómo mi excitación aumenta.

Sus labios van hacia mi boca para besarme mientras mis manos se enredan en su cabello. El cuarto se llena de nuestros gemidos y respiraciones agitadas. Me siento cada vez más cerca del límite a la vez que Charlie continúa explorando mi cuerpo con sus manos y su boca.

—Charlie, por favor, mételo ya... Si sigues así voy a terminar —le digo, al borde de la desesperación.

—¿Sí...? —pregunta, como si necesitara confirmación.

—Sí, hazlo de una vez, maldito Charlie —respondo con una sonrisa.

Él saca sus dedos y yo, desesperado por el vacío que ha quedado, me restriego contra su erección. Escupe su miembro y luego empieza a meterlo con lentitud. Me duele un poco, y aprieto las sábanas con las manos.

—¿Te está doliendo mucho? —pregunta con preocupación.

—Sí..., pero es normal, solo me tengo que acostumbrar. Hazlo suave —respondo con la voz entrecortada.

Él se acerca y me besa mientras sigue entrando en mí. Un leve gemido se le escapa.

—Está realmente apretado —susurra.

—Dime algo que no sepa —respondo con diversión.

—Me gusta. Me encanta, de hecho...

—Eso también lo sé —le digo con malicia.

Él se muerde el labio inferior y entra por completo en mí. Gimo por la mezcla entre el dolor y el placer.

—Avísame cuando pueda moverme... —dice Charlie con voz ronca.

Asiento, mirándolo a los ojos. Después de un momento, le hago saber con la cabeza que ya puede moverse. Empieza a hacerlo lentamente.

Veo su cara de placer. Me encanta cómo me agarra de la cintura y me embiste, cada vez más rápido. El sudor le resbala del pecho al abdomen, sus brazos fuertes me sujetan, su boca me deja pequeñas mordidas, el pelo rubio pegado a su frente. Todo es increíble.

—Rodolfo..., estoy cerca... —jadea, respirando fuerte.

—Yo también... —respondo, con la voz agitada.

Mientras él se mueve dentro de mí, yo me masturbo, siguiéndole el ritmo. Nos acercamos al clímax, perdidos en el placer. Verlo sudado, su cuerpo sobre el mío, me excita muchísimo. Su voz ronca, sus brazos tensos, sus tatuajes coloridos, sus caderas moviéndose... todo es mejor de lo que imaginé hasta en mis fantasías más desenfrenadas.

Cuando estoy a punto de acabar, dejo de tocarme. Cada vez que entra y sale, un cosquilleo me invade. Aguanto así unos segundos, hasta que ya no puedo más: mi respiración se vuelve pesada y mis gemidos son muy fuertes. Tenso los pies y me aferro a él con fuerza para terminar sobre mi estómago.

Siento que Charlie también se tensa y suelta un gemido más fuerte. Aprieta mis caderas con sus manos, y sé que ha terminado. Su cuerpo se relaja y su respiración se vuelve más pesada contra mi cuello.

Se detiene un momento y luego se separa un poco. Sus preciosos ojos oscuros me miran con intensidad. Dios... amo tanto a este chico que mi cuerpo vibra solo con mirarlo y mi piel arde de ganas de fundirse de nuevo con la suya.

Él se levanta y se quita el condón lentamente. Luego me pasa su camiseta para que me limpie. Dudo que podamos salir a usar el baño, tendré que esperar a llegar a casa para darme una ducha.

Charlie regresa a mi lado y me besa.

—Rodolfo... —susurra sobre mis labios—, nunca había sentido algo así.

—Yo tampoco, Charlie —respondo con una sonrisa. Y lo más sorprendente es que estoy siendo sincero.

Jamás en mi vida me había enamorado de este modo. Y jamás había pensado en el sexo como algo más que una interacción física. Pero con él ha sido mucho más que eso: ha sido traspasar las únicas barreras que quedaban para que nos entregáramos por completo el uno al otro.

Soy suyo y él es mío. No hay nada que pueda cambiarlo.

Nos besamos otra vez y yo me acurruco contra su pecho. Sus brazos me rodean, y el calor de su cuerpo me reconforta. Este momento ha hecho que cada minuto que pasé sufriendo por amarlo al otro lado del mundo haya valido la pena.

Pasamos un rato así, y después me levanto y me visto por si tengo que escapar de prisa —nunca se sabe— y vuelvo a acostarme con él apenas termina de vestirse también. Podría pasarme toda la vida acostado ahí en su pecho, sus brazos son mi lugar favorito.

Sin embargo, mi teléfono comienza a sonar con insistencia. Gruño por lo bajo, pero me separo de Charlie y me incorporo en la cama para alcanzarlo. Es Martín.

—Hablas de mí, pero tú sí que eres oportuno, ¿eh? —contesto.

—¿De qué hablas? Desde ayer no te veo, siento que vas a abandonarme de nuevo en cualquier momento —responde él con dramatismo y yo pongo los ojos en blanco. Ya recuerdo por qué es mi mejor amigo—. ¿Sabes cuánto me ha costado encontrarte?

—¿Encontrarme? No me digas que...

—Sí, estoy en la sala de Charlie con su madre, Nae me dijo que seguro estarías aquí.

—¡¿Qué?! —chillo y de un salto me pongo de pie.

Sabía que mi hermana no me había perdonado tan fácilmente. Se va a cobrar una por una las que le hice. ¿Cómo va a poner sobre aviso a la bruja de que estoy en su casa? ¡Voy a morir!

Abro la puerta de un golpe y, en efecto, ahí están Martín y la madre de Charlie. Ella abre mucho los ojos al verme. Casi puedo leer sus pensamientos: ahora sí me atará al sótano y me torturará por días.

—Por el amor de Dios, Martín, ¿qué haces aquí?

—¡No! ¿Qué haces aquí? —me grita la bruja.

—Ya te extrañaba, ¡te pasaste como tres años fuera! —lloriquea Martín.

—¿Acaso viniste a robar? —me grita la madre de Charlie y coge una escoba.

Charlie sale rápido del cuarto sin entender nada.

—¡No, mamá! —exclama y se pone delante de mí—. Tranquila, vino conmigo.

—¡¿Contigo?!

Dios, eso parece ponerla incluso peor.

—Sí, él es mi... Es mi... Mi...

—¡¿Tu qué?! —le grito, desesperado.

—Sí, ¿tu qué? —dice ella y agita la escoba enérgicamente.

—¡Mi amigo! ¡Es mi amigo! —grita Charlie.

Respiro aliviado, no quiero dejarlo viudo tan pronto.

—¿Ya me cambiaste por él de nuevo? —me reclama Martín con voz quejumbrosa.

—No se trata de eso, Martín, te contaré afuera —me apresuro a responder.

—¡No! Yo soy tu mejor amigo desde que te orinabas en los pañales y luego los masticabas. ¡Exijo una explicación ahora!

—¡Sí, dásela ahora! —grita la bruja.

Abro mucho los ojos y me pongo colorado.

—En primer lugar —comienzo—, eras tú quien hacía eso, imbécil. Y, en segundo lugar, ¿qué crees que estás haciendo? ¡Salgamos de aquí ahora mismo, Martín P.!

—Sí, vámonos de una vez, por favor —me dice Charlie y me hala por la mano hasta la puerta.

Ya afuera, ambos nos quedamos de piedra al escuchar a su madre y a Martín despedirse:

—Disculpe por el percance, señora. Prometo que luego vendré a visitarla con más calma y nos tomaremos un té juntos —le dice él con dulzura.

—Oh, sí, por favor, no dejes de venir. Me alegra saber que mi hijo al menos tiene un amigo tan dulce y decente, no como otros.

Bufo al escucharla, pero sin salir aún de la estupefacción. Ni siquiera sabía que esa mujer tenía un tono de voz así, y creo que Charlie tampoco.

—Dios... —dice él y arruga la nariz.

Cuando Martín se nos une y ella cierra la puerta, comenzamos a alejarnos con rapidez. No quiero darle tiempo a que cambie de idea y me lance un jarrón o algo.

—Ey, Charlie —suelta Martín de pronto y ambos lo miramos—, ¿alguna vez has pensado en tener un padrastro?

Oh, no, por Dios...

Ya no hay remedio: habrá que sacrificar a Martín.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro