Capítulo 9
Dedicado a BrendaValenzuelaSalv
***
Mis ganas de ver a Charlie eran tan fuertes que quemaban. Le escribí desde temprano para saber si quería hacer algo en la noche, pero ya tenía planes, como de costumbre. En ese entonces, me intrigaba mucho saber qué era eso que hacía en las noches a lo que jamás podía faltar. Quizás en ese caso hubiera atado cabos mucho más rápido.
Como no tenía mucho más que hacer, me pasé todo el día en casa de Martín jugando Xbox y regresé a la hora de cenar. Mamá estaba abajo preparando la cena. Me extrañó que Nae no la estuviera ayudando, ella ama cocinar.
Llamé a la puerta de su cuarto y me dijo que pasara. Estaba maquillándose y su vestuario indicaba que no se acostaría a ver series como hacía todos los fines de semana por la noche.
—Pensé que los sábados no tenías ensayo.
Me miró con sus grandes ojos negros y pude ver la culpa reflejada en ellos. Se apresuró a mirar afuera del cuarto y a cerrar la puerta. Luego volvió su atención a mí, pero permaneció en silencio.
—¿Nae? —dije con desconcierto—. Me estás asustando.
Se aclaró la garganta.
—Es que... verás, yo...
Una gran sonrisa de satisfacción se fue dibujando muy lentamente en mi rostro al comprender de qué se trataba todo.
—¡Tienes una cita! —terminé por ella.
Abrió los ojos al límite y me tapó la boca con ambas manos.
—¡Shhh! Mamá puede oírte.
—¡¿Y qué?! —dije y me libré de su agarre—. Tienes veintitrés años, Park Naeri, ¿qué hay con eso?
—Lo sé, lo sé, pero no quiero que lo sepa hasta que sea algo oficial. Apenas vamos a salir hoy por primera vez.
—¡Oh, por Dios! No puedo creerlo.
En realidad, estaba tan o más emocionado que ella. Mi hermana siempre se había enfocado tanto en su carrera musical que ni siquiera lograba recordar la última vez que había salido con un chico o siquiera a divertirse con sus escasas amigas. Soy casi cuatro años menor y siempre he tenido el doble de libertades que ella.
—¿Cómo lo conociste? ¿Toca contigo? ¿Qué edad tiene?
Sus mejillas se enrojecieron de inmediato al escuchar mis preguntas.
Sentía mucha curiosidad. En la orquesta solo había viejos que ya estaban pasados o rozando la edad de retirarse, y que en sus peores momentos no debían ni de acordarse de los nombres de sus nietos.
—No es músico —susurró con mucha vergüenza. Incluso me pareció adorable verla de ese modo—, trabaja en el teatro desde hace unas semanas. Es nuevo en la ciudad, y... tiene veintiuno.
—¡¿Qué?! —exclamé y solté una risotada—. ¡Es menor que tú!
Se cubrió el rostro con ambas manos y estaba cada vez más sonrojada, tanto que se extendía hasta su cuello y sus orejas.
—No sé para qué te lo conté, ¿puedes parar de burlarte, eh?
Volví a reír y me acerqué para abrazarla.
—No seas tonta —le dije al oído—, estoy súper feliz por ti. Solo tienes que prometer que seré yo quien coja el ramo en la boda.
Rio por lo bajo.
—No quiero apresurarme, Seokmin, no quiero ilusionarme en vano.
—¿Estás de broma? —Me separé y la miré a los ojos—. Escúchame bien, Naeri, eres hermosa, talentosa y la mejor persona que conozco. El que te deje escapar es un pedazo de idiota, y espero que este no sea el caso.
Sonrió esperanzada al escucharme. Y yo no tenía idea de lo mucho que me dolerían mis propias palabras apenas unos días después.
—¿Y a dónde irán?
—Al cine —respondió mientras se volteaba hacia el espejo para seguir retocándose el maquillaje—. Me invitó a ver una película.
—Bueno, mientras mantenga sus ojos y sus manos ocupadas en la pantalla...
—¿Qué estás insinuando, Park Seokmin? —exclamó y me lanzó una esponja de maquillaje—. Es solo nuestra primera cita.
Volví a reír al verla sonrojarse de nuevo. Nae era tan inexperta en el amor que actuaba como una adolescente. Yo no tenía demasiada experiencia tampoco, pero al menos había salido con un par de chicos —y chicas, antes de contarle al mundo mi verdad, pero eso prefería obviarlo—.
—Bien, bien, ahora cuéntame algo más sobre él.
Casi pude ver el aura rosa y de brillitos que desprendió al pensar en ese misterioso chico.
—No lo sé —suspiró—, no puedo explicarlo. Simplemente tiene algo que, una vez que lo miras, no puedes apartar los ojos de él. Es muy lindo, y su personalidad es... ¡agh! No lo sé.
«Dios —pensé—, esto es más serio de lo que esperaba».
Con mucha cautela y una sonrisa maliciosa, me subí a su cama. Me miró con hostilidad de inmediato.
—¿Qué crees que haces sobre mi cama sin quitarte esos zapatos mugrosos? —chilló.
Solté una carcajada y me encogí de hombros.
—Bueno —dije—, al menos el amor no te ha nublado los sentidos.
—¿Amor? —Negó con la cabeza como si quisiera borrar esa idea—. Es muy pronto para hablar de eso, apenas lo conozco.
—Nae... —Puse los ojos en blanco y luego agregué con dramatismo—: El amor no es una planta carnívora que está esperándote como si fueras una pequeña mosca para atraparte entre sus garras y hacerte puré de insecto.
—¿En serio crees eso?
—¿Lo de la planta? —pregunté con una ceja levantada.
—No, tonto —respondió con una risilla nerviosa—. ¿Crees entonces que me irá bien?
—Por supuesto que sí —respondí con ternura—. Eres muy especial, Nae. Mereces que siempre te ocurran cosas buenas, y estoy seguro de que serás muy feliz.
A menos que apareciera alguien no tan bueno en el camino y que, sin quererlo, se empeñara en destruir en segundos su felicidad. Alguien como yo.
Esa noche la vi salir en su auto, pretendiendo que iba como siempre a ensayar. Mamá no dijo nada al respecto, pero estoy convencido de que se olió algo en el ambiente. La felicidad de Nae era casi fluorescente, y también la mía, tanto por su cita como por mi naciente amistad con Charlie.
Grave error, debo reconocer.
Pasé horas jugando en línea con Martín solo por el placer de hacerlo perder unas siete veces y escucharlo gritarme insultos por teléfono. Todo terminó cuando escuché la habitación de Nae abrirse y me levanté de inmediato. Entré sin preguntar siquiera, y eso la sobresaltó.
—Dios, ¿qué haces despierto?
—¿Y bien? —pregunté con ansiedad.
La enorme sonrisa en su rostro me indicó de inmediato que todo había marchado a la perfección. Se acostó bocarriba en la cama y suspiró profundo. Me acosté a su lado y me acarició el cabello, justo como cuando éramos pequeños.
—Fue... mágico.
—¿Te metió la lengua hasta la garganta?
—¡Dios! —exclamó sin dejar de sonreír—. ¿Por qué eres tan aguafiestas?
—¡Habla, Naeri! Me tienes impaciente.
—¡Sí! —admitió finalmente y se cubrió el rostro con las manos—. ¡Sí me besó y estamos saliendo! ¿Contento?
—¿En serio? —Sonreí y me levanté de un salto—. Tienes novio después de un millón de años. No vas a ser la solterona de los veinte gatos, ¡esto hay que celebrarlo!
—¡Cállate! Vas a despertar a mamá.
—¿Y qué? ¿No dijiste que le contarías cuando fuera oficial?
—Sí, pero quiero hacerlo yo, ¿vale?
—Bien, ¿sabes qué? —La halé por una mano para obligarla a levantarse—. Es hora de hamburguesas y helado.
—¿Estás loco? —dijo con asombro—. No puedo comer algo así ahora. Pero ¿te parece bien si hacemos kimchi?
Hice una mueca de desagrado, aunque sabía que era cuestión de tiempo que lo propusiera. Es su mejor forma de celebrar cualquier cosa.
—Supongo que kimchi también servirá.
No podía negarme, creo que nunca la había visto tan feliz.
Esa noche preparamos kimchi juntos y no dejé de molestarla ni un segundo con su nuevo novio. Su alegría por un simple beso era tan contagiosa que en algún punto comencé a pensar en Charlie y en cómo serían las cosas en el caso —súper hipotético— de que él me besara.
No tenía forma de imaginar que, mientras yo fantaseaba con sus labios, él había besado por primera vez a mi hermana apenas unas horas antes y le había pedido ser su novia. Aún no lo sabía, pero estaba a punto de convertirme en la pequeña mosca, y lo peor es que iba a chocar de frente con la planta carnívora.
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