Capítulo 19
Dedicado a AnyelisCastilloPrez
***
—¿Tú qué crees? —respondió como si fuera algo obvio. Y, sí que lo era, pero estaba demasiado alcoholizado para pensar con claridad—. Tengo que lavarlos también o no podré caminar cuando se seque. Está demasiado pegajoso.
—Ah...
Sonrió con malicia y volvió a mirarme a través del espejo.
—¿Qué pasó por esa mente sucia tuya, eh? —preguntó.
—Bah —resoplé—, nada, Charlie, ¿qué podía haber pensado?
Honestamente, se me ocurren un par de cosas. Estábamos solos y encerrados dentro de una pequeña habitación, y él estaba en ropa interior justo frente a mí. No pude evitar fijarme en los tatuajes de sus muslos. Ahí pude detallarlos mucho mejor que en la vez anterior que se los vi. Y también mis ojos se escaparon hacia un poco más arriba. Nunca pensé que el amarillo podría vérsele tan bien a alguien.
—¿Puedes dejar de mirarme el culo? —preguntó de pronto, aunque no había nada de molestia en su voz.
Me reí con diversión.
—¿Por qué? ¿Acaso te molesta?
—No, me pone nervioso.
—Esta no es la primera vez que te veo en ropa interior, ¿recuerdas? Aquel día no pareció importarte —repliqué con una ceja levantada.
—Sí, pero no es lo mismo. Aquella noche ya estaba en ropa interior cuando llegaste, y estábamos a oscuras.
—Vale, no te miro más. Aunque es difícil no hacerlo, pareces una lámpara de noche para niños.
Me cubrí los ojos con una mano sin dejar de sonreír y esperé hasta que terminó de lavar sus jeans y volvió a ponérselos.
—¿Qué te parece? —preguntó con inseguridad.
No pude evitar soltar una risotada apenas le eché un vistazo.
—Ahora parece que no te dio tiempo a llegar al baño y te hiciste encima.
Que fueran jeans de mezclilla clara no ayudaba demasiado, quizás en unos de color negro como los míos la humedad no se hubiera notado.
Resopló con resignación.
—Creo que no hay remedio, mejor vámonos a casa.
—¿Y piensas salir así? —pregunté con auténtica curiosidad.
—La otra opción es esperar aquí encerrado contigo hasta que se seque, así que, sí, saldré como sea.
—Bueno, lo único que puedo hacer intercambiar jerséis contigo. El mío es más largo y quizás cubra un poco más la mancha. Así parecerá que me vomité encima, pero al menos tú pasarás desapercibido.
Lo pensó por un instante y asintió.
—Me parece justo.
—¿Ves, Charlie? Siempre ando salvándote el trasero.
—De los líos en los que tú mismo me metes, Rodolfo, en caso de que lo hayas olvidado.
—Bah, esos son detalles sin importancia.
Se quitó su jersey y me lo pasó con rapidez. Hice hasta lo imposible por no desviar la vista hasta su pecho desnudo y lleno de colorines. Sin embargo, él no me devolvió el favor. Su mandíbula casi cae al suelo cuando me quité el jersey de color crema que llevaba.
Sonreí maliciosamente al ver su expresión.
—¿Qué te ocurre, Charlie? ¿Nunca habías visto a nadie con piercings?
Porque, sí, esa es una de las locuras que he hecho en mi vida de las que más me enorgullezco. Dolió como la mierda, pero me perforé ambos pezones cuando cumplí los dieciocho. Fue el regalo de cumpleaños de Martín. Como suelo usar ropa holgada, ni siquiera se notan, así que casi nadie los ha visto. De igual modo, debo admitir que el hecho de que viera la parte que considero más sensual de todo mi cuerpo, me subió la autoestima.
Quizás no soy tan gentil después de todo y solo quería que viera mi pecho y abdomen definidos y los piercings plateados que llevo. En ese caso, cumplí mi objetivo: tenía toda su atención.
Lo que jamás estuvo en mis planes fue que Charlie diera un paso en mi dirección y acortara la distancia entre ambos. Me cohibí un poco al tenerlo tan cerca.
—Así que el raro soy yo por estar lleno de tatuajes... —susurró—. Al menos los tatuajes no molestan ni se enredan en la ropa.
—No se me enredan en la ropa —respondí en un tono muy bajo sin dejar de observar con detenimiento su expresión de fascinación.
—¿Cuál es más incómodo, ese o el del frenillo?
—Ninguno de los dos. Es cuestión de acostumbrarse.
Subió la mirada y me observó los labios.
—Siempre me he preguntado si no te da miedo tragártelo.
—¿Por qué me daría miedo, Charlie? —dije y le regalé una sonrisa torcida—. Créeme, me he tragado cosas peores...
Resopló y reprimió una sonrisa.
—No lo dudo, Rodolfo.
Volvió a mirarme el pecho y, para mi enorme sorpresa, fue un paso más allá. Extendió su mano y rozó uno de los piercings con un dedo. Fue un contacto fugaz, pero envió una corriente hasta el último rincón de mi cuerpo. Fue tan electrizante que me aterré. Todo el coraje que tenía se esfumó.
Sentí la necesidad de retroceder y choqué de espaldas contra la puerta. Pareció notar lo que había hecho y dio un paso hacia atrás.
Alguien llamó desde afuera.
—Mejor nos largamos —musitó Charlie sin mirarme directamente y se aclaró la garganta—. La gente va a hacerse ideas equivocadas, llevamos demasiado rato aquí dentro.
En otro momento, tal vez le hubiera respondido, pero estaba tan perturbado que me limité a asentir.
Ambos nos vestimos y salimos lo más pronto posible. Como éramos casi de la misma altura, mi jersey le quedaba más largo y tapaba la mancha. Una vez de regreso al salón, no había ni rastros de Martín. Era casi un hecho de que había encontrado algo mejor que hacer que pasar el resto de la noche con nosotros. Ni me molesté en llamarlo.
Charlie y yo salimos a la calle para regresar a nuestro vecindario. Nos esperaba un largo camino de regreso, así que nos llevamos dos últimos vasos de coctel para la caminata. Al menos yo, necesitaba beber un poco más para convencerme de que mi cerebro estaba alterando todo lo que había ocurrido en el baño y que eran simples imaginaciones mías. A Charlie le gustaba bromear, tenía que ser eso.
—Ya no puedo caminar más. ¿Podemos dormir aquí? —pregunté a medio camino y me detuve.
Él también se detuvo unos pasos más adelante.
—¿Puedes dejar de ser tan flojo? Ya solo nos faltan unas cuadras y estoy agonizando con esta ropa, quiero cambiarme.
Hice una mueca de desagrado y me senté en el borde de la acera.
—Estoy mareado y siento ganas de vomitar —declaré.
Soltó un bufido, pero luego me dejó por incorregible y se sentó a mi lado.
—¿Por qué quieres cambiarte con tanta prisa? —pregunté con una molestia bastante infantil—. ¿Tan malo es tener puesta mi ropa?
—¿En serio me preguntas eso? ¿Tengo que recordarte dónde se me están pegando los jeans a causa de la humedad?
Reaccioné al escucharlo y reí por lo bajo.
No obstante, no tenía intención alguna de llegar a casa aún, así que me acosté hacia atrás en la acera. Sabía que, cuando esa noche terminara y se nos pasara a ambos el efecto del alcohol, las cosas volverían a la normalidad. Él seguiría siendo el novio de Nae y ya se acabarían mis instantes de felicidad a su lado.
—Tu jersey huele a ti —solté de repente. Mi voz salió en apenas un susurro, pero fue suficiente para que se volteara a verme.
—¿Y? Es lógico, lo traía puesto.
—Podría acostumbrarme a llevarlo...
Y, sí, mis palabras me delataban y hacían que fuera directo al desastre inminente. Pero no podía callarme. No quería. En ese segundo, éramos solo él y yo bajo un cielo estrellado. ¿Por qué querer tanto a alguien tenía que resultar tan nocivo para todos?
No respondió de inmediato, estaba inmerso en algún rincón de sus pensamientos. Tal vez, ni me había escuchado.
—Rodolfo... —dijo finalmente—. ¿Por qué te enojó tanto saber que Nae y yo estábamos saliendo hasta el punto de pretender que no me conocías?
—Ya te lo dije... —balbuceé y me incorporé para verlo a los ojos.
—No —afirmó y negó con la cabeza—. Me refiero a la verdad. ¿Por qué no quieres que sea el novio de Nae?
Su pregunta me tomó desprevenido. Lo observé con seriedad. Su mirada tampoco se apartaba de la mía. El ambiente entre nosotros se volvió algo tenso, y no me refiero a la tensión maliciosa que habíamos sentido en el baño, sino a una tensión incómoda que iba mucho más allá de lo superficial.
Y, entonces, me cansé de mentir y decidí deshacerme de todas mis máscaras, incluso de esa que siempre llevaba y que me hacía burlarme de cualquier situación que me hiciera sentir expuesto.
—Porque yo no quiero que seas mi cuñado, Charlie —solté sin pensarlo dos veces.
—¿Qué? —volvió a preguntar—. ¿Y qué diablos quieres de mí, Rodolfo?
Sus palabras salieron con urgencia, como si necesitara escuchar la respuesta. Sonreí con amargura y miré al cielo. Tenía la vista algo nublada y no podía pensar del todo con claridad. No obstante, eso era algo que no podía sacar de mi cabeza ni un jodido segundo.
—¿Para qué preguntas si ya sabes la respuesta? —respondí y volví a mirarlo.
El nudo en la garganta apenas me permitía respirar y mis ojos comenzaron a escocer. ¿Acaso me había vuelto tan patético que lloraría una vez más por Charlie? ¿Me rebajaría tanto como para hacerlo frente a él?
El silencio entre ambos se hizo eterno. Por mucho que quería hacerlo, no podía apartar la mirada de sus ojos oscuros. Si tan solo hubiese seguido caminando, esa noche las cosas hubieran pasado de otro modo. O quizás si hubiera dicho que no me apetecía salir desde el primer momento. O si simplemente no hubiéramos estado ambos borrachos.
Aunque, tal vez, esos no son más que reproches inútiles y la verdad es que no había forma de evitar lo que estaba a punto de ocurrir.
Porque fue él quien lo hizo. No yo. Fue Charlie quien se acercó de pronto y plantó sus labios sobre los míos. Porque yo simplemente cerré los ojos y me dejé llevar por todo lo que había estado conteniendo. Porque nuestras bocas encajaban a la perfección y sus labios me supieron tan dulces que me pareció que había probado un pedazo del mismísimo cielo.
Fue él quien me besó y casi con la misma rapidez se apartó de mí. Sus piernas lo traicionaron y casi cae, pero logró levantarse y retroceder horrorizado.
—Mierda... —musitó.
«Doble mierda», pensé y me llevé un dedo a los labios. Necesitaba saber si no lo había soñado.
Aún no estoy seguro de cuál de los dos quedó más perturbado esa noche. Lo único que sé es que me quedé sentado en la acera de una calle que no conocía.
Solo. Perplejo. Aterrado.
El chico que estremecía mi mundo acababa de besarme, y yo no podía sentir otra cosa que no fuera culpa. Y lo peor es que tenía motivos de sobra para sentirla. A partir de esa noche, todo comenzaría a irse cuesta abajo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro